La semana pasada se hizo público el Instrumentum Laboris, el instrumento de trabajo para la segunda sesión de la XVI Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos, que tendrá lugar del 2 al 27 de octubre de 2024. «Cómo ser una Iglesia sinodal misionera» es el título que encabeza este nuevo documento, que está en continuidad con todo el proceso sinodal iniciado en 2021.
El Vicario de Pastoral, D. Miguel Abril, ha remitido el documento a los miembros de los grupos sinodales de nuestra Diócesis de Segorbe-Castellón. “La experiencia enriquecedora de escucharnos y caminar juntos siendo Iglesia Sinodal, a través de la oración, el diálogo y el discernimiento, ha iluminado varias cuestiones que recoge el Instrumentum Laboris”, explica.
Las primeras páginas repasan, a modo de introducción, el camino recorrido hasta ahora. Le sigue un apartado dedicado a los Fundamentos de la comprensión de la sinodalidad, que vuelve a proponer la conciencia madurada a lo largo del camino y establecida por la Primera Sesión.
Después, incluye tres partes estrechamente relacionadas, que iluminan la vida sinodal misionera de la Iglesia desde diferentes perspectivas. La primera, desde la perspectiva de las relaciones con el Señor, entre los hermanos y hermanas y entre las Iglesias. La segunda, desde la perspectiva de los caminos que sostienen y alimentan en lo concreto el dinamismo de las relaciones. Y la tercera, desde la perspectiva de los lugares que, contra la tentación de un universalismo abstracto, hablan de la realidad de los contextos en los que se encarnan las relaciones, con su variedad, pluralidad e interconexión, y con su arraigo en el fundamento del que nace la profesión de fe, según se explica en la introducción. El documento se cierra con una conclusión sobre la Iglesia sinodal en el mundo.
“En la belleza del camino sinodal reafirmamos el método de la conversación en el Espíritu, que introducimos en el último Consejo Diocesano de Pastoral como método de trabajo y de consulta”, indica el Vicario de Pastoral. Junto al Instrumentum Laboris y un resumen que ha realizado la Secretaría General del Sínodo con las preguntas más frecuentes, ha enviado también un esquema de “La conversación en el Espíritu”, un método de discernimiento que se está utilizando en las asambleas sinodales. “Es una adaptación para el Consejo Diocesano de Pastoral, pero puede servir para otros momentos de discernimiento de vuestros movimientos y parroquias”, señala.
Hoy, día 16 de julio, celebramos el Día de las Gentes del Mar, coincidiendo con la festividad de su patrona, la Virgen del Carmen. Este año, bajo el lema «Cuidad de los mares; cuidad de sus gentes», la celebración ha puesto un énfasis especial en la importancia de la protección medioambiental y el bienestar de quienes trabajan en el mar.
En muchos municipios de la Diócesis de Segorbe-Castellón – Grao de Castellón, Grao de Burriana, Oropesa, Vila-real, Torreblanca, Benicàssim, Xilxes, Almenara… -, la Reina de los Mares es celebrada de diversas maneras. Las festividades incluyen procesiones, tanto terrestres como marítimas, eucaristías, triduos, rosarios, ofrendas florales, y bendición e imposición de escapularios. Estas celebraciones no solo refuerzan nuestra devoción a la Virgen, como actos de fe y de tradición, pues son una llamada a imitarla como Madre que nos enseña el camino del amor y nos lleva a Cristo.
El lema de este año responde a la necesidad de enfrentar los graves problemas medioambientales y de considerar las necesidades y derechos de la gente de mar. La contaminación de los mares es un problema acuciante, con la ONU señalando que anualmente se vierten ocho millones de toneladas de plástico en los océanos, matando la vida marina y amenazando la cadena alimentaria humana. Por ello, es de suma urgencia que todos seamos conscientes de la importancia de cuidar los mares, esenciales para nuestra economía y subsistencia en general.
Asimismo, propone que nos demos cuenta de la importancia de cuidar a la gente del mar, quienes con su trabajo posibilitan la pesca y el transporte de la mayoría de mercancías que consumimos globalmente. La atención a la gente de mar es una demanda constante y esencial, no solo para garantizar su bienestar, sino también para asegurar la continuidad de estas actividades vitales.
La llamada es a todos los sacerdotes, diáconos, religiosos y voluntarios para que continúen su esfuerzo en atender humana y espiritualmente a los marineros. También se exhorta a las autoridades civiles a emplear todos los medios disponibles en la preservación de los mares y el bienestar de la gente de mar.
El mensaje del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral también resuena con fuerza en esta celebración. Recordando las palabras de San Pablo sobre la Iglesia como un cuerpo compuesto por muchos miembros, destaca que los marinos, aunque a menudo invisibles, son esenciales para nuestra sociedad. “Los marinos son esos miembros menos visibles de toda la humanidad. Sin embargo, a través de sus esfuerzos invisibles podemos satisfacer muchas de nuestras necesidades”.
“Ojos que no ven, corazón que no siente” es un dicho que puede aplicarse a la invisibilidad de la gente de mar. Frente a la tendencia a permanecer distantes y alejados unos de otros, el Papa Francisco afirma que: “La verdadera sabiduría supone el encuentro con la realidad (…). El problema es que un camino de fraternidad, local y universal, sólo puede ser recorrido por espíritus libres y dispuestos a encuentros reales” (Fratelli tutti, 47, 50).
Y hace un llamamiento a la comunidad internacional para proteger los derechos y la dignidad de los marinos, promoviendo una mayor unidad y solidaridad entre todos los pueblos y religiones. La pastoral del mar, señala, tiene el potencial de integrar la periferia con el centro, mejorando las condiciones materiales y espirituales de los trabajadores marítimos.
La celebración del Día de las Gentes del Mar es una invitación a reflexionar sobre la importancia de los mares y de quienes dependen de ellos. En esta festividad de la Madre del Carmelo, la Iglesia reafirma su compromiso con la protección de los océanos y el bienestar de los marineros, invitando a todos a unirse en esta causa crucial para nuestro futuro común. Que Nuestra Señora guíe y proteja a todos aquellos cuya vida y trabajo están marcados por el mar, iluminando su camino hacia Cristo.
Siete años de apoyo vital a los marineros
Stella Maris, el Apostolado del Mar de la Iglesia, juega un papel fundamental en la asistencia a los marineros. Con presencia en todos los puertos y costas, su misión es ofrecer “un hogar lejos del hogar” a los marinos, atendiendo sus necesidades sociales, culturales, laborales y espirituales.
Según ha explicado D. Albert Arrufat, Director del Secretariado diocesano para el Apostolado del Mar, la delegación de nuestra Diócesis cuenta con 14 voluntarios, quienes en 2023 visitaron más de 60 barcos, beneficiando a un total de 1.053 marinos mercantes. Además, ubicada en la Avenida Ferrandis Salvador en el Grau de Castelló, cumplió el pasado 7 de julio siete años de labor, ofreciendo un hogar acogedor a todos aquellos que llegan a nuestro puerto.
En su carta del pasado domingo, D. Casimiro destaca la profunda devoción hacia la Virgen del Carmen, patrona de la gente del mar, y recuerda su simbolismo como guía y protectora en la travesía de la vida, evocando la historia bíblica del profeta Elías.
El Obispo hace un llamado urgente a cuidar los mares, citando al Papa Francisco sobre la grave contaminación plástica que amenaza la vida marina y humana. También enfatiza la necesidad de apoyar a la gente del mar, siguiendo el ejemplo de Jesús, quien acompañaba a sus discípulos en sus travesías.
También destaca la labor del Secretariado diocesano Stella Maris en Castellón, que ofrece asistencia y apoyo a los marineros y sus familias, y agradece a sus voluntarios la dedicación. Por último, anima a la comunidad a rezar a la Virgen del Carmen, que nos protege y nos guía.
Los fieles de la Basílica El Salvador de Burriana, acompañados por D. Pedro Miguel Cid Requena, han peregrinado a Roma y Asís en acción de gracias a San Juan Pablo II, quien, a través de su secretario D. Angelo Sodano, permitió la Coronación Pontificia de la Patrona de Burriana, la Virgen de la Misericordia, hace ya 25 años.
Durante su visita a Roma, los peregrinos recorrieron la Basílica de San Pedro, los Museos Vaticanos y la Capilla Sixtina. Celebraron una solemne Eucaristía en la Capilla de Nuestra Señora de la Misericordia, situada en la zona de las criptas vaticanas.
En Asís, visitaron la Basílica de Santa Clara, la Basílica de San Francisco y la urna que contiene el cuerpo del beato Carlo Acutis. También celebraron una Eucaristía en el oratorio de la Basílica Papal de Santa María de los Ángeles de la Porciúncula, donde San Francisco elevaba sus oraciones a Dios.
El itinerario en Roma incluyó las Catacumbas de San Calixto, la Basílica de San Juan de Letrán, el Baptisterio de Letrán, la Basílica de San Clemente de Letrán y el Santuario de la Escalera Santa. En la Basílica de San Pablo Extramuros, celebraron la Eucaristía en la Capilla de San Benito. También visitaron el Monasterio Benedictino de la Abadía de Tre Fontane, lugar del martirio de San Pablo, y las basílicas de Santa María in Trastevere, Santo Stefano Rotondo, los Cuatro Santos Coronados y Santa Maria in Domnica.
Los peregrinos también se dirigieron a la Basílica de San Lorenzo Extramuros, donde descansan los restos de San Lorenzo, San Esteban y los papas Hilario y Pío IX, y visitaron las basílicas de la Santa Cruz en Jerusalén y de Santa María la Mayor, donde celebraron la Eucaristía en la Capilla Cesi.
La última visita fue para celebrar la Eucaristía en la Capilla del Santísimo Sacramento de la Basílica de San Pietro in Vincoli, donde pusieron el punto y final al itinerario de los peregrinos de Burriana.
Ayer domingo, Acción Católica General de la Diócesis de Segorbe-Castellón concluía los campamentos de verano que, este año se han celebrado en el albergue La Parreta, en Villafranca del Cid.
En esta ocasión han participado casi 140 niños y adolescentes en las dos convocatorias que se han celebrado consecutivamente del 5 al 7 de julio, para niños de 7 a 9 años; y del 9 al 14 de julio para los de de 9 a 14 años que se han centrado en la Encíclica Laudato si del Papa Francisco, teniendo muy presente el cuidado del planeta.
Los días han transcurrido con la oración al principio y al finalizar cada una de las jornadas, siendo así tanto para afrontar cada día, como para dar gracias a Dios por todos los dones y gracias recibidas día a día y que en ambos campamentos concluyeron con una Eucaristía final en la que también pudieron participar las familias.
Los campamentos han transcurrido, en ambos casos, con una oferta variada de actividades, dinámicas y talleres que han combinado el aprendizaje y puesta en práctica de valores y principios fundamentales como el compañerismo, el trabajo en equipo así como otras más lúdicas en las que se materializaban todos los aspectos trabajados:excursiones, contemplación de las aves, búsqueda de fósiles, Master Chef, Campus Party, asambleas y tareas diarias de la casa entre otras.
El objetivo principal era que los niños, adolescentes y jóvenes descubrieran que»nuestra casa común es también como una hermana con la cual compartimos nuestra existencia y como una madre bella que nos acoge entre sus brazos (LS 1) y que esta hermana clama por el daño que le provocamos a causa del uso irresponsable y del abuso de los bienes que Dios ha puesto en ella (LS 2), para así poder interiorizar lo que nos pide el Papa Francisco: «nos unimos para hacernos cargo de esta casa que se nos confió». De hecho, en alguno de los talleres pudieron realizar diferentes acciones para contribuir a la mejora de nuestro planeta durante esos días, compromiso que, ahora se lleva cada uno a su propia casa para realizar allí.
Los campamentos se han celebrado en un clima de de fraternidad en el que conocer más a Jesús y los valores que nos propone para vivir: amor, esperanza, acogida, alegría, perdón… En definitiva, conocerle más para amarlo más y seguirle.
La imagen itinerante de la Virgen, Reina de Radio María, ha visitado durante estos días varios lugares de la Diócesis de Segorbe-Castellón. El primero de ellos fue, los días 7 y 8 de julio, la Basílica de San Pascual de Vila-real.
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El día 9 fue recibida en la Parroquia de San José Obrero de Castellón, donde se celebró la Eucaristía en la Fiesta de Cristo Redentor; fiesta de la Orden de la Merced, presidida por el P. Cristian, párroco, y concelebrada por el P. Dins, vicario. Al terminar, los voluntarios de Radio María dirigieron el rezo del Santo Rosario.
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Los días 10 y 11, la Virgen visitó la Residencia Mare de Déu del Lledó, la parroquia de la Santísima Trinidad de Castellón los días 11 y 12 y, finalmente, el Centro Penitenciario Castellón los días 13 y 14.
Domingo Canubio y una estampa de la Cueva Santa, impresa en Londres, para ayudar a restaurar el enlosado de la Catedral (1856)
Sin lugar a dudas, la advocación de la Virgen de la Cueva Santa, desde sus inicios históricos, ha despertado una enorme devoción popular, plasmada en esos pequeños detalles de la imaginaria popular que han hecho difundir su fervor por el antiguo reino de Valencia, tierras peninsulares y allende los mares, por la América hispana. Patrona de la diócesis de Segorbe-Castellón desde 1960, su imagen reconocible, sencilla y humilde, esta plasmada en innumerables medallas personales, pinturas, esculturas, objetos y, cómo no, dibujos, grabados y estampas, casi a la altura de advocaciones marianas de gran presencia en el mundo cristiano hispano, como la Virgen del Pilar, de los Desamparados, etc.
De todos es conocida la gran importancia de deliciosas realizaciones de dicha temática realizadas por el taller del maestro Nicolás Camarón [Montolío-Simón, 2017], responsables de fantásticos paneles de estuco modelados, dorados y policromados, muy difundidos en las décadas centrales del siglo XVIII, especialmente desde tiempos de Francisco de Cepeda Guerrero (1731-1748) y Pedro Fernández de Velarde (1751-1757), con algunas hermosísimas muestras conservadas, en su mayoría, en colecciones particulares. Un aumento del fervor público de la Cueva Santa que también favoreció la edición de monografías sobre la advocación mariana y su legitimidad, tanto por parte de la Cartuja de Valldecrist (en 1753 encargan la realización de un retablo para alojar decorosamente en el cenobio la Virgen Primitiva de la Cueva Santa), como por la villa de Altura y la propia diócesis.
Durante el pontificado de Gil Ruiz de Liori (1579-1582) comenzó a alcanzar mayor fama la Virgen de la Cueva Santa, sobre todo por su intervención en rogativas por la lluvia. Dicha circunstancia llevó al conocido canónigo alturano Jerónimo Decho y su familia, propietarios del recinto de la cueva e impulsores reales de su culto, a erigir un altar protegido por una reja de cerramiento y propiciando el culto en aquel lugar.
Tras la desmembración de la antigua diócesis de Albarracín y Segorbe y la sustitución del obispo Martín de Salvatierra, la llegada al episcopado segobricense del canónigo de Toledo e intelectual Juan Bautista Pérez (1591-1597), presentado por Felipe II, pretendía superar todos los apuros y temas pendientes de los conflictivos años pasados. Entre otras cuestiones, estaba muy preocupado por el control de las devociones populares, dictaminando que los cartujos de Valldecrist renunciasen a la Cueva Santa, comenzando un litigio de muchos años, del cual salió victorioso el prelado y la diócesis. Una situación muy delicada que vino a afectar al santuario y, consecuentemente, al culto, que quedó muy mermado.
Por otro lado, la antigua cofradía de la Virgen de la Cueva Santa, aprobada por el breve pontificio de 1642 y asentada en su santuario, fue estimulada por la adhesión del rey Felipe IV, así como familiares reales, además de otros personajes de la esfera religiosa y civil de su momento, siendo el germen de múltiples instituciones seglares vinculadas a su imagen y devoción, dentro y fuera del obispado, propiciándose romerías, rogativas y peregrinaciones.
No obstante, pese a que el propio obispado pasó a regentar el ermitorio desde mediados del siglo XVII, dicha advocación quedó, en un primer momento, ceñida a su marco festivo y al ámbito personal. Pensemos que, desde 1679 y por iniciativa real, capitular y episcopal, la patrona diocesana era la Virgen del Rosario [Cebrián-Montolío, 2024]. Dicha circunstancia propició que la cofradía no tuviera eco fuera del recinto de su oratorio de Altura pese a que la imagen, amada por el pueblo fiel, fuera constantemente trasladada a la Catedral para pedir por las lluvias en periodo de sequías [Simón-Montolío-Zafón, 2022]. Un auge devocional que, a pesar de la contención de los prelados ilustrados reformadores de tradiciones y de las costumbres populares del siglo XVIII, se globalizaría desde el mundo popular de los fieles, irrumpiendo con fuerza en la ciudad episcopal y en el territorio diocesano, sobrepasando sus límites, sustituyendo el gran culto que, desde tiempos medievales, tuvieron advocaciones como la Virgen del Tremedal, que desde 1577 radicaba en un extremo de otra diócesis, la de Albarracín, que separaba sus caminos después de siglos de unión, o el de la Virgen de Vallada de Pina de Montalgrao, gran plasmación de la religiosidad mariana medieval del Palancia desde el siglo XIII.
Desde el principio, la devoción a la Santa Cueva quedaba, por todas estas circunstancias, un tanto ajustada al entorno festivo y a la devoción particular. Más tarde, ya en el siglo XVIII, se plasmaría sobre el papel la cofradía de los Mozos de la Cueva Santa, que no tardaría en tener encontronazos con el Ordinario llegando, incluso, a su desaparición.
Domingo Canubio y Alberto
Es bien sabido que el siglo XIX fue sustancialmente complicado para la Iglesia española. Tras los desastres de la Guerra de la Independencia en la Diócesis [Montolío, 2024], las sucesivas desamortizaciones, así como las Guerras Carlistas, supusieron un golpe directo en la línea de flotación de su financiación. Una circunstancia que exigió un replanteamiento firme de los recursos, sobre todo a partir del Concordato de 1851, muy mermados desde las décadas anteriores, para asumir los gastos, especialmente el de la fábrica de los templos que, desde este tiempo, no podían realizarse, encontrando algunos templos destruidos y urgiendo la intervención en otros muchos.
Además, el concordato proveía el traslado de la Sede Episcopal a la ciudad de Castellón, así como la modificación de los límites diocesanos para ajustarlos a los provinciales. Aunque esta circunstancia se logró evitar por la oposición de la ciudad, a la larga supuso una disminución de la influencia del obispado a nivel político. También cambió la manera de cubrir las vacantes parroquiales, nuevamente clasificadas en el nuevo concordato.
La nueva situación supuso, a corto plazo, que la Catedral dejara de ser parroquia y dependiera del Cabildo. No obstante, la citada parroquia siguió emplazada dentro del espacio de la Seo, reservada a la antigua capilla del Salvador del claustro, sin depender del Cabildo, por lo cual, la problemática entre los capitulares y el párroco fueron constantes. También se realizó una reestructuración parroquial, con la aparición de los conceptos de parroquias de entrada, ascenso y término, y de los arciprestazgos (Las parroquias fueron divididas en los arciprestazgos de Ademuz, Alpuente, Chelva, Jérica y Montán), organizados a imagen de los distritos judiciales. En aquel momento en Segorbe, con una parroquia de Santa María en la Catedral y con otra en una iglesia de San Pedro recuperada para el culto, todas las demás se dividían en urbanas y rurales, de primera y de segunda, manteniéndose en lo mínimo con sus rentas establecidas, su huertecito y los aranceles.
Las antiguas terceras órdenes y cofradías fueron pasando, paulatinamente, a ser asistidas por los sacerdotes y no por el clero regular que las había inspirado. Las nuevas fundaciones, sin embargo, se encaminaban a la asistencia social y la docencia, en el contexto de los nuevos tiempos pudiendo, de esta manera, ser consideradas útiles por el Estado y permanecer en activo.
Domingo Canubio y Alberto (Jerez de la Frontera, Cádiz, 1804-1864), antiguo dominico exclaustrado a la fuerza, capellán y profesor en la Archidiócesis de Sevilla, al ser elevado al episcopado era muy consciente de las problemáticas diocesanas. Como obispo en Segorbe (1848-1864), Siendo el primer obispo español en pregonar el dogma de la Inmaculada Concepción (1854) y reconocido por su carácter caritativo, acogiendo a cuantos se acercaban al palacio, durante la epidemia de cólera ayudó personalmente a los afectados, se encontró con un seminario y seis Iglesias al culto. Enseguida se preocuparía por la conservación de los edificios, empezando por la sede, todavía con muchas carencias tras un proceso reformador iniciado a finales del siglo XVIII y constantemente interrumpido por todos los acontecimientos, bélicos y no, citados.
Una de las últimas actuaciones en el templo, cuya renovación neoclásica duraba casi setenta y cinco años [Montolío-Cercós, 2021], era el de su enlosado en mármol. Hasta el momento, éste estaba compuesto de un piso de baldosas de barro cocido, colocado de una manera provisional en un principio de las obras pero que, después de tantos años de servicio, no resultaba digno, funcional ni adecuado para el lugar que ocupaba.
En el Libro de Actas Capitulares (1855-1867) del Archivo Catedralicio de Segorbe [ACS, 605, fol. 36v-37], en la reunión del catorce de abril de 1856, el obispo Canubio daba noticia al Cabildo de la impresión de una estampa de la Cueva Santa en Londres, cuyos beneficios por su venta serían destinados a la reparación y nuevo enlosado de la Seo.
«En el Aula Capitular de la Santa Yglesia catedral de Segorbe, dia catorce abril de mil, ochocientos, cincuenta y seis, reunidos el Ylustrisimo Señor Obispo y los Señores Don Rafael Martínez Dean, Don Juan Bautista Torres Arcipreste, Don Fulgencio Septien maestrescuela, Don Jose Todolí Penitenciario, Don Jose Prendergart, Don Manuel Martinez, Don Vicente Perez, Don Juan Sixto Cavera Doctoral, D. Miguel Moragues Magistral, Don Francisco García Monco y D. Andres Vicente canonigos de esta Santa Yglesia, mayor parte de los que en ella residen y podian asistir a este Cabildo extraordinario, el señor Obispo puso de manifiesto la plancha de la estampa grande de Nuestra Señora de la Cueva Santa que mando gravar en Londres; y dijo, que si bien era su voluntad que fuera propiedad de los señores Obispos sus sucesores, y de los señores vicarios capitulares, sede vacante, para que al producto de las estampas den la inversion que mas bien estimen; tambien lo era que por ahora, y hasta que se llene completamente su objeto, el producto de las que tiene tiradas y mande tirar en lo sucesivo se destine para un nuevo pavimento de marmol de esta Santa Yglesia, su presbiterio, capillas, sacristia mayor y de las reliquias; para cuyo efecto proponia el Cabildo una comision compuesta del señor García Marco que tendrá en su poder la plancha todo el tiempo para lo dicho necesario, del señor Sales que se encargará del despacho de las estampas, y del señor Vicente que se encautará y conservará el pavimento de ellas. El Cabildo aceptó el pensamiento de Su Señoría Ylustrisima, le dio las mas expresivas gracias y aprobó el nombramiento de la comisión propuesta por Su Señoría Ylustrisima. Y se levantó la sesion, de que certifico.
Doctor Juan Sixto Cavero [rubricado]
Canónigo Doctoral Secretario».
No sabemos, hasta el momento, cual fue la estampa impresa en la capital inglesa, aunque no debió de tener mucho éxito la campaña de recaudación pues, poco después, se tuvo que ajustar, probablemente en un alto porcentaje, a una subvención gubernamental para la confección del nuevo solado: «La obra principal fue alcanzar del gobierno la cantidad de 140.000 reales para embaldosar con mármoles la catedral, que lo estaba con ladrillos, muchos rotos, y formando molestos baches dentro del Santuario; pero adelantados los trabajos y traídos los mármoles a esta ciudad, Dios llamó al señor Obispo a vida mejor, sin que pudiese ver concluido su grandioso proyecto» [Aguilar, 1890, p. 754].
De cualquier manera, para glosar el presente artículo y a la feliz espera de poder localizar la estampa original, hemos confeccionado un dibujo inspirado en la imagen de la Cueva Santa, con su hermoso relicario de estilo imperio, conservado y venerado en la iglesia parroquial de Santa María de Segorbe, seguramente procedente del momento en que ésta radicaba en la capilla del Salvador del claustro de la Seo.
Un grupo numeroso de fieles de las parroquias de Vila-real participó el pasado jueves 11 de julio en la ceremonia de Bendición Abacial del nuevo Abad del Real Monasterio de Santa María de Poblet, el vila-realense Fray Rafael Barrué Broch.
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Entre los asistentes se encontraban el Vicario General de la Diócesis de Segorbe-Castellón, D. Javier Aparici, el alcalde de Vila-real, José Benlloch, así como otras autoridades, sacerdotes, familiares y amigos del nuevo abad. La Eucaristía fue presidida por el Abad General de la Orden del Císter, el P. Mauro-Giuseppe.
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Fray Rafael, prior del cenobio cisterciense desde 2016, asumió oficialmente su cargo en abril de este año, durante una ceremonia especial. Además, preside la Congregación Cisterciense de la Corona de Aragón, que incluye los monasterios de Poblet, Santa María de Solius, Santa María de Vallbona y Santa María de Valldonzella de Barcelona.
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Es destacable que, antes de su vida monástica, Fray Rafael se licenció en Bellas Artes por la Universidad Politécnica de Valencia y ha expuesto su obra pictórica, caracterizada por una profunda carga mística y conceptual, en diversas localidades como Castellón y Tarragona.
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Ingresó en el Monasterio de Poblet en el año 2000, realizó su profesión monástica en la festividad de San Benito al año siguiente, obtuvo la licenciatura en Teología por la Pontificia Universidad Gregoriana en 2009 y fue ordenado sacerdote en 2010.
La influencer católica, Laura Montesinos, ayer tarde en la Parroquia de San Jaime Apóstol
El apostolado parroquial Emaús, adscrito a la Parroquia San Jaime Apóstol en Oropesa del Mar celebró ayer el primer aniversario desde que en julio del año pasado Mons. Casimiro López Llorente bendijera su puesta en marcha. Ha sido un año intenso en el que, tal como afirman desde la coordinación, «en comunión con nuestro Obispo, acogimos el objetivo del curso pastoral, centrado en el Primer Anuncio, para anunciar a Jesucristo vivo y resucitado».
Ayer tarde, Emaús hizo extensiva la charla testimonio de Laura Montesinos «a toda la comunidad parroquial de San Jaime Apóstol, así como al resto de la Diócesis porque, precisamente Laura, es una gran embajadora del amor de Dios y su historia de encuentro personal con Jesucristo a través del retiro de Emaús puede dar esperanza a quienes todavía no se han encontrado con Él».
Casi trescientas personas acudieron a la cita en una tarde que comenzó con la celebración de la Eucaristía seguida de una Hora Santa dirigida por Hakuna y meditada por los jóvenes de Effetá, que es el apostolado juvenil de Emaús y que también han iniciado su andadura este año en la Diócesis de Segorbe-Castellón.
Tu muerte es vida
Laura Montesinos, «hija de Dios, madre de una niña y médico de familia» como ella misma dijo, es la autora de «Tu muerte es vida», un libro autobiográfico que en menos de un año ya ha lanzado su segunda edición, y que como dijo ayer tarde «es una historia de vida y no de muerte».
La vida de Laura cambió radicalmente de la noche a la mañana un día «que mi marido no se despertó». Dios, «que es el mejor escultor de la vida nos había preparado para ello sin yo saberlo». Y es que, tal como relató Laura, previamente su marido había participado en un retiro de Emaús y había transformado de tal manera su vida que le llegó a confesar que aquel fin de semana «fue lo mejor que le había pasado en la vida» y la invitó a hacer el retiro.
Laura no podía entender cómo un retiro de fin de semana fuera lo mejor en la vida de su marido. Dos semanas después de su muerte, ella misma participó en el retiro de Emaús «y entonces lo entendí todo y supe que tras la muerte de mi marido había mucha vida». Reconoció que descubrir el amor de Dios «fue una revolución y se lo quiero transmitir al mundo».
Emaús, dijo, «ha sido ese camino que a mí me ha acompañado, que me ha dado luz y que es mi chute semanal de amor para poder continuar porque tenía, y tengo obviamente, mucho dolor en el corazón, pero a través de estos retiros maravillosos pude descubrir el amor del Señor de una forma diferente que nunca me habían enseñado, con una intensidad brutal y con una rapidez pasmosa».
Este punto de inflexión supuso «descubrir que en el sufrimiento se puede ser feliz y el mundo te oculta el sufrimiento, el fracaso y la muerte y yo, en todo eso había descubierto mucha luz, incluso felicidad». Todo forma parte de un proceso y «a medida que fui gestionando el dolor, se transformó en amor». Laura era una mujer «con una fe heredada, de libro pero eso no tiene nada que ver con el Dios que he conocido, un Dios vivo que ahora tengo en mi corazón y que es tan fuerte que te explota el corazón y no te lo puedes callar». Conocía a Jesús, «pero el que está ahora en mi corazón ha cambiado la perspectiva de mi vida: vivo con los pies en la tierra y la mirada en el cielo, sabiendo que la verdadera vida es la vida eterna».
Recordando a San Juan de la Cruz, afirmó que la cruz pesa más arrastrada que abrazada porque de lo contrario «vives de espaldas a tu realidad y es, precisamente en la cruz donde se produce el verdadero encuentro con Cristo y ahí es donde tu corazón se transforma y el dolor se convierte en amor, como hizo Él». La cruz «es un privilegio porque es un trampolín enorme de crecimiento y sobre todo de vivir con paz».
La noche concluyó con la firma de libros y la posibilidad de compartir con Laura Montesinos las experiencias personales de quienes vieron en ella y en su testimonio de vida, una fuente de inspiración para poder reconstruir la propia y enfrentar cualquier desafío.
En unos días celebramos la Fiesta de la Virgen del Carmen, patrona de la gente del mar. Su devoción está muy extendida entre nosotros. El origen de esta advocación de la Virgen está en la nubecilla blanca divisada desde el monte Carmelo cuando el profeta Elías suplicaba a Dios que pusiese fin a una larga sequía. Su criado, después de observar varias veces el mar, divisó a lo lejos una nubecilla, pequeña como la palma de la mano de un hombre que subía del mar; en poco tiempo el cielo se cubrió de nubes y cayó una gran lluvia (cf. 1 Re 18, 44). En esa nubecilla cargada de lluvia se reconoció la figura de la Virgen. María es como la nube que da al mundo al Salvador, el amor encarnado de Dios para todos, que da vida, cura, sana y salva.
María, madre de Dios y madre nuestra, es la estrella del mar, que guía el rumbo de nuestra existencia y nos cuida por las difíciles aguas de la vida. Como los marineros de antaño, que leían la posición de las estrellas para marcar su rumbo en el inmenso océano, así la Virgen María es como la estrella que nos guía hacia el puerto seguro: Cristo. María es la estrella que nos lleva al encuentro con Cristo Jesús, que nos reconcilia con Dios, el prójimo y la creación.
Ante los graves problemas medioambientales y las necesidades de la gente del mar, María nos llama a cuidar de los mares y de su gente. La contaminación de los mares es un problema acuciante y la atención a la gente del mar es una demanda constante. En el Ángelus del domingo 11 de julio de 2021, el papa Francisco se dirigió de manera especial “a todos los que dependen del mar para su trabajo y sustento” y dijo: “Rezo por ellos y exhorto a todos a cuidar los océanos y los mares. Cuidad la salud de los mares: ¡nada de plástico en el mar!”.
Según datos de la ONU, cada año acaban en los mares ocho millones de toneladas de plástico, que matan la vida marina y amenazan la cadena alimentaria humana. El papa Francisco nos urge con frecuencia a cuidar los mares. Por ejemplo, en el n. 40 de su encíclica Laudato si’, sobre el cuidado de nuestra casa común, nos dice: Los océanos no solo contienen la mayor parte del agua del planeta, sino también la mayor parte de la vasta variedad de seres vivientes. La vida en los ríos, lagos, mares y océanos, que alimenta a gran parte de la población mundial, se ve afectada por el descontrol en la extracción de los recursos pesqueros, que provoca disminuciones drásticas de algunas especies. Es, pues, de suma urgencia que todos seamos conscientes de que debemos cuidar de los mares, tan importantes para nuestra economía y nuestra subsistencia.
No podemos olvidar tampoco el cuidado de la gente del mar, de todos aquellos que con su trabajo hacen posible tanto la pesca como el transporte de la mayor parte de mercancías en todo el mundo. Jesús acompañaba a sus discípulos en los viajes en barca, les ayudaba en sus afanes y calmaba las tempestades. Como Jesús, también la Iglesia está llamada a acompañar a la gente del mar, a los hombres y mujeres que trabajan en el comercio marítimo o en la pesca, a sus familias, al personal de los puertos y a todos los que emprenden un viaje por mar, preocupándose de sus necesidades humanas, espirituales y materiales. En nuestra Diócesis este servicio lo presta el Secretariado diocesano Stella Maris para el Apostolado del Mar, que cuenta con un local en el distrito marítimo de la capital de La Plana, cedido generosamente por la Autoridad Portuaria.
‘Stella Maris-Castellón’ es como “el hogar, lejos del hogar” que acoge, acompaña y ayuda a los marineros necesitados y a sus familias. Los puertos han sido diseñados para operaciones de carga y descarga, embarque y desembarque, pero con frecuencia se ignoran las necesidades de los tripulantes de los barcos. El marino necesita sentirse persona, comunicarse con su familia, realizar compras, disfrutar de un mínimo tiempo de ocio o tal vez conversar con alguien o recibir asistencia, social, legal o espiritual. Además este apostolado debe ser también la voz de los sin voz, haciendo oír sus necesidades a la sociedad. Agradecemos a su Director y a los voluntarios su compromiso y trabajo encomiables en favor de la gente del mar y de sus familias. Quien acoge y vive el Evangelio de Jesús cuida, proclama y defiende con valentía la dignidad humana que con frecuencia es descuidada y conculcada en el mundo del mar.
Miremos y recemos a la Virgen del Carmen: ella nos protege y nos guía a todos.
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