Entrevista a David Rubio, tras regresar de misión en Ucrania
3.200 kilómetros separan la ciudad de Zhytomyr (Ucrania) con Castellón. Allí, la familia Rubio Millán fue enviada a misión por la Iglesia, ahora hace doce años, primero en la Diócesis de Odessa, y desde el pasado año al norte del país. Se acostaron el jueves 24 de febrero tras una jornada en la que todo transcurrió con normalidad, y se despertaron la madrugada del viernes 25 tras estallar dos bombas muy cerca de su hogar.
La entrevista se realizó en El Espejo de COPE CASTELLÓN, el espacio informativo de la actualidad de la Diócesis de Segorbe-Castellón.
David, lo primero de todo, ¿cómo os encontráis emocionalmente?
Estamos agradecidos a Dios por encontrarnos ya en Castellón y haber podido salir del país, agradecidos también por la acogida de la parroquia, de nuestra comunidad, del párroco, pero es verdad que nos dejamos el corazón en Ucrania, y tenemos una sensación de desgarro y pena de haber dejado allí muchas cosas y muchos años de trabajo y de misión.
¿Cómo ha sido recorrer esos 3.200km que separan Zhytomyr de Castellón? Suponemos que los primeros 1000 kilómetros fueron los más difíciles….
Así es. La madrugada del jueves 24 al viernes 25 de febrero escuchamos caer dos bombas en nuestra ciudad. Nos despertaron las bombas. El día anterior los niños habían ido al colegio, yo había estado en el proyecto de construcción que estábamos haciendo allí…, había sido un día normal, y de madrugada nos despertaron las bombas. Nos levantamos, recogimos lo que pudimos y salimos corriendo, porque también habían llamado algunos hermanos de Kiev que habían caído bombas allí, y entendimos que había empezado la invasión. Salimos corriendo con los coches y fue muy difícil, porque uno de los dos coches solo tenía gasolina para hacer 100km y todas las gasolineras estaban colapsadas… Cuando se acabó el gasoil nos paramos en la gasolinera a esperar… Gracias a Dios, porque los ucranianos son muy buena gente, y al vernos con niños nos dejaron pasar y pudimos llenar el depósito. Así, directamente hicimos los 1000km hasta la frontera, sin parar a dormir, porque sabíamos que cuanto más tiempo nos retuviéramos más tapón habría en la frontera… Cuando llegamos las colas ya colapsaban las fronteras… y también nuestros hijos nos abrieron el camino porque los militares abrían el paso a las familias con niños menores de un año, y en tres/cuatro horas pudimos cruzar la frontera gracias a Dios, porque sabemos de otros hermanos que han estado más de dos días haciendo cola… Es verdad que fueron los 1000 km más difíciles, con mucha tensión, una rueda pinchada…en fin mucho lío.
Tras 12 años de misión en Ucrania, primero en la Diócesis de Odessa y desde 2021 en Zhytomyr… ¿qué habéis dejado allí?
Ciertamente hemos dejado muchos hermanos… mi esposa y yo éramos catequistas de tres comunidades, así que hemos dejado muchos catecúmenos, muchas personas a las que ayudábamos en la fe… muchos hermanos con los que hemos estado durante 12 años juntos, muchos proyectos como la construcción de una casa de convivencias … hemos dejado muchísimas cosas porque hemos dejado 12 años de nuestra vida… y lo peor es que lo hemos dejado de golpe… porque nuestra vida era continuar allí… nuestros hijos han dejado amigos de la infancia, de la escuela…
¿En qué ha consistido la misión que os encomendó la Iglesia? ¿Por qué Ucrania?
Nosotros pertenecemos al Camino Neocatecumenal, a la 4ª Comunidad de Santo Tomas de Villanueva de Castellón, que es el lugar donde tuvimos un encuentro con Dios, y en agradecimiento nos ofrecimos a la Iglesia para ir en misión a cualquier parte del mundo, pero en una convivencia que organizan los responsables del Camino Neocatecumenal (Kiko, el Padre Mario y todavía Carmen), nos invitaron y por sorteo nos tocó Ucrania. Al preguntarnos si estábamos dispuestos, pues en Ucrania había esta necesidad, dijimos que sí. La misión abarcaba muchísimas cosas…, en primer lugar hacer presente a Jesucristo resucitado con nuestra vida, porque una persona cree que Cristo ha resucitado y que le quiere cuando se encuentra con otro cristiano, es mostrar cómo vive una familia cristiana, abierta a la vida…, evangelizando… Nosotros salíamos a la plazas anunciando Kerygma, la Buena Noticia, que Dios ama a esta gente… pero sobre todo en el día a día, formando una comunidad de familias, como los primeros cristianos, anunciando que Jesucristo ha resucitado. Además teníamos otros proyectos, como la construcción para una casa de convivencias, la pastoral de la post confirmación de los chicos, con 38 jóvenes, catequizando en las parroquias…
¿Hay tiempo para la esperanza? ¿piensas que podréis volver?
Los cristianos no pierden la esperanza porque nuestra esperanza está puesta en Dios y estamos llamados a la vida eterna … esa es nuestra esperanza. No te puedo decir si vamos a volver, el cristiano vive el hoy, porque el futuro nadie lo sabe, lo que sí puedo decir es que el Señor me invita a vivir en la historia, hoy… y hoy debemos empezar aquí… matricular a los niños, buscar un trabajo… nos gustaría mucho volver, pero tenemos que ver si es voluntad de Dios o no… De momento la voluntad de Dios es que estemos aquí.
Compartió su experiencia en la Parroquia de Santa Joaquina Vedruna
Ana María Soria es hermana Carmelita Vedruna y ha participado en una charla organizada por la parroquia de Santa Joaquina Vedruna en este mes de octubre que la Iglesia dedica a las misiones. Con el objetivo de animar a participar en la jornada del DOMUND que se celebró el pasado domingo, Ana María explicó ante los feligreses su experiencia como misionera en la Amazonía peruana, concretamente en la Ribera del río Ucayali donde hay más de 200 poblados.
Su última misión, en el poblado de San Juan, ha desarrollado, junto con los nativos varios proyectos de agricultura, enfermería y corte y confección. Durante la charla en la que compartió su experiencia se pudieron ver imágenes de su estancia en esta misión a través de las cuales los presentes pudieron comprobar, según afirma el párroco de Santa Joaquina Vedruna, Juan Crisóstomo «la humildad de la Iglesia donde se reunían como una gran familia, los nuevos y acogedores hogares hechos con mucho esfuerzo pero con ilusión, las telas y prendas cosidas por ellos mismos para cubrirse durante los periodos de mayor frío o incluso la sencilla pero emotiva merienda con la que celebraban la Navidad».
Gracias a sus palabras, asegura Juan Crisóstomo, «aprendimos que l@s misioner@s no sólo tienen que llevar la Palabra de Jesús allá donde van, sino que también la tienen que expresar con sus obras y acciones, y de una manera especial, con los pobres».
Cada penúltimo domingo del mes de octubre celebramos con toda la Iglesia católica el Domingo Mundial de las Misiones, el Domund. Cada año, este día constituye una ocasión privilegiada para recordar, orar y ayudar con nuestra generosa aportación económica a todos los misioneros en los ‘países de misión’.
Pero esta Jornada nos ayuda a todos los cristianos a tomar conciencia de que el Señor nos llama a todos a ser sus discípulos misioneros, en todas partes, allá donde nos encontremos, también entre nosotros. Como Iglesia hemos sido convocados por Jesús para ser enviados a la misión; esta es nuestra razón de ser, nuestra dicha y nuestro gozo. Al despedirse de sus Apóstoles, Jesús les dijo: “Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación” (Mc 16,15). Estas palabras de Jesús, este envío y este mandato, valen para todos los bautizados de todos los tiempos. “La misión atañe a todos los cristianos” (Juan Pablo II, Redemptoris Missio, n. 2).
Los discípulos de Jesús “no podemos menos de contar lo que hemos visto y oído” (Hech 4,20). Así respondieron Pedro y Juan ante el Sanedrín que les prohibió bajo amenazas predicar y enseñar en el nombre de Jesús. Es la respuesta de todo bautizado que quiere ser verdadero cristiano; es decir, discípulo misionero del Señor. Para sentir este ardor misionero, para salir a la misión y contar lo que hemos visto y oído, primero hay que experimentar el amor de Dios por toda la humanidad en el encuentro personal con Jesús, encarnado, muerto y resucitado. Es la experiencia que hicieron los primeros discípulos al ver a Jesús curar a los enfermos, dar de comer a los hambrientos, perdonar a los pecadores, invitar a las bienaventuranzas, enseñar de una manera nueva y con autoridad, entregar su vida hasta la muerte para el perdón de los pecados y resucitar para que todo el que crea en Él tenga vida eterna. Esta experiencia transforma el corazón de los discípulos, provoca su asombro y genera en ellos un ardor y una alegría expansiva y gratuita que nada ni nadie puede contener.
Andrés, después del encuentro con Jesús y haber pasado con Él toda la tarde junto con Juan, al salir se encuentra con su hermano Pedro y le dice lo que ha visto y oído: “Hemos encontrado al Mesías”, le dice; y lo llevo a Jesús (Jn 1,41). Quien hace la experiencia del encuentro con Jesús, el Mesías, quien en Jesus, la misericordia encarnada de Dios, se siente amado por Dios, no puede retenerlo para sí solo; se siente impulsado a contar lo que ha visto y oído, se siente llamado a llevar a otros al encuentro con Jesús y anunciarlo de palabra y por el testimonio de vida. Como Pedro y Juan, el discípulo misionero no se arredra ante la dificultad o la prohibición de anunciar a Cristo y de mostrar con su formar de ser y de actuar el amor de Dios a todos, en especial a los más pobres, enfermos y necesitados.
Nuestra Iglesia diocesana y cuantos la formamos nos estamos preparando para celebrar el Año Jubilar diocesano, que tiene como objetivo: crecer en comunión para salir juntos a la misión. Si acogemos de corazón este año de gracia de Dios, este Jubileo nos ayudará a ponernos con nuevo ardor y esperanza al servicio de la Evangelización. Recordar con gratitud en este día del Domund el testimonio de vida de los misioneros nos ayudan a renovar nuestro compromiso bautismal de ser apóstoles generosos y alegres del Evangelio. Recordemos especialmente a quienes fueron capaces de ponerse en camino, dejar su tierra y sus hogares para que el Evangelio pueda alcanzar a tantas personas sedientas de bendición. Renovemos nuestro recuerdo agradecido, nuestra oración sincera y nuestro compromiso solidario con tantos misioneros y misioneras, que, siguiendo la llamada del Señor, lo han dejado todo y entregan su existencia para que la Buena Nueva resuene en todos los continentes.
Son muchas y, en algunos casos, extremas las carencias y necesidades materiales de los misioneros en el cumplimiento de su tarea evangelizadora y promotora del desarrollo de las personas, en especial de los más pobres. Seamos generosos en la colecta del Domund. La pandemia del Covd-19 ha agravado la situación de pobreza y de marginación de los países más pobres. Hagamos un mayor esfuerzo en nuestra colaboración económica.
El Señor nos llama a anunciar y testimoniar el Evangelio; Él nos llama a compartir nuestros bienes y a hacerlo de modo especial con los más necesitados desfavorecidos.
Con la memoria litúrgica de Santa Teresa de Lisieux, proclamada por el Papa Pío XI Patrona de las Misiones junto con San Francisco Javier, hoy se inaugura el mes de octubre, el Mes Misionero, en el que celebraremos el Domingo Mundial de las Misiones (DOMUND), el domingo 24. El tema que ha escogido el Papa Francisco está tomado de los Hechos de los Apóstoles: «No podemos dejar de hablar de lo que hemos visto y oído» (Hch. 4,20).
La Diócesis de Segorbe-Castellón lo hizo ayer por la tarde-noche con la celebración de la “Vigilia con Santa Teresita” en la parroquia de San Cristóbal de Castellón, organizada junto a la Delegación diocesana para las Misiones y la Cooperación de las Iglesias. Estuvo presidida por el Delegado, D. Salvador Prades, y por el párroco, D. Recaredo Salvador.
Tras la exposición del Santísimo se proclamó el Evangelio de San Marcos: «Id al mundo entero y proclamad el Evangelio”. Después se leyeron varios fragmentos de cartas que la santa escribió a dos misioneros, concretamente al P. Roulland, en China, y al P. Bellière, en Argel, mostrando como ella también era misionera por la oración, el sufrimiento y las pequeñas obras de amor.
D. Salvador dio su testimonio misionero, explicando su experiencia en Safané (Burkina Faso), y mostrando el compromiso de los misioneros. Tras ello se visualizó el video del DOMUND de este año.
Para finalizar, se invitó al compromiso misionero a través de pequeñas acciones que podemos realizar todos. Ello se hizo a través de la reflexión en tres campos: en nuestro entorno y en nuestra vida diaria, en las Redes Sociales, y en la compra y consumo de cosas.
Vigilia de Oración «Pétalos de Rosas«
Por otra parte, mañana a las 18 h. habrá otra celebración, en esta ocasión será en la capilla del Carmen de Benicàssim, que acogerá la Vigilia de Oración «Pétalos de Rosas». Está organizada por la Comunidad de las Bienaventurazas, y su objetivo es confiar a Santa Teresita las intenciones de quienes participan en ella.
Tiene 31 años y pertenece a la Parroquia de San Bartolomé y San Jaimede Nules
Es la segunda de siete hermanos y vive su fe en el Camino Neocatecumenal desde hace 19 años. La inquietud por la misión evangelizadora y llevar a los demás el testimonio de Jesús vivo y resucitado le llegó a partir del sufrimiento, «tras una etapa de conflicto interior», según afirma ella misma, en la que sintió «la necesidad de acompañar en el sufrimiento a quienes se sienten solos por no conocer el amor de Jesús». Buscando respuestas a esta inquietud, hizo un voluntariado en Calcuta junto a las Hermanas de la Caridad, y allí, asegura, «se me concedió como gracia, compartir el amor que yo he recibido de Dios».
Llegó la pandemia y el confinamiento que María vivió como «tiempo de gracia que me sirvió para escrutar la palabra de Dios». Dedicó el confinamiento a vivir en total plenitud la Eucaristía (online) y a incrementar el tiempo dedicado a la oración lo que contribuyó a su discernimiento sintiendo una «llamada muy fuerte a dedicar mi vida a la misión evangelizadora». Tras un periodo de tres meses en Mombassa (Kenia) donde se entregó a las necesidades de la Iglesia y del Señor colaborando con una comunidad de esta ciudad, ocupada principalmente, por los musulmanes Mijikenda y la población swahili, puso en conocimiento de su párroco, Manuel Agorreta, la voluntad de servir a la Iglesia, al Señor y a su comunidad, en misión.
El pasado sábado, en el transcurso de la celebración Eucarística, presidida por nuestro Obispo, se oficializó el envío a misión de María Planelles, que va destinada a dos parroquias de Arusha (Tanzania). Durante la homilía, D. Casimiro, puso en valor «el Sí de María» desde su pertenencia a la comunidad y a la Iglesia que es a quien representa en esta misión que, tal como afirma María «no es fácil» por el fuerte arraigo de los nativos a la «tribu», cuya cultura y tradición es tan fuerte, que influye en su camino de fe en Dios. María se encuentra ultimando la documentación necesaria para, en una semana, desplazarse a su destino y cumplir con la voluntad del Señor, «allí donde Él me necesita».
Hoy hace justo un año que entrevistamos a la familia Rubio Millán, una familia de nuestra Diócesis que está en misión en Ucrania desde hace 10 años. Ahora hemos vuelto a hablar con ellos para que nos cuenten como están y como han vivido este año de misión allí.
Son el castellonense David Rubio (36 años) y la vallera María Millán (34 años), de la parroquia de Santo Tomás de Villanueva, Castellón, en la que desde hace 23 años forman parte de la 4ª comunidad del Camino Neocatecumenal, “donde estamos siendo formados en un itinerario de formación cristiana”, explican, y donde “hemos descubierto a Jesucristo y el amor de Dios, viviendo la fe en comunidad”. Eso es “lo que nos ha hecho partir, abandonar todo e ir a anunciar este amor”.
David y María tienen ocho hijos: Israel (14), Josué (13), David (10), Juan (9), Pablo (7), Francisco Javier (5), que es el único nacido en la misión, en Odesa, María (3) y Cecilia (1). Además, están de enhorabuena, pues están esperando a su novena hija, “que se llama Gloria, y que está previsto que nazca en dos semanas”.
Explican que estaban “dispuestos a ir a cualquier parte del mundo”, y en el año 2010 la Iglesia les envió y les dio como destino Ucrania. Allí fueron enviados en el 2011 por el Papa Benedicto XVI, y posteriormente por el Papa Francisco. Desde entonces, 9 años, han estado en la diócesis de Odesa-Simferópol, aunque este año han cambiado de diócesis, concretamente a la de Kiev-Zhytómyr.
La última vez que hablamos, hace justo un año, nos contabais que habían fallecido 1500 personas por coronavirus en Ucrania. ¿Cómo está actualmente el país?
Ha habido un cambio, porque ahora los datos dicen que hay más de 2 millones de contagios, y cerca de los 50.000 fallecidos. También hay que tener en cuenta que Ucrania no está dentro de la Unión Europea, y a diferencia de otros países europeos tienen dificultades en la contabilización de los contagios y en la gestión de la vacunación.
Realmente, los contagios y las muertes se han empezado a contabilizar bien más tarde, y seguramente hay mucha gente que ha muerto de Covid sin saberlo, en sus casas, sobre todo gente mayor, sabemos de algún caso. Y es que Ucrania tiene un sistema sanitario más precario y la sanidad cuesta dinero. A diferencia de España, por ejemplo, allí no se ha comenzado a vacunar en masa.
La Diócesis de Kiev, donde estamos nosotros, ha estado en zona roja en dos ocasiones en este año, lo que ha supuesto el cierre de los comercios, las clases para los mayores han sido online, los colegios han estado cerrados, con el uso obligatorio de la mascarilla… Y esta ha sido un poco nuestra realidad en este curso. Gracias a Dios no han cerrado las iglesias, puesto que la ley permitía la asistencia de una persona cada 5 m2, por lo que las iglesias grandes no han tenido problema, pero sí que se ha acudido un número menor de fieles a la parroquia por temor.
Rusia y Ucrania están en guerra desde el año 2014, ¿cómo vivís este hecho?, ¿os afecta?
Ahora la situación no es la que era en el año 2014. La guerra está muy localizada en la zona del Dombás, donde están las ciudades de Donetsk y Lugansk, que hacen frontera con Rusia. Ahí sí que hay conflicto, que en estos momentos está controlado gracias a la intervención de países como Francia y Alemania. De momento es un conflicto con cese al fuego, y es una guerra más política que otra cosa.
Al final, detrás de todas las guerras están los intereses económicos, y para Ucrania este conflicto supone una crisis económica, no puede prosperar y no puede entrar en la Unión Europea, como quieren los ucranianos.
En nuestro día a día no nos afecta para nada. El país sí que está preparándose por si tuviera que entrar en combate, hay una tensión política y ves muchos tanques por la calle, pero la realidad es que en el día a día no nos afecta. Gracias a Dios no es la misma situación que en el año 2014.
En la última entrevista nos hablasteis de vuestra misión allí, ¿sigue siendo la misma?, ¿ha habido cambios?
Sí que ha habido cambios. Este año hemos cambiado de diócesis. Hemos estado en la diócesis de Odesa-Simferópol durante 9 años, y este año hemos pasado a la de Kiev-Zhytómyr, donde hay una aceptación mucho mayor a los católicos.
Nuestra misión consiste en anunciar a Jesucristo resucitado. Somos parte de la missio ad gentes, una comunidad formada por varias familias, que en este caso son dos ucranianas, una polaca, otra española, de Valencia, tres chicas, y nosotros, que somos los responsables junto a un sacerdote y un seminarista. Formamos una comunidad cristiana y vivimos allí como lo hacían las primeras comunidades cristianas, encontrándonos para celebrar la Palabra, la Eucaristía y anunciar que Cristo ha resucitado. Este año, en la medida que hemos podido, hemos salido a la calle a anunciar que Cristo ha resucitado, y que ama a los ucranianos, un pueblo que ha sufrido mucho en su ser, en su alma, a causa del comunismo.
Otra parte de nuestra misión consiste en apoyar a la parroquia, que es la catedral, como catequistas, en la formación de comunidades cristianas. Durante este año hemos hecho catequesis y ha nacido una nueva comunidad cristiana. Ha sido un regalo de Dios poder participar de esta catequización. También nos hemos dedicado a acompañar a los jóvenes de la parroquia, realizando convivencias con ellos.
Y otra parte de la misión ha sido participar de un proyecto que se está realizando en la ciudad en la que vivimos ahora, Zhytomir, con la construcción de una casa en la que poder celebrar convivencias a nivel nacional, y en la que aquellas personas que vayan puedan sentirse amadas y queridas, encontrándose con Cristo, con el amor de Dios. Cuando esté terminada podrán alojarse hasta 500 personas, pero ahora mismo ya hay una parte que está habitada por seminaristas en formación, y también por chicos que tienen problemas de adicciones (drogas, pornografía, juego…).
Allí siempre hay un presbítero y un matrimonio en misión, y nosotros, que también participamos, ayudándoles a que tengan una estructura desde la oración, con las Laudes por la mañana, desde la celebración de la Eucaristía, y después trabajan en aquellas cosas en las que pueden ayudar, acabando el día con las Vísperas. Todo este ritmo de oración y de trabajo, y de mantener un contacto diario con seminaristas y con las familias en misión, les ayuda muchísimo. En este curso hemos visto milagros con chicos que tenían problemas muy serios, y en los que ahora ha habido un cambio, recuperando la dignidad de ser hijos de Dios.
¿Cómo viven vuestros hijos la misión?
D- Cada uno la vive de una forma. Nuestros hijos más mayores son más conscientes de lo que es la misión y son más participativos. Ellos la viven de una forma en la que, al igual que el matrimonio, se sienten llamados. Viven la misión con mucha fe, creyéndose de verdad los motivos por los que estamos allí, y forman parte de ella en el mismo grado que los padres, porque el carisma es `familia en misión´, no padres en misión o hijos en misión. También la viven con sufrimiento, por la adolescencia, por la persecución de este mundo, en el que ser cristiano es muy difícil, y tienen sus combates, pero saben y tienen grabado a fuego que son parte de esta misión. Por otra parte, es una maravilla ver a los niños más pequeños, que han crecido en misión y forman parte de ella. Ellos ya saben que nosotros estamos llamados a la misión y a anunciar a Jesucristo.
M- Mi opinión como madre es que viven la misión con alegría. Hay momentos difíciles, pero están contentos cuando están en la misión. Les ayuda muchísimo el contacto con la Palabra de Dios, el poder formar parte de su comunidad, el poder formar parte de un prevocacional en el que se escruta la Palabra, en el que celebran la Eucaristía, en el que tienen contacto con otros jóvenes que también se preguntan por su vocación. Los pequeños lo asocian todo con Dios y con su providencia, y todo esto es gracias a la misión. A veces hay gente que nos pregunta por los sufrimientos de los hijos en la misión, como si fuese algo que a ellos les coarte la libertad, o les haga vivir de una forma más precaria que otros niños, cuando ellos lo viven al revés, como una riqueza, en obediencia a sus padres, con alegría y sin rebeldía.
¿Cuáles son los pilares de vuestra convivencia familiar?
La oración, sin lugar a dudas. Nosotros dos rezamos juntos todos los días, las Laudes, a primera hora de la mañana, y esto es un pilar fundamental en el que nos apoyamos. Sin esta oración no podríamos ni siquiera estar juntos como matrimonio cristiano, ni estar en misión. Con ella lo que hacemos es poner a Dios lo primero cada día, y decir que `yo no soy Dios´, que `hay Otro que es Dios, que es el que me ama y que provee´.
Otro pilar es la sinceridad, el hablar el uno con el otro y contarnos nuestros sufrimientos, apoyándonos y pidiéndonos perdón cada vez que discutimos. Otro pilar es la mesa. En ella comemos juntos todos los días, con nuestros hijos, y la bendecimos antes de comer. Este momento es muy importante, porque es ahí donde hablamos con los niños y les preguntamos como están, y ellos nos cuentas como ha ido el día, los problemas que han tenido en el colegio…, y muchos días, cuando el Señor me lo inspira sacamos la Biblia y leemos alguna lectura durante la comida, y les explicamos la Palabra. Todo esto nos lo ha transmitido nuestra madre la Iglesia a través del Camino Neocatecumenal.
Creo que para que una familia pueda manifestarse cristiana tiene que habitar Cristo en ella. Para que Cristo pueda habitar en la familia primero tiene que habitar en sus miembros, de tal forma que alguien que no es creyente, viendo a una familia cristiana pueda ver a Cristo.
Mi experiencia es que Cristo puede habitar en mí si yo no me separo de la Iglesia, si voy de su mano y vivo en comunión con ella, si voy de la mano de mis catequistas, si obedezco al Obispo, en la apertura a la vida, en tener los hijos que Dios quiera, en no vivir egoístamente el acto conyugal, en la forma de vestirse, en la forma de educar a los hijos, en la relación con las redes sociales…, Ahí el mundo puede ver que existe Cristo, cuando lo primero que se pone en la familia es a Él.
La transmisión de la fe a los hijos es un reto para todos, ¿cómo lo hacéis vosotros?
D- Es verdad que es un reto, pero es fundamental para la Iglesia, porque su futuro son los hijos, y si a ellos no les transmitimos la fe el futuro de la Iglesia está en riesgo. ¿Cómo lo hacemos nosotros?, como nos ha enseñado la Iglesia a través del Camino Neocatecumenal. A través de la oración, rezando con ellos las Laudes todos los domingos. Eso ha sido muy importante en mi vida, porque es como mis padres me transmitieron a mí la fe desde pequeño, y así es como ahora María y yo se la transmitimos a nuestros hijos. Todos los domingos nos reunimos alrededor de la mesa y rezamos todos juntos, y después elegimos un personaje de la Biblia o un evangelio y lo leemos, y les damos una catequesis haciéndoles ver que en la Sagrada Escritura está su vida y la sabiduría de Dios, la riqueza del cristianismo, y les preguntamos cómo les ayuda esta palabra que les damos en su vida. Es una celebración preciosa, en la que los niños participan cantando, leyendo, nos cuentan como están, los sufrimientos que tienen, le piden aquello que necesitan al Señor, nos damos la paz, también los padres nos pedimos perdón delante de ellos, les hablamos de nuestra historia y de los milagros que ha hecho Dios en nuestra vida. Vivimos el domingo de una forma distinta. Es el día del Señor, el día que nos ha dado para descansar y para transmitir la fe a los niños, poniéndole a Él lo primero y haciendo una comida especial.
M- También los hijos ven como el domingo es el día del descanso, no de la pereza y de no hacer nada, sino al contrario. Nos levantamos temprano, nos vestimos de una forma elegante para ponernos de cara a Dios en la oración de las Laudes, y lo hacemos todo en familia. La transmisión de la fe no solo son momentos concretos como estos, sino que es algo diario, que tiene mucho que ver con el modo en el que vivimos nosotros, con el ejemplo que les damos a nuestros hijos. Creemos que una forma de transmitirles la fe es que vean que vamos a la celebración de la Palabra, a la Eucaristía, a las convivencias, poniendo siempre a Dios lo primero en nuestra vida. Eso es lo que ven y reciben, aun con precariedad y debilidad, pero poniéndole a Él lo primero todos los días. También es muy importante que ellos puedan conocer nuestra historia, porque en la historia se manifiesta Cristo resucitado, y en cada acontecimiento de muerte Él ha sacado vida.
D- Los hijos son muy inteligentes. Los padres les podemos contar, nos podemos saber muy bien la Biblia de memoria, podemos contarles la vida de los santos…, pero si ellos no ven en nosotros una coherencia y una sinceridad de lo que decimos con lo que hacemos, la fe no se transmite. Pero si ellos ven una concordancia entre lo que decimos y nuestra forma de vivir, la fe se pasa, se transmite.
Cerrado el ejercicio económico, Obras Misionales Pontificias (OMP) ha presentado la ‘Memoria de actividades 2020’, que informa sobre lo realizado por la institución en España, en un año marcado por la pandemia COVID 19 y que ha transformado las formas de promover el espíritu misionero. Gracias a la generosidad de los españoles, OMP pudo enviar en 2020, 13.677.596€ para el sostenimiento de las 1.116 diócesis consideradas territorios de misión.
El director nacional de OMP, P. José Mª Calderón, ha querido destacar que “el 45% de la población vive en territorios de misión, además, un 44% del trabajo de la Iglesia está situado en esos territorios”. Asimismo, ha comentado “el compromiso creciente de la formación de los jóvenes que realizan labores de misión en cortos periodos de tiempo”. El padre Calderón ha subrayado que “OMP no es una ONG, es una parte de la Iglesia, y gracias a lo que se recauda, se mantiene a las Iglesias diocesanas que hay en el mundo”.
También se ha referido a la campaña de emergencia iniciada por el Papa Francisco con motivo del COVID-19, y a la transformación digital de OMP para seguir prestando servicios de formación misional e impulsar a las nuevas tecnologías. “Lanzamos una serie de iniciativas para que durante el tiempo de pandemia la gente pudiera a través de la web, mantener la actividad de formación misionera. También estamos presentes en televisión a través de un programa de televisión semanal que se llama `Tú eres misión´, y por último hemos fomentado el tema de las newsletter y las redes sociales».
Posteriormente, el presidente de OMP internacional, monseñor Giampietro Dal Toso, ha expresado su reconocimiento a la labor de OMP en el año de pandemia. “Quiero agradecer el gran aporte de España a los fondos de la Santa Sede a pesar de la pandemia que nos ha afectado mucho. Doy un agradecimiento particular a los católicos de España, recalcando su larga tradición misionera”. Monseñor Dal Toso ha mencionado que la Iglesia es misionera por naturaleza, y las OMP son un instrumento muy concreto que tiene los católicos para expresar su fe misionera. Ya sea mediante la participación, la ofrenda o el aporte económico. Desde Roma nos recuerdan que la misión es algo que toca la vida de todo cristiano a pesar de la situación y del país en el que se viva, y en la que todos pueden participar como símbolo de corresponsabilidad.
La labor misional en datos
Gracias a la generosidad de los españoles, OMP pudo enviar en 2020, 13.677.596€ para el sostenimiento de las 1.116 diócesis consideradas territorios de misión.
Pero la aportación más importante son los 10.629 misioneros españoles registrados, con 7.180 en activo. Las mujeres suponen la mayoría de misioneros con un porcentaje del 54%, y el 68,03% colaboran en América. En el perfil de los misioneros activos destacan obispos, sacerdotes y religiosos, aunque también hay laicos. En cuanto al país con más misioneros españoles, sigue siendo Perú con 673.
El trabajo de misión en el año de pandemia
En un año marcado por el COVID 19, OMP ha intensificado sus esfuerzos por ayudar a las comunidades afectadas por el virus a través de su inclusión en el Fondo de Emergencia COVID 19, establecido por el Papa Francisco. A la aportación de 750.000$ del Santo Padre, se sumó OMP España por medio de la campaña #AhoraMásQueNunca, en la cual contribuyó con 452.140,10 euros. De igual forma, OMP ha puesto en marcha iniciativas para adaptar su labor a la crisis sanitaria. Tal es el caso de la distribución de mascarillas entre jóvenes e influencers, y la realización de una Carrera Solidaria Virtual con motivo del Domund para hacer visible el trabajo de los misioneros en tiempos de pandemia. En el cómputo global, OMP ayudó en el año 2020 a un total de 940 proyectos.
Hoy se ha clausurado la 17ª edición del Encuentro de Empleados y Voluntarios de Obras Misionales Pontificias (OMP), que en esta ocasión se ha celebrado online, centrándose en la reflexión sobre una de las cuatro Obras, la Pontificia Unión Misional. La secretaria de la Delegación Diocesana de Misiones, Lidón Rodrigo, ha participado en este encuentro anual, organizado por OMP y la Comisión de Misiones de la Conferencia Episcopal Española, en el que se ofrece un espacio de encuentro y formación para todos aquellos que trabajan en las delegaciones diocesanas y en la dirección nacional de OMP. Han podido participar un total de 127 inscritos en estas jornadas que comenzaron ayer, 25 de febrero.
Este año las Jornadas se han centrado en la Pontificia Unión Misionera (PUM), que es la Obra Pontificia más desconocida al no tener jornada propia, pero es la que ofrece formación misionera al pueblo de Dios y actúa de impulso de las otras tres Obras (Propagación de la Fe –Domund-, Infancia Misionera y San Pedro Apóstol –Vocaciones Nativas-). De hecho, el Papa Juan Pablo II le nombró como el “alma” de las OMP.
El encuentro comenzó con una oración y las palabras de bienvenida de monseñor Francisco Pérez, presidente de la Comisión Episcopal de Misiones y Cooperación entre las Iglesias, que agradeció la presencia virtual de todos los asistentes, a quienes les ofreció un cariñoso saludo de parte del Papa Francisco. Por su parte, José María Calderón, director nacional de OMP, agradeció el trabajo de todos en este año tan complicado, porque gracias al trabajo de todas las diócesis se ha podido sacar adelante las campañas e iniciativas misioneras de todo el año, desde que en marzo comenzó la pandemia.
Primera jornada
La conferencia inaugural corrió a cargo de Fernando García Rodríguez, sx, Superior General de los Misioneros Javerianos, con el título “Francisco y el espíritu de la PUM”. Hizo un repaso histórico de esta Obra, fundada por el beato Pablo Manna en 1916, y que nació para impulsar el espíritu misionero de los sacerdotes, porque “estaba convencido que sólo un clero misionero podía animar misionalmente todo el pueblo de Dios”.
Según mostró el javeriano, en la carta apostólica Graves et increscentes, el Papa Pablo VI establece los objetivos de esta Obra: formar e instruir a los sacerdotes en la tarea misionera de la Iglesia, sostener las vocaciones misioneras, promover la recogida de ayuda económica para los misioneros y la educación misionera del pueblo de Dios.
También puso el foco en el mensaje que el Papa Francisco dirigió a la Asamblea General de OMP el pasado mes de mayo, recordando que el protagonista de la misión es el Espíritu Santo, y que la misión nace de un corazón enamorado que se ha encontrado con Cristo. Según explicó Fernando García, el Papa también pidió volver a los orígenes y encontrar formas nuevas y creativas para desarrollar el carisma -fundado en el binomio oración-cooperación-, e insertarse más en las parroquias e iglesias locales.
Según subrayó el javeriano, uno de los puntos esenciales defendidos por el Papa es que la misión no se reduzca a la ayuda a los pobres exclusivamente. “Que nadie ni nada nos quite la alegría e urgencia de anunciar y testimoniar el amor de Dios manifestado en Jesucristo, a través de la acción del Espíritu Santo”, concluyó. Tras sus palabras tuvo lugar un debate, en el que se puso de manifiesto la importancia de la oración en un doble sentido: por un lado, como relación personal con Cristo, sin el que la misión no tiene sentido, y por otro lado como acompañamiento de los misioneros y de las comunidades jóvenes.
Segunda jornada
En la segunda jornada del Encuentro ha intervenido D. Pedro Andrés Miguel, Superior Provincial de los Misioneros Combonianos, que ha hablado del Servicio Conjunto de Animación Misionera (SCAM), el organismo misionero de la Iglesia española que agrupa a distintos institutos religiosos y laicos que trabajan unidos para impulsar el espíritu misionero, marcándose como objetivos ser signo de comunión, tender puentes entre las culturas y pueblos, promover la fraternidad universal desde el espíritu del Evangelio y difundir de todas las maneras posibles el espíritu misionero.
La conferencia de cierre ha sido sobre la “Realidad de la Comisión Episcopal para las Misiones y Cooperación entre las Iglesias”, que tiene entre sus tareas ayudar a las diócesis y a sus respectivos delegados diocesanos de misiones a la formación misionera de sus fieles y a la atención de sus misioneros.
También han dado a conocer la labor de la ONG `Misión América´, vinculada a la Comisión Episcopal, y promovida por iniciativa de los misioneros diocesanos españoles de la OCSHA (Obra de Cooperación Sacerdotal Hispanoamericana) para la ayuda y el desarrollo integral de las personas más desfavorecidas de los países de América Latina y África.
Y, por último, se ha informado sobre el Fondo para la Nueva Evangelización, una contribución de la Iglesia española para ayudar a las comunidades cristianas que sufren necesidad en otras partes del mundo. Procede de la asignación de la Conferencia Episcopal Española del Fondo Común Interdiocesano (aproximadamente un 0,5% de la campaña Xtantos). También contribuyen la práctica totalidad de las diócesis españolas, los monasterios e institutos de vida consagrada, otras instituciones eclesiales (como Caritas o la OCSHA) y los fieles cristianos. Entre todos, cada año, se logra distribuir algo más de dos millones de euros.
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