Como todos los años, durante estos días los segorbinos celebran con devoción y fervor sus fiestas patronales en honor a la Virgen de la Cueva Santa, la Virgen del Loreto y la Virgen de la Esperanza con un amplio programa de actos religiosos, culturales, lúdicos y tradicionales, seguidas por la Entrada de Toros y Caballo, declaradas de Interés Turístico Internacional.
Uno de ellos ha sido la Eucaristía que ha presidido esta mañana nuestro Obispo D. Casimiro en la iglesia parroquial de Santa María para honrar y celebrar a la Virgen de la Esperanza, a la que han acudido diferentes autoridades locales encabezadas por la alcaldesa, Dña. Mª Carmen Climent, y las reinas mayor e infantil con sus cortes de honor.
“Todos esperamos. En el corazón de cada ser humano, de cada uno de nosotros anida el deseo de bien, de felicidad y de plenitud”, ha señalado D. Casimiro. Aunque “tantas veces dudamos y desconfiamos”, hasta el punto de anidarse en la sociedad actual “la desesperanza y el desaliento ante las guerras, las necesidades y las decepciones, ante la enfermedad y ante un futuro incierto”.
Pero “es bueno pasar de esta esperanza, humana y noble en cosas terrenas, a otra esperanza que nos dé sustento y aliento – ha continuado – que es la esperanza que nos ofrece la Virgen en su Hijo, la esperanza cristiana”.
“Esa esperanza asume y purifica todos los buenos deseos, esas esperanzas humanas, para encaminarlas hacia el bien definitivo, que es la esperanza que no defrauda”, ha indicado el Obispo. Ella “nos alienta también cuando nos sentimos abandonados”, sabiendo “que hay alguien que nunca fallará, que es el Amor de Dios manifestado en Cristo de Jesús”.
El pasado sábado día 24 de agosto, la Asociación Navarro Reverter de Segorbe presentó el sexto número de su publicación “Yuste” en el Teatro Serrano de la ciudad. Una revista que, año a año, afianza más su presencia como referente cultural provincial presente en las más importantes plataformas de difusión académica y universitaria.
Entre las catorce colaboraciones de investigación publicadas destacan tres estudios especialmente dedicados a la Diócesis, como «El tiempo de San Juan Pablo II y su reflejo en la acción pastoral del Obispo D. José María Cases en la Diócesis de Segorbe-Castellón», «Una visita a la Basílica de San Pedro del Vaticano en Roma en obras por la reforma renacentista del primer templo de la cristiandad (1541)» y «Gonzalo Valero, cronista de Segorbe y artista».
El segorbino Jesús Zafón, y David Montolío, de la Delegación diocesana de Patrimonio y Doctor en Historia del Arte, acaban de publicar un estudio sobre la histórica rogativa a la ermita de la Virgen de la Esperanza de Segorbe.
La devoción a la Virgen de la Esperanza se reafirma en Segorbe, donde la tradicional rogativa se mantiene como un símbolo de fe y unidad entre los fieles. Este evento, que se celebra cada 18 de diciembre, reúne a la comunidad en una procesión solemne que incluye la participación de autoridades eclesiásticas y civiles, destacando la importancia de esta Virgen en la vida cotidiana de los segorbinos.
A lo largo de los siglos, la Virgen de la Esperanza ha sido un faro de esperanza y protección para los habitantes de Segorbe, a pesar de los desafíos históricos como conflictos bélicos y la desamortización. La imagen de la Virgen, que se encuentra en el presbiterio de la Catedral, es venerada con fervor, y su altar en la capilla de los Santos Antonios es testimonio de la rica tradición que la rodea.
La iniciativa de reestablecer la rogativa busca no solo recuperar las costumbres devocionales, sino también fortalecer el sentido de comunidad y pertenencia entre los fieles. Con el apoyo del Cabildo y la colaboración de los ciudadanos, se espera que esta celebración continúe siendo un pilar de la identidad cultural y espiritual de Segorbe, asegurando que la veneración a la Virgen perdure en el tiempo y se transmita a futuras generaciones.
El próximo sábado día 8 de junio se presentará, en el Salón de Alcaldes del Ayuntamiento de Segorbe, a las 19:30 horas, el libro “Ilustrando la Memoria” de David Montolío Torán, Dr. en Historia del Arte, Licenciado en Geografía e Historia, y miembro de la Delegación Diocesana de Patrimonio Cultural. El acto, organizado por Manos Unidas y el Ayuntamiento de Segorbe, estará presentado por Higinio López Jornet y Rafael Simón Abad, contando con la actuación musical de Adrián Rius.
Cabe indicar que el libro también contiene una serie de contribuciones del autor referidas a lugares de la Diócesis de Segorbe-Castellón – relacionadas básicamente con el patrimonio religioso, arquitectónico y cultural – y que se publican regularmente en la sección “Colaboraciones” de la web diocesana, como es el caso de “La Iglesia nueva de Sot de Ferrer” o “La torre parroquial «mudéjar» de Jérica”.
Breves notas del autor del libro
“Cuando a principios del año 2022 Jordi Siracusa, de la Asociación Aragonesa de Escritores, me propuso la redacción de un artículo sobre la provincia de Teruel para la revista Imán, nº 26, con motivo de su XVIII Congreso celebrado en la ciudad de Teruel y Albarracín, me hizo el extraño encargo de ilustrar con dibujos mis propias letras, después de haber visto algunos esbozos sueltos, a vuela pluma, en un artículo antiguo, tal y como lo venía haciendo para mí mismo desde tiempos de la lejana infancia.
De aquella experiencia y, casi por azar, nace la presente muestra, que viene a ilustrar, con instantáneas, diferentes textos publicados en los últimos años de la maligna pandemia, dibujando recuerdos e impresiones nacidos en el viaje hacia muchos sitios y, a la vez, hacia ninguno. Surgidas, como en el alocado «sueño de la razón», en el camino solitario del pensamiento del diario discurrir o en largas noches de somnolencia. Por ello, deseo agradecer el apoyo de Fernando Herrero y Samuel Ferrer, dos buenos amigos sin cuyo apoyo, esfuerzo e interés en este pequeño proyecto, la presente plasmación humilde de «impresiones» no podría haber asomado su cabeza desde los inframundos. Fruto puntual de dicha colaboración fue la muestra en el Restaurante Ambigú, el primer trimestre de 2023, de una buena parte de esos trabajos de ilustración.
En ella, además, he incluido dos pequeñas series «de encargo», fruto del compromiso puntual con cuatro buenos amigos: Ángel Albert Esteve, Vicente Palomar Macián, José Manuel López Blay y Francisco José Guerrero Carot «Patxi» (†). Relaciones que, naciendo del ámbito estrictamente profesional, acabaron desembocando en hermosas prolongaciones en el rango de la más cercana amistad.
Esta exposición sencilla, en escala de grises y color, ahora libro impreso, habla de emociones y sentimientos de un paisaje natural y urbano, humano y paisajístico, versando sobre la fragilidad humana de los recuerdos, de quien quiere reflejarlos antes de que se pierdan, como barridos por la brisa, sobre un papel de perfiles inmaculados. Nace como homenaje a aquellos que, por gracia del creador, nos dieron la vida y hoy, por descabellos del destino y de una maldita enfermedad, apenas nos reconocen por unos segundos y nos olvidan para siempre el resto”.
Sin ningún tipo de datos sobre su procedencia ni razones de su ingreso, la catedral de Segorbe conserva una bellísima cruz de bendición ortodoxa (MCS.359), trabajada en madera y ensamblada a una desarrollada peana bulbosa, rematada en el extremo de los brazos por perinolas doradas. Típica de las tradicionales producciones bizantinizantes de los talleres del Monte Athos, presenta un centro con dieciséis relieves calados en el neto de la cruz con pequeñas escenas en miniatura talladas, minuciosamente, en dura madera de Boj, datable hacia 1740. Habiendo perdido su pedestal trabajado primitivo, La pieza original sería incorporada a un pedestal labrado en hueso y conchas marinas en la segunda mitad del siglo XIX, hacia 1865, para ser empleada como pequeña cruz de altar.
La obra, con una medida global de 130 x 70 mm, contiene los principales episodios de la vida de María y de Cristo, grandes fiestas de la Iglesia Ortodoxa. El conocido como «Dodekaorton», que da nombre apropiado e histórico a este tipo de cruces. En el anverso, de izquierda a derecha, «Presentación de María», «Anunciación», «Epifanía» y «Reyes Magos ante Herodes»; de arriba abajo, «Bautismo de Cristo», «Nacimiento de Jesús», «Resurrección de Lázaro» y «Entrada en Jerusalem». En el reverso, de izquierda a derecha: «Beso de Judas», «Flagelación», «Aparición del ángel a la Magdalena» y «Cristo resucitado ante dos apóstoles»; de arriba a abajo: «Ascensión», «Crucifixión», «Entierro de Cristo» y «Resurrección». La elección de escenas de cada cara resulta una bella trasposición simbólica entre la vida y la muerte, la entrada de Cristo al mundo y la preparación para la partida.
Hoy en día, la misma vida monástica y las antiguas tradiciones en práctica durante siglos siguen, de una manera u otra, vigentes en la antigua península griega. Pero, no obstante, el arte sacro allí generado por el mundo de la Iglesia Ortodoxa, con la llegada de obras a occidente, fertilizó el mundo de la cultura y de los arquetipos cristianos, fascinando desde tiempos medievales y modernos por su simpleza y sencillez, a través de la experiencia bizantina, expresión terrenal del reino de los cielos y donde se formuló la teología y la literatura mística que los hizo posible. Testimonios que portaron savia nueva y nuevas aguas para alabanza a Dios, haciéndonos retornar a la infancia de nuestra fe.
Por todos, o casi todos, es bien conocido el impacto del mundo de los iconos, imágenes en esencia, fundamentales en la espiritualidad oriental, como pinturas portátiles al temple sobre madera o tallas, que seguían antiguas tradiciones artesanales transmitidas durante generaciones. Eran presentados como imagen virtuosa de Dios en Jesucristo, además de la imagen de su santa Madre y todos los santos llamados a la vida divina, que murieron así mismos para que fuera Cristo quien viviera en ellos. Eran parte de la propia celebración, instrumento para el rezo e intrínsecamente inseparables de la propia liturgia, siendo empleados para anunciar el Evangelio y la buena noticia. Eran incensados por el sacerdote, que bendecía con ellos las propias ofrendas y al pueblo, protagonizaban procesiones y eran objeto de muy cercana veneración por los fieles.
Estas obras, fueron la respuesta de aquellos maestros al gran reto del arte cristiano, la representación de lo invisible, partiendo de la tradición grecorromana, que ensalzaba la gloria de lo carnal, para captar la presencia espiritual a través de un nuevo canon materialmente incorpóreo y expresividades renovadas por la obra de la redención y la virtud. Nacía así una nueva imagen basada en la esencia del alma, figurativa y simbólica. En esencia, una verdadera ventana abierta al misterio de la Encarnación.
Los obradores de los monasterios del Monte Athos fueron un destacado centro de producción de obras talladas de madera en miniatura entre los siglos XVI y XVIII. Esta talla de cruces y pectorales de madera, a veces montadas en estructuras de orfebrería de una calidad pareja, debe considerarse, pues, un arte decorativo propio practicado por los monjes athonitas para obtener recursos para sobrellevar su vida ascética de retiro del mundo.
Habiendo desparecido muchas de las realizadas, sobre todo en los primeros tiempos de presencia otomana, se ha indicado la influencia de la talla y los modelos iconográficos cretenses. También se ha destacado su relación con la realización de iconostasios en madera y su comercialización del oriente al occidente mediterráneo, sobre todo con los territorios de la península Itálica y desde Estambul a los diversos epicentros del imperio turco. La procedencia veneciana de estos trabajos ha sido descartada por la historiografía más reciente.
Un buen ejemplo son las interesantes realizaciones conservadas en la sacristía del Monasterio de Vatopedi, el segundo en jerarquía de los grandes recintos monásticos de Athos, fundado en el año 972 y lugar donde se conserva la valiosa reliquia del cinturón de la Virgen María. Allí se conserva una cruz grande de 1639, con ensamblaje en plata, perinolas y de gran calidad, “de la mano del papa Ezequiel”. Otra similar realizada, de 1669, con talla menos importante, pero de una calidad de montura de arabesco barroco imponente, realizada con el mecenazgo de Nikolai Bouhosi, alto cargo del estado moldavo, y de su esposa Anna, de origen griego. Una tercera, de 1674, sobre trono o base escalonada hexagonal. Otras dos cruces del monasterio, del abad Dyonisios Xeniotis (1660-1669 y 1678), aportan soluciones esmaltadas a las monturas de una gran riqueza, albergando tallas de grandísimo empeño, cercanas a la tradición denominada como «Constantinopolitanas», dignas de la alta joyería europea de la época. Obras similares, aunque de mayor autenticidad y entidad, se conservan en la Catedral de Sevilla (siglo XVI), o el Metropolitan Museum de Nueva York, Victoria and Albert Museum y el Museo del Patriarca de Valencia, éstas un poco más tardías y vinculadas a Giorgios Lascaris; conocidas como «cruces de laskaris», las cuales están están fabricadas con un pedestal más sobre elevado. Otras ejecuciones trascendentales, todavía faltas de estudio genérico, se custodian en otros centros monásticos y museos griegos, búlgaros, turcos o rumanos.
No obstante, la desconocida obra de la catedral de Segorbe, que ofrece más similitudes a la conservada en la Courtauld Gallery, British Museum o la del Walters Art Museum, más sencillas, todavía brinda muchas dudas. No obstante, presenta las características propias de otras reliquias y objetos de culto importadas o trasladadas desde el lejano oriente, desde aquellos lugares de culto, en el equipaje personal de alguno de los grandes personajes ligados a la jerarquía diocesana de los tiempos pretéritos, quizá de los tiempos de la ilustración, o de alguna de las órdenes religiosas activas por Tierra Santa, tal vez los franciscanos.
La «cruz de Dodekaorton» o del Monte Athos de Segorbe, es excepcional por su rareza y sencillez, perteneciente a un olvidado corpus de gran escasez en nuestras tierras. Las escenas citadas, repartidas en una cuidada cuadrícula de su cruz griega. Una iconografía y técnica propia de materiales como el hueso y el marfil que, muchas veces, ha dificultado su datación cronológica, al tratarse de una artesanía con procedimientos inalterables a lo largo de los años.
Estas son las celebraciones litúrgicas de la Diócesis de Segorbe-Castellón en la Semana Santa 2024 que estarán presididas por nuestro Obispo, D. Casimiro López Llorente:
28 de marzo | Jueves Santo
18:00 h. Misa de la Cena del Señor en la S.I. Catedral, Segorbe.
22:00 h. Procesión Penitencial de las cofradías de la ciudad de Segorbe.
29 de marzo | Viernes Santo
08:00 h. Vía Crucis, desde la Capilla de la Purísima hasta la Basílica del Lledó, Castellón.
10:00 h. Vía Crucis, que iniciará y concluirá en la S.I. Catedral, Segorbe.
11:00 h. Ejercicio de las Siete Palabras en la S.I. Catedral, Segorbe.
17:00 h. Celebración de la Pasión del Señor en la S.I. Catedral, Segorbe.
20:00 h. Procesión del Santo Entierro, que iniciará y concluirá en la S.I. Catedral, Segorbe.
30 de marzo | Sábado Santo
22:00 h. Solemne Vigilia Pascual en la S.I. Catedral, Segorbe.
31 de marzo | Domingo de la Pascua de Resurrección
10:30 h. Eucaristía de la Pascua de Resurrección en la S.I. Catedral, Segorbe.
LA IGLESIA DE LA CUEVA SANTA DE PEÑALBA (Segorbe).
Génesis de un templo de moriscos.
Peñalba, popularmente conocida también por el nombre de Cárrica, es un caserío o barrio del propio Segorbe, desde al que antiguamente se llegaba saliendo de la ciudad por el costado norte de la muralla, por el Portal de Cárrica. Dicho conjunto poblacional había sido un antiguo asentamiento islámico y, a partir de la Guerra de las Germanías (1519-1523), con los bautismos de la población mudéjar, de moriscos.
Siguiendo la información de las primeras visitas pastorales (1536, 1539 y 1543), cuando la parroquia de Navajas, que tenía 150 vecinos moriscos, fue separada de la Catedral y constituida en parroquia bajo la advocación de San Pedro (1576) se le asimiló, como anejo, el barrio de Cárrica, donde vivían quince familias también moriscas. En ese sentido, era obligación del cura encargado celebrar misa en ambos templos, estableciéndose 30 libras valencianas a pagar por el Duque de Segorbe, al que se le habían concedido las rentas de la antigua mezquita (“olim mezquita”), extraídas de los frutos de ambos lugares, más quince de las primicias de los citados moriscos. Una realidad reflejada por la Bula «Noverint universi» del papa Clemente VIII, de 27 de junio de 1602, por la que se dotaba a las parroquias de moriscos en el obispado de Segorbe (ACS, 1190).
Tras la expulsión de los moriscos en 1609, con la desaparición de la parroquia de San Pedro de Segorbe, la Iglesia de Cárrica dejó de estar asimilada a Navajas para ser administrada desde la propia Catedral. Con tal motivo, a Peñalba se la dotó con nuevas rentas, junto con parroquias como Benagéber, Domeño, Loriguilla, Sinarcas, etc.
En el primer tercio del siglo XIX, hacia 1834, la Iglesia de la Cueva Santa de Peñalba formaba parte, junto con San Francisco de Asís de Villatorcas y como vicarías perpetuas y de patronato laical, de la parroquia de la Catedral, con 193 almas. El 2 de mayo de 1888, su Ilustrísima compraba y reedificaba una casa, la actual casa Abadía, para vivienda del capellán coadjutor que, hasta ese momento, vivía intramuros de Segorbe [Aguilar, 1890].
El templo actual es reflejo de las tradicionales construcciones de templos de moriscos, que vienen a ser simples reconversiones del antiguo espacio islámico o musulmán al culto y rito católico, sobre todo conservados en pequeños núcleos urbanos donde no se ha programado la construcción, en su lugar, de templos de mayor empeño. Tal es el caso de edificios como el de Peñalba, Higueras, Benitandús, etc. Templos de pequeñas dimensiones, de una sola nave de tres tramos y presbiterio, coro alto, órdenes clásicos apilastrados en los laterales, con arquitrabe, friso y cornisa, y cubrición de bóveda de cañón sencilla, en ocasiones con lunetos para la ubicación de las ventanas, y techumbre a doble vertiente.
Eliminados los vestigios del pequeño alminar y del mhirab e, incluso, variándose la orientación original de la oración y articulándose «a la clásica» la fachada, presenta en el acceso, sobre el hastial, una sencilla espadaña para sendas campanas, característica común a muchos de estos edificios, como primera cristianización del recinto, eliminando la llamada a la oración del almuecín por el tañido de los bronces para los oficios. Además, se le añadió la casa señorial, desde donde se podía asistir a las celebraciones desde una de sus habitaciones, sobre la sacristía y recayente al presbiterio.
Hasta 1936, en su iglesia había algunas tablas góticas procedentes de la Catedral que desaparecieron en 1936 y, actualmente, conserva modernas pinturas de José Peris Aragó (1907-2003), como la del Cristo crucificado del altar mayor, o del maestro local Luis Bolumar (1951), en la capilla del bautismo.
En definitiva, una auténtica reliquia de los tiempos pasados, apenas inalterada por intervenciones posteriores que conserva, casi intactos, los espacios originales de transición de un tiempo histórico trascendental. Reflejo directo que en una pequeñísima comunidad de nuestra diócesis tuvo el eco y consecuencias del Concilio de Trento y la guerra contra el turco; en momentos de crisis, reforma y contrarreforma y conflicto global a nivel mediterráneo, en un mundo polarizado y belicista, entre oriente y occidente que, en la actualidad, sigue por similares senderos, tan diferentes a los caminos de diálogo y paz trazados por San Francisco de Asís en su encuentro en 1219 con el sultán Malik al Kamil, sobrino de Saladino, durante la quinta cruzada.
El Miércoles de Ceniza da comienzo al tiempo litúrgico de la Cuaresma: son los 40 días que llevan hasta la Pasión, muerte y resurrección de Jesucristo. Por ello, nuestro Obispo D. Casimiro ha presidido esta mañana la Misa de imposición de la Ceniza en la Catedral, y que ha reunido a las comunidades educativas de los colegios diocesanos de Segorbe, La Milagrosa y el Seminario.
.
.
.
La ceniza simboliza a la vez nuestro pecado y nuestra fragilidad. Al recibirla realizamos en forma tangible un reconocimiento público, por el cual nos declaramos frágiles, incapaces, pecadores, en busca de la misericordia de Dios, por lo que iniciamos un camino de conversión, de arrepentimiento y de humildad.
.
.
.
Una llamada a la conversión
“La ceniza es símbolo de que somos limitados en el tiempo, que somos caducos, que nuestro tiempo en esta tierra es limitado, somos mortales, y somos también limitados en nuestro amor a Dios y a los hermanos” ha señalado el Obispo en la homilía, “por eso la Iglesia nos llama, Jesús nos llama a convertirnos”.
.
.
.
«Conviértete y cree en el Evangelio»
Ha recordado también las dos fórmulas que se pueden usar en el rito de imposición de la ceniza: «Polvo eres y en polvo te convertirás» (de Génesis 3,19), o bien «Conviértete y cree en el Evangelio» (de Marcos 1,15). Ese es el objetivo de la Cuaresma, ha recodado D. Casimiro, convertir la mirada y el corazón a Dios “para que Él ocupe el centro de nuestra vida”. También “el de toda familia cristiana, de nuestros colegios diocesanos, y de nuestra vida y misión como Iglesia”.
.
.
.
40 días que nos llevan a la Pascua
La Cuaresma dura 40 días, “lo que nos recuerda los 40 años que el pueblo de Israel, una vez liberado de la esclavitud del faraón en Egipto, caminó, peregrinó hacia la tierra prometida”, ha explicado. También fueron los días “que estuvo Moisés en el Sinaí en diálogo con el Señor para recibir las tablas de la ley y hacer la antigua alianza”. Pero, sobre todo, fueron los días que “estuvo Jesús en el desierto para prepararse para su misión. 40 días de soledad y también de tentación, donde el diablo le quería apartar de los caminos que su Padre Dios le había puesto para llevar a cabo la reconciliación de todos nosotros, de toda la humanidad, con Dios y con los hermanos”.
.
.
.
Del mismo modo, durante estos próximos 40 días la Iglesia nos invita a prepararnos para la celebración de la Pascua. “Esa es nuestra tierra prometida en este momento, celebrar la Pascua con gozo, con alegría. Una Pascua que es a la vez figura de la Pascua futura, porque somos peregrinos en esta vida hacia el encuentro con el Señor.
.
.
.
Oración, ayuno y limosna
Para ello, la Iglesia en este tiempo nos ofrece tres caminos: la oración, el ayuno y la limosna. “La oración para encontrarnos con Jesús vivo, el camino que nos lleva al Padre”. El ayuno, “no sólo de comida, sino de tantas cosas que nos impiden que Dios, que Jesús, ocupe el centro de nuestra vida”. Y la limosna, “que no es solo dar esos céntimos que nos sobran y nos molestan, es pensar en el que lo necesita, qué puede ser el enfermo, la persona que está sola, el que pasa hambre…”.
La Masía de Cuencas es una de las pocas masías y casas de campo conservadas de la antigua diócesis con valores arquitectónicos y ambientales dignos de atención. Teniendo su origen en una alquería bajomedieval, más tarde transformada a finales del siglo XVI (ACS, 783), sabemos por diversos estudios que por su caserío pasaba la antigua vía romana que atravesaba el Palancia desde Sagunto (Járrega, 2000).
A pesar de que el Concilio de Trento había mandado crear seminarios en las diócesis, en Segorbe no había sido posible, teniendo que estudiar los alumnos en Valencia. Para ello el obispo Pedro Ginés de Casanova (1610-1635), que había traído padres Jesuitas para la predicación en la Catedral, con gran admiración de todos, deseaba que se estableciese la orden en la capital diocesana, cosa lograda años más tarde gracias a la figura de Pedro Miralles, con la fundación del Colegio de los Jesuitas en Segorbe, en 1624.
Éstos utilizaban la Masía de Cuencas como primera finca residencial, pues las obras de su convento en la ciudad se prolongaron a lo largo de todo el siglo XVII, desde 1634 a 1699. Por la década de 1690 el arquitecto barroco Francisco Lasierra, discípulo del gran Pérez Castiel y autor de las trazas del Convento de la Orden en Segorbe (Montolío-Simón-Albert, 2020) entre otras muchas obras diocesanas de importancia, trazaba el último piso con galería del Mas, orientada a levante y al sur, teniendo como referente la realizada por él mismo en la última planta del Colegio de Jesuitas de Segorbe.
Con la expulsión de la Orden de los Jesuitas y el intento de erección de un Seminario por el obispo Blas de Arganda (1758-1770), un mandato de Su Majestad de 10 de enero de 1769, ordenaba que se cumpliesen las cargas espirituales asimiladas a sus bienes, examinándose las propias de su Colegio en Segorbe y conociéndose que existían dos administraciones. La de la Sacristía, compuesta por varias heredades y censos, y la de Misiones, con un caudal dotado por el deán Durango el 21 de septiembre de 1722, otro de Félix Marco y la Masía de Cuencas, con sus treinta y cuatro anegadas de huerta, legadas para tal fin, por Tomás Vallterra el 25 de agosto de 1725 (Aguilar, 1880).
Tras la expulsión de la Compañía de Jesús, muy mal considerada por los ilustrados, a instancias de las monarquías de Portugal (1759), Francia (1764) y España (1767), y disuelta la orden por el breve “Dominus ac Redemptor” del Papa franciscano Clemente XIV (1773), pese a no poder el Obispo Arganda finalizar el proyecto de Seminario, todo estaba ya preparado para su definitiva erección, con una sede muy capaz en el antiguo conjunto de los Jesuitas, con un fabuloso huerto y un capital de 51.134 libras, más la parte de los bienes de la Compañía cedidos o comprados, con sus cargas.
Con la expulsión de los Jesuitas del Reino, en 1767, el obispo ilustrado y trinitario, Alonso Cano Nieto (1770-1780), se quedó con la propiedad rural para uso y disfrute de los prelados, «destinado a esparcimiento de los obispos», siendo usada, al igual que su biblioteca personal, como lugar de entretenimiento y formación del Seminario por él fundado, definitivamente, en 1771, por iniciativa de la monarquía de Carlos III. Fue este obispo quien cedió el dominio del edificio, valorado entonces en unos 160.000 reales, las antiguas becas para los hijos de Arcos de las Salinas y del antiguo colegio a la nueva institución formativa, como base de una infraestructura docente propia.
Con la desamortización, las tierras de la Masía no fueron enajenadas, consideradas como una excepción, al contrario que las del resto de heredades del Seminario asimiladas por el Real Decreto de 21 de agosto de 1860, en tiempos del obispo Domingo Canubio (1847-1864 ), por ser «el único punto que han tenido y tienen los señores obispos de esta diócesis para tomar algunos días de desahogo cuando lo han necesitado, y lo mismo los jóvenes seminaristas cuando lo han creído conveniente sus Superiores».
Allí fue el 6 de septiembre de 1889 su Ilustrísima, Francisco de Asís Aguilar, a disfrutar de diez días de descanso. Ya bastante enfermo, entre sus muros pasó el epílogo de los calores del verano, sentado en una mecedora junto a la ventana de su estancia, desde donde se veía el flanco norte de la fortificación amurallada de la ciudad episcopal, el extraordinario paisaje de la vega del río Palancia, que discurre a los pies de la hondonada y, hoy en día, ve pasar regularmente el tren sin catenaria que coge impulso en estos llanos para escalar las rampas cercanas del Ragudo hacia el Altiplano de Barracas y El Toro.
Completamente expoliado durante la guerra civil, cayendo en deriva continua y degradación hasta el momento presente, aún conserva gran parte de su atractiva fábrica, de sillares, ladrillos y aparejos, que lo hicieron lugar privilegiado retiro de grandes religiosos, jesuitas, obispos, colegiales e, incluso, los arquitectos diocesanos durante su estancia en la ciudad. Con su planta baja de amplia entrada de carruajes, aún son visibles los espacios de la gran cocina principal de gran chimenea, comedor y arranque de la gran escalera tabicada de vueltas. Su primera planta, noble, con estancia del prelado, salón de recepción y habitaciones auxiliares. Y su planta alta, galería porticada a la aragonesa, para alojamiento del servicio, profesores y estudiantes. Un edificio y un paraje, durante siglos, al especial servicio de la Diócesis.
Nuestro Obispo D. Casimiro ha recibido esta mañana, en Segorbe, las felicitaciones de Navidad de los colegios diocesanos, de las asociaciones y de los sacerdotes del Alto Palancia.
.
.
Una Catedral repleta de los alumnos, directivas, profesorado y capellanes de los colegios Seminario Menor y La Milagrosa, que ha escuchado las palabras que les ha dirigido el Obispo sobre el nacimiento de Jesús, “no es una historia inventada, sucedió realmente en Belén”. De todos los personajes que aparecen en este pasaje del Evangelio, “el más importante es el Niño Jesús”, les ha dicho.
.
.
También se han fijado en las tres palabras que centran el anuncio del ángel a los pastores: «Salvador, Mesías y Señor», explicando que “para nosotros el personaje más importante es Jesús, que nos salva de nuestros pecados, de nuestras tristezas, de nuestros problemas, porque Él nos trae el amor”.
.
.
Él es el mayor regalo que podemos recibir en Navidad, “el de Dios que nos da a Jesús, su Hijo, porque nos ama a cada uno de nosotros”, decía, “además, dejándonos amar por Dios podemos después mostrar ese amor a otros”.
Esta web utiliza 'cookies' propias y de terceros para ofrecerte una mejor experiencia y servicio. Pulsando en "aceptar" consientes el uso de todas las cookies, pero puedes cambiar la configuración de 'cookies' en cualquier momento.
Como la mayoría de los servicios en línea, nuestro sitio web utiliza cookies propias y de terceros para varios propósitos. Las cookies de origen son principalmente necesarias para que el sitio web funcione correctamente y no recopilan ninguno de sus datos de identificación personal.
Las cookies de terceros utilizadas en nuestros sitios web se utilizan principalmente para comprender cómo funciona el sitio web, cómo interactúa con nuestro sitio web, mantener nuestros servicios seguros, proporcionar anuncios que sean relevantes para usted y, en general, brindarle una mejor y mejor experiencia del usuario y ayudar a acelerar sus interacciones futuras con nuestro sitio web.
Cookies Necesarias
Algunas cookies son esenciales para que pueda experimentar la funcionalidad completa de nuestro sitio. Nos permiten mantener las sesiones de los usuarios y prevenir cualquier amenaza a la seguridad. No recopilan ni almacenan ninguna información personal. Por ejemplo, estas cookies le permiten iniciar sesión en su cuenta y agregar productos a su carrito y pagar de forma segura.
Respetamos completamente si desea rechazar las cookies, pero para evitar preguntarle una y otra vez, permítanos almacenar una cookie para eso. Puede optar por no participar en cualquier momento u optar por otras cookies para obtener una mejor experiencia. Si rechaza las cookies, eliminaremos todas las cookies establecidas en nuestro dominio.
Le proporcionamos una lista de las cookies almacenadas en su computadora en nuestro dominio para que pueda verificar lo que almacenamos. Por razones de seguridad, no podemos mostrar ni modificar cookies de otros dominios. Puede comprobarlos en la configuración de seguridad de su navegador.
Cookies para Google Analytics
Estas cookies almacenan información como el número de visitantes al sitio web, el número de visitantes únicos, qué páginas del sitio web se han visitado, la fuente de la visita, etc. Estos datos nos ayudan a comprender y analizar qué tan bien funciona el sitio web y donde necesita mejorar.
Si no desea que rastreemos su visita a nuestro sitio, puede deshabilitar el rastreo en su navegador aquí:
Otros servicios externos
También utilizamos diferentes servicios externos como Google Webfonts, Google Maps y proveedores de video externos. Dado que estos proveedores pueden recopilar datos personales como su dirección IP, le permitimos bloquearlos aquí. Tenga en cuenta que esto podría reducir considerablemente la funcionalidad y la apariencia de nuestro sitio. Los cambios entrarán en vigor una vez que vuelva a cargar la página.
Google Webfont:
Google Maps:
Google reCaptcha:
Vimeo and Youtube videosembeds:
Política de Privacidad
Puede leer sobre nuestras cookies y la configuración de privacidad en detalle en nuestra Página de Política de Privacidad.