El pasado martes 19 de marzo, el Cementerio de San José en Castellón acogió una jornada de oración en honor al santo patriarca y en sufragio por los difuntos. La celebración, promovida por el Apostolado Animarum Purgatori, reunió a una treintena de fieles que se unieron en oración por las almas del purgatorio.
La jornada comenzó a las 11:30 h con el rezo del Santo Rosario en la capilla del cementerio antiguo, donde los asistentes encendieron velas en memoria de sus seres queridos. A continuación, se celebró la Santa Misa en honor a San José, patrón de la buena muerte, durante la cual se rezaron las letanías en su honor.
Este apostolado, que lleva apenas un año en marcha, se dedica a rezar y ofrecer misas mensuales por los difuntos, especialmente por aquellos cuyos nombres son depositados en la canastilla de la capilla. Además, en esta ocasión se distribuyeron libros formativos sobre la vida de San José, enriqueciendo la experiencia espiritual de los participantes.
La comunidad valoró esta celebración como un momento de fe y unidad, fortaleciendo la tradición de encomendar a San José el descanso eterno de las almas.
«Túmulos, funerales y exequias en la Catedral de Segorbe en la festividad de los Difuntos. La tumba «en efigie» o en «simulacro» de la Reina María«
Pocos testimonios nos quedan de la intensa legislación y ritos referentes a las tradiciones funerarias en nuestros templos, cuya máxima expresión, a lo largo de los siglos, han sido los túmulos o catafalcos. Conmemoraciones que suponían una magnífica manifestación del arte efímero, donde se destacaba el respeto por el difunto y su gran trascendencia social. En este sentido, si en un lugar cobraba especial relevancia esta tradición era en el gran escenario arquitectónico de la Catedral, donde el monumento fúnebre alcanzaba toda su aparatosidad y magnificencia en su simbolismo del tránsito entre el cielo y la tierra, cual «officium defunctorum» ya plasmado escultóricamente, a finales del siglo XIV, en el remate escultórico de la tumba de los Vallterra en la capilla de El Salvador de la Seo.
En la Catedral, habitualmente, el lugar donde se elevaban los túmulos era delante de la capilla mayor, en el centro de la nave. En un principio, el túmulo, desde los Reyes Católicos a Felipe II -cuyo funeral en la Catedral de Segorbe fue especialmente nombrado y celebrado con un gran aparato escenográfico-, como simple armazón de madera cubierto por los ornamentos propios, estaba reservado o era privativo para las honras fúnebres de monarcas o de la familia real.
En este sentido, se conserva un ceremonial propio de la Seo transcrito como «Modo y forma que se ha de observar en las exequias de los Reyes y Príncipes Jurados de España», que venía a proponer como modelo las «Exequias de la Reyna Nuestra Señora Dª María Luisa de Borbón [esposa de Carlos II y Reina consorte entre 1679 y 1689] año 1689» [ACS, 530]. Un funeral cuyos gastos aparecen reflejados en las cuentas del libro de fábrica de la Seo de 1688-1689.
«En medio de la distancia, que ay de el coro a los bancos se levantó un tablado de 36 palmos cada lienzo, y de alto siete palmos, sobre este, otro de 16 palmos cada lienzo, y sobre este otro de 10 palmos, en el que havia por remate una tumba cubierta de terciopelo carmesi, que es el sitial de su Ylustrissima, y sobre el una almoada, y de los dos lados de ella salían dos leonzillos levantados, que sustentavan una imperial corona, que coronava todo el tumulo: estaban los lienzos de el entapizado en la forma siguiente. El tablado immediato a la tumba con los reposteros de la Yglesia, que fueron de el Señor Obispo Gavaldan, y el otro tablado immediato con los paños de las Amazonas, y el tercero de diferentes paños, que tiene la Yglesia. El ultimo lienzo immediato al suelo estaba vestido de bayetas negras, la escalera estava puesta a la parte que mira al altar mayor, y toda estava cubierta de bayetas, las luces estavan colocadas de esta forma: en cada uno de los angulos de los tres tablados mayores avía uno de los blandones grandes plateados, que tiene la yglesia para las fiestas de Juebes y en cada uno de ellos, que eran doce, avia una acha de cera blanca, sobre los pies de los blandones asentavan unas varas de madera teñidas de negro, que tomaban toda la longitud de el lienzo, y de dos en dos palmos salia de la misma vara un acherito de madera tambien dado de negro, en que estaban puestas las velas de cera amarilla, y de peso cada una de 4 libras al pie de la tumba avia a las esquinas de el tablado quatro blandoncillos menores, y se sacaron de la Sangre en las quales se pusieron valas blancas, y rodeado el tabladillo con otros blandoncillos de la Yglesia en numero de 20. En el altar mayor havia seis blandones de plata con velas amarillas, dos en el coro, y otros dos en los blandones de el pie del altar, que en todas se pusieron 172 velas.
Estaban tambien las paredes de el tumulo adornadas con las Armas Reales y calaveras con coronas, y estaban distribuidas en esta forma; en los lienzos mayores havia en cada uno cinco papeles interpolados; las pradas estavan las de el altar mayor, y pulpito con bayetas, las pertas de Santa Maria, y la principal enlutadas, y puestos papeles con las armas y calaveras».
No obstante, fue en el gobierno de Carlos II cuando una pragmática permitió la utilización de éstos para el recuerdo de particulares, estableciéndose limitaciones en la presencia de ciertas colgaduras y restringiendo, como mucho, a doce los hachones o velas presentes. No obstante, tras la Guerra de Sucesión, se llegó a tener por contradictoria la actitud de algunas familias aristocráticas, en su voluntad de emular a la monarquía en sus empresas de autoridad y patrimonio. En la Seo pronto se planteó su uso para los funerales de los prelados, canónigos o capellanes, como testimonian las actas capitulares del uno de marzo del año 1804, en las que se plasmaba las características que tenían que tener estos monumentos [ACS 599].
«Distincion y tumulo que tienen en el acto funeral los señores capitulares, y capellan de esta Santa Yglesia. […] El memorial que presentaron los beneficiados y capellanes de esta Santa Yglesia para el logro de alguna distincion sobre los legos en su acto funebre interin los cadaveres permanecer en la Santa Yglesia; manifestaron un papel que a la letra dice asi: memoria del tumulo que se hace cuando muere algun señor capitular. El primer cuerpo ha de tener ocho palmos de alto, diez y seis de largo, y diez y seis en cuadro; el segundo cuerpo ha de tener seis palmos de alto, y diez en quadro, de ancho, y sobre estos dos cuerpos se coloca el cadaver y si no se pone este se coloca la dumba de las almas que tiene cinco palmos. El que se ha de hacer para los oficios beneficiados y capellanes de esta Santa Yglesia puede tener y ha de tener quatro palmos de alto y doce en quadro».
Está bien documentada, en este sentido, la existencia de la «Hermandad de viáticos, entierro y funerales de la S. I. Catedral de Segorbe» que, a principios del siglo XX presentaba sus estatutos y el modo y orden en el que debían hacerse las exequias por sus difuntos, con aprobación capitular.
Sin embargo, en tiempos de Carlos III, siguiendo la política al respecto de su padre, se rebajaron paulatinamente las pretensiones barrocas de estos decorados y tramoyas, a la par que se fueron reduciendo los enterramientos en las iglesias y catedrales con la construcción de nuevos cementerios y con la aplicación de nuevos reglamentos al respecto. Un progresivo devenir que tendría como remate definitivo el Concilio Vaticano II, convocado en 1962 por San Juan XXIII; los cambios litúrgicos introducidos en la cuestión de exequias conllevarían la eliminación progresiva y paulatina de estas estructuras efímeras en funerales.
La tumba «en efigie o en simulacro» de la Reina
La reina María de Luna (¿?, 1356-Vila-real, 1406), Condesa de Luna, Reina de Aragón, Valencia, Mallorca y condesa de Barcelona y conocida por la historiografía como «La Grande», Hija de Lope de Luna, I conde de Luna, hombre de confianza del Ceremonioso, y de Brianda de Agout (Got), de un antiguo linaje provenzal, fue la primera esposa del rey de Aragón Martín I «El Humano» y una de las más destacadas y atractivas personalidades femeninas de los tiempos medievales en la Corona de Aragón. En un tiempo marcado por los propósitos de hombres poderosos, ella se valió del patronazgo, su reconocida piedad, su habilidad política y práctica gestión para desarrollar sus iniciativas y agrandar su influencia, complementando la figura de un rey ausente y enfrascado en otros asuntos.
En la línea de todo lo que vamos diciendo, son constantes las noticias de la celebración de los aniversarios de la Catedral por alma de la reina, muy querida en la ciudad de la que no era natural pero donde era Señora y en toda su diócesis. Tenemos noticias de unos primeros cobros por el gasto de las celebraciones por la Reina María en febrero de 1447 [ACS, 706], de unos bienes otorgados por el beneficiado Galcerán de Rada por legado dejado por la Reina (¿María de Luna?) y de noviembre de 1488, donde se cita la figura del conocido judío Luis de Santángelo [ACS, 1262] de la epopeya americana, tan cercano a la figura del patrimonio regio.
En el año 1547 se evoca la memoria de la Reina, en el Libro de Aniversarios y Doblas [ACS, 568], entre otras muchas tumbas de consideración en la Catedral como la del obispo Gilabert Martí, los Vallterra en la Capilla de El Salvador y la del canónigo obrero Lop Sánchez de Montalbán («que esta en mig dels banchs que es una pedra blava on esta esculpida la sua figura…»).
«E axi mateix lo dia de partir lo pa a pres que sia dita la missa de alba ordinaria cantada tanto a immediate sea de dir la missa cantada en lo altar maior y anima de la Reyna dona María (¿de Luna?) […] y a les absolucions que son uns respons sobre la tumba de la Reyna, lo qual se ha de dit immediate apres de haver acabada la missa gratis sobre la tumba».
El 3 de noviembre de 1597 se celebraba el aniversario por la reina María «según cada un año se acostumbra», gastando treinta y dos sueldos y medio en las vísperas, más un responso, el pan y gastos para «parar la tumba» [ACS, 59]. Mucho más tarde, en los ejercicios de 1672-1673, 1674-1675 y 1681-1682, se gastaban cuatro sueldos y tres dineros en las vísperas y aniversario de la Reina doña María, «de buena memoria» [ACS, 365).
Del año 1756 tenemos una referencia del día de la conmemoración de los Difuntos en la Seo de Segorbe, entre los que se encontraba la Misa y los responsos cantados a la Reina de Aragón María Anna y los suyos, sobre su tumba (o catafalco) [ACS, 198].
«La Serenissima Señora Doña María Anna Reyna de Aragon.
De tiempo inmemorial se ha celebrado en esta Santa Yglesia en el dia de la comemoracion de los difuntos un Aniversario general con vísperas el dia antes y despues de las vísperas solemnes de difuntos y antes de completas con Libras 9 de distribución a los Señores Prebendados, y Libras 6; a los Beneficiados y Capitulares y al otro día despues de Prima Missa cantada con distribucion de 3 Libras y 2 Libras y al fin de toda la funcion de aquel dia 2 responsos cantados todo para alma de la Serenissima Señora Doña María Anna Reyna de Aragon y los suyos. Y los dichos responsos se han de celebrar sobre la tumba que iluminada de 6 hachas se sitúa sobre la sepultura de dicha Serenissima Señora Reyna.
Y á mas de dichos suffragios se dan 6 barchillas de candeal para distribuir á los Señores Capitulares, 8 barchillas de trigo ordinario para repartir á los pobres que asisten a dicho Aniversario y todo el dicho trigo hecho pan. Mas 30 Libras para repartir á pobres vergonzantes, y se dan 4 Libras a los platos que antiguamente eran muchos, y se mandava se repartiessen, esto es: Libras 4 a cada uno de dichos platos con otros Libras 4 de pan. Y aora por no haver quedado mas que el plato de las Almas corriente parece deveran darse los 4 Libras á dicho plato de las Almas. Y aunque parece no debe dudarse estar // este Aniversario mandado ó en la fundacion del vinculo de este Ducado de Segorbe ó en el testamento de dicha Serenissima Señora Doña María Anna Reyna de Aragón pero hasta este año 1756 no se halla en esta Santa Yglesia titulo alguno solo se halla en una carta del Excelentísimo Señor Duque de Segorbe su fecha de 9 de noviembre 1683 y otra del Excelentísimo Señor Don Luis Fernandez de Cordova su fecha en 27 de setiembre 1756 en que se manda se pague dicho Aniversario despues de haberse puesto varios reparos paran dichas cartas en este mes y número 217.
Aniversario día 2 de noviembre, por la serenissima Señora Doña María Anna Reyna de Aragon. Paga el Excelentísimo Señor Duque de Segorbe [en margen]».
Sabemos que la Catedral de Segorbe no albergó la tumba real de la reina María de Luna, citada como María Anna en la documentación del XVII, seguramente por una equivocación lógica producida por el paso del tiempo, la desaparición de sus contemporáneos que la amaron y respetaron y el escribir de referencias de sus sucesores en el Cabildo Catedral. Conocemos, por la documentación al respecto, que la Reina María de Luna murió en Vila-real a finales de 1406, llevando su cuerpo a Valencia para la celebración de unas exequias dignas de su rango, erigiéndose una sepultura provisional en el monasterio de San Vicente. Curiosamente, no será hasta finales de 1407 cuando su cuerpo será llevado al Panteón Real del Monasterio de Poblet, pasando por un recorrido prefijado, donde era recordada y honrada en muchas poblaciones del camino. A principios de 1408, con su cuerpo en manos de los cistercienses, ya se celebraban funerales de aniversario en su memoria en principales templos de la Corona.
Pese a todo ello, la documentación conservada humildemente aportada en este documento no tiene por qué indicar que en Segorbe estuviera la tumba auténtica ni el cuerpo, sino que, probablemente, se esté hablando en todo momento de una tumba «en efigie», es decir, un “simulacro”, un catafalco o sepulcro de madera pintado y ornamentado con textiles lujosos que recordaba la memoria de la monarca, con su nombre, enseñas y emblemas heráldicos, ante el cual se pudieran celebrar las Misas de aniversarios y responsos. Un caso que no era exclusivo ni único, habiendo testimonios similares en la Corona como, entre otros, el de la Infanta Joana de Foix, la Reina Blanca de Anjou, Brianda de Agout, Leonor de Portugal o Leonor de Sicilia en Calatayud, antes de ser sepultadas en su lugar de descanso definitivo.
«Item, que apprés la vida del senyor rey e de la reyna, seen tenides les dites duenyas menoretes de cantar por ánima de los ditos senyores cada setmana dos missas cantadas conventualment de Requiem, e después de la missa que fagan absolució solemnial sobra un túmulo de fust, con un panyo d’oro o de ceda cubierto; e si la uno será deffuncto, l’otro vivent, non serán /sean\ tenidas de dir sino una missa sollemnial por la manera damunt dita. (Les Menoretes de Calatiud, doc. 867)».
Muchas veces, la espera se debía a la necesidad de acabar la labra del sepulcro en piedra, aguardando el difunto en su destino último en el ataúd de madera, cubierto con paños negros y de alguna tela de oro, como en el caso del rey Martín I. también cabe recordar que, en tiempos bajomedievales, estos traslados de grandes distancias conllevaban un viaje largo y difícil, que no podía realizarse sin el tratamiento previo o embalsamamiento del cadáver, a la espera de poder realizar las exequias definitivas con la pompa y el boato que requería la ocasión.
Por desgracia, esta joya del arte funerario que se conservaba en la Catedral de Segorbe desapareció en 1936. Sin duda una evidencia del recuerdo y respeto a todos los difuntos en la festividad fijada el 1 de noviembre por Gregorio III, fijando la consagración de Bonifacio IV del Panteón de Roma como templo dedicado a la Santísima Virgen y de todos los Mártires, siendo Gregorio IV que extendería esta festividad tan arraigada a toda la Iglesia Universal en el siglo IX. El recuerdo y veneración de todos nuestros difuntos para alcanzar la vida eterna se fue extendiendo durante toda la baja Edad Media. Unas costumbres progresivamente fijadas por los propios reyes en sus pragmáticas y por las diócesis y estamentos eclesiásticos.
Cada año, el uno de noviembre nuestra Iglesia celebra la festividad de Todos los Santos y el día dos la conmemoración de los Fieles Difuntos. En estos días todos recordamos a nuestros seres queridos. Los sentimientos que nos despiertan su recuerdo dependen de la forma en que hayamos vivido el duelo por su muerte.
Quien ha pasado o pasa por la pérdida de un ser querido, sabe que es una de las experiencias más duras de la vida. Con su muerte algo se nos rompe por dentro; la muerte siempre supone una ruptura con el consiguiente desgarro interior. El papa Francisco ha dicho que “el duelo por los difuntos puede llevar bastante tiempo. Todo el proceso está surcado por preguntas, sobre las causas de la muerte, sobre lo que se podría haber hecho, sobre lo que vive una persona en el momento previo a la muerte. Con un camino sincero y paciente de oración y de liberación interior, vuelve la paz”.
A veces, sin embargo, se intenta superar el dolor por la muerte de un ser querido dejando pasar el tiempo “que todo lo cura”, como se dice, sufriéndola en silencio y en soledad. Otras veces se intenta negar lo ocurrido, evitar los recuerdos o intentar vivir como si nada hubiera pasado. Y otras veces se piensa que no hay más salida que el lamento y el desahogo constante. Pero el sufrimiento se puede superar mediante un proceso de sanación, dando expresión y cauce sano a los sentimientos, aceptando la realidad de la muerte, abriéndose al futuro con esperanza y amando con un nuevo lenguaje de amor a la persona a quien echamos tanto en falta.
El dolor por la muerte de un ser querido produce una herida profunda, que afecta al corazón, a los sentimientos, a la mente y a veces también al cuerpo; una herida que afecta a las relaciones humanas y a los valores, a lo que se creía y esperaba. Y este sufrimiento puede afectar también a la fe, a la vida espiritual y a la relación con Dios.
El sufrimiento puede y pide ser sanado: en el corazón, en la mente, en las relaciones y con Dios. Es un proceso, en el que se necesita hablar, desahogarse, llorar y sacar la pena. Si la pena no sale, se pudre y pudre a los demás. Y es necesario además sanar las ideas insanas y aceptar la realidad aunque sea dolorosa. El duelo necesita una fe sana. Incluso como creyente no se sale del sufrimiento con ideas y vivencias equivocadas sobre Dios. En el proceso del duelo, la persona afectada necesita hablar y dejarse acompañar para sanar el corazón, la mente y los vínculos, para reforzar los valores, para crecer en una espiritualidad sana que lleve a mirar el futuro con esperanza fijando la mirada en el amor de Dios.
En el relato de los dos discípulos de Emaús (cfr. Lc 24,13-35), Jesús nos enseña a acompañar en el duelo. Los dos discípulos caminan entristecidos por la muerte de Jesús. Mientras iban de camino conversando sobre lo ocurrido en Jerusalén, Jesús resucitado se acercó y se puso a caminar con ellos; sabe que lo necesitan y los acompaña. Jesús toma la iniciativa, hace sentir su presencia y les escucha .Pero los dos discípulos, cegados por el dolor, no podían reconocerlo. Los problemas ahogan y no dejan ver. Jesús sabe callar y escuchar. Y “entonces Jesús les dijo”. Jesús llama fuertemente su atención y les habla. Del acompañamiento y la escucha, pasa al diálogo y la propuesta de “todo el designio de Dios”. El acompañamiento y la escucha han sido pasos previos para llegar a la propuesta de la novedad del Evangelio, hasta que reconocen al Resucitado en la “fracción del pan” en la posada.
El relato refleja la crisis de dos almas desconcertadas por la muerte de Jesús. Pone de manifiesto el itinerario humano y espiritual del duelo de esos dos hombres de fe, probados y desconcertados. Plasma las actitudes y los pasos dados por Jesús para iluminar y sanar su sufrimiento, y para transformarlo en crecimiento y en amor redimido y redentor.
Estas actitudes de Jesus son las que tiene que tener el acompañante cristiano en un proceso de duelo, teniendo claro que acompañar es escuchar, con paciencia y disponibilidad, hasta conducir al encuentro con el Resucitado, fuente de vida plena y de esperanza. Gracias a la resurrección de Jesús no se “pierde” a nadie, se lo gana para una vida plena y feliz donde los proyectos humanos son superados por la nueva existencia en Dios.
Acompañar en el duelo es un verdadero “signo de los tiempos en la Iglesia”. Hemos de prepararnos para saber acompañar en el duelo y hacerlo como Jesús lo hizo.
La imagen de la Virgen llegaba a primera hora de la mañana a las inmediaciones del Cementerio de San José, en Castellón. A las puertas la esperaba el Capellán, D. Samuel Torrijo y D. Vicent Sales, concejal de Agricultura que representa a Perot de Granyana, que la ha portado en brazos desde la entrada principal hasta la cruz central, acompañada, por el Presidente de la Real Cofradía del Lledó, algunas camareras de la Virgen, y en los cantos, por el coro Pentecosta, así como los fieles que se han sumado a la celebración.
En su intervención, D. Vicent Sales ha recordado que «la mareta» visita hoy «a nuestros antepasados, abuelos, padres y tantos otros familiares que tiempo atrás la veneraron, a quien se encomendaron y transmitieron la fe de generación en generación, así como el fervor y devoción que hoy nosotros sentimos por la Virgen».
A continuación se han rezado los Misterios Dolorosos del Santo Rosario por todos los difuntos y las almas del purgatorio. D. Samuel Torrijo ha recordado los hechos acontecidos en 1366, cuando Perot de Granyana, labrando la tierra halló una pequeña imagen a quien con posterioridad se le rendiría culto y se veneraría. Hoy, representando a Perot de Granyana, D. Vicent Sales, ha referido el Capellán «trae a este santo lugar la imagen de la Mare de Déu del Lledó para recordarnos que debajo de esta tierra y de este santo campo, descansan aquellas gentes, que con el trabajo y el sudor de cada jornada anhelan la vida eterna».
Así, en el marco de la celebración del Centenario de la Coronación de la Patrona de Castellón se ha recordado «a aquellos que vieron este acontecimiento» y más aún, ha dicho D. Samuel Torrijo, «lo plasmaron en sus mentes y en su corazón y vieron coronada a María».
Finalmente ha elevado oración pidiendo a la Virgen que otorgue» el descanso, la esperanza y la purificación a todos cuantos aquí descansan y la salvación para todos aquellos difuntos del olvido», así como aquellos otros que no pudieron conocerla bajo la advocación de Lledó por no haber sido todavía encontrada. La oración ha incluido la petición de salvación para las almas del purgatorio, así como para la concesión de esperanza y consuelo a todas las familias que, habiendo perdido a algún ser querido, aún siguen rotas por el duelo.
Para terminar, se ha procedido a la bendición de una imagen de la Virgen del Lledó, tallada en madera, que ha sido donada por un particular y que se ha ubicado en el Altar de la capilla del cementerio que con el trabajo y el sudor de cada jornada anhelan la vida eterna.
La Mare de Déu del Lledó ha sido trasladada a continuación a la Universidad CEU Cardenal Herrera que visita la institución académica coincidiendo con el 50º Aniversario de presencia en la ciudad de Castellón.
Durante la homilía de la Solemnidad de Todos los Santos en Castellón
El camposanto de Castellón ha acogido esta mañana la celebración eucarística de la solemnidad de Todos los Santos. Un día en el que la Iglesia honra a todos aquellos que, difuntos que, habiendo superado el purgatorio, se han santificado totalmente, han obtenido la visión beatífica y gozan de la vida eterna en la presencia de Dios. Los santos tampoco son sólo los que se encuentran en los altares de las iglesias, sino que es la multitud incontable de los bienaventurados, incluso anónimos la gran mayoría de ellos para nosotros, pero que desde el cielo interceden por nosotros que estamos todavía aquí en la tierra.
La ceremonia ha estado presidida por Mons. Casimiro López LLorente, Obispo de la Diócesis, que esta tarde también presidirá la celebración en Segorbe.
Junto a él han concelebrado, el Vicario de Pastoral, los arciprestes de Santa Maria y La Trinidad, el Capellán del cementerio y una representación de los sacerdotes de diferentes parroquias de Castellón, a quienes D. Casimiro ha agradecido su presencia. También ha asistido la alcaldesa de Castellón, Dª Begoña Carrasco, junto a miembros de la Corporación Municipal.
Tras los ritos iniciales y la proclamación de la Palabra de Dios, D. Casimiro ha recordado que la liturgia del día «nos invita para participar del gozo del que ya participen para siempre de tantos y tantos que siguiendo las huellas de Jesucristo participan ya de la gloria de la vida de Dios, del amor de Dios para siempre», en alusión a la muchedumbre inmensa, que nadie podía contar, de la que nos habla el libro del Apocalipsis, refiriéndose también a «la mayoría no conocidos». Todos, ha dicho el Obispo, «acogieron a Cristo Jesús como camino, como verdad de vida y creyendo en Él y dejándose encontrar por Él, lo confesaron con su vida o fueron mártires», pero también, «tantos otros que han sido testigos del amor de Dios manifestado en Cristo con su propia vida».
Encender el deseo de ser como ellos
El Obispo ha exhortado «a vivir como ellos para llegar a esa meta que perdura para siempre» recordando a san Bernardo quien aseguraba que contemplar a los santos enciende el deseo de ser como ellos.
Para hacerlo D. Casimiro nos ha animado a «acoger lo que Dios ha sembrado en nosotros; una vida eterna y feliz y para siempre que está implantada en cada uno de nosotros por nuestro bautismo, y que brota del misterio pascual, de la muerte y la resurreción del Señor, que es lo que Dios implantó y sembró en el bautismo».
En referencia a la Palabra proclamada, el Obispo nos ha recordado también que «somos hijos de Cristo Jesús, hijos adoptivos de Dios y estamos llamados a dejar que crezca en nosotros esa semilla para que así de frutos de santidad para siempre».
Es así, ha resaltado D. Casimiro, «no gracias a nuestras fuerzas, sino gracias a ese amor de Dios que nos impulsa, que nos ayuda, que nos llama a acoger el amor de Dios implantado en nosotros. Todos estamos llamados a la santidad y es posible porque es un don de Dios».
Todo pecado afecta a la santidad de la Iglesia
El Obispo ha puesto en valor el Evangelio de las Bienaventuranzas afirmando que Jesús nos muestra el camino: » Cristo Jesús es el primer bienaventurado fue pobre en el espíritu, que lloró, que fue misericordioso, que fue manso, que fue artífice de la paz, que fue misericordioso con tantos y tantos, que también sufrió por causa de la justicia, que fue perseguido hasta la cruz. Ese es el camino», ha destacado D. Casimiro.
Así ha exhortado a acoger la voluntad de Dios, «y pidamos perdón por nuestros pecados, porque todo pecado afecta a la santidad de la Iglesia: los pecados personales, los sociales, y los delitos también», en referencia , ha dicho, a algunos que están especialmente en la opinión pública de estos días, como son los abusos sexuales». En este sentido, el Obispo ha pedido perdón una vez más por estos delitos, y ha manifestado el dolor que causan a la Iglesia: «nos duelen las víctimas, hemos de acogerlas a ellos, a sus familias, hemos de acompañarlas para que se salen, para que también nuestra Iglesia se vea liberada», al tiempo que ha advertido de alejarnos del engaño de algunas cifras que se dan de forma interesada.
De esta forma, ha concluido, ha animado a los presentes a «acoger a Cristo Jesús, camino, verdad y vida. Acojamos su palabra. Dejémonos llevar por la fuerza del Espíritu, por este camino hacia la sanidad, hacia la prudencia de la vida, para compartir con tantos y tantos que nos han pedido del Señor esa gloria para siempre».
Un año más la Iglesia de Segorbe-Castellón celebrará la Solemnidad de Todos los Santos y el día de los Fieles Difuntos en oración por su eterno descanso.
El Obispo de la Diócesis presidirá las celebraciones en las dos sedes episcopales: Castellón y Segorbe, con la mirada puesta en recordar a tantos que han llegado a la meta del cielo y contemplan la gloria del Padre tras el camino hacia la santidad de su vida terrenal.
En este sentido, D.Casimiro remitió una carta a los sacerdotes para unirse a ambas celebraciones que tendrán lugar mañana miércoles, 1 de noviembre, a las 10.30 h de la mañana en el Cementerio San José de Castellón. A las 12.30h el Vicario de Pastoral D. Miguel Abril, también presidirá la Santa Misa en el cementerio nuevo.
En Segorbe, la celebración, presida por nuestro Obispo, comenzará con el rezo del Santo Rosario a las 16.00h y la posterior Eucaristía. Es un día de especial significado para el conjunto de fieles que acuden masivante al camposanto en recuerdo de quienes nos han precedido en la santidad y siguiendo a Cristo llegaron a la gloria para siempre.
El día 2 de noviembre es el día que la Iglesia Católica dedica a recordar a nuestros difuntos. Este año, desde el equipo de Pastoral del centro junto con el Padre David Oliver, carmelita y profesor de Carmelitas, y el Padre Goyo, párroco de la parroquia Virgen del Carmen, prepararon una celebración por los difuntos carmelitas abierta a toda la comunidad que forma el colegio.
A las seis y media de la tarde, se reunieron profesores, padres, madres y alumnos, feligreses habituales para celebrar una Eucaristía y recordar a aquellos que ya no están.
La celebración empezó con un pequeño gesto. Al entrar a la iglesia, los asistentes pudieron coger una vela y con un rotulador escribir en ella el nombre o los nombres de las personas que querían tener presente. Y, una vez encendidas las velas, estás se depositaron delante del altar.
En la homilía, el Padre David quiso centrarse en cuatro palabras por las que todo aquel que ha sufrido la pérdida de un familiar o ser querido ha pasado o llegará a pasar.
Estas fueron “dolor”, “tristeza”, “esperanza” y “acción de gracias”. Dolor, por la pérdida de aquella persona que tanto hemos querido. Tristeza, por sentirnos solos, abandonados. Pero también Esperanza; Esperanza de saber que hay una luz que no nos abandona, esa luz entre tinieblas es Jesús. Y por último “acción de gracias”; poder dar gracias por lo vivido y aprendido con esa persona que ya no está junto a nosotros.
Fue celebración emotiva para recordar a nuestros difuntos, orar por ellos y celebrar la vida en comunidad.
El día 2 de noviembre es el día que la Iglesia Católica dedica a recordar a nuestros difuntos. Este año, desde el equipo de Pastoral del centro junto con el Padre David Oliver, carmelita y profesor de Carmelitas, han preparado una celebración abierta a toda la comunidad que forma el colegio.
A las cinco de la tarde, se reunieron profesores, padres, madres y alumnos, así como miembros de la Tercera Orden del Carmen y feligreses habituales para celebrar una Eucaristía y recordar a aquellos que ya no están.
La celebración, oficiada por el Padre David, empezó con un pequeño gesto. Al entrar a la capilla, los asistentes pudieron coger una vela y con un rotulador escribir en ella el nombre o los nombres de las personas que querían tener presente. Y, una vez encendidas las velas, estás se depositaron delante del altar.
En la homilía, el Padre David quiso centrarse en cuatro palabras por las que todo aquel que ha sufrido la pérdida de un familiar o ser querido ha pasado o llegará a pasar.
Estas han sido “dolor”, “tristeza”, “esperanza” y “acción de gracias”. Dolor, por la pérdida de aquella persona que tanto hemos querido. Tristeza, por sentirnos solos, abandonados. Pero también Esperanza; Esperanza de saber que hay una luz que no nos abandona, esa luz entre tinieblas es Jesús. Y por último “acción de gracias”; poder dar gracias por lo vivido y aprendido con esa persona que ya no está junto a nosotros.
Ha sido una celebración emotiva en la que la capilla se ha quedado pequeña. Una celebración para recordar a nuestros difuntos, orar por ellos y celebrar la vida en comunidad.
Nuestro Obispo, D. Casimiro, nos informaba en su carta del 31 de octubre del pasado año de que «la penitenciaría apostólica ha dado un decreto para favorecer la oración por los difuntos, en las circunstancias actuales del Covid-19, y para poder ganar las indulgencias plenarias para los fieles fallecidos durante todo el mes de noviembre».
También este año, la Penitenciaría Apostólica ha establecido mediante Decreto que, en las circunstancias actuales debidas a la pandemia de «covid-19», las indulgencias plenarias para los fieles fallecidos se prorrogarán durante todo el mes de noviembre.
El texto afirma que la decisión se ha tomado tras haber escuchado “las diversas súplicas recibidas recientemente de varios Sagrados Pastores de la Iglesia, debido al estado de la pandemia continúa”.
La Penitenciaria Apostólica, por tanto, “confirma y extiende para todo el mes de noviembre de 2021 todos los beneficios espirituales ya concedidos el 22 de octubre de 2020”, a través de un decreto similar con el que, también a causa del Cvid-19, se prorrogaron las indulgencias plenarias para los fieles difuntos para todo el mes de noviembre de 2020.
Durante 9 días recorreremos un camino acompañando a quienes han perdido un ser querido, gracias a una Novena que ha organizado D. Daniel Castro, responsable de la Pastoral del Duelo de la Diócesis, «para que puedan elaborar sanamente el duelo y recibir la paz interior que os dará Jesús Resucitado».
Desde hoy, 25 de octubre al 2 de noviembre, Día de los Fieles Difuntos; «aunque puede realizarse en cualquier fecha cuando el duelo por un ser querido así lo requiera». Para ello es importante entender nuestro dolor, pues «en el camino del duelo vamos a reflexionar como lo estamos transitando, siguiendo la pedagogía de Jesús Resucitado iremos confrontando el sufrimiento para poder asumirlo, sanarlo, amando en verdad y libertad». Se trata de un proceso que «lleva su tiempo, entonces durante estos nueve días iremos reflexionando y percibiendo si hay algo en nuestro duelo que no esta bien, algo que podamos mejorar, actitudes que podamos cambiar para ir sanando las heridas, porque mas importante que el tiempo que estemos en duelo, es que hacemos con ese tiempo».
Esta Novena está disponible en la aplicación Hozana. Al descargarla en nuestro dispositivo móvil (está disponible tanto en App Store como en Google Play) tendremos acceso a un Itinerario en el que cada día recibirásun texto para meditar, un audio para escuchar y una oración para hacer.
Itinerario
Día 1: Discípulos en duelo
Día 2: Como entender lo sucedido
Día 3: Caminando con Jesús
Día 4: Jesús nos escucha
Día 5: La sana confrontación
Día 6: Sufrimiento
Día 7: Purificar el amor
Día 8: Duelo personal, pero no solo
Día 9: El final del duelo
Oración de la Novena: Oración en el duelo
Padre y Dios nuestro. te bendecimos, te alabamos, te damos gracias: -Porque en Cristo brilla la esperanza de nuestra feliz resurrección. -Porque Cristo aceptó la muerte para librarnos del morir eterno. -Porque Cristo es la vida de los hombres y la resurrección de los muertos. -Porque Cristo entregó su vida para que todos tuviéramos vida eterna. -Porque la vida de los creyentes no termina, se transforma; y al deshacerse nuestra morada terrenal, adquirimos una mansión eterna en el cielo. Amén.
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