“Compartir es nuestra mayor riqueza”
Queridos diocesanos:
Cada mes de febrero, Manos Unidas presenta su Campaña anual contra el hambre y la pobreza entre los más desfavorecidos de la tierra. Este año lo hace bajo el lema “Compartir es nuestra mayor riqueza”. Ya desde sus comienzos en 1959, esta Asociación de la Iglesia Católica en España trabaja contra el hambre y la pobreza en el mundo y lucha por el desarrollo de los países y pueblos más empobrecidos de la tierra. Desde entonces viene escribiendo una rica historia de solidaridad y caridad cristianas con los hambrientos y empobrecidos de la tierra, gracias a la generosa aportación de tantas y tantas personas en España. A través de proyectos concretos está ayudando a mejorar las condiciones de vida de millones de seres humanos.
Desgraciadamente muchos desafíos siguen aún pendientes. Por esta razón, Manos Unidas sigue planteando la necesidad de que “la riqueza mundial” se ponga al servicio de la humanidad para erradicar así definitivamente la pobreza, el hambre y la desigualdad en nuestro planeta. En una época de gran crecimiento económico, la desigualdad no deja de crecer, golpeando con mayor dureza a muchos países y personas del Sur global en ámbitos tan básicos como el acceso al trabajo digno, la alimentación, el agua y el saneamiento, la vivienda, la salud, la educación, la participación o un medioambiente adecuado. Aproximadamente 733 millones de personas pasan hambre en el mundo, 700 millones de personas viven en pobreza extrema, 1200 millones de personas viven en una situación de pobreza multidimensional en 110 países del mundo, y más de 4 000 millones de personas no tienen protección social.
El hambre, la pobreza y la desigualdad en el mundo –consecuencia de una prosperidad no compartida- son contrarias al plan de Dios. Hay muchas causas estructurales para esta situación. En su raíz aparecen siempre el egoísmo personal y de grupos así como la insolidaridad entre los pueblos. En muchas ocasiones, el afán de lucro desmedido y los beneficios del dinero son puestos por encima de los derechos de las personas y por delante de la justicia debida a las personas y los pueblos. Se olvida la dignidad inherente a todos los seres humanos por ser criaturas de Dios. Dios ha hecho un solo mundo sin distinción ni privilegios, para que hagamos de esta tierra una casa común y caminemos hacia la fraternidad universal. !Qué lejos estamos todos, en particular los cristianos, de entenderlo y vivirlo como reclama nuestra fe!
Manos Unidas apela a todos y cada uno de nosotros, a toda la sociedad y a los gobiernos a compartir de verdad nuestra riqueza y a no cerrarnos a nuestros hermanos que pasan hambre, sufren la miseria, son víctimas del egoísmo insolidario y viven la opresión de la injusticia infligida por sus propios hermanos. Por esta razón, el lema de la Campaña de este año nos recuerda que compartir es nuestra mayor riqueza y que hacerlo es lo que importa si queremos ayudar a cambiar la situación. Compartir exige un cambio de mente y de corazón, de actitudes y de comportamientos, del modo de organizarse la sociedad, el comercio y la relación entre los pueblos. Es necesario un cambio profundo y una renovación moral; es preciso generar nuevas relaciones entre las personas y los pueblos y formas nuevas de situarnos ante la creación y sus recursos. Es preciso vivir de manera más sobria y compartir lo que somos y tenemos sencillamente para que no mueran de hambre y de miseria tantos seres humanos. Es imprescindible consumir menos para compartir más, no malgastar sino aprovechar y abandonar tanto egoísmo para entregarnos de verdad a los demás. San Pablo nos recuerda que Jesús, siendo rico, se hizo pobre por nosotros para enriquecernos con su pobreza (cf. 2 Cor 8,9).
El Papa Francisco en el presente Jubileo de la Esperanza nos pide ser signos de esperanza para tantos hermanos y hermanas que viven en condiciones de penuria: “Es necesario que cuantos poseen riquezas sean generosos, reconociendo el rostro de los hermanos que pasan necesidad. (…) El hambre es un flagelo escandaloso en el cuerpo de nuestra humanidad y nos invita a todos a sentir remordimiento de conciencia”. E implora a las naciones ricas “para que reconozcan la gravedad de tantas decisiones tomadas y determinen condonar las deudas de los países que nunca podrán saldarlas. Antes que tratarse de magnanimidad es una cuestión de justicia” (Spes non confundit, n. 16).
Cada uno de nosotros está llamado a colaborar con sus aportaciones y sus gestos solidarios con aquellas iniciativas, personas e instituciones, que como Manos Unidas sirven a los pueblos que padecen el hambre, la pobreza y la desigualdad en el mundo. Colaboremos con generosidad con Manos Unidas en la colecta de estos días.
Con mi afecto y bendición,
+ Casimiro López Llorente
Obispo de Segorbe-Castellón
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