Con la alegría de celebrar una intensa jornada espiritual, fraterna y festiva en torno a la ermita de San Miquel, un numeroso grupo de peregrinos emprendieron camino desde la parroquia de Albocàsser hacia la antigua ermita, distante unos siete kilómetros del pueblo, cantando las letanías de los santos y animados por la bendición de Dios que recibieron del párroco previamente en la Iglesia parroquial.
Como cada mes de mayo, aprovechando el buen tiempo primaveral y de Pascua, el grupo de fieles devotos del arcángel, y después de la solemne Eucaristía con el canto de los gozos y la bendición de las «primas» -especie de tostadas saladas- fabricadas a mano por las mujeres del pueblo, se han interpretado cantos populares por diferentes agrupaciones folclóricas y la banda local, concluyendo la jornada con la comida fraterna, -una paella monumental-.
Esta cita anual sirve para favorecer la unión familiar, la devolución a san Miguel y conservar así una antigua tradición de la parroquia.
Este Domingo, las 7 horas de la mañana, en la Iglesia parroquial de Torreblanca, los ucranianos greco-católicos celebraron la Pascua de Resurrección, según el calendario Juliano, culminando así su Semana Santa.
En ambiente festivo, el Padre Sergiy Znak, responsable de esta comunidad, presidió los oficios litúrgicos contando con la participación de un grupo nutrido de fieles.
No faltaron las cestas con los tradicionales huevos de Pascua, bendecidos al final de la celebración en la plaza de la Iglesia.
Durante la cuaresma hemos peregrinado hacia la Pascua de Resurrección. La semana santa nos ha conducido al Triduo Pascual, en el que hemos celebrado la pasión, muerte y resurrección de Jesús. Las tres son inseparables. El Jesús que padeció y murió, ha resucitado y vive para siempre. Todo ha sucedido por el amor inmenso de Dios hacia nosotros y hacia nuestro mundo, para el perdón de nuestros pecados y por nuestra salvación eterna.
Cristo vive, porque ha resucitado, para que todo el que crea y viva en Él tenga vida eterna. Para muchos, sin embargo, la Pascua es algo del pasado sin significado ni trascendencia alguna para la vida presente y futura, personal, comunitaria o social. Muchos, por desgracia, se quedan en las procesiones de estos días o sólo llegan hasta la pasión y muerte de Jesús en el Viernes Santo, pero sin la resurrección de Jesús.
Pascua es el paso de Jesús por la muerte a la vida gloriosa. Sin resurrección, la pasión y la muerte, serían la expresión de un fracaso. Pero no: ¡Cristo ha resucitado¡ No se trata de una vuelta a esta vida para volver a morir, sino del paso a nueva forma de vida, gloriosa y eterna. Tampoco es una ‘historia piadosa’, fruto de la fantasía de unas mujeres crédulas o de la profunda frustración de sus discípulos. La resurrección de Jesús es un acontecimiento histórico y real, que sucede una vez y para siempre. El que murió bajo Poncio Pilato, éste y no otro, es el Señor resucitado de entre los muertos. Jesucristo vive ya glorioso y para siempre. Las mujeres y los mismos Apóstoles, desconcertados en un primer momento ante la tumba vacía, aceptan el hecho real de la resurrección; se encuentran con el Resucitado y comprenden el sentido de salvación de la resurrección a la luz de las Escrituras. En la mañana del primer día de la semana, cuando fueron a embalsamarlo, el cuerpo de Jesús, muerto y sepultado tres días antes, ya no estaba en la tumba; no porque hubiera sido robado, sino porque había resucitado.
Aquel Jesús, a quien habían seguido y visto morir en la Cruz, vive. En Él ha triunfado el Amor y la Vida de Dios sobre el pecado y sobre la muerte. Jesús, entregando su vida en obediencia al Padre por amor a los hombres, destruyó el pecado y la muerte. La resurrección es el signo de su victoria, es el día de nuestra redención. Cristo ha muerto y resucitado, y lo ha hecho por todos y cada uno de nosotros, por todos los hombres. El es la primicia y la plenitud de una humanidad reconciliada y renovada. En El todo adquiere sentido, horizonte y esperanza. Cristo ha entrado en la historia humana y ha cambiado su curso. La historia personal, la historia de la humanidad y la creación misma no están abocadas a un final fatal, a la nada o al caos.
La vida gloriosa del Señor resucitado es un inagotable tesoro, destinado a todos, y que todos estamos invitados a acoger con fe para compartir y proclamar desde ahora. La Pascua será realidad en nosotros si nos dejamos encontrar y transformar personalmente por el Resucitado, si nos dejamos llenar de su Vida, de su Gracia, de su Paz y de su Amor, que vienen de Dios y generan vida, paz y fraternidad entre los hombres.
El encuentro personal con el Resucitado llena de alegría y de belleza toda nuestra vida, nuestra relación con los demás y con toda la creación. La Pascua descubre que la existencia humana ha sido esencialmente transfigurada. Cristo ha vencido definitivamente el poder del maligno, del mal y de la muerte; presentes aún en la historia humana y en nuestro mundo, están vencidos en su raíz.
Cuando se descubre y acoge con fe el significado de la Resurrección, se canta, se celebra, se vive, se anuncia y se testimonia. Pascua nos llama a acoger, respetar y defender la creación y la vida, especialmente la vida humana desde su concepción hasta su muerte natural; nos llama a respetar, acoger y amar a toda persona también en sus diferencias, en sus fragilidades; nos llama a luchar contra el odio, la marginación, las guerras y los egoísmos de toda clase. Pascua nos llama a la reconciliación, al perdón y al amor. Pascua nos llama a ser promotores de la verdad, del bien y de la belleza y a ser constructores de la justicia, de la libertad y de la paz. Pascua nos llama al compromiso por una civilización del encuentro y a vivir con esperanza en la vida presente y en la vida eterna.
Acojamos con fe a Cristo resucitado en nuestra existencia; sólo así podremos resucitar también con Él a una nueva vida, ya ahora, y caminaremos hacia la meta: la vida gloriosa en cuerpo y alma junto al Resucitado.
La Cuaresma, recién comenzada, es un tiempo de gracia y de salvación, que nos conduce a las celebraciones pascuales. Este tiempo nos llama a renovar nuestra fe y vida cristiana, personal y comunitaria, a saciar nuestra sed con el “agua viva” de la esperanza y a recibir con el corazón abierto el amor de Dios que nos convierte en hermanos y hermanas en Cristo. En la noche de Pascua renovaremos las promesas de nuestro Bautismo, para renacer como hombres y mujeres nuevos, gracias a la obra del Espíritu Santo.
Dios es misericordia. En su Hijo Jesucristo, la misericordia encarnada, Dios nos espera siempre, sale a nuestro encuentro, se hace cercano a todos los hombres y nos reconcilia consigo, con nosotros mismos, con el prójimo y con toda la creación. En la persona de Cristo, Dios no deja de llamarnos e invitarnos a recuperar o intensificar la amistad con Él. Tan sólo tenemos que responder a sus invitaciones y abrirle nuestro corazón, para recuperar nuestra amistad con Dios, ser perdonados, reconciliados y sanados.
El ayuno, la oración y la limosna, tal como los presenta Jesús en su predicación (cf. Mt 6,1-18), son los santos medios que nos propone la Iglesia para intensificar la vida del espíritu en este tiempo cuaresmal y que nos preparan para el encuentro salvador con Dios; son las condiciones y la expresión de nuestra conversión. Ese triple ejercicio nos ayuda a que el paso de Dios por nuestras vidas en la cuaresma no sea en vano. Es verdad que sabemos que la Iglesia nos propone estos medios para la Cuaresma. Pero ¿los consideramos como algo trasnochado o, por el contrario, los acogemos cordialmente como medios necesarios para nuestra renovación espiritual? ¿Sabemos ir más allá de su mero cumplimiento?
La oración cristiana es estar y hablar con Dios. Como dice Sta. Teresa de Jesús, la oración es “tratar de amistad, estando muchas veces tratando a solas con quien sabemos nos ama”. Y ‘tratar de amistad’ y ‘tratar a solas’ implica buscar estar a solas con Aquél que “sabemos nos ama”. Quien está a solas y en silencio con Dios, se deja hablar e interpelar por Él. Dios nos habla de muchas maneras: a través de las personas, de los pobres, de los acontecimientos de cada día, pero sobre todo y de modo especial por su Palabra: por su Hijo, Jesús, que es la Palabra encarnada, y por su Palabra escrita, contenida en la Sagrada Escritura que nos llega en la tradición viva de la Iglesia. La oración personal es una práctica vital para nuestra vida espiritual; es como la respiración de nuestra alma. Si nos falta la oración, la muerte de nuestra alma está asegurada. Sería bueno proponernos para esta cuaresma momentos precisos de oración, a poder ser al comienzo de cada jornada, antes de cualquier otra acción, sirviéndose del Evangelio del día. Tonificados por la oración, el día y el trabajo, nuestras relaciones en la familia, en el trabajo o en el ocio serán distintas.
Junto a la oración, el Señor nos propone el ayuno durante todo el tiempo cuaresmal y no sólo en los días establecidos por Iglesia; a saber, el ayuno, el miércoles de ceniza y el Viernes santo, y la abstinencia de comer carne, todos los viernes de Cuaresma. Hemos de ayunar no sólo de alimentos materiales, sino también de todo aquello que dificulta nuestra apertura a Dios y al hermano necesitado, y engorda nuestro egoísmo; hemos de ayunar de todo aquello que favorece los vicios, las pasiones, las ataduras a las cosas y el egocentrismo. Hemos de ayunar, en definitiva, de todo aquello que mata nuestro amor a Dios y a los hermanos. Ayunar es autocontrol, negación de sí mismo, ascesis, renuncia a las cosas superfluas, incluso a lo necesario, para que su fruto redunde en ayuda a los más necesitados. En un mundo dominado por el consumo y el afán del dinero, que potencia el endurecimiento del corazón ante tanta pobreza y sufrimiento, necesitamos ayunar. Y hemos de hacerlo para ayudar a los necesitados. El ayuno de los ricos debe convertirse en alimento de los pobres y los pobres en alimento de los ricos.
Junto a la oración y al ayuno, el Señor nos propone el ejercicio de la limosna, que se expresa en gestos de amor hacia el hombre herido y en obras de caridad hacia los más necesitados de cerca o de lejos. Hemos de saber compartir nuestro dinero; pero también nuestro tiempo y nuestra preocupación activa por el bien del otro, necesitamos aligerar nuestras mochilas para recorrer con presteza el itinerario cuaresmal. Así llegaremos llenos de alegría a la meta de la Pascua.
El pasado 25 de abril, en la iglesia parroquial de San Bartolomé de Torreblanca, los sacerdotes D. Vasyl Boyko, Párroco de la Parroquia greco-católica de Valencia, y su vicario, daban inicio a la Semana Santa con la celebración del Domingo de Ramos, a la que asistieron los fieles ucranianos de este rito de la Iglesia Católica, residentes en la localidad.
Este sábado pasado D. Dmytro Kyiashko, vicario parroquial de Valencia presidió la Solemnidad de la Pascua de Resurrección. A ella acudieron no sólo fieles residentes en Torreblanca sino también venidos desde Castellón, Villareal, Almasora y de otros pueblos de la Diócesis.
D. Nuno Vieira, al inicio de la celebración, felicitó a los fieles por sus fiestas de Pascua y expresó el deseo de que en breve esta Comunidad Eclesial pueda contar con un sacerdote residente en la Diócesis para que la asistencia espiritual, catequética y sacramental sea más regular y así los fieles estén mejor atendidos. En Torreblanca, los greco-católicos se reúnem desde hace casi una década, cuando fueron paternalmente acogidos por D. Casimiro López Llorente, Obispo de la Diócesis de Segorbe-Castellón. La jurisdicción plena sobre estos fieles la ostenta el Cardenal Arzobispo de Madrid, Su Eminencia D. Carlos Osoro, Ordinario de los fieles de los ritos orientales, en España.
Igualmente, D. Nuno Vieira, agradeció el esfuerzo de ambos sacerdotes, quienes, a pesar de atender a numerosas comunidades esparcidas por la Archidiócesis de Valencia, asumieron desde hace más de dos años la atención de los fieles ucranianos nuestra Parroquia.
La celebración de la Pascua según el calendario juliano, el mismo que siguen las Iglesias Ortodoxas y las Antiguas Iglesias Orientales, posibilitó, un año más, la alegría de encontrarse con el Señor según el espíritu y la tradición de tierras alejadas, tierras desde donde llegaron a nosotros los flujos migratorios dándonos a conocer una realidad distinta de la nuestra pero que hace parte de nosotros. Es la misma Iglesia Católica que diseminada por el mundo pregona el don de la unidad y la belleza de la diversidad a imagen del Dios Uno-Trino.
A los greco-católicos residentes en nuestra Diócesis les felicitamos y con ellos proclamamos: Щасливого Великодня, Cristo ha Resucitado, aleluya!
Este IV Domingo de Pascua, domingo del “Buen Pastor”, celebramos la Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones y también por las Vocaciones nativas en los territorios de misión. Es un día para orar especialmente por las vocaciones al sacerdocio ordenado y a la vida consagrada. Jesús, el Buen Pastor, nos dice: “La mies es abundante, pero los trabajadores son pocos; rogad, pues, al Señor de la mies que mande trabajadores a su mies” (Mt 9, 36-38).
Jesús mismo nos sirve de ejemplo. Antes de llamar a sus apóstoles o de enviar a los setenta y dos discípulos, pasa la noche a solas, en oración y en la escucha de la voluntad del Padre (cf. Lc 6, 12). Como la vocación de los discípulos, también las vocaciones al ministerio sacerdotal y a la vida consagrada son primordialmente fruto de una insistente oración al ‘Señor de la mies’. Después de orar, Jesús, llama a algunos pescadores a orillas del lago de Galilea: “Venid conmigo y os haré pescadores de hombres” (Mt 4, 19). La llamada, que Jesús les hace, implica dejar sus planes y ocupaciones para seguirle, para vivir y caminar con Él. Jesús les enseña a entregar su vida a Dios y a los demás, para que la misericordia de Dios llegue a todos, en especial a los más pobres, a los excluidos, enfermos y pecadores; la llamada de Jesús pide sumergirse en la voluntad de Dios y dejarse guiar por ella. Jesús sigue llamando hoy para compartir su vida y su misión sirviendo a la Iglesia y a la sociedad en el sacerdocio y en la vida consagrada. Oremos para que su llamada se escuchada y acogida.
En su Mensaje para la Jornada en este año dedicado a San José, el papa Francisco se fija en San José como modelo de vocación para los sacerdotes y las personas consagradas. Lo resume en tres palabras: sueño, servicio y fidelidad. Tres palabras que valen también para la vocación de cualquier persona y de todo cristiano.
Todos, en efecto, estamos llamados al amor. Dios es amor y nos crea a su imagen; por esto la identidad más profunda de toda persona es la vocación al amor. Dios llama a cada uno a la vida por amor: para amar y ser amados en esta vida y llegar a la plenitud del amor de Dios en la eterna. Este es el deseo y ‘sueño’ de Dios para cada uno. Y este es también el deseo más profundo, el sueño de toda persona: ser amados y amar. No hay nada más triste en este mundo que no amar ni ser amados. Nuestra vida se realiza plenamente sólo si se vive en el amor entregado, buscando sólo el bien del otro.“La vida sólo se tiene si se da, sólo se posee verdaderamente si se entrega plenamente” (Francisco).
En el bautismo renacemos a la Vida misma de Dios para vivir como Jesús el amor a Dios y al prójimo. Esta vocación de todo cristiano toma formas diferentes según la llamada que cada uno recibe de Dios. Sea al sacerdocio para servir a otros y llevarles al encuentro con Cristo de modo que puedan vivir desde Cristo allá donde se encuentren; sea a la vida consagrada para entregarse enteramente a Cristo con corazón íntegro y ser un signo elocuente del amor de Dios para el mundo y de amar a Dios por encima de todo; o sea al matrimonio para vivir el amor conyugal siendo signo y lugar del amor entre Cristo y la Iglesia.
Toda llamada de Dios pide salir del propio yo para ponerse al servicio de los demás y vivir enteramente para los demás. Toda vocación verdadera nace del don de sí mismo. Toda vocación cristiana, y en particular la de quien sigue una vocación de especial dedicación al servicio del Evangelio, pide renunciar a uno mismo, salir de la comodidad del propio yo para centrar la vida en Jesucristo. Este ‘éxodo’ de uno mismo es el camino que Jesús vivió y espera de sus discípulos. Siguiendo a Cristo, ofreciendo la propia vida al servicio de Dios, de su reino y de los demás, encontrará vida en abundancia. Y la vivirá con fidelidad evangélica, perseverando con la gracia de Dios día a día en la adhesión a Dios y a sus planes.
En nuestro tiempo, la llamada del Señor puede quedar silenciada por una cultura centrada y cerrada en el yo, que dificulta la apertura al otro, a los demás y a Dios. Oremos al ‘Dueño de la mies’ para que nuestros jóvenes no tengan miedo a salir de sí mismos y acojan el ‘sueño’ de Dios para cada uno de ellos; para que tengan la valentía de decir “sí” al Señor, que siempre sorprende y nunca decepciona. Esto les llenará de alegría. Es la alegría que pido a Dios también para sacerdotes y personas consagradas que han ofrecido a Dios su vida para servir a los demás con una fidelidad siempre nueva.
El próximo viernes, día 23 de abril a las 19 h., la parroquia de San Vicente Ferrer de Castellón acogerá la celebración de una Vigilia de Oración para catequistas, que presidirá el Obispo, D. Casimiro.
Enmarcada en este Tiempo Pascual, está organizada por la Delegación de Catequesis, y consistirá en la Eucaristía, Adoración del Santísimo y rezo de Vísperas.
El Delegado diocesano, Carlos Asensi, anima “a reunirnos ese día para poner a Jesucristo en el centro de nuestro apostolado, acompañándonos espiritualmente los catequistas, una tarea que realiza el sacerdote en cada parroquia, pero también para ser Iglesia diocesana alrededor del Obispo”.
Además, esta Vigilia es importante “como signo de agradecimiento a esta tarea, que en medio de la pandemia ha sido complicada”, añade, pero “es el Señor quien nos convoca y nos anima a continuar en la misión”.
También, tal y como ha explicado, “quienes lo deseen pueden reunirse en sus parroquias, o unirse con la oración personal, a todos los demás catequistas y a nuestro Obispo, primer catequista de la Diócesis”.
El Obispo de la Diócesis, D. Casimiro López Llorente, ha presidido hoy la Santa Misa del Domingo de Pascua de la Resurrección del Señor, que se ha celebrado en la S.I. Catedral, en Segorbe, donde ha proclamado el amor de Dios y el triunfo de la vida sobre la muerte en Cristo, exhortando a ser testigos del Resucitado.
Secuencia
Ofrezcan los cristianos ofrendas de alabanza a gloria de la Víctima propicia de la Pascua. Cordero sin pecado que a las ovejas salva, a Dios y a los culpables unió con nueva alianza. Lucharon vida y muerte en singular batalla, y, muerto el que es la Vida, triunfante se levanta.«¿Qué has visto de camino, María, en la mañana?». «A mi Señor glorioso, la tumba abandonada, los ángeles testigos, sudarios y mortaja. ¡Resucitó de veras mi amor y mi esperanza!. Venid a Galilea, allí el Señor aguarda; allí veréis los suyos la gloria de la Pascua.» Primicia de los muertos, sabemos por tu gracia que estás resucitado; la muerte en ti no manda. Rey vencedor, apiádate de la miseria humana y da a tus fieles parte en tu victoria santa.
¡Cristo ha resucitado!
El Obispo ha comenzado la homilía proclamando la alegría de la resurrección de Jesús. “!Cristo, nuestra Pascua, ha resucitado! Aleluya, es la Pascua, el día en que actuó el Señor; sea nuestra alegría y nuestro gozo”, animando a “superar nuestro miedo e incertidumbre en estos tiempos de pandemia”, pues “Cristo ha Resucitado, y nos invita a confiar en Dios, porque es eterna su misericordia”.
Ante el Evangelio proclamado (Mc. 16, 1-7), D. Casimiro ha exhortado “a dejarnos guiar por la luz de la fe, y creer que Cristo ha resucitado, como lo hicieron aquellas mujeres y los Apóstoles”, pues la resurrección de Jesús no es fruto de la invención, de la credulidad o del fracaso de sus discípulos, “es la manifestación suprema del amor de Dios, es su respuesta a la entrega amorosa y obediente de su Hijo hasta la Cruz”, revelándose “el rostro de Dios, de su amor, de su bondad, de su poder y de su fidelidad, porque Él nunca abandona a quienes confían en Él”.
Los bautizados en Cristo
“Por nuestro Bautismo participamos ya del Misterio Pascual de la muerte y resurrección del Señor”, ha dicho, por él “renacimos un día a la nueva vida de los Hijos de Dios, fuimos lavados de todo vínculo de pecado, signo y causa de muerte y de alejamiento de Dios”, quedando “unidos a Cristo, y por ello debemos vivir las realidades de arriba, donde Cristo está sentado a la derecha del Padre”, porque como cristianos “somos ciudadanos del cielo”.
Testigos del Resucitado
Nuestro Obispo ha exhortado a ser testigos del Resucitado, lo que “pide vivir como Jesús vivió”, cuidando de los enfermos y de los necesitados, de los contagiados y de los sufren las consecuencias de la pandemia, de los que han perdido el sentido de su vida, de la familia y de la sociedad, y de la creación.
“No tengamos miedo, no nos avergoncemos de ser testigos de Cristo Resucitado”, nos dice el Obispo ante “los intentos de recluir la fe cristiana al ámbito de la conciencia, ni los insultos, ni las amenazas o los castigos de las autoridades, ni la increencia, la indiferencia o el desprecio ambiental hacia Cristo Jesús y hacia el cristianismo”.
La Pascua “es el triunfo de la vida sobre la muerte, del amor sobre el pecado, de la paz sobre el odio”, y Cristo “es luz para el mundo, simbolizado en el Cirio Pascual”, que “nos dice que nuestro destino no es la tumba, no es la nada, sino que estamos creados por amor, para la vida en el amor definitivo y pleno con Dios”.
“Demos testimonio de la Resurrección de Cristo”, ha recalcado, “promoviendo la dignidad de toda vida humana, también la de los enfermos incurables, que no incuidables, mostrémosles con todo nuestro cuidado que Dios los ama, que Dios quiere que vivan con la dignidad de hijos e hijas de Dios”.
A las 20.00h de esta tarde, en la Santa Iglesia Catedral, en Segorbe, el Obispo de la Diócesis ha presidido la Solemne conmemoración litúrgica de la Resurrección del Señor. Tras una noche en vela en honor del Señor, en esta antiquísima tradición se celebra la noche santa en la que el Señor resucitó, considerándose la madre de todas las santas liturgias.
La celebración ha comenzado con las luces del templo apagadas, mientras que la bendición del fuego, los ritos de preparación y el encendido del cirio pascual que representa la «Luz de Cristo» se ha realizado fuera del templo al que han accedido el Obispo y los Ministros por el pasillo central, proveyendo de luz a los feligreses que, sin moverse de sus bancos ya habían sido provistos previamente de sus cirios. Así, tras el inicio de la Vigilia o lucernario, se ha cantado el Pregón Pascual y tal como ha anunciado nuestro Obispo «hemos entrado en la Noche Santa de la Resurrección del Señor» y ha dado inicio, en silencio meditativo a la lectura de la Palabra de Dios.
Liturgia de la Palabra
La liturgia de la Palabra se ha celebrado con las lecturas del Libro del Génesis (1 y 2), y del Libro del Éxodo 14, intercaladas por el Salmo 103, precioso poema que se convierte en un verdadero himno a Dios, creador y conservador del universo y de todo lo que en él hay, todas las maravillas y esplendores de la creación, en su diversa y rica manifestación; así como el salmo 15 y el del Éxodo, dando paso a la Lectura de la carta del Apóstol San Pablo a los Romanos y a la Proclamación del santo Evangelio según San Mateo (28:1-10). Tanto el Antiguo como el Nuevo Testamento hablan de Cristo e iluminan la Historia de la Salvación y el sentido de los sacramentos pascuales produciéndose un diálogo entre Dios que habla a su Pueblo a través de las lecturas y el Pueblo que responde a través de los Salmos.
La homilía del Obispo se ha centrado en esta buena noticia, «antigua y siempre nueva» ha remarcado D. Casimiro, que resuena de nuevo en esta Vigilia Pascual: ¡Cristo vive. Ha resucitado!, «este es el centro de nuestra fe cristiana». En esta Noche Santa se cumplen las Escrituras proclamadas durante la liturgia como «manifestación del amor de Dios y de su voluntad salvífica universal» ha dicho el Obispo, recuperándose así todo el sentido de la creación pues el hombre, «creado por Dios a su imagen y semejanza, en comunión con Dios, con sus semejantes y la creación, está llamado a esa comunión en Cristo».
El mensaje de esta noche está cargado de esperanza pues, como ha resaltado D. Casimiro, «la muerte ha sido vencida, el pecado ha sido borrado, la humanidad ha quedado reconciliada». A través de la Resurrección de Jesucristo «todo está revestido de una nueva vida, y, en Cristo la humanidad es rescatada por Dios, y recobra la esperanza».
Renovación del Bautismo
En esta noche también renace el pueblo de Dios, la Iglesia, «con quien Dios ha sellado una alianza eterna y toda la tierra exulta y glorifica al Señor». En el transcurso de la Vigilia Pascual se renuevan las promesas del Bautismo, «renunciando a Satanás para creer firmemente en Dios y en sus planes de salvación». Y es modo nuevo de vida, ha dicho el Obispo, «no es temporal, sino inmortal y eterna, supone una vida en libertad de la esclavitud del pecado para ser libres y vivir en servicio constante del Dios vivo».
A través del bautismo, recibimos el don inicial de «ser cristianos y participar de la misma vida de Cristo», y esta noche a través de la renovación bautismal renovamos nuestra participación en la misma vida de Dios, creciendo y madurando a través del resto de sacramentos, de la oración y del compromiso de caridad en la Iglesia. En este sentido, el Obispo ha resaltado que vivir esta vida divina, supone «no vivir para sí mismo, porque egoísmo y Dios se excluyen; quien vive la vida divina vive para los demás ya que en los ellos descubre la presencia del Resucitado». Quien vive para Dios, ha enfatizado D. Casimiro, «transpira amor y perdón, alegría y paz, felicidad y esperanza; se convierte así en verdadero apóstol, testigo de la resurrección, despertando en cuantos encuentra a su paso el deseo de Dios».
Para terminar, ha invocado a María como testigo gozosa de la Resurrección para que «nos ayude a todos a caminar en una vida nueva» saliendo de ese hombre viejo que cada uno de nosotros hemos dejado crucificado con Cristo y «comportarnos como hombres nuevos que viven para Dios en Jesucristo». Tras la homilía D. Casimiro ha procedido de la bendición del agua bautismal dando paso al rito de la renovación del bautismo, la renuncia a Satanás y la profesión de la fe en el que han participado fervorosamente los feligreses segorbinos que han seguido la celebración de forma presencial.
En la celebración de esta tarde-noche la liturgia Eucaristíca cobra un especial sentido pues es la culminación de la noche Pascual pues Cristo, el Señor Resucitado, nos hace participar de su Cuerpo y de su Sangre, como memorial de su Pascua. La ceremonia ha concluido con la Bendición Papal con «Indulgencia Plenaria a todos los presentes que estén verdaderamente arrepentidos, se hayan confesado y hayan recibido la comunión».
Al igual que el resto de celebraciones litúrgicas del Triduo Pascual, la Vigilia ha sido retransmitida en directo por televisión de Castellón, así como otras televisiones locales y también por el canal diocesano de YouTube.
Nuestro Obispo, D. Casimiro, estableció el pasado 16 de marzo una serie de disposiciones relacionadas con las celebraciones de la Semana Santa y el Triduo Pascual, recomendando la participación presencial “siempre que sea posible”, y aquellos que no puedan “por razón de edad, enfermedad o de prudencia sanitaria” sigan las celebraciones a través de los medios de comunicación.
Triduo Pascual por televisión
De esta forma, El Triduo Pascual se retransmitirá en directo por Televisió Castelló, desde la Catedral de Segorbe, presidido por D. Casimiro:
– Jueves santo: Misa de la Cena del Señor, 19 h.
– Viernes santo: Celebración de la Pasión del Señor, 17 h.
– Sábado: Vigilia Pascual, 20 h.
– Domingo de Resurrección: Misa de Pascua, 10:30 h.
Domingo de Ramos
Los actos y oficios de Semana Santa arrancarán el próximo domingo, 28 de marzo, con la celebración del Domingo de Ramos, a las 12 h. en la Concatedral, en Castellón, y a las 19 h. en la Catedral, en Segorbe.
Cabe recordar que, para la conmemoración de la entrada del Señor en Jerusalén, en esta ocasión “se evitará la forma primera descrita por el Misal –bendición de ramos y procesión desde una iglesia menor o local apto–“.
Lunes Santo, Misa Crismal
El Lunes Santo, 29 de marzo, se celebrará la Santa Misa Crismal en la Catedral de Segorbe a las 11h. En una carta dirigida a todos los fieles, D. Casimiro animaba a todos los fieles a participar, en especial a los sacerdotes, pues en ella renovarán las promesas sacerdotales. También a aquellos fieles que “durante el próximo año reciban el sacramento del Bautismo, de la Confirmación o del Orden sacerdotal” y “a catequistas y a visitadores de enfermos, especialmente de las parroquias de Segorbe y de pueblos vecinos”.
Jueves Santo
La Misa de la Cena del Señor será a las 19 h. en la Catedral, en Segorbe. Para la Liturgia, en esta ocasión deberá omitirse el rito del Lavatorio de los pies, y para la reserva del Santísimo “es mejor elegir un lugar de la Iglesia que permita el mayor aforo posible”, yendo en procesión “solo el sacerdote y los ministros necesarios”.
Viernes Santo
El primero de los actos del Viernes Santo será el Vía Crucis, a las 11 h. en la Concatedral, en Castellón. Hay que tener en cuenta que “los fieles permanecerán en sus lugares y sólo el celebrante y ministros recorrerán las distintas estaciones por el templo”.
Ya por la tarde, a las 17 h., tendrá lugar la celebración de la Pasión del Señor en la Catedral de Segorbe, y a las 20 h. el Entierro y sermón de Pasión, también en la Catedral. Este año, en la oración universal se añadirá la intención especial “por quienes sufren en tiempo de pandemia”, y en el momento de la adoración de la Cruz, ésta “no se tocará ni besará”.
Vigilia Pascual
Dará comienzo a las 20 h. en la Catedral, en Segorbe. Para su celebración se tendrán en cuenta una serie de consideraciones, como por ejemplo en el momento del lucernario, que se podrá hacer a la entrada del templo y permaneciendo los fieles en sus lugares. O en el caso de administrarse “los sacramentos de la Iniciación Cristiana a adultos o si se celebra el Bautismo de algún niño”, en el que se tomarán todas las medidas higiénicas y sanitarias necesarias.
Domingo de Pascua
La Santa Misa del Domingo de Resurrección se celebrará a las 10:30 h. en la Catedral, en Segorbe.
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