Mañana, sábado 18 de septiembre, nuestra Diócesis celebrará la Jornada Diocesana de inicio de Curso Pastoral, una Jornada muy importante a la que estamos invitados todo el Pueblo de Dios de Segorbe-Castellón: sacerdotes, diáconos, religiosos, religiosas y seglares.
Es por ello que nuestro Obispo, D. Casimiro, ha sido entrevistado esta mañana en el programa “El Espejo de la Iglesia Diocesana” de COPE Castellón, hablando, entre otros temas, de este nuevo Curso Pastoral, del Año Jubilar diocesano con motivo del 775º aniversario de la creación de la Sede Episcopal en Segorbe, de su Carta Pastoral, y de la necesidad de abrir un tiempo de reflexión.
Entrevista a Mauro Soliva, Delegado diocesano para la Enseñanza
En nuestra Diócesis, unos 360 profesores reciben anualmente la Missio Canonica para impartir la asignatura de Religión en los centros estatales, concertados y privados. En este inicio del nuevo curso escolar, más de la mitad del alumnado que cursa estudios en los centros ubicados en nuestra diócesis, el 51,42%, elige la asignatura de Religión y Moral Católica, sin embargo cada año, especialmente en los niveles de infantil y primaria se produce un pequeño descenso en la inscripción. Para el Delegado diocesano para la Enseñanza «es fundamental insistir a las familias que piden el bautismo o la comunión para sus hijos en la importancia de complementar la transmisión de la fe que se debe dar en el ámbito familiar y en la parroquia, con la enseñanza escolar de la Religión Católica».
Hablando de enseñanza y educación, ¿cómo percibes el momento presente?
Estamos en un momento de enorme incertidumbre por la entrada en vigor de la LOMLOE, la octava ley educativa, marcada por una falta total de consenso y de diálogo que limita su recorrido real. Sin embargo, al mismo tiempo es un momento en el que los que amamos la educación debemos ser proactivos y aprovechar el debate social que generan estos cambios para avanzar en lo que el Papa Francisco denomina “El Pacto Educativo Global”. El Santo Padre nos propone a todos los agentes educativos repensar la tarea educativa poniendo a la persona en el centro y reconstruyendo los vínculos entre la familia y la escuela, tan deteriorados en las últimas décadas. Aquí, los profesores cristianos tenemos una doble tarea y responsabilidad porque estamos llamados a ser en nuestros centros motores de este cambio.
¿Cuál es la demanda o aceptación de la clase de Religión en Segorbe-Castellón?
Más de la mitad del alumnado que cursa estudios en los centros ubicados en nuestra diócesis, el 51,42%, elige la asignatura de Religión y Moral Católica, sin embargo cada año, especialmente en los niveles de infantil y primaria se produce un pequeño descenso en la inscripción. Por lo que es fundamental insistir a las familias que piden el bautismo o la comunión para sus hijos en la importancia de complementar la transmisión de la fe que se debe dar en el ámbito familiar y en la parroquia, con la enseñanza escolar de la religión católica.
¿Nos equivocamos si ponemos en paralelo la clase de Religión y la catequesis?
La Clase de Religión y la Catequesis son complementarias pero no pueden confundirse. Ambas son parte de la tarea evangelizadora, sin embargo, cada una cumple esta misión desde objetivos, ámbitos y metodologías diferentes; además hay que tener presente que cursan la asignatura alumnos que no siempre son creyentes. El ámbito personal de la fe, adquirido en la familia y vivido en el seno de una comunidad cristiana concreta (la parroquia) necesita formarse a nivel académico y entrar en diálogo con el resto de materias escolares.
Hablamos de una asignatura crucial para la formación de la persona, ¿no es así?
Una educación integral de la persona, tiene que ayudar al alumno a madurar su dimensión espiritual y trascendente. Sin una atención específica a esta dimensión no podemos hablar de una educación integral de la persona. La asignatura de Religión y Moral católica es crucial en este sentido.
“Yo estoy contigo todos los días” (Mt. 28, 20) es el tema elegido por el Papa Francisco para la celebración de la primera Jornada Mundial de los Abuelos y los Mayores, que festejamos mañana, 25 de julio.
Ellos son, sin duda, quienes más han sufrido en esta pandemia. En muchos casos, a la soledad se le ha añadido la enfermedad y la muerte. María Jesús Molina es compañera, cocinera, cuidadora y hasta confidente de unos mayores muy especiales en nuestra Diócesis, los sacerdotes mayores que viven en la Casa Sacerdotal Diocesena «Familia de Nazaret».
Ella es la gobernanta de esta Casa, en la que trabaja desde hace 8 años, y es un auténtico testimonio de servicio, de atención, de amor y de entrega al cuidado de los sacerdotes jubilados de la Diócesis. Como ella misma explica, “son 8 años, no de trabajo, sino de servicio a esta familia”. Y es que realmente son una familia. “Sufro con ellos, me alegro con ellos, rezo con ellos y hasta discuto con ellos”, indica.
Generalmente, en la Casa Sacerdotal viven los sacerdotes cuando se jubilan, personas que han entregado lo mejor de su vida al ministerio sacerdotal, “y es una casa familiar en la que cada uno tiene su propia habitación, en la que entran y salen cuando quieren”. El equipo que les atiende, formado por 4 chicas, se encarga de cocinar, de lavar la ropa, de hacer las habitaciones, de la medicación…, “pero más que eso, lo que necesitan es una atención familiar”, recalca María Jesús.
En estos momentos atienden a 14 sacerdotes, de los que 4 son jóvenes. “Hay que escucharles, en sus problemas, en sus necesidades”, indica. Pero en realidad, “la única necesidad que tienen es la atención y el cariño, que estés pendiente de ellos”, y “gracias a Dios, eso es lo que nos nace al equipo, y les queremos”, continua.
María Jesús vive allí con su marido, por lo que los sacerdotes nunca están solos, y así les puede atender a cualquier hora del día, o de la noche. Explica que esta etapa de pandemia ha “sido muy dura, sobre todo el tiempo de confinamiento”, en el que tuvo que confinarse ella sola, con la dificultad de llevar puesto un EPI durante todo el día, para que nuestros sacerdotes mayores no quedaran desatendidos“.
Además, en este último año han fallecido 4 sacerdotes en la Casa- D. José Porcar, D. Manuel López (de Madrid), D. Vicente Mestre y D. Joaquín Esteve-, y “ha sido un golpe muy duro para todos nosotros”. Pero “os digo de verdad que lo que nos ha sostenido ha sido la fe, el cariño mutuo, la oración…, se ha notado que ha habido mucha oración, que ha sido la que ha sostenido esta Casa”. Además, cuenta con emoción que ese tiempo nunca se sintió sola, ya que “tanto el Obispo, D. Casimiro, como los Vicarios y otros sacerdotes, siempre estuvieron muy pendientes, y pude desahogarme y hablar con ellos cuando lo necesitaba”.
Hoy hace justo un año que entrevistamos a la familia Rubio Millán, una familia de nuestra Diócesis que está en misión en Ucrania desde hace 10 años. Ahora hemos vuelto a hablar con ellos para que nos cuenten como están y como han vivido este año de misión allí.
Son el castellonense David Rubio (36 años) y la vallera María Millán (34 años), de la parroquia de Santo Tomás de Villanueva, Castellón, en la que desde hace 23 años forman parte de la 4ª comunidad del Camino Neocatecumenal, “donde estamos siendo formados en un itinerario de formación cristiana”, explican, y donde “hemos descubierto a Jesucristo y el amor de Dios, viviendo la fe en comunidad”. Eso es “lo que nos ha hecho partir, abandonar todo e ir a anunciar este amor”.
David y María tienen ocho hijos: Israel (14), Josué (13), David (10), Juan (9), Pablo (7), Francisco Javier (5), que es el único nacido en la misión, en Odesa, María (3) y Cecilia (1). Además, están de enhorabuena, pues están esperando a su novena hija, “que se llama Gloria, y que está previsto que nazca en dos semanas”.
Explican que estaban “dispuestos a ir a cualquier parte del mundo”, y en el año 2010 la Iglesia les envió y les dio como destino Ucrania. Allí fueron enviados en el 2011 por el Papa Benedicto XVI, y posteriormente por el Papa Francisco. Desde entonces, 9 años, han estado en la diócesis de Odesa-Simferópol, aunque este año han cambiado de diócesis, concretamente a la de Kiev-Zhytómyr.
La última vez que hablamos, hace justo un año, nos contabais que habían fallecido 1500 personas por coronavirus en Ucrania. ¿Cómo está actualmente el país?
Ha habido un cambio, porque ahora los datos dicen que hay más de 2 millones de contagios, y cerca de los 50.000 fallecidos. También hay que tener en cuenta que Ucrania no está dentro de la Unión Europea, y a diferencia de otros países europeos tienen dificultades en la contabilización de los contagios y en la gestión de la vacunación.
Realmente, los contagios y las muertes se han empezado a contabilizar bien más tarde, y seguramente hay mucha gente que ha muerto de Covid sin saberlo, en sus casas, sobre todo gente mayor, sabemos de algún caso. Y es que Ucrania tiene un sistema sanitario más precario y la sanidad cuesta dinero. A diferencia de España, por ejemplo, allí no se ha comenzado a vacunar en masa.
La Diócesis de Kiev, donde estamos nosotros, ha estado en zona roja en dos ocasiones en este año, lo que ha supuesto el cierre de los comercios, las clases para los mayores han sido online, los colegios han estado cerrados, con el uso obligatorio de la mascarilla… Y esta ha sido un poco nuestra realidad en este curso. Gracias a Dios no han cerrado las iglesias, puesto que la ley permitía la asistencia de una persona cada 5 m2, por lo que las iglesias grandes no han tenido problema, pero sí que se ha acudido un número menor de fieles a la parroquia por temor.
Rusia y Ucrania están en guerra desde el año 2014, ¿cómo vivís este hecho?, ¿os afecta?
Ahora la situación no es la que era en el año 2014. La guerra está muy localizada en la zona del Dombás, donde están las ciudades de Donetsk y Lugansk, que hacen frontera con Rusia. Ahí sí que hay conflicto, que en estos momentos está controlado gracias a la intervención de países como Francia y Alemania. De momento es un conflicto con cese al fuego, y es una guerra más política que otra cosa.
Al final, detrás de todas las guerras están los intereses económicos, y para Ucrania este conflicto supone una crisis económica, no puede prosperar y no puede entrar en la Unión Europea, como quieren los ucranianos.
En nuestro día a día no nos afecta para nada. El país sí que está preparándose por si tuviera que entrar en combate, hay una tensión política y ves muchos tanques por la calle, pero la realidad es que en el día a día no nos afecta. Gracias a Dios no es la misma situación que en el año 2014.
En la última entrevista nos hablasteis de vuestra misión allí, ¿sigue siendo la misma?, ¿ha habido cambios?
Sí que ha habido cambios. Este año hemos cambiado de diócesis. Hemos estado en la diócesis de Odesa-Simferópol durante 9 años, y este año hemos pasado a la de Kiev-Zhytómyr, donde hay una aceptación mucho mayor a los católicos.
Nuestra misión consiste en anunciar a Jesucristo resucitado. Somos parte de la missio ad gentes, una comunidad formada por varias familias, que en este caso son dos ucranianas, una polaca, otra española, de Valencia, tres chicas, y nosotros, que somos los responsables junto a un sacerdote y un seminarista. Formamos una comunidad cristiana y vivimos allí como lo hacían las primeras comunidades cristianas, encontrándonos para celebrar la Palabra, la Eucaristía y anunciar que Cristo ha resucitado. Este año, en la medida que hemos podido, hemos salido a la calle a anunciar que Cristo ha resucitado, y que ama a los ucranianos, un pueblo que ha sufrido mucho en su ser, en su alma, a causa del comunismo.
Otra parte de nuestra misión consiste en apoyar a la parroquia, que es la catedral, como catequistas, en la formación de comunidades cristianas. Durante este año hemos hecho catequesis y ha nacido una nueva comunidad cristiana. Ha sido un regalo de Dios poder participar de esta catequización. También nos hemos dedicado a acompañar a los jóvenes de la parroquia, realizando convivencias con ellos.
Y otra parte de la misión ha sido participar de un proyecto que se está realizando en la ciudad en la que vivimos ahora, Zhytomir, con la construcción de una casa en la que poder celebrar convivencias a nivel nacional, y en la que aquellas personas que vayan puedan sentirse amadas y queridas, encontrándose con Cristo, con el amor de Dios. Cuando esté terminada podrán alojarse hasta 500 personas, pero ahora mismo ya hay una parte que está habitada por seminaristas en formación, y también por chicos que tienen problemas de adicciones (drogas, pornografía, juego…).
Allí siempre hay un presbítero y un matrimonio en misión, y nosotros, que también participamos, ayudándoles a que tengan una estructura desde la oración, con las Laudes por la mañana, desde la celebración de la Eucaristía, y después trabajan en aquellas cosas en las que pueden ayudar, acabando el día con las Vísperas. Todo este ritmo de oración y de trabajo, y de mantener un contacto diario con seminaristas y con las familias en misión, les ayuda muchísimo. En este curso hemos visto milagros con chicos que tenían problemas muy serios, y en los que ahora ha habido un cambio, recuperando la dignidad de ser hijos de Dios.
¿Cómo viven vuestros hijos la misión?
D- Cada uno la vive de una forma. Nuestros hijos más mayores son más conscientes de lo que es la misión y son más participativos. Ellos la viven de una forma en la que, al igual que el matrimonio, se sienten llamados. Viven la misión con mucha fe, creyéndose de verdad los motivos por los que estamos allí, y forman parte de ella en el mismo grado que los padres, porque el carisma es `familia en misión´, no padres en misión o hijos en misión. También la viven con sufrimiento, por la adolescencia, por la persecución de este mundo, en el que ser cristiano es muy difícil, y tienen sus combates, pero saben y tienen grabado a fuego que son parte de esta misión. Por otra parte, es una maravilla ver a los niños más pequeños, que han crecido en misión y forman parte de ella. Ellos ya saben que nosotros estamos llamados a la misión y a anunciar a Jesucristo.
M- Mi opinión como madre es que viven la misión con alegría. Hay momentos difíciles, pero están contentos cuando están en la misión. Les ayuda muchísimo el contacto con la Palabra de Dios, el poder formar parte de su comunidad, el poder formar parte de un prevocacional en el que se escruta la Palabra, en el que celebran la Eucaristía, en el que tienen contacto con otros jóvenes que también se preguntan por su vocación. Los pequeños lo asocian todo con Dios y con su providencia, y todo esto es gracias a la misión. A veces hay gente que nos pregunta por los sufrimientos de los hijos en la misión, como si fuese algo que a ellos les coarte la libertad, o les haga vivir de una forma más precaria que otros niños, cuando ellos lo viven al revés, como una riqueza, en obediencia a sus padres, con alegría y sin rebeldía.
¿Cuáles son los pilares de vuestra convivencia familiar?
La oración, sin lugar a dudas. Nosotros dos rezamos juntos todos los días, las Laudes, a primera hora de la mañana, y esto es un pilar fundamental en el que nos apoyamos. Sin esta oración no podríamos ni siquiera estar juntos como matrimonio cristiano, ni estar en misión. Con ella lo que hacemos es poner a Dios lo primero cada día, y decir que `yo no soy Dios´, que `hay Otro que es Dios, que es el que me ama y que provee´.
Otro pilar es la sinceridad, el hablar el uno con el otro y contarnos nuestros sufrimientos, apoyándonos y pidiéndonos perdón cada vez que discutimos. Otro pilar es la mesa. En ella comemos juntos todos los días, con nuestros hijos, y la bendecimos antes de comer. Este momento es muy importante, porque es ahí donde hablamos con los niños y les preguntamos como están, y ellos nos cuentas como ha ido el día, los problemas que han tenido en el colegio…, y muchos días, cuando el Señor me lo inspira sacamos la Biblia y leemos alguna lectura durante la comida, y les explicamos la Palabra. Todo esto nos lo ha transmitido nuestra madre la Iglesia a través del Camino Neocatecumenal.
Creo que para que una familia pueda manifestarse cristiana tiene que habitar Cristo en ella. Para que Cristo pueda habitar en la familia primero tiene que habitar en sus miembros, de tal forma que alguien que no es creyente, viendo a una familia cristiana pueda ver a Cristo.
Mi experiencia es que Cristo puede habitar en mí si yo no me separo de la Iglesia, si voy de su mano y vivo en comunión con ella, si voy de la mano de mis catequistas, si obedezco al Obispo, en la apertura a la vida, en tener los hijos que Dios quiera, en no vivir egoístamente el acto conyugal, en la forma de vestirse, en la forma de educar a los hijos, en la relación con las redes sociales…, Ahí el mundo puede ver que existe Cristo, cuando lo primero que se pone en la familia es a Él.
La transmisión de la fe a los hijos es un reto para todos, ¿cómo lo hacéis vosotros?
D- Es verdad que es un reto, pero es fundamental para la Iglesia, porque su futuro son los hijos, y si a ellos no les transmitimos la fe el futuro de la Iglesia está en riesgo. ¿Cómo lo hacemos nosotros?, como nos ha enseñado la Iglesia a través del Camino Neocatecumenal. A través de la oración, rezando con ellos las Laudes todos los domingos. Eso ha sido muy importante en mi vida, porque es como mis padres me transmitieron a mí la fe desde pequeño, y así es como ahora María y yo se la transmitimos a nuestros hijos. Todos los domingos nos reunimos alrededor de la mesa y rezamos todos juntos, y después elegimos un personaje de la Biblia o un evangelio y lo leemos, y les damos una catequesis haciéndoles ver que en la Sagrada Escritura está su vida y la sabiduría de Dios, la riqueza del cristianismo, y les preguntamos cómo les ayuda esta palabra que les damos en su vida. Es una celebración preciosa, en la que los niños participan cantando, leyendo, nos cuentan como están, los sufrimientos que tienen, le piden aquello que necesitan al Señor, nos damos la paz, también los padres nos pedimos perdón delante de ellos, les hablamos de nuestra historia y de los milagros que ha hecho Dios en nuestra vida. Vivimos el domingo de una forma distinta. Es el día del Señor, el día que nos ha dado para descansar y para transmitir la fe a los niños, poniéndole a Él lo primero y haciendo una comida especial.
M- También los hijos ven como el domingo es el día del descanso, no de la pereza y de no hacer nada, sino al contrario. Nos levantamos temprano, nos vestimos de una forma elegante para ponernos de cara a Dios en la oración de las Laudes, y lo hacemos todo en familia. La transmisión de la fe no solo son momentos concretos como estos, sino que es algo diario, que tiene mucho que ver con el modo en el que vivimos nosotros, con el ejemplo que les damos a nuestros hijos. Creemos que una forma de transmitirles la fe es que vean que vamos a la celebración de la Palabra, a la Eucaristía, a las convivencias, poniendo siempre a Dios lo primero en nuestra vida. Eso es lo que ven y reciben, aun con precariedad y debilidad, pero poniéndole a Él lo primero todos los días. También es muy importante que ellos puedan conocer nuestra historia, porque en la historia se manifiesta Cristo resucitado, y en cada acontecimiento de muerte Él ha sacado vida.
D- Los hijos son muy inteligentes. Los padres les podemos contar, nos podemos saber muy bien la Biblia de memoria, podemos contarles la vida de los santos…, pero si ellos no ven en nosotros una coherencia y una sinceridad de lo que decimos con lo que hacemos, la fe no se transmite. Pero si ellos ven una concordancia entre lo que decimos y nuestra forma de vivir, la fe se pasa, se transmite.
Francisco Javier Abril Agost tiene 51 años y nació en el “raval” de San Félix de Castellón, en el seno de una familia de agricultores. Fue bautizado tres días después de su nacimiento, el 7 diciembre 1969, en la víspera de la Inmaculada Concepción de la Virgen María.
Es Religioso Carmelita Descalzo y fue ordenado sacerdote hace ahora 25 años, el 23 de septiembre 1995, de manos de D. José María Cases. Además, es Misionero en África desde que llegó a Burkina Faso el 4 de octubre 1996.
¿Cuánto tiempo estuviste en Burkina Faso?, ¿Qué destacarías de todo ese tiempo?
He vivido en nuestra querida Misión Carmelita de Dédougou (Burkina Faso) durante 21 años, con el gozo de colaborar con mis hermanos carmelitas españoles en la implantación de la Orden del Carmelo Teresiano en esta parte del África Occidental, puesto que cuando llegué en 1996, hacía tan sólo 3 años que los tres primeros carmelitas españoles habían llegado para la fundación de nuestra primera comunidad en África.
Me encontré un convento en construcción a las afueras de Dédougou, pequeña ciudad de apenas 30.000 habitantes, mal comunicada con la capital, Ouagadougou, puesto que la carretera no estaba asfaltada y con aún bastantes niños y jóvenes no escolarizados. Hoy Dédougou cuenta con muchas escuelas e institutos y con una incipiente universidad y está bien comunicada con carreteras que le dan fácil acceso y con las principales calles de la ciudad asfaltadas.
En mi larga e intensa experiencia en Dédougou, aporté mi grano de arena en la formación de todas las promociones de jóvenes carmelitas africanos hasta el momento presente, puesto que nuestra comunidad allí era el noviciado.
Mi misión principal en Dédougou fue la pastoral siendo párroco, con la fundación y la animación de la parroquia de la Santísima Trinidad, confiada por el obispo a los carmelitas descalzos, cuyo territorio abarca tres barrios de la ciudad y 13 poblados; el más alejado dista 35 kilómetros de la ciudad.
En la actualidad, la presencia del Carmelo Teresiano en África Occidental cuenta con tres comunidades: Dédougou (Burkina faso), Abijan (Costa de Marfil) y Lomé (Togo). Pronto se abrirá una nueva fundación en la capital de Burkina Faso, Ouagadougou, para albergar el noviciado. Estas comunidades forman actualmente la Delegación de los Carmelitas Descalzos del África Occidental con 33 religiosos carmelitas africanos y un servidor y tenemos jóvenes en formación en las distintas etapas: Aspirantado (Dédougou), Postulantado (Lomé), Noviciado (Dédougou) y Estudiantado (Abijan).
¿Cuál es tu misión en Togo?
Llegué à Lomé (Togo) en noviembre 2017, para comenzar una nueva etapa, con la alegría de colaborar y ayudar a nuestros hermanos carmelitas africanos. Desde noviembre 2019 los superiores mayores me han pedido ser el superior de nuestra comunidad de Lomé. Nuestra comunidad tiene como misión principal la formación de nuestros jóvenes postulantes carmelitas. El postulantado dura 3 años coincidiendo con los estudios de filosofía que ellos hacen en la facultad de los Salesianos obteniendo la licenciatura. De aquí parten a Burkina Faso para el año canónico del noviciado.
Yo estoy convencido que la mejor “escuela” para ayudar a nuestros jóvenes hermanos en formación es nuestra vida de cada día compartida con ellos en nuestra comunidad: cercanía y sencillez entre nosotros, compartir con ellos nuestro entusiasmo por la persona de Jesús y por la vivencia de nuestra vocación de consagración al Señor al servicio de todos en el Carmelo, jardín de la Virgen María, nuestra madre y modelo, y comunicándoles la gozada de conocer y familiarizarse con nuestros Santos (Teresa de Jesús, Juan de la Cruz, Teresa de Lisieux, Isabel de la Trinidad, etc.).
Tenemos varios proyectos de inserción de nuestra comunidad en la sociedad Togolesa, también con el objetivo de la auto-gestión con el trabajo de los religiosos, puesto que nuestra comunidad formativa depende económicamente aún mucho de nuestra Provincia de Carmelitas Descalzos “Ibérica” de España. Todo esto se está madurando con nuestros superiores.
Estamos también al servicio de la Evangelización con nuestra comunión y colaboración con la Iglesia Local. Yo concretamente me encargo de la visita de los enfermos a domicilio en nuestro barrio de Akodésséwa, que forma parte del territorio de la parroquia de los Salesianos, una zona pobre de la capital donde las calles no están asfaltadas. También ayudo en la parroquia en la celebración de misas dominicales y ciertas formaciones.
Cuando llegué, hace ahora tres años, inicié en nuestra comunidad un grupo de jóvenes universitarios (chicos y chicas) para compartir con ellos la espiritualidad del Carmelo, teniendo en cuenta sus inquietudes y aspiraciones. Ahora es un joven carmelita descalzo quien se encarga de este grupo de oración, de formación y de evangelización. Actualmente me encargo del grupo de jóvenes con inquietud vocacional que quieren conocer el Carmelo.
En relación a la pandemia mundial de la Covid-19, ¿Cómo se está viviendo en Togo?
La pandemia del Covid 19 gracias a Dios no ha hecho estragos aquí, concretamente en Togo, y en general en África, como en otras partes del mundo, pero ha habido repercusiones económicas: la vida es más cara. Y esto en un pequeño país rico en materias primas, pero totalmente “postrado” por la corrupción que está sostenida y alimentada por un sistema político dictatorial, con la complicidad de la antigua colonia. Son unos pocos quienes detentan el poder y la riqueza, mientras que muchas familias sufren enormemente, sin poder llegar a final de mes. Tantos jóvenes con estudios universitarios que no tienen salida. Todo esto, lo puedo percibir y constatar en el trato con las personas de todas las edades (adultos y jóvenes) aquí en nuestro barrio de Akodésséwa.
¿Algún mensaje o petición para la gente que nos lea?
Estimados hermanos y hermanas de nuestra querida diócesis de Segorbe – Castelló, os pido vuestra oración por mí y por todas las personas que comparten la vida conmigo aquí, empezando por los hermanos carmelitas. Mi comunión con todos vosotros desde este rincón de África y en el corazón de la Iglesia que es Nuestra Madre, este corazón que late gracias al amor de Cristo Jesús por cada uno / a de nosotros, el “Océano del Amor” (Teresa del Niño Jesús).
Con y como nuestra hermana santa Isabel de la Trinidad, yo querría cada vez más “estar junto a Él como un pequeño vaso cerca del manantial, de la fuente viva, para poder comunicarlo a todos” (cf. Isabel de la Trinidad, Carta 191).
A María, Madre de Jesús y Reina del Carmelo, la Mare de Déu del Lledó, bajo su manto y protección, le dirijo cada día, haciendo mías estas palabras de Teresa del Niño Jesús y de Isabel de la Trinidad, para encomendarle mi vida de cristiano, carmelita y misionero:
“O Virgen Inmaculada, Tú eres Mi Dulce Estrella, que me das Jesús y me unes a Él”
(Teresa del Niño Jesús)
“Entre tus manos, con confianza, O María, mi esperanza, yo abandono todos mis deseos, mi vocación y mi futuro”
Desde el año 2001, la Asamblea General de las Naciones Unidas acordó que cada 20 de junio fuera el Día Mundial de los Refugiados. Con este motivo, los obispos de la Subcomisión para las Migraciones y movilidad humana de la Conferencia Episcopal Española han llamado la atención sobre este colectivo de población de más de 30 millones de personas, y que es uno de los más afectados por las consecuencias derivadas de la crisis del coronavirus. En cada continente millones de familias y personas se ven obligadas a huir, entre otros tantos peligros, del hambre, la guerra, la pobreza y la explotación, con el anhelo de buscar un lugar seguro donde poder construir una vida mejor para ellos y sus seres queridos.
El sacerdote Juan Crisóstomo Nangagahigo, Director del Secretariado diocesano para las Migraciones, nos ha hablado de este problema:
La Iglesia nos invita a curar a quien está herido y a buscar a quien está perdido. ¿Crees que nos dejamos llevar por el miedo o los prejuicios en la acogida al refugiado?
La Iglesia, en septiembre dedica una jornada especial para recordar especialmente los migrantes y refugiados. El Papa emite un mensaje y las conferencias episcopales de todo el mundo organizan Jornadas con materiales, lo mismo que las diócesis.
Cada año la Iglesia nos invita a buscar y curar las heridas de nuestros hermanos. Es un trabajo bastante importante de sensibilización a la sociedad en general y a la comunidad cristiana en particular, para que sea consciente que son hermanos y hermanas que vienen a nuestro encuentro, como Jesucristo, como estuvo muchos años de refugiados en Egipto. Los cuatros verbos, acoger, proteger, promover e integrar, del Papa deben seguir resonando en nuestros corazones.
Entre los refugiados encontramos a víctimas de la trata, de la guerra y la violencia, de la pobreza… ¿Cómo podemos darles a conocer el amor de Dios?
El tema de las víctimas contra la trata es una preocupación para la Iglesia, porque detrás de cada víctima hay una historia de sufrimiento, una familia destrozada.
A nivel de la Conferencia Episcopal se está trabajando en comisión, que se encarga de la trata y entrega material a las diferentes diócesis. Ninguna guerra es justa, cada vez que se lleve el ser humano. No podemos quedar indiferentes ante la violencia, porque Cristo es quien sufre en la carne del hermano. Tenemos que levantar la voz y hablar por los que no tienen.
¿Cómo trabajáis desde el Secretariado con estas personas?
Desde el Secretariado de Migraciones de nuestra Diócesis trabajamos dentro de la mesa de pastoral, integrada por diferentes realidades de los grupos diocesanos.
De momento estamos en contacto con la comisión de la Conferencia Episcopal, que nos envía los materiales necesarios con el objetivo de sensibilizar a la comunidad cristiana sobre el tema de los refugiados. Trabajamos también con otras delegaciones y entidades civiles, con la que que compartimos las mismas preocupaciones. Todo para sensibilizar a la sociedad de la seriedad del tema de los refugiados, de los motivos por los que una persona decide abandonar su tierra, de los retos y problemas que se encuentran, y sobre todo de la necesidad de una buena acogida.
El Papa Francisco habla de la necesidad de una cultura del encuentro como objetivo común, ¿qué es la cultura del encuentro?, ¿por qué es tan necesaria hoy?
En muchas ocasiones, el Papa ha hablado de la cultura del encuentro como objetivo común, y nos ha animado a ser intrépidos en la forma en que miramos mas allá de nosotros mismos y a las necesidades de los demás.
Una cultura del encuentro es el hábito que cada ser humano en general, y cada cristiano en particular, debe cultivar para ir hacia su propio hermano, viendo en él a Jesucristo. Esta cultura es muy necesaria, hoy más que nunca porque los problemas de la humanidad son problemas que solucionaremos en el momento en el que empecemos a mirarnos con otros ojos. Cuando empecemos a ver al otro como Jesucristo, entonces muchas cosas cambiarán.
Durante diez meses, de forma ininterrumpida, una vez al mes, se ha celebrado en la Casa de las Hermanas de la Sagrada Familia de Nazaret (Benicàssim) el curso «Las Mujeres que amaba Jesús» basado en el método «Lectio Divina». Un método de oración a través de la Palabra que genera un encuentro personal y comunitario con Jesucristo.
Charlamos con Catalina Nowak, hermana superiora de esta Comunidad, que fueron acogidas por nuestra Diócesis en octubre de 2018. Desde entonces han sido fieles a su carisma, promoviendo el Reino de Dios entre las familias. De esta forma, entre la diversidad de actividades que desarrollan en la Diócesis, a finales del pasado verano promovieron este curso para mujeres que se ha desarrollado desde el pasado septiembre hasta este mes de Junio, clausurándose con una sesión especial el pasado sábado.
Explíquenos: ¿qué es Lectio Divina?
Alguien dijo que: “la Lectio Divina es el ejercicio ordenado de la escucha personal de la Palabra de Dios”. El ejercicio es actividad, y la actividad es necesaria para el desarrollo armónico de la persona. Así como el ejercicio físico es saludable para el cuerpo y el ejercicio intelectual es beneficioso para la mente, la actividad espiritual lo es para el espíritu. En otras palabras, la Lectio Divina es ejercitarse para avanzar en el camino de la oración y la contemplación, dejándose guiar por el Espíritu y sus inspiraciones.
La Lectio Divina es un ejercicio ordenado de escucha personal que puede realizarse a solas en cualquier lugar o en compañía. Pero, también es interesante a veces compartir con otras personas estas experiencias, podemos con ellas enriquecerlos o simplemente avivar su curiosidad. Consiste en escuchar la Palabra con mayúscula, la Palabra de Dios, pues en la Lectio Divina “es Dios quien habla”. Escuchara Dios que nos habla a través de su Palabra. Escuchar no es lo mismo que oír. Se puede oír muchas cosas sin prestar atención a ninguna, es decir, sin escucharlas. Debemos dejar que Dios nos hable y permanecer en silencio. Avanzar en la vida espiritual significa avanzar en la escucha de Dios y de los demás.
¿Cuál ha sido el principal objetivo de este curso?
La Lectio Divina es para aquellas personas que quieren profundizar en su experiencia de oración y a través de ella acercarse a Dios, conocerlo más profundamente, construir una relación personal e íntima con Él.
Mucha gente habla de Jesús, pero no todos dicen la verdad. Quiero decir, hablan de su imagen subjetiva de Jesús. Así es como se hacen muchas películas, libros, canciones. Pero hay una fuente de la verdad pura sobre Jesús, una verdad objetiva: la Biblia. El problema es que a menudo no sabemos cómo sacar real provecho de la Biblia. A veces incluso podemos leerla, pero no la entendemos del todo. El Objetivo ha sido enseñar a este grupo de mujeres cómo sacar vida de la Palabra de Dios y acompañarlas en su encuentro personal con Jesús. Durante estos diez meses, en cada sesión hemos elegido a diez mujeres del Nuevo Testamento que conocieron a Jesús. Estas son mujeres muy diferentes. Buscamos lo que le gustaba a Jesús de cada una de ellas; aprendemos sobre lo que realmente valora Jesús. También vamos conociendo nuestro corazón, nuestros deseos y miedos más profundos. Usamos estas historias para descubrir nuestra relación personal y única con Jesús. Para amarlo a Él y a otros como Él ama, hasta la cruz y la muerte.
Cuéntenos, ¿cómo transcurre la dinámica de cada sesión?
La Lectio Divina consiste en un ejercicio ordenado de: lectura, meditación y contemplación. Siguiendo este esquema nos hemos reunido un sábado al mes a las 19.00h de la tarde. Previamente, las mujeres participantes, han leído el pasaje del Evangelio propuesto. La sesión comienza con una meditación de dicha lectura por parte de una de las hermanas de la Comunidad. Se trata de una charla de media hora en la que se presenta a una de las mujeres del Nuevo Testamento; una exégesis de un fragmento escogido de la Sagrada Escritura. Tras un descanso, se retoma la reunión en la capilla para una hora de oración ante el Santísimo Sacramento. Durante los días y semanas siguientes cada una de las mujeres es libre de volver al texto presentado y orar el pasaje propuesto de la Palabra de Dios en cualquier momento y lugar. Antes de la siguiente reunión, pide una fecha para hablar con su director(a) espiritual que la ha acompañado en esta hermosa experiencia.
¿Qué tienen que ver las mujeres actuales con las mujeres bíblicas que se han presentado en el curso?
Cada una de nosotras quiere amar y ser amada. La mujer es un ser que se entrega al 100% en cada aspecto y momento de su vida, en general no nos gusta hacer nada a medias. Cuando encuentra el amor, responde con todo su amor, da todo su corazón, su vida, todo su ser. No sé si sabéis que en cada amor humano buscamos (a menudo inconscientemente) …a Dios. Buscamos el amor pleno, un amor que llene nuestro corazón para siempre; el amor que no termine nunca, y sea incondicional. Incluso en el más fiel y hermoso amor matrimonial permanece un deseo que no puede ser satisfecho por la otra persona. Siempre queremos más y más. Este deseo, este hambre sólo puede ser satisfecho por Dios.
La experiencia del amor humano nos ayuda a abrirnos al amor de Dios, nos enseña a amar – pero el corazón humano sólo puede ser totalmente satisfecho por el amor de Dios. Vivir es encontrar este amor y responder a el. Qué extraordinaria dignidad tienen hombres y mujeres. ¡Qué potencial inmenso tiene el corazón humano!
A cada uno de nosotros Dios nos ama de manera particular e individual, se entrega a cada uno de nosotros plenamente. Por tanto, podríamos decir que si tú no existieras, nadie sería amado de la misma manera en que Dios te ama a ti. Dios ama a cada ser humano al 100%, como si no existiera nadie más a quién amar.
El curso ha facilitado que surjan varias preguntas: ¿Jesús me ama?, ¿Me siento realmente amada por Jesús?, ¿Cómo me quiere?, ¿Cómo me mira?… Cada una de las mujeres que ha venido a la Lectio Divina lo ha hecho para descubrir (de nuevo) el amor de Jesús. A cada una de ellas les gustaría ser una de esas mujeres que Jesús ama y que han ido descubriendo a lo largo de este curso. ¡La buena noticia es que cada una de las mujeres que han participado es una de las mujeres que Jesús ama!. Puede que ellas no lo sabían, pero, aún sin saberlo conscientemente, con su participación ya manifestaban el deseo de ser una de esas mujeres que ama Jesús. Y ese deseo puede haberlas traído a esta capilla.
¿Qué tipo de mujeres han seguido el curso?
Todas ellas han vivido ya su experiencia de fe, oración y formación en diversas comunidades: entre otras: el Camino Neocatecumenal, Emaús, comunidades carismáticas, comunidades parroquiales, Opus Dei. Son mujeres de diferentes edades, de diferentes ciudades y pueblos de nuestra Diócesis. Lo que les une, son profundos deseos espirituales. Han venido porque buscan la intimidad con Dios.
¿Hacen un seguimiento espiritual personalizado con ellas?
La dinámica de la Lectio Divina también incluye el acompañamiento espiritual. Consiste en una breve conversación sobre lo que te ha sucedido durante la oración. Esta conversación dura unos 20-30 minutos. Durante dicha conversación nos centremos en las dudas o experiencias que tengan relación con esta práctica de Lectio Divina, hablamos de nuestra oración.
Quien sigue el camino de la oración por medio de la Palabra de Dios, no debería estar solo ni contar únicamente con sus propias fuerzas. El director espiritual acompaña a esta persona en el proceso de reconocimiento individual, de la recepción de la Palabra de Dios. Nos ayuda a comprender y asimilar y nos apoya a ponerlas en práctica.
La función del director espiritual es rezar y escuchar, y ayudar a comprender las llamadas a la acción que nos genere la Palabra. Eso adquiere una importancia mayor en los momentos delicados en los que la persona experimenta, al rezar, una confrontación de la Palabra de Dios con su vida. En ocasiones la Palabra confirma y fortalece lo que estamos haciendo bien en nuestra vida, pero hay veces en que nos hace darnos cuenta de nuestros errores. El director espiritual nos ayuda a saber reconocerlo y a tomar cartas en el asunto, siempre bajo la Gracia de Dios.
Apostolado en el ámbito de la familia
En los casi tres años que las Hermanas de esta congregación llevan instaladas en Benicàssim han concentrado su esfuerzo en conocer el idioma, que casi prácticamente dominan, así como la cultura y realidad de la Diócesis y de España para concretar su apostolado en el ámbito de la familia. A las religiosas les une una fuerte vinculación con San Juan Pablo II, quien cuando era niño, fue a una guardería regentada por las hermanas en Wadowice. Como joven sacerdote, comenzó sus encuentros con jóvenes en la lavandería del convento en Cracovia, y una vez consagrado obispo les confió el cuidado de la primera casa cuna en los años 70. Fue él mismo como Papa quien declaró beata a la fundadora en 1989.
Hace casi un año entrevistamos a Lucas Blanch Queral, un sacerdote de Castellón que lleva más de 15 años como misionero en Colombia, anunciando el Evangelio y asistiendo a los más pobres de la capital, concretamente en la parroquia de Santa Teresa de los Andes.
Hoy volvemos a hablar con él, pues las cifras de pobreza en Colombia son preocupantes, un país que además vive una gran oleada de protestas y de violencia, y los datos de fallecidos y de contagios a causa del Covid-19 son alarmantes (a día de hoy registra un total de 88.282 fallecidos). Ante ello, Lucas afirma sentirse “muy contento de estar en misión entre los más pobres”.
La violencia desatada a causa de la reforma tributaria deja centenares de heridos y decenas de muertos, ¿cuál es la situación a día de hoy?
Como bien han podido seguir en las noticias, la situación en Colombia estos días ha sido bastante difícil. La reforma tributaria se ha paralizado, pero con estas manifestaciones siempre hay personas que usan de la violencia, sobre todo contra entidades públicas. Han sido varias las estaciones de policía en la ciudad y muchas las de transmilenio (el bus urbano) que han sido totalmente destruidas en Bogotá, por ejemplo.
Pese a que se envía un mensaje a la nación de que la violencia no es el camino para construir un mejor porvenir, y pese a que muchos son los que buscan las vías pacíficas de diálogo, lamentablemente los que usan de la violencia hacen más ruido.
En relación a la pandemia, ¿cómo está hoy Colombia?
En los meses de abril y mayo ha habido fuertes rebrotes de COVID en diferentes zonas del país. En este momento, las UCIS en Bogotá están al 95% de su capacidad, y pese a que se ha decretado cuarentena estricta durante los fines de semana en varias ciudades del país ha sido muy difícil hacer descender el número de los contagios y los enfermos de gravedad.
A través de una carta dirigida a los participantes de la XXVII Cumbre Iberoamericana, el Papa Francisco reitera que la inmunización extensiva contra el Covid-19 debería ser considerada un “bien común universal”, y pide más solidaridad entre los países para garantizar una distribución equitativa de las vacunas, «no basada en criterios puramente económicos, sino teniendo en cuenta las necesidades de todos, especialmente los más vulnerables». ¿Están llegando las vacunas?
Pensamos que las naciones han escuchado al Papa Francisco en esta palabra que ha dado al mundo. En Colombia la vacunación va adelante, de forma lenta pero constante. En este momento están recibiendo la vacuna las personas en el rango de edad de los 60 a los 65 años, y ya todos los que trabajan en el ámbito de la salud ya la han recibido.
Ante la pobreza, la violencia y el coronavirus, ¿cuál está siendo el papel de la Iglesia colombiana?
La Iglesia ha sido de un apoyo importante para el país en cuanto a ayudas sociales a las familias que por las cuarentenas y la misma situación de inseguridad frente al virus han quedado sin empleo. En Colombia las familias no cuentan como en España con la ayuda del “paro” a modo de subsidio económico del estado, por eso cuando quedan desempleadas la situación para ellas es crítica.
La Iglesia ha predicado la llamada del Señor a poner nuestra vida y nuestra confianza en Él, que es lo que verdaderamente permanece, y ha dado consuelo y apoyo a los más necesitados.
Estás anunciando el Evangelio entre los más pobres, ¿cuál es exactamente tu misión allí?
Estoy muy contento de estar en misión entre los más pobres, no solo económicamente hablando, sino también cultural y socialmente. “De ellos es el Reino de los Cielos”, dice el Señor. Mi misión consiste en las celebraciones litúrgicas en la parroquia, que nació hace poco más de 4 años, acompañar espiritualmente a las familias, jóvenes y niños, y en realizar labores sociales de formación y sostenimiento de estas personas que encuentran en nosotros un gran apoyo.
Concretamente, hacemos jornadas de oración en aquella zonas más apartadas y vulnerables del sector, distribuimos alimentos, impartimos clases de música, de inglés y lecto-escritura en la parroquia, hacemos convivencias dinámicas con niños y jóvenes, encuentros artísticos, cineforos, teatro… con el trasfondo en todo del amor de Dios.
¿Algún mensaje o petición para la gente que nos lea?
En primer lugar, me gustaría dar las gracias a aquellos que nos han apoyado económicamente desde la Diócesis de Segorbe-Castellón para que nuestra parroquia pueda ayudar a los más necesitados. También estamos construyendo nuestra parroquia, que nació hace 4 años, y les agradecemos su apoyo.
Como petición dos cosas: oración por nosotros, y si alguno deseara apoyarnos en nuestra labor lo puede hacer a través de la oficina de las misiones diocesanas.
Mañana sábado, día 15 de mayo, la Diócesis de Segorbe-Castellón va a vivir uno de esos acontecimientos que nos llenan de esperanza. El Obispo, D. Casimiro López Llorente, administrará el sagrado Orden del Diaconado (transitorio) a tres seminaristas del Seminario “Redemptoris Mater”. Será a las 11 h. en la S.I. Catedral, en Segorbe.
Se trata de David Vázquez, tiene 27 años y es natural de Morón de la Frontera (Sevilla); de Wilson González, tiene 31 años y es de Santo Domingo (República Dominicana); y de Jae Kong Albino Hong, tiene 37 años y es de Corea del Sur.
Ante vuestra inminente ordenación diaconal, ¿de qué o de quién os acordáis?
Wilson- Yo me acuerdo de mis padres. Gracias al “sí” que ellos le dieron al Señor, luego me transmitieron y me educaron en la fe, me corrigieron con amor. Recuerdo que Dios me sacó de un infierno, de una situación en la que no encontraba sentido a mi vida, y Él me ha regalado el poder ser feliz, me ha sacado de mi país para encontrarse conmigo aquí, en el seminario.
David- Me acuerdo de toda mi historia, del proceso que ha tenido el Señor conmigo, de todo lo que me ha ayudado, sanando la relación con mi familia, de lo contento que vivo ahora y de cómo puedo descansar en Él. También de mi familia, de mi comunidad de Morón y de la de Castellón. De todas las personas que Dios ha puesto en mi vida para que yo hoy pueda estar aquí, de los formadores, de los compañeros, de los bienhechores del Seminario.
Albino- Yo también me acuerdo de mi familia, sobre todo de mi abuela y de mi madre, que siempre han rezado por mi, me han hablado de Dios y me han transmitido la fe. También de los hermanos de mi comunidad.
El diaconado es un paso previo al sacerdocio, pero en sí mismo también tiene una identidad propia que me gustaría que explicaseis. ¿Quién es el diácono?.
Wilson- Es el servicio. Nos ordenamos, no para ser alguien, sino para servir a la Iglesia, al Obispo y a las comunidades. Me ordeno, no para ser servido sino para servir.
David- Para estar al servicio del Obispo, donde él nos pida, y a los sacerdotes. En la predicación de la Palabra de Dios, en la distribución de la comunión y en las obras de la caridad.
Albino- Si, y además es una confirmación de la llamada de Dios al sacerdocio.
¿Recordáis el día, el momento, en el que en vuestro corazón le dijisteis que “si” al Señor para hacer su voluntad?
David- Nunca me había planteado ser sacerdote, era algo que siempre había rechazado. Yo estudiaba en un colegio de monjas, y en una confesión, en Cuaresma, el cura me preguntó sobre la vocación. Más tarde me vino una pregunta “¿y por qué no?”. En ese momento me entró una inquietud muy fuerte, y empecé a planteármelo, fue un combate de dos años, no lo hablaba con nadie, pero cuando dije que si pude descansar y estaba contento.
Wilson- Para mí fue un momento concreto en el que pude abrirle el corazón a Jesucristo y dejar que entrara. Descansé y vi que Dios me estaba llamando a algo más, a servirle haciendo su voluntad, primero como cristiano, y luego como sacerdote.
Albino- Yo he tenido tres momentos. El primero fue cuando tenía 5 años, cuando fui a Misa con mis padres y vi al sacerdote, en ese momento pensé “quiero ser sacerdote como este hombre”.
En el segundo tenía 17 años, tenía dudas importantes sobre la vida, sobre la vocación y sobre Dios. Un sacerdote me dijo “Dios siempre está contigo”, y entendí que Dios me había creado y me había llamado, pero mi madre murió y sufrí mucho. Le preguntaba al Señor “¿qué quieres de mí?”, y un día fui a un funeral, el cura en la homilía habló sobre el amor de Dios. Ese acontecimiento curó todas mis heridas, y entendí que en realidad, desde los 5 años quería ser sacerdote para hacer mi voluntad, no la de Dios. Entonces acepté la llamada para hacer su voluntad y no la mía.
El tercero es cuando llegué aquí, a España, al seminario. También sufrí porque no era mi cultura, mi idioma… y pensaba que este no era mi sitio, pero sentí que el Dios me decía “sígueme”, como a los discípulos, que lo dejaron todo y le siguieron.
En este Año de San José, y con motivo de la Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones, el Papa dice…
Los sueños condujeron a José a aventuras que nunca habría imaginado. El primero desestabilizó su noviazgo, pero lo convirtió en padre del Mesías; el segundo lo hizo huir a Egipto, pero salvó la vida de su familia; el tercero anunciaba el regreso a su patria y el cuarto le hizo cambiar nuevamente sus planes llevándolo a Nazaret, el mismo lugar donde Jesús iba a comenzar la proclamación del Reino de Dios. En todas estas vicisitudes, la valentía de seguir la voluntad de Dios resultó victoriosa.
¿Es posible abandonarse a la voluntad de Dios sin dejar de lado los propios planes y comodidades?, ¿ha salido victorioso el Señor en vuestra vocación?
Wilson- A pesar de que lo había dejado todo por Él, cuando llegué aquí no entendía nada y me sentía raro, pero poco a poco, con el paso del tiempo, el Señor me iba consolando, y me ha saciado, me ha regalado amor por esta tierra, por los españoles, el sentirme querido por mi comunidad y por mis compañeros.
David- Si que hay que arriesgar por el Señor, sobre todo en el proyecto que uno tiene, pero Él siempre sale victorioso, y te das cuenta de que tu proyecto no era el que te iba a hacer feliz, su proyecto es mucho mejor. Dejas tu familia, arriesgas, y Dios te regala padres, madres, hermanos… Dejas tu casa, pero el Señor me da un montón de casas en las que me acogen y me quieren. Así en muchas otras cosas.
Albino- Él siempre me ha escuchado, pero a su tiempo y a su manera, ha sido un proceso, poco a poco. La llamada cuando tenía 5 años me ha protegido de muchas cosas y de muchos pecados. Estoy muy contento.
Nos lee un joven, con sus dudas y temores, con sus planteamientos de futuro, que está pensando si quizás su vida pasa por el sacerdocio, ¿Qué le diríais?
Wilson- Primero le contaría mi historia, y le diría que estar con Jesucristo es con mucho lo mejor, y también le animaría a escuchar la voz de Dios, sin miedo a abrirse a su voluntad.
David- Que no tenga miedo, yo he tenido muchos miedos y complejos, pero el Señor siempre va saliendo a tu encuentro en cada situación o problema, y te quita este miedo, es mucho más fuerte que todo eso.
Albino- Yo también le animaría a la oración, Dios siempre escucha. Esta vida es un don.
Hace poco más de un año entrevistamos a Álex Díaz, sacerdote de la Diócesis de Segorbe-Castellón, ordenado hace once años. En su ministerio ha servido como vicario en las parroquias de Santa María y de El Carmen de Castellón, y su último nombramiento en la Diócesis fue párroco de Nuestra Señora de los Ángeles de Betxí.
Desde hace cuatro años está acompañando a las Misioneras de la Caridad, conocidas por su fundadora, Santa Teresa de Calcuta, en su servicio a los más pobres de los pobres en Calcuta (India).
India está atravesando un brote de coronavirus descontrolado, y suma más de la mitad de los casos diarios de todo el mundo. Ante este drama, el Papa Francisco envió un extenso mensaje la semana pasada al cardenal Oswald Gracias, arzobispo de Bombay y presidente de los obispos indios, expresándole su cercanía y su oración por las víctimas de la pandemia, que ya supera la escalofriante cifra de 4.000 fallecidos diarios.
Por ello hemos vuelto a entrevistar a Álex, para que pueda informarnos de cómo está viviendo está situación.
Las imágenes que nos llegan de India superan a cualquier película de terror, ¿cómo es la situación allí, más concretamente en Calcuta?
Los casos de gente afectada por coronavirus han crecido de modo exponencial desde principios de abril. Si bien es cierto que mucha gente lo ha pasado de forma leve, como es mi caso; la situación se convierte en alarmante con personas con otras enfermedades o afectadas gravemente por el virus.
Esta segunda ola está afectando a mucha gente, también a sacerdotes, religiosas, fieles laicos y familias pobres. Diariamente, llegan noticias de defunciones o gente en estado grave. Desde el punto de vista religioso es duro para los cristianos tener que incinerar a sus familiares, ya que en India esto es propio sólo de los hindúes. Se añade la imposibilidad de atender a los fieles enfermos por las restricciones.
El primer viernes de mayo se celebró una jornada de oración y ayuno en toda la India para pedir por el fin de la pandemia.
¿Cómo estás tú?
Yo he pasado el Covid durante el mes de abril. Gracias a Dios no he tenido complicaciones y he tenido síntomas leves. He estado en aislamiento durante dos semanas, desde que salió el test positivo. He podido vivir estos días con serenidad y oración. Además, me he sentido acompañado por la oración de mucha gente, tanto aquí como en España.
En estos momentos y en esta situación, ¿qué puedes hacer por ellos?
En misión, aquello que más ayuda a la gente no es tanto lo que hacemos, como la cercanía y presencia. La gente no espera de nosotros que les solucionemos los problemas, sino que estemos con ellos en su dolor. Aquellos que buscan de nosotros es más sencillo de lo que parece: no quieren recetas para sus problemas, quieren nuestra cercanía.
¿Qué hacen ellos por ti?
Aprendo constantemente de nuestra gente: su entereza, paciencia, alegría en medio del dolor son una lección de vida. Si lo que ocurre aquí pasará en nuestras ciudades no me imagino cómo lo afrontaríamos. Llama la atención su capacidad de vivir con naturalidad la enfermedad y la muerte.
¿Te has planteado volver a casa en algún momento?
Ante la enfermedad o defunción de familiares y amigos uno siente el deseo de estar cerca de ellos, como es lógico. Sólo la oración nos hace sobrellevar esas circunstancias. Por otra parte, el sufrimiento de la gente de aquí nos mueve a permanecer junto a ellos y nos recuerda que estamos aquí, porque Alguien nos llama y lleva.
¿Algún mensaje o alguna petición para la gente que nos lea?
Como mensaje, repetir lo que el Papa Francisco ha insistido durante la pandemia: necesitamos los unos de los otros para afrontar esta situación y sus consecuencias, ya que estamos todos en el mismo barco. Como petición, pedir oraciones por este pueblo de India, gente marcada por el sufrimiento y la pobreza.
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