Monseñor Francisco Pérez advierte en los Ejercicios Espirituales que “no se puede anunciar el Evangelio sin alegría”
Una treintena de sacerdotes de la Diócesis de Segorbe-Castellón ha participado en los Ejercicios Espirituales que cada año tienen lugar en el Centro de Espiritualidad del Desierto de las Palmas de Benicàssim. También el propio Obispo diocesano D. Casimiro López Llorente se ha sumado a los mismos. El director de los Ejercicios de este año ha sido Monseñor Francisco Pérez González, Arzobispo emérito de Pamplona y obispo emérito de Tudela, que gustosamente acogió la petición que se le hizo. “La Iglesia, como buena Madre que cuida de sus hijos, nos pide que hagamos Ejercicios todos los años. Siempre, y más si cabe en estos tiempos recios, los sacerdotes necesitamos renovarnos y cultivar nuestra vida espiritual, si no queremos caer en la tibieza y en la mediocridad, en el desaliento y en la desesperanza…” les escribía semanas antes D. Casimiro a los sacerdotes, en una carta, animándoles a acoger este ofrecimiento para participar en los mismos.

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D. Francisco Pérez en sus pláticas o meditaciones impregnadas de misericordia recordó a los sacerdotes y al Obispo diocesano que “el centro de la evangelización gira entorno a la idea de que Dios nos ama”. En un mundo en el que se ha perdido el sentido de la trascendencia, el hombre se ha convertido en el centro de todo. Por eso, afirmaba, “el hombre de hoy se fía más de sí mismo que de Dios”. Y advirtió de que “cuando uno se encuentra desasistido busca otros amores fuera de Jesucristo y de su Iglesia”. Por eso, hay que estar vigilantes y en alerta ante el cansancio humano y pastoral.

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El Arzobispo también insistió en el tema de la alegría. Pues “no se puede anunciar el Evangelio sin alegría”, recordó. A veces nos falta energía, claridad y hasta paciencia en nuestro ministerio. Todo ello nos puede llevar a la fatiga y detrás de la misma pueden esconderse otras realidades que nos lleven a una situación desastrosa. Y cuando eso sucede -advierte- hay que buscar una ayuda. Y, con ayuda de la paciencia, bajar el ritmo y priorizar.

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Recordó también la importancia de la pureza bajo cuatro prismas: la de la conciencia, la del corazón, la del pensamiento y la de la acción. En todas ellas la palabra de Dios ha de ser nuestra guía. Ya que nuestro pensamiento se ocupa de lo que rebosa nuestro corazón. “Si queremos a Dios debemos purificar nuestros pensamientos”, señalaba.

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La reconciliación con el pasado también tuvo un protagonismo especial durante una de las pláticas. “Anclarse en el pasado para bien o para mal no conviene. No podemos vivir de nostalgia toda la vida porque así no avanzamos en el presente”, sentenciaba. Por eso, ante esta situación el perdón es uno de los signos más eficaces. El poder curativo del perdón no tiene límites. Y la mejor curación es la del amor de misericordia ante la actitud de la resignación. “Si quieres curar tu corazón, perdona”, indicaba D. Francisco.

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El pecado produce una fealdad inmensa que además influye en los valores. Es una perversión de lo temporal, de lo humano. La mentira, la manipulación, la perversión; afectan al pecado. Por eso hemos de estar atentos a ciertas filosofías que difunden y fomentan el pecado. En este aspecto, advirtió sobre los peligros de la pornografía que “degenera y destruye a la persona”. Otro de los aspectos al que dedicó tiempo fue a hablar del prójimo, del hermano. “El hermano nos purifica. Puesto que de nada sirve amar a Dios si no amamos al hermano”, dijo. Y concluyó: “el hermano es el camino para llegar a Dios”. Introduciendo la caridad como el principio fundamental para ello. Incluso con el amor también hacia los enemigos. Un amor que nos lleva a anunciar la Palabra de Dios y a hacerlo unidos, en comunión con Jesucristo. Porque quien entra en la vida de unidad entra en la vida unitiva. Sin olvidar que la unidad es siempre entrega y servicio.

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Durante cinco días los sacerdotes y el Obispo han compartido momentos de oración y meditación en la capilla, además de la eucaristía, la exposición del Santísimo Sacramento y los hay que se han acercado también al sacramento de la Reconciliación. Todo en un ambiente de silencio y recogimiento. Al final de los Ejercicios D. Casimiro agradeció a D. Francisco su disponibilidad y dedicación en unos días intensos que “tanto bien nos han hecho para ayudarnos a revisar nuestro ministerio y nuestra vida interior”. Y le animó a que “ahora que tiene más tiempo, rece por nosotros y por esta Iglesia de Segorbe-Castellón”.

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