Mons. Casimiro López Llorente ha participado en la peregrinación de la Hospitalidad Diocesana de Lourdes desde el pasado jueves. El conjunto de los peregrinos ha participado hoy en las últimas celebraciones y mañana lunes emprenderán camino de regreso a casa con el corazón renovado y la fe fortalecida.
La de este año ha sido una peregrinación que se ha preparado como un camino de confianza, de revelación, de comunión y de esperanza que ha contribuido, en palabras de nuestro Obispo, «a que los enfermos y demás peregrinos hayan sentido muy de cerca a la Virgen y, de su mano, al encuentro con el Señor».
Está tarde se ha celebrado, en la Basílica de San Pío X el encuentro del Señor con los peregrinos de la Hospitalidad Diocesana de Lourdes que han participado en la misma junto a peregrinos procedentes de otras diócesis españolas.
En adoración y oración han acompañado también al Señor nuestro Obispo, Mons. Casimiro López Llorente y el conjunto de sacerdotes diocesanos que acompañan a la peregrinación.
La oración ante el Santísimo Sacramento es una de las celebraciones que se viven con fe y devoción, pues ante el Señor quedan expuestas las intenciones que cada uno lleva en el corazón.
La celebración ha finalizado con la bendición que ha sido recibida con la esperanza y el consuelo de quien se siente querido y acompañado por el Señor.
Esta noche tendrá lugar una velada festiva que organizan los más jóvenes para que los enfermos y peregrinos disfruten también de un periodo de entretenimiento y ocio.
La jornada de mañana será la ultima antes de partir de vuelta a casa el lunes a primera hora de la mañana. A las 9.30 tendrá lugar la Misa Internacional, el Camino de Bernardette y el paso por la gruta para despedirse de la Virgen.
Ha tenido lugar, este mediodía, en la Basílica de San Pío X y ha estado presidido por el Obispo de Segorbe-Castellón.
Los hospitalarios más jóvenes han sido los encargados de simbolizar cada una de las estaciones. Apostados frente al altar, frente a los enfermos, resto de peregrinos y hospitalarios, han representado el recorrido del calvario acompañados por la Cruz portada por dos seminaristas de la Diócesis.
Cada una de las estaciones ha estado meditada por los sacerdotes que acompañan espiritualmente la peregrinación, reviviendo así el mismo camino que recorrió Jesús hacia su muerte en la Cruz.
Se ha elevado oración para ser signos de salvación para el resto de hermanos, y nunca de condena; para aceptar con generosidad la cruz del sacrificio; para mantenerse firmes en la esperanza y poder levantarse una y otra vez; para sentir a la Virgen cercana en nuestro caminar; para ser Cirineo y compartir penas y sufrimientos de los necesitados; para descubrir el rostro sufriente de Cristo en el hermano; para aceptar sufrir y morir para que otros encuentren vida; para ser Sarmiento vivo y dar fruto; para estar en camino hacia el abrazo del Padre; para creer sin necesidad de muchos argumentos; y para abrir el corazón al arrepentimiento sincero.
En las últimas estaciones se ha revivido la muerte y resurrección del Señor y con ello, el triunfo del amor.
Gesto del Agua
Previamente a la celebración del Vía Crucis se ha celebrado el gesto del Agua. La particularidad consiste en la renovación de la gracia del Bautismo. Por ello, en el transcurso de este gesto, los peregrinos realizan una profesión de fe, bien dialogada o recitando el Credo.
Eucaristía celebrada, esta mañana en Lourdes, con administración de la Unción de Enfermos
A primera hora de esta mañana, enfermos, peregrinos y hospitalarios han acudido a la Basílica del Rosario donde Mons. Casimiro López Llorente ha presidido la Eucaristía Enel transcurso de la cual se ha administrado la Unción de Enfermos.
Con el corazón agradecido por las gracias que cada uno de los peregrinos recibe en esta peregrinación y coincidiendo con la celebración de San Pedro y San Pablo, la peregrinación de la Hospitalidad Diocesana de Lourdes ha vivido con la esperanza fortalecida la celebración.
Tras la proclamación de la Palabra, la homilía de nuestro Obispo ha recordado, en primer término a Pedro y Pablo como «columnas de la fe sobre la que está basada nuestra Iglesia». Dos apóstoles con personalidades muy distintas, ha remarcado D. Casimiro, «pero Unidos por el Señor para ser sus testigos en el mundo».
La peregrinación se está viviendo desde el encuentro con el Señor, de la mano de María y desde ese encuentro, que está siendo de carácter personal y también comunitario, D.Casimiro ha exhortado a los peregrinos » a seguir las huellas de Pedro y Pablo para, desde nuestra debilidad y fragilidad, dejarnos amar por Dios para que se avive nuestra fé y nuestra confianza en el Señor para que nos alienten nuestro caminar para ser testigos de esperanza allí donde estemos».
En alusión al Evangelio que se ha proclamado, el Obispo ha interpelado a los peregrinos invitándolos a responder la misma pregunta que relata San Mateo: » y vosotros, ¿Quién decís que soy yo?» para responderla cada uno, desde el corazón y responderla desde la fe y poniendo a Jesús en el centro.
La celebración de hoy tenía para los peregrinos, especialmente para los enfermos, un significado. Mayor si cabe pues en el transcurso de la misma se ha administrado la Unción de Enfermos.
En estos meses de verano, muchos podrán disfrutar de vacaciones. Unos lo harán en la playa o en la montaña; otros visitarán otros pueblos y culturas; y otros muchos se quedarán en casa o regresarán a nuestros pueblos. No olvidemos a quienes no podrán tener vacaciones por razones económicas o laborales o porque están enfermos.
En vacaciones se dispone de mucho tiempo. Se puede simplemente dejar pasar el tiempo, o, por el contrario, aprovecharlo de forma enriquecedora. En estos días se busca ante todo descansar, que no es lo mismo que no hacer nada. Las vacaciones son un tiempo privilegiado para favorecer el descanso físico y psíquico; ofrecen mucho tiempo para la lectura, para la reflexión, para la convivencia y para el encuentro con nosotros mismos, con la familia, con los amigos, con otras culturas, con la naturaleza y con Dios.
Los días de vacaciones son una oportunidad para encontrarse consigo mismo. Las ocupaciones y las prisas a lo largo del año dejan poco espacio para el silencio y para la reflexión. No sólo necesitamos el descanso físico; también nuestro espíritu pide una renovación permanente. No puede haber verdadero descanso sin cuidar el espíritu, sin cuidar nuestro interior.
No hay duda que el vacío interior atenaza hoy a muchas personas. La sociedad moderna dispone de tal cantidad de medios de publicidad, que pueden cautivar y esclavizar a las personas. Con frecuencia, muchos quedan absorbidos por proyectos y expectativas, que no surgen de sí mismos ni elevan a una vida más humana, noble y digna. El estilo de vida que se propone aparta de lo esencial, e impide descubrir y cultivar lo que somos y podemos llegar a ser; no nos deja llegar a ser nosotros mismos, bloquea el desarrollo libre y pleno de nuestro ser desde la verdad, el bien y la belleza del ser humano.
El hombre contemporáneo parece cada vez más indiferente a ‘lo importante’ de la vida, a las grandes cuestiones de la existencia. Poco a poco se va convirtiendo en un ser superficial e individualista, cerrado en sí mismo y movido por la moda y el sentimiento del momento. Lo que se lleva es disfrutar de la vida y sacarle el máximo jugo. Es bueno –así se dice- lo que me gusta y apetece, y malo lo que no me gusta. Los grandes objetivos y los ideales mayores pertenecerían al pasado. Lo importante sería tener, pasárselo bien y vivir el momento presente.
Surge así un ser humano perfectamente adaptado a los patrones de vida impuestos desde fuera, pero incapaz de enfrentarse a su propia existencia desde dentro, desde su raíz, desde su libertad responsable: un ‘hombre pasivo’ que participa dócilmente en un plan de vida que le trazan otros; un individuo productor, consumidor, espectador televisivo y esclavo de las redes sociales, que sobrevive sin saber lo que es vivir desde la raíz. La vida se va vaciando de su verdadero contenido. El individuo se queda sin horizonte, sin metas, sin referencias, sin vida interior, sin Dios y sin más allá. Las personas tienen cada vez más fachada exterior y menos consistencia interior. Los valores humanos y el bien común son sustituidos por los intereses de cada cual. Pero este tipo de ser humano se siente insatisfecho en su interior y víctima de su propio vacío. Es un ser sin rumbo, que corre el riesgo de caer en el tedio y perder hasta el gusto mismo de vivir; surge la amargura, el aislamiento y la falta de esperanza.
Las vacaciones ofrecen una oportunidad preciosa para mirar a nuestro interior. Es un tiempo propicio para la reflexión y la búsqueda de respuestas a los grandes interrogantes de nuestra existencia: ¿quién soy, de dónde vengo, por qué existo y para qué estoy en esta vida? Para ello hemos de propiciar los momentos de silencio exterior e interior, y buscar momentos para la reflexión y la oración. Es ahí donde uno se encuentra consigo mismo y se llega a percibir la voz de Dios, capaz de orientar nuestra vida. La oración nos centra en el ‘recuerdo de Dios’ como dicen los maestros del espíritu. Nuestro corazón está inquieto y no puede descansar hasta que descubre a Dios y descansa en Él. Todos buscamos la felicidad. Pero esta no se puede conseguir si no se va a la fuente de donde mana, que no es otra sino Dios mismo. Dios es Amor, nos ama y nos invita a dejarnos amar por Él para siempre.
¿Por qué no dedicar en vacaciones algún tiempo para reflexionar sobre los grandes interrogantes de la existencia, sobre nuestro rumbo en la vida, sobre nuestra vida interior, sobre nuestra relación con Dios y con los demás?
Con la esperanza de quien se deja acoger, guiar y acompañar, peregrinos y hospitalarios de la Diócesis de Segorbe-Castellón participaron anoche en la procesión de las antorchas.
Unidos en la fe, dejándose abrazar, guiar y acompañar, cada uno de los enfermos y hospitalarios, entregaron a María, Madre de Dios, sus intenciones personales en el rezo del Santo Rosario.
La jornada de hoy comenzará a las 8.30 de la mañana con la celebración de la Eucaristía donde se impartirá la unción de enfermos.
La peregrinación de la Hospitalidad Diocesana de Lourdes se ha preparado a nivel pastoral como un encuentro comunitario bajo el prisma del lema basado en el mensaje de la Virgen a Bernadita: «Vaya a decir a los sacerdotes que se venga aquí en peregrinación».
De esta forma, desde que anoche los peregrinos llegaran al Santuario de Nuestra Señora del Lourdes, además de las diferentes celebraciones que están programadas, se han incluido varios gestos con el objetivo de recorrer juntos un camino pastoral para hacer propio este mensaje, profundizar en él y ponerlo en práctica.
A nivel catequético tiene un profundo valor pues juntos, en peregrinación, la Hospitalidad Diocesana de Lourdes, cumple a la llamada que en su día hizo a Santa Bernardita.
El gesto de la Roca
Esta mañana, tras la Eucaristía en la gruta que ha presidido el Obispo de Segorbe-Castellón y previo al paso por la misma, los peregrinos se han dirigido al otro lado del río, y frente a la Virgen, muy próximos al mismo lugar donde Bernardita recibió el mensaje ha realizado el gesto de la Roca cuyo objetivo ha sido preparar los corazones para que la visita a la gruta, lo fuera también como una peregrinación al interior de cada corazón.
El Evangelio de Mateo (16, 13-19) ha servido como punto de referencia para la meditación que ha invitado a los participantes a pasar por la gruta como Iglesia Diocesana. Se han persignado ante el manantial, han tocado la roca y, abriendo el corazón a la Virgen, le han confiado sus intenciones.
El Gesto de la Luz
Esta tarde, tras la celebración de la Penitencial y el Sacramento de la Reconciliación se ha celebrado el gesto de la Luz. En el lucernario frente a la gruta, Mons. Casimiro López Llorente, Padre y Pastor ha encendido una vela por las intenciones del pueblo de Dios de Segorbe-Castellón. De esta forma nos ha hecho partícipes de la misma experiencia de Bernardita, quien llevó una vela en 15 de las 18 apariciones de la Virgen.
La vela es una expresión concreta de la fe de cada peregrino y, al colocarla, entre otras muchas, se sabe miembro de pleno derecho de la Iglesia, estando llamado a ser misionero de la gracia del Santuario.
El programa de la peregrinación de la Hospitalidad Diocesana de Lourdes ha incluido esta tarde, en la Capilla de Santa Bernardita, la celebración de una penitencial en la que ha participado la totalidad de peregrinos, tanto enfermos como hospitalarios.
Misericordia Señor, hemos pecado
Así reza el Salmo que se ha pronunciado tras la Liturgia de la Palabra (2 Cor, 5, 17-21). Previamente, el Obispo de Segorbe-Castellón ha introducido a los penitentes, reunidos en el Santuario y unidos en esta peregrinación «como Iglesia Diocesana que para el encuentro con el Señor de las Manos de María». Así se ha hecho patente la devoción del pueblo peregrino de Segorbe-Castellón, especialmente la de los enfermos que son acogidos por la Madre de Dios, invitándonos a todos a confiar.
D. Casimiro ha exhortado a «abrirse a la gracia de Dios» a partir de la lectura del Evangelio teniendo muy presente, ha dicho el Obispo, «las palabras que la Virgen María dijo a Bernardita: penitencia, penitencia, penitencia» y siguiendo esa llamada maternal, los ha invitado a vivir la celebración.
Tras la proclamación de la Palabra, la homilía del Obispo se ha centrado en el amor de Dios. Por puro amor de Dios, ha dicho, «hemos renacido a la vida como hijas e hijos de Dios para que, caminando tras Jesús, y cumpliendo el mandamiento nuevo del amor, lleguemos a la perfección del amor, que es la santidad».
Como peregrinos frágiles de esta vida terrenal, ha matizado D. Casimiro, «esta tarde se nos ofrece la posibilidad de reconciliarnos con Él y a abrazar nuestro corazón para que acojamos su amor misericordioso». El Obispo de Segorbe-Castellón se ha referido a los momentos de dificultad que acontecen en nuestras vidas, bien por enfermedad o bien porque nos alejamos de Dios y dejamos de vivir esa relación filial con el Padre y «ofendemos a los demás con palabras, obras o pensamientos». Pero Él, ha remarcado D. Casimiro, «nunca nos abandona y nos espera con su amor misericordioso de Padre».
Y esa misma misericordia a la que hacía alusión D. Casimiro, es la que ha acogido el corazón de todos cuantos han participado del Sacramento de la reconciliación, que ha sido administrado por los sacerdotes diocesanos que desde ayer están participando también en la peregrinación diocesana de la Hospitalidad de Lourdes.
La celebración ha concluido con la acción de gracias «por el don del perdón recibido» y cantando las maravillas que el Señor hace en cada uno de nosotros con el rezo del Magníficat
La peregrinación diocesana a Lourdes ha arrancado esta mañana con la celebración de la Misa en la Gruta que ha estado presidida por Mons. Casimiro López Llorente y concelebrada por el Obispo de Ciudad Real, así como por una nutrida representación de sacerdotes de las dos Diócesis, y los de Mérida-Badajoz.
Tras la liturgia de la Palabra, D. Casimiro se ha dirigido en primer lugar a los enfermos, y no solo a los de nuestra Diócesis, sino a tantos otros que se han sumado a la celebración procedentes de diferentes puntos acogiendo la invitación de la Virgen a Bernardita para trasladar el mensaje a los sacerdotes y que se construyera una capilla y vinieran aquí en procesión. Así reza el lema de este año como ha señalado nuestro Obispo, «viniendo hasta aquí, a la gruta, como Iglesia, para sentir la presencia de Dios en nuestras vidas, de la mano de María».
La peregrinación, ha dicho nuestro Obispo, es venir al encuentro con María, para de su mano, encontrarnos con su Hijo, que es el camino, la verdad y la vida». Un encuentro personal, ha matizado D. Casimiro, «que transforma nuestra vida, y nos da aliento y esperanza». Ella, que es Madre, ha proseguido el Obispo, «es la intercersora hacia el encuentro sanador con el Señor, que nos anima a caminar y a no desfallecer».
El Obispo ha exhortado a «dejarnos encontrar por el Señor para que transforme nuestro corazón para no desfallecer en el desaliento, en la enfermedad o ante cualquier dificultad». De la mano de la Virgen, ha continuado D. Casimiro, «también revivimos nuestro Bautismo en el que fuimos purificados de nuestros pecados, pero sobre todo se nos dio la amistad, el amor, la comunión con Dios y con los hermanos».
Se ha referido también a otros momentos clave que se van a celebrar durante la peregrinación como el Sacramento de la Reconciliación «para recuperar el amor de Dios en nuestra vida». El Señor «es la roca firme» ha dicho D. Casimiro, sobre la que se puede construir nuestra vida, exhortando a los presentes a acoger también «la luz de Cristo que es también luz para el mundo».
El mejor y el mayor deseo de la Virgen para cada uno de nosotros «es que sintamos su compañía maternal que está llena de cariño y de misericordia, pero sobre todo, que de sus manos, vayamos a Él, a Cristo Jesús que es vida para el mundo, y allá donde nos encontremos seamos también testigos de la esperanza que no defrauda».
Para concluir ha invitado a «acoger a María en nuestro corazón y dejémonos acompañar, alentar y acariciar por ella, para de sus manos, llegar a su Hijo».
Tras la bendición, D. Casimiro ha presentado a la Virgen a los más pequeños.
Gesto de la Roca
Tras la Eucaristía, los peregrinos se han desplazado hasta el otro lado del río y frente a la gruta han vivido el «gesto de la roca» que, junto a otros gestos que se van a vivir en estos días de peregrinación conforman una propuesta de celebración con el objetivo de preparar los corazones para que la visita a la gruta sea una verdadera peregrinación interior y no solo una visita.
De esta forma, el «Gesto de la Roca» ha constado de dos partes: un tiempo de oración tras la Misa y que, a modo de catequesis, ha servido de preparación para la visita a la gruta que se ha celebrado a continuación. Ha estado dirigido por el Consiliario de la Hospitalidad, D. José Luis Valdés, que ha recordado como en este mismo lugar Bernardita aceptó la invitación de la Madre de Dios de acudir al mismo lugar durante quince días consecutivos.
Justo en la Gruta que han visitado después, se encuentra el manantial y la roca sobre la que se construyó la Basílica de la Inmaculada Concepción. Tras un momento de meditación y reflexión, enfermos y hospitalarios se han dirigido a la Gruta acompañados por nuestro Obispo que a los pies de la Virgen recibía una a uno dándoles su bendición.
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