En el 2022, nuestra Diócesis celebrará el Año Jubilar con motivo del 775 aniversario de la sede episcopal en Segorbe, en la actualidad Segorbe-Castellón.
Somos herederos y responsables de la transmisión de la fe católica encarnada en nuestra Iglesia diocesana, cuya primera existencia documentada de la Diócesis de Segorbe es recogida en la bula Pie Postulatio del Papa Inocencio IV, el 12 de abril de 1247, que ratificando a Inocencio III reconocía la jurisdicción real del obispo sobre la ciudad de Segorbe.
Concesión del Año Jubilar
«Para celebrar debidamente esta efeméride y aprovechar espiritual y pastoralmente este singular acontecimiento», nuestro Obispo, D. Casimiro, solicitó al Papa Francisco «la concesión de un Año Jubilar Diocesano con la posibilidad de ganar Indulgencia Plenaria, lo que nos ha sido concedido con fecha 8 de junio del presente año». Comenzará el 12 de abril de 2022, Martes Santo, y concluirá el 16 de abril de 2023, Domingo de la Divina Misericordia.
Objetivos de la celebración
Algunos de los objetivos principales de esta celebración son dar gracias al Señor por ser Pueblo de Dios, y pedirle la gracia de profundizar en la comunión diocesana simbolizada en la Iglesia Madre de Segorbe, la Catedral, a fin de renovarnos en la misión evangelizadora; recorrer el camino espiritual de preparación para el jubileo a fin de crecer en el sentido de nuestra identidad como Iglesia diocesana; y fortalecer la sinodalidad, caminar juntos, y la responsabilidad de todos los fieles según su vocación, ministerio y carisma propios.
Constitución de la Comisión Diocesana
Con el fin de preparar y celebrar debidamente este Año Jubilar Diocesano, el Obispo ha constituido la Comisión Diocesana, integrada por D. Miguel Abril Agost, Vicario de Pastoral, como Presidente de la Comisión; D. Federico Caudé Ferrandis, Deán de la Catedral de Segorbe; D. Antonio Sanfélix Forner, Delegado Diocesano para la Liturgia y Música Sacra; D. Juan Manuel Gallent Olivares, Canónigo Fabriquero de la Catedral; D. Carlos Mª Asensi Arnau, Delegado Diocesano para la Catequesis; D. Héctor Gozalbo Gil, Delegado Diocesano para los Medios de Comunicación Social; D. Jordi Mas Pastor, Arcipreste de Albocacer; D. David Montolio Torán, Miembro de la Delegación diocesana para el Patrimonio cultural; Dña. María del Carmen Salvador Aspas, Presidenta Diocesana de la Acción Católica General; D. Pablo Abril Calvo, Miembro de la Delegación Diocesana para la Infancia y la Juventud y del Consejo Diocesano de Pastoral; D. Jorge Andreu Vicent, Miembro del Consejo Arciprestal de Pastoral de Vila-real y del Consejo Diocesano de Pastoral.
Esta comisión ya se ha reunido esta mañana para estudiar un calendario de actos con el que realizar un camino espiritual de preparación, así como de celebraciones jubilares.
Por segundo año consecutivo, debido a la pandemia, la peregrinación de la Hospitalidad de Lourdes en su sentido más amplio no se ha podido celebrar. Es cierto que la situación ha mejorado y esto ha permitido que el santuario, no solo abriera de nuevo sus puertas, sino que está recibiendo peregrinaciones, sobre todo, procedentes de Francia e Italia.
Pese a todo, el «accueil», el hospital donde se alojan habitualmente los enfermos, aún no está preparado para su acogida. No ha sido ésta una peregrinación al uso porque la pandemia sigue activa y Francia impone alguna restricción, de hecho, tal como ha explicado el presidente, Pascual Aznar, ha sido un “reencuentro hospitalario” con la Virgen para pedir intercesión por todos los enfermos de la Diócesis y así ser fieles a la esencia de la Hospitalidad.
Este viaje ha sido muy especial pues ya es el segundo año consecutivo que no se celebra la peregrinación con enfermos. A pesar de que el objetivo principal de la Hospitalidad es llevar enfermos a Jesucristo Nuestro Señor por mediación de Nuestra Madre, la Santísima Virgen, «en este momento la situación no es favorable al desplazamiento de los enfermos, ya que el Santuario todavía no está preparado, de hecho, el «accueil» permanece cerrado». Por ello, la representación diocesana de la Hospitalidad que ha viajado hasta Lourdes ha depositado “todas las intenciones de los enfermos a los pies de la Virgen”.
El encuentro se ha producido entre el 22 y el 25 de julio, dedicando dos intensos días a actos litúrgicos y a la actividad propia que ofrece el Santuario. De esta forma, el viaje ha sido un regalo para quienes han podido participar pues, a pesar de no haber viajado con enfermos, han disfrutado de más tiempo para estar frente a la Virgen y ante el Santísimo en oración intensa por los enfermos y por el conjunto de hospitalarios.
El grupo de la Hospitalidad de Segorbe-Castellón
fue acogido por el Padre Mauricio, Consiliario de las hospitalidades españolas, que presidió una Eucaristía concelebrada por Mossén José Luis Valdés, párroco de Betxí, elevándose oración de intercesión a Nuestra Señora de Lourdes por todos los enfermos de la Diócesis. Además, ante la imagen de la gruta se presentaron a la Virgen todos los niños nacidos en el periodo de pandemia.
Gesto del agua
El Padre Horacio Brito, Rector de la Hospitalidad, explicó a la delegación diocesana el «gesto del agua», un acto que en este tiempo de pandemia sustituye al tradicional «baño en las piscinas» y que, excepto la sumersión, tiene el mismo significado, siendo uno de los momentos más importantes para todos cuantos peregrinan al Santuario.
Oración de intercesión
Uno de los actos que se ha celebrado en este viaje de la hospitalidad diocesana de Lourdes, ha sido la oración de intercesión por todos los enfermos de nuestra Diócesis, que como ha asegurado, Pascual Aznar, «han viajado con nosotros en espíritu». Por ellos se encendió un cirio y frente a la Gruta y el grupo se recogió en oración.
Como cada mes de julio, Moncofa celebra sus fiestas patronales en honor a Santa María Magdalena, aunque teniendo en cuenta las medidas sanitarias y de limitación de aforos para evitar el riesgo de contagio. Es por ello que este año tampoco se ha podido realizar el tradicional traslado de la santa por el mar ni el «Desembarcament de la Patrona» en la playa, donde siempre le esperan miles de personas.
El día 22 se celebró la Fiesta Mayor en el pueblo, con la Misa Solemne que presidió el párroco, D. Jesús Vilar, y que concelebró D. José Cebrián, Canónigo de la Catedral y párroco de Sot de Ferrer, con la posterior procesión de la imagen por las calles. Y el 23 fue el día de fiesta en la plaza de la ermita, situada en la villa marítima, donde como es tradición, la santa recibió unos emotivos versos, casi centenarios, recitados por tres niñas de la localidad.
El origen de esta celebración se remonta al S. XV, con la llegada a la playa del municipio de la imagen de Santa Mª Magdalena en la nave capitaneada por Bernardo de Centelles, que procedía de la ciudad francesa de Marsella. También fue entonces cuando se construyó la ermita dedicada a la Patrona.
«Por una Iglesia sinodal: comunión, participación y misión». Este es el tema de la XVI Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos, convocada por el Papa Francisco para 2023, y con el que hacer posible la escucha real de todo el Pueblo de Dios.
Para su celebración ha de realizarse un recorrido previo, entre octubre de 2021 y octubre de 2023, que se articulará en tres fases diferentes: diocesana, continental, y universal.
Fase diocesana
El objetivo de la fase diocesana es la consulta al Pueblo de Dios con la finalidad que el proceso sinodal se realice en la escucha de la totalidad de los bautizados. Para ello, la Secretaría General del Sínodo enviará a la Diócesis un Documento preparatorio, un cuestionario y un Vademecum con propuestas para realizar la consulta.
Posteriormente, las contribuciones realizadas por todas las diócesis se enviarán a la Conferencia Episcopal Española (CEE), que se encargará de realizar una síntesis de las aportaciones recibidas y hacerlas llegar a la Secretaría General del Sínodo. Ésta, una vez vistas las sugerencias de los fieles elaborará los Instrumentum Laboris sobre los que trabajarán los Obispos en el Sínodo, en la fase definitiva de la Iglesia Universal.
Nombramiento
Cada obispo ha de nombrar un Responsable sinodal diocesano, y eventualmente un equipo, para llevar a cabo la consulta en todos sus pasos y que sea a la vez punto de referencia y de contacto con la CEE.
Como explica nuestro Obispo, D. Casimiro, en el Decreto de nombramiento del Responsable sinodal y su equipo, «El Sínodo de los Obispos es el punto de convergencia del dinamismo de escucha recíproca en el Espíritu Santo, conducido a todos los niveles de la Iglesia», y consiste en «un proceso que involucra en sinergia al Pueblo de Dios, al Colegio episcopal y al Obispo de Roma, cada uno según su propio ministerio y función».
Es por ello que el Obispo ha nombrado a D. Miguel Abril Agost, Vicario de Pastoral, Responsable sinodal diocesano, que estará acompañado en su tarea por un Equipo diocesano, formado por el sacerdote D. Domingo J. Galindo Matías, Arcipreste de Onda; la Hermana María Carmen Sapiña Grau, Hija de la Caridad; D. Alejandro Juan Bonet, Diácono permanente; D. Jesús Fernández Miravet, del Arciprestazgo de Lucena; D. Pascual Luis Segura Moreno, Delegado Episcopal en la Junta diocesana de Cofradías de Semana Santa; D. Juan Bautista Valverde Garcés, de Pastoral para la Juventud; D. Enrique Costa Claramonte, del Arciprestazgo de Almazora; D. Juan Antonio Plazas Conesa, por Cáritas Diocesana.
Fechas clave
Apertura del Sínodo: tendrá lugar en el Vaticano por el Santo Padre el 9 y 10 de octubre de 2021.
Apertura en la Diócesis de Segorbe-Castellón: se celebrará el día 16 de octubre de 2021. Esta fase diocesana concluirá en abril de 2022.
Fase continental: septiembre 2022 – marzo 2023
Fase de la Iglesia Universal: la celebración del Sínodo de los Obispos en Roma tendrá lugar en octubre de 2023.
Custodios de nuestras raíces y transmisores de la fe
“Yo estoy contigo todos los días” (Mt. 28, 20) es el tema elegido por el Papa Francisco para la celebración de la primera Jornada Mundial de los Abuelos y los Mayores, que festejamos hoy, 25 de julio, cerca de la memoria litúrgica de San Joaquín y Santa Ana, abuelos de Jesús. Con este tema se quiere expresar la cercanía del Señor y de la Iglesia en la vida de cada persona mayor, especialmente en este difícil momento de pandemia.
Según el Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida, este lema es también una promesa de cercanía y esperanza que jóvenes y mayores pueden expresarse mutuamente. De hecho, no sólo los nietos y los jóvenes están llamados a estar presentes en la vida de las personas mayores, sino que los mayores y los abuelos tienen también una misión de evangelización, de anuncio, de oración y de guía de los jóvenes a la fe.
Para facilitar la celebración de esta Jornada, nuestra Diócesis ha publicado el mensaje del Santo Padre para la ocasión, que está disponible para quien lo desee en todas las parroquias. También es posible encontrar algunas herramientas pastorales en la web www.amorislaetitia.va “Después de un año tan difícil hay una verdadera necesidad de celebrar, juntos, a abuelos y nietos, jóvenes y mayores”, dijo el Cardenal Farrell, Prefecto del Dicasterio.
A veces, hemos pensado que las personas mayores no son importantes en la vida de las familias, en la vida de la sociedad o de la Iglesia, y son descartadas, pudiéndose llegar en España, a causa de la aprobación de la Ley de la eutanasia, a la triste situación de los ancianos que huyen de Holanda o Bélgica por temor (en estos países existe la posibilidad de aplicar la eutanasia a enfermos a petición de los hijos o de los padres).
Pero podemos aprovechar esta preciosa ocasión para iniciar una nueva era de protagonismo de los ancianos, como escribió hace poco el Dr. Vittorio Scelzo, responsable de la pastoral de los ancianos del Dicasterio, “muchos de ellos han vivido aislados durante más de un año y hoy viven las consecuencias del virus Covid y de la soledad. El Papa nos invita a prometer a cada uno de ellos: «Yo estoy contigo todos los días»”.
Tras el rezo del Ángelus del domingo 31 enero, Francisco nos recordaba que “la vejez es un regalo y que los abuelos son el eslabón entre las generaciones, para transmitir a los jóvenes experiencias de vida y de fe”. “A menudo se olvida a los abuelos y nosotros olvidamos esta riqueza de preservar las raíces y transmitir”, subrayó. De aquí su decisión de instituir esta Jornada Mundial.
Hoy, más que nunca, los abuelos tienen un papel fundamental. ¿Cuántos abuelos mantienen las familias de sus hijos?, ¿cuántos se encargan de los nietos a diario?, y sin duda, ellos son testigos de la fe recibida y los primeros en transmitirla a las nuevas generaciones. Ya en el libro del Éxodo, la Biblia nos habla de la importancia de la transmisión de la fe por parte de nuestros mayores, cuando Dios ordena a los israelitas que den a conocer las maravillas del Señor: «…y para que puedas contar a tus hijos y nietos cómo manejé a Egipto y los signos que realicé en medio de ellos. Así sabréis que yo soy el Señor».
Ellos son escuela de vida, y como puente que son entre niños y padres en cuanto a la experiencia de Jesús, son valiosos transmisores de la fe. Como subraya el Papa en su Mensaje, la vocación que tienen es «custodiar las raíces, transmitir la fe a los jóvenes y cuidar a los pequeños». Y para ello «no importa la edad que tengas, si sigues trabajando o no, si estás solo o tienes una familia, si te convertiste en abuela o abuelo de joven o de mayor, si sigues siendo independiente o necesitas ayuda, porque no hay edad en la que puedas retirarte de la tarea de anunciar el Evangelio, de la tarea de transmitir las tradiciones a los nietos».
Pero no solo los abuelos tienen responsabilidad en esta relación, también la tienen los nietos, los jóvenes, con el deber de honrar y respetar a las generaciones mayores: «Igualmente los más jóvenes: someteos a los mayores. Pero revestíos todos de humildad en el trato mutuo, porque Dios resiste a los soberbios, mas da su gracia a los humildes» (1ª Pedro 5, 5).
Desde estas líneas agradecemos a nuestros abuelos y a nuestros mayores todo lo que han hecho y hacen por nosotros, muchas veces desde el silencio, con cosas que no vemos, como por ejemplo sus oraciones, y también felicitar a todas las personas que realizan una honorable labor en el cuidado de los ancianos, ya sea en sus casas, residencias, hospitales…
“Yo estoy contigo todos los días” (Mt. 28, 20) es el tema elegido por el Papa Francisco para la celebración de la primera Jornada Mundial de los Abuelos y los Mayores, que festejamos mañana, 25 de julio.
Ellos son, sin duda, quienes más han sufrido en esta pandemia. En muchos casos, a la soledad se le ha añadido la enfermedad y la muerte. María Jesús Molina es compañera, cocinera, cuidadora y hasta confidente de unos mayores muy especiales en nuestra Diócesis, los sacerdotes mayores que viven en la Casa Sacerdotal Diocesena «Familia de Nazaret».
Ella es la gobernanta de esta Casa, en la que trabaja desde hace 8 años, y es un auténtico testimonio de servicio, de atención, de amor y de entrega al cuidado de los sacerdotes jubilados de la Diócesis. Como ella misma explica, “son 8 años, no de trabajo, sino de servicio a esta familia”. Y es que realmente son una familia. “Sufro con ellos, me alegro con ellos, rezo con ellos y hasta discuto con ellos”, indica.
Generalmente, en la Casa Sacerdotal viven los sacerdotes cuando se jubilan, personas que han entregado lo mejor de su vida al ministerio sacerdotal, “y es una casa familiar en la que cada uno tiene su propia habitación, en la que entran y salen cuando quieren”. El equipo que les atiende, formado por 4 chicas, se encarga de cocinar, de lavar la ropa, de hacer las habitaciones, de la medicación…, “pero más que eso, lo que necesitan es una atención familiar”, recalca María Jesús.
En estos momentos atienden a 14 sacerdotes, de los que 4 son jóvenes. “Hay que escucharles, en sus problemas, en sus necesidades”, indica. Pero en realidad, “la única necesidad que tienen es la atención y el cariño, que estés pendiente de ellos”, y “gracias a Dios, eso es lo que nos nace al equipo, y les queremos”, continua.
María Jesús vive allí con su marido, por lo que los sacerdotes nunca están solos, y así les puede atender a cualquier hora del día, o de la noche. Explica que esta etapa de pandemia ha “sido muy dura, sobre todo el tiempo de confinamiento”, en el que tuvo que confinarse ella sola, con la dificultad de llevar puesto un EPI durante todo el día, para que nuestros sacerdotes mayores no quedaran desatendidos“.
Además, en este último año han fallecido 4 sacerdotes en la Casa- D. José Porcar, D. Manuel López (de Madrid), D. Vicente Mestre y D. Joaquín Esteve-, y “ha sido un golpe muy duro para todos nosotros”. Pero “os digo de verdad que lo que nos ha sostenido ha sido la fe, el cariño mutuo, la oración…, se ha notado que ha habido mucha oración, que ha sido la que ha sostenido esta Casa”. Además, cuenta con emoción que ese tiempo nunca se sintió sola, ya que “tanto el Obispo, D. Casimiro, como los Vicarios y otros sacerdotes, siempre estuvieron muy pendientes, y pude desahogarme y hablar con ellos cuando lo necesitaba”.
El papa Francisco hizo público, el martes 22 de junio de 2021, su Mensaje para la Primera Jornada Mundial de los Abuelos y de los Mayores que se celebrará cada año el cuarto domingo del mes de julio, entorno a la festividad de San Joaquín y Santa Ana. En esta ocasión será el 25 de julio.
El papa ha elegido el lema: “Yo estoy contigo todos los días” (cf. Mt 28,20).
Reflexionando a raíz de la lectura del mensaje del Papa, nos ha inducido a mi mujer y a mí, a meditar sobre este tiempo de locura que estamos viviendo y que nadie podíamos imaginar; proyectando la mirada atrás y repasando cada acontecimiento nos detenemos en aquellos recientes más significativos.
(Como abuelos, de momento, hemos escapado de esta pandemia asesina llamada: COVID 19; otros han fallecido -como todo el mundo sabe solos, sin el abrazo, que el papa Francisco tanto valora y es tan absolutamente necesario, tanto para el que parte como para los que quedamos).
El nacimiento de nuestros nietos, acontecimiento singular cuando pensábamos que no llegaríamos a ser abuelos, ha sido una gracia y un don extraordinario. La Providencia nos regaló dos mellizos que, junto con los abuelos maternos, hemos estado cuidando y continuamos haciéndolo mientras sus padres trabajan. Por supuesto que no somos una excepción -muchos abuelos están al cuidado de sus nietos, mientras que sus padres están en sus respectivos compromisos laborales-, es por lo que no dejamos de cavilar, en estos tiempos que nos está tocando vivir, sobre el futuro que espera a nuestros nietos.
No pretendo ser negativo, nunca lo he sido, pero los avatares de nuestros políticos, ciertas ideologías que poco a poco nos van mentalizando y conduciendo a través de los medios de comunicación por caminos de la indiferencia ante problemas -que nos deben seriamente preocupar por su importancia social-mediática, miramos hacia otro lado dejándonos manipular retrocediendo en cuanto a relaciones humanas tan necesarias para la sana convivencia: falta de cordialidad entre personas, falta de empatía para el bien común, disminución progresiva de los valores familiares, indefensión al derecho a la vida desde la gestación hasta la muerte natural.
La vida es un don de Dios -somos católicos practicantes- solo a Él le corresponde darla o quitarla. Desgraciadamente la Ley de los hombres nos obliga a hacer una declaración de voluntades anticipadas con testigos que nos avalen para que nuestra vida física se apague por vía natural con los cuidados paliativos necesarios. Pues firmando dicha declaración podremos evitar que nos apliquen la eutanasia (suicidio asistido) administrándonos la inyección letal o el medicamento adecuado, finiquitándonos, dejando así de molestar a médicos, familiares y no malgastar el dinero en un inminente cadáver con la excusa que el dolor es inhumano y, por tanto, evitar sufrimiento inútil.
Es evidente que muchas personas, jóvenes y mayores, no estarán de acuerdo con nuestra postura, incluso creyentes. Pero, el creyente practicante debe obedecer a Dios antes que a los hombres.
Por lo aventurado y por otras cuestiones no menos importantes no podemos evitar pensar en el futuro de nuestros nietos. Estamos seguros que todos los abuelos deseamos que nuestros nietos sean felices, que vivan en un mundo donde el amor, la libertad responsable, los auténticos valores familiares y el bien común sean la base de una sociedad en continuo progreso solidario.
Dada nuestra preocupación por su futuro, nos dirigimos a nuestros muy queridos nietos para recordarles, en la medida que vayan haciéndose mayores, la inmensa alegría de ser abuelos y, en los valores en los cuales hemos sido educados.
Recordamos con mucho amor otros acontecimientos familiares: como el día que vuestros padres nos reunió a toda la familia para darnos la magnífica noticia de vuestra presencia en el vientre materno; fue un día de verdadera alegría. Otro momento gozoso: cuando vinisteis al mundo; a partir de esos días, los abuelos maternos y paternos, con deleite, hemos ido cuidando de vosotros, mientras vuestros papás acudían a sus respectivos trabajos. Hemos vivido cada acontecimiento con verdadera felicidad. Vuestro bautismo, día de amor y gozo, pues, a través de él, entrasteis a formar parte de la gran familia de hijos adoptivos de Dios. Cada año en la fecha de vuestro bautismo celebramos la Santa Misa en acción de gracias. Los cumpleaños, la onomástica, simplemente han sido y siguen siendo días de mucho amor y felicidad para todos.
Por ello, los acontecimientos socio-políticos actuales, nos dejan un mal sabor de boca pensando en vuestra futura educación y formación de valores morales. Aunque -gracias a Dios- vuestros padres están ojo avizor, sobre estas cuestiones tan delicadas.
Queridos nietos, vuestra abuela y yo, hemos tenido el privilegio de caminar juntos al amparo de la Iglesia, madre de todos los hombres y mujeres. De Ella hemos recibido el tesoro más grande que podíamos imaginar. De ese tesoro hemos sido edificados en los valores humano-divinos que nos han servido para vivir con fe, amor y esperanza todos los avatares que nos ha tocado batallar. Como muy bien ha citado el papa Francisco: “Yo estoy contigo todos los días”. Efectivamente, así ha sido, Él, el Señor, ha estado con nosotros todos los días de tal manera que, con todo el agradecimiento que somos capaces, damos gracias a Dios por cada día de nuestra vida, por cada Eucaristía, por tantas y tantas enseñanzas que han ido obrando interiormente, por nuestro matrimonio, paternidad, y, ahora caminando en la vejez y aceptándose tal cual viene.
Es nuestro deseo más profundo que crezcáis en la fe de la Iglesia, en los valores evangélicos, y en el conocimiento del Señor de señores, Jesús de Nazaret. Que el Evangelio sea vuestra fuerza. Y concederle la importancia que merece como lo que es, Palabra de Dios, no palabra humana; así, no padeceréis orfandad espiritual que os aleje del verdadero proyecto de vida.
Con todo nuestro amor, vuestros abuelos. Celia y Julio Sevilla, abuelo y diácono permanente.
Hoy hace justo un año que entrevistamos a la familia Rubio Millán, una familia de nuestra Diócesis que está en misión en Ucrania desde hace 10 años. Ahora hemos vuelto a hablar con ellos para que nos cuenten como están y como han vivido este año de misión allí.
Son el castellonense David Rubio (36 años) y la vallera María Millán (34 años), de la parroquia de Santo Tomás de Villanueva, Castellón, en la que desde hace 23 años forman parte de la 4ª comunidad del Camino Neocatecumenal, “donde estamos siendo formados en un itinerario de formación cristiana”, explican, y donde “hemos descubierto a Jesucristo y el amor de Dios, viviendo la fe en comunidad”. Eso es “lo que nos ha hecho partir, abandonar todo e ir a anunciar este amor”.
David y María tienen ocho hijos: Israel (14), Josué (13), David (10), Juan (9), Pablo (7), Francisco Javier (5), que es el único nacido en la misión, en Odesa, María (3) y Cecilia (1). Además, están de enhorabuena, pues están esperando a su novena hija, “que se llama Gloria, y que está previsto que nazca en dos semanas”.
Explican que estaban “dispuestos a ir a cualquier parte del mundo”, y en el año 2010 la Iglesia les envió y les dio como destino Ucrania. Allí fueron enviados en el 2011 por el Papa Benedicto XVI, y posteriormente por el Papa Francisco. Desde entonces, 9 años, han estado en la diócesis de Odesa-Simferópol, aunque este año han cambiado de diócesis, concretamente a la de Kiev-Zhytómyr.
La última vez que hablamos, hace justo un año, nos contabais que habían fallecido 1500 personas por coronavirus en Ucrania. ¿Cómo está actualmente el país?
Ha habido un cambio, porque ahora los datos dicen que hay más de 2 millones de contagios, y cerca de los 50.000 fallecidos. También hay que tener en cuenta que Ucrania no está dentro de la Unión Europea, y a diferencia de otros países europeos tienen dificultades en la contabilización de los contagios y en la gestión de la vacunación.
Realmente, los contagios y las muertes se han empezado a contabilizar bien más tarde, y seguramente hay mucha gente que ha muerto de Covid sin saberlo, en sus casas, sobre todo gente mayor, sabemos de algún caso. Y es que Ucrania tiene un sistema sanitario más precario y la sanidad cuesta dinero. A diferencia de España, por ejemplo, allí no se ha comenzado a vacunar en masa.
La Diócesis de Kiev, donde estamos nosotros, ha estado en zona roja en dos ocasiones en este año, lo que ha supuesto el cierre de los comercios, las clases para los mayores han sido online, los colegios han estado cerrados, con el uso obligatorio de la mascarilla… Y esta ha sido un poco nuestra realidad en este curso. Gracias a Dios no han cerrado las iglesias, puesto que la ley permitía la asistencia de una persona cada 5 m2, por lo que las iglesias grandes no han tenido problema, pero sí que se ha acudido un número menor de fieles a la parroquia por temor.
Rusia y Ucrania están en guerra desde el año 2014, ¿cómo vivís este hecho?, ¿os afecta?
Ahora la situación no es la que era en el año 2014. La guerra está muy localizada en la zona del Dombás, donde están las ciudades de Donetsk y Lugansk, que hacen frontera con Rusia. Ahí sí que hay conflicto, que en estos momentos está controlado gracias a la intervención de países como Francia y Alemania. De momento es un conflicto con cese al fuego, y es una guerra más política que otra cosa.
Al final, detrás de todas las guerras están los intereses económicos, y para Ucrania este conflicto supone una crisis económica, no puede prosperar y no puede entrar en la Unión Europea, como quieren los ucranianos.
En nuestro día a día no nos afecta para nada. El país sí que está preparándose por si tuviera que entrar en combate, hay una tensión política y ves muchos tanques por la calle, pero la realidad es que en el día a día no nos afecta. Gracias a Dios no es la misma situación que en el año 2014.
En la última entrevista nos hablasteis de vuestra misión allí, ¿sigue siendo la misma?, ¿ha habido cambios?
Sí que ha habido cambios. Este año hemos cambiado de diócesis. Hemos estado en la diócesis de Odesa-Simferópol durante 9 años, y este año hemos pasado a la de Kiev-Zhytómyr, donde hay una aceptación mucho mayor a los católicos.
Nuestra misión consiste en anunciar a Jesucristo resucitado. Somos parte de la missio ad gentes, una comunidad formada por varias familias, que en este caso son dos ucranianas, una polaca, otra española, de Valencia, tres chicas, y nosotros, que somos los responsables junto a un sacerdote y un seminarista. Formamos una comunidad cristiana y vivimos allí como lo hacían las primeras comunidades cristianas, encontrándonos para celebrar la Palabra, la Eucaristía y anunciar que Cristo ha resucitado. Este año, en la medida que hemos podido, hemos salido a la calle a anunciar que Cristo ha resucitado, y que ama a los ucranianos, un pueblo que ha sufrido mucho en su ser, en su alma, a causa del comunismo.
Otra parte de nuestra misión consiste en apoyar a la parroquia, que es la catedral, como catequistas, en la formación de comunidades cristianas. Durante este año hemos hecho catequesis y ha nacido una nueva comunidad cristiana. Ha sido un regalo de Dios poder participar de esta catequización. También nos hemos dedicado a acompañar a los jóvenes de la parroquia, realizando convivencias con ellos.
Y otra parte de la misión ha sido participar de un proyecto que se está realizando en la ciudad en la que vivimos ahora, Zhytomir, con la construcción de una casa en la que poder celebrar convivencias a nivel nacional, y en la que aquellas personas que vayan puedan sentirse amadas y queridas, encontrándose con Cristo, con el amor de Dios. Cuando esté terminada podrán alojarse hasta 500 personas, pero ahora mismo ya hay una parte que está habitada por seminaristas en formación, y también por chicos que tienen problemas de adicciones (drogas, pornografía, juego…).
Allí siempre hay un presbítero y un matrimonio en misión, y nosotros, que también participamos, ayudándoles a que tengan una estructura desde la oración, con las Laudes por la mañana, desde la celebración de la Eucaristía, y después trabajan en aquellas cosas en las que pueden ayudar, acabando el día con las Vísperas. Todo este ritmo de oración y de trabajo, y de mantener un contacto diario con seminaristas y con las familias en misión, les ayuda muchísimo. En este curso hemos visto milagros con chicos que tenían problemas muy serios, y en los que ahora ha habido un cambio, recuperando la dignidad de ser hijos de Dios.
¿Cómo viven vuestros hijos la misión?
D- Cada uno la vive de una forma. Nuestros hijos más mayores son más conscientes de lo que es la misión y son más participativos. Ellos la viven de una forma en la que, al igual que el matrimonio, se sienten llamados. Viven la misión con mucha fe, creyéndose de verdad los motivos por los que estamos allí, y forman parte de ella en el mismo grado que los padres, porque el carisma es `familia en misión´, no padres en misión o hijos en misión. También la viven con sufrimiento, por la adolescencia, por la persecución de este mundo, en el que ser cristiano es muy difícil, y tienen sus combates, pero saben y tienen grabado a fuego que son parte de esta misión. Por otra parte, es una maravilla ver a los niños más pequeños, que han crecido en misión y forman parte de ella. Ellos ya saben que nosotros estamos llamados a la misión y a anunciar a Jesucristo.
M- Mi opinión como madre es que viven la misión con alegría. Hay momentos difíciles, pero están contentos cuando están en la misión. Les ayuda muchísimo el contacto con la Palabra de Dios, el poder formar parte de su comunidad, el poder formar parte de un prevocacional en el que se escruta la Palabra, en el que celebran la Eucaristía, en el que tienen contacto con otros jóvenes que también se preguntan por su vocación. Los pequeños lo asocian todo con Dios y con su providencia, y todo esto es gracias a la misión. A veces hay gente que nos pregunta por los sufrimientos de los hijos en la misión, como si fuese algo que a ellos les coarte la libertad, o les haga vivir de una forma más precaria que otros niños, cuando ellos lo viven al revés, como una riqueza, en obediencia a sus padres, con alegría y sin rebeldía.
¿Cuáles son los pilares de vuestra convivencia familiar?
La oración, sin lugar a dudas. Nosotros dos rezamos juntos todos los días, las Laudes, a primera hora de la mañana, y esto es un pilar fundamental en el que nos apoyamos. Sin esta oración no podríamos ni siquiera estar juntos como matrimonio cristiano, ni estar en misión. Con ella lo que hacemos es poner a Dios lo primero cada día, y decir que `yo no soy Dios´, que `hay Otro que es Dios, que es el que me ama y que provee´.
Otro pilar es la sinceridad, el hablar el uno con el otro y contarnos nuestros sufrimientos, apoyándonos y pidiéndonos perdón cada vez que discutimos. Otro pilar es la mesa. En ella comemos juntos todos los días, con nuestros hijos, y la bendecimos antes de comer. Este momento es muy importante, porque es ahí donde hablamos con los niños y les preguntamos como están, y ellos nos cuentas como ha ido el día, los problemas que han tenido en el colegio…, y muchos días, cuando el Señor me lo inspira sacamos la Biblia y leemos alguna lectura durante la comida, y les explicamos la Palabra. Todo esto nos lo ha transmitido nuestra madre la Iglesia a través del Camino Neocatecumenal.
Creo que para que una familia pueda manifestarse cristiana tiene que habitar Cristo en ella. Para que Cristo pueda habitar en la familia primero tiene que habitar en sus miembros, de tal forma que alguien que no es creyente, viendo a una familia cristiana pueda ver a Cristo.
Mi experiencia es que Cristo puede habitar en mí si yo no me separo de la Iglesia, si voy de su mano y vivo en comunión con ella, si voy de la mano de mis catequistas, si obedezco al Obispo, en la apertura a la vida, en tener los hijos que Dios quiera, en no vivir egoístamente el acto conyugal, en la forma de vestirse, en la forma de educar a los hijos, en la relación con las redes sociales…, Ahí el mundo puede ver que existe Cristo, cuando lo primero que se pone en la familia es a Él.
La transmisión de la fe a los hijos es un reto para todos, ¿cómo lo hacéis vosotros?
D- Es verdad que es un reto, pero es fundamental para la Iglesia, porque su futuro son los hijos, y si a ellos no les transmitimos la fe el futuro de la Iglesia está en riesgo. ¿Cómo lo hacemos nosotros?, como nos ha enseñado la Iglesia a través del Camino Neocatecumenal. A través de la oración, rezando con ellos las Laudes todos los domingos. Eso ha sido muy importante en mi vida, porque es como mis padres me transmitieron a mí la fe desde pequeño, y así es como ahora María y yo se la transmitimos a nuestros hijos. Todos los domingos nos reunimos alrededor de la mesa y rezamos todos juntos, y después elegimos un personaje de la Biblia o un evangelio y lo leemos, y les damos una catequesis haciéndoles ver que en la Sagrada Escritura está su vida y la sabiduría de Dios, la riqueza del cristianismo, y les preguntamos cómo les ayuda esta palabra que les damos en su vida. Es una celebración preciosa, en la que los niños participan cantando, leyendo, nos cuentan como están, los sufrimientos que tienen, le piden aquello que necesitan al Señor, nos damos la paz, también los padres nos pedimos perdón delante de ellos, les hablamos de nuestra historia y de los milagros que ha hecho Dios en nuestra vida. Vivimos el domingo de una forma distinta. Es el día del Señor, el día que nos ha dado para descansar y para transmitir la fe a los niños, poniéndole a Él lo primero y haciendo una comida especial.
M- También los hijos ven como el domingo es el día del descanso, no de la pereza y de no hacer nada, sino al contrario. Nos levantamos temprano, nos vestimos de una forma elegante para ponernos de cara a Dios en la oración de las Laudes, y lo hacemos todo en familia. La transmisión de la fe no solo son momentos concretos como estos, sino que es algo diario, que tiene mucho que ver con el modo en el que vivimos nosotros, con el ejemplo que les damos a nuestros hijos. Creemos que una forma de transmitirles la fe es que vean que vamos a la celebración de la Palabra, a la Eucaristía, a las convivencias, poniendo siempre a Dios lo primero en nuestra vida. Eso es lo que ven y reciben, aun con precariedad y debilidad, pero poniéndole a Él lo primero todos los días. También es muy importante que ellos puedan conocer nuestra historia, porque en la historia se manifiesta Cristo resucitado, y en cada acontecimiento de muerte Él ha sacado vida.
D- Los hijos son muy inteligentes. Los padres les podemos contar, nos podemos saber muy bien la Biblia de memoria, podemos contarles la vida de los santos…, pero si ellos no ven en nosotros una coherencia y una sinceridad de lo que decimos con lo que hacemos, la fe no se transmite. Pero si ellos ven una concordancia entre lo que decimos y nuestra forma de vivir, la fe se pasa, se transmite.
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