Las 10 hermanas que forman la comunidad de Carmelitas Descalzas del Monasterio del Sagrado Corazón de Jesús, en Alquerías del Niño Perdido, se reunieron ayer junto al Obispo, D. Casimiro, para celebrar las Bodas de Oro de la Priora, la Hermana Mª Rosa de la Eucaristía.
La Eucaristía estuvo concelebrada por una docena de sacerdotes, entre ellos el párroco de Alquerías, D. Manuel Martín; el capellán de la comunidad, D. Héctor Samuel Calvo; y los que residen en la Residencia Mosén Sol, así como Monseñor Rutilio, operario diocesano y obispo emérito de la diócesis estadunidense de San Bernardino.
También estuvo presente el Alcalde del municipio, D. Antonio Gil, así como los familiares de la Hermana Mª Rosa, que lleva 50 años como monja y 52 en el Monasterio, y que afirma sentirse agradecida con el Señor por todos estos años.
Según ha explicado, la celebración ha tenido lugar en el marco de la festividad de la Virgen del Carmen, un día especial para los carmelitas y para todos aquellos que veneran a Nuestra Señora del Monte Carmelo. Además, la Orden de Hermanas Carmelitas del Sagrado Corazón de Jesús están celebrando un Año Jubilar por el Centenario de su Fundación.
En estos momentos de celebración, indica la Hermana Mª Rosa, se fija en la Virgen, porque es “sencilla, humilde, servicial, y nunca quiso ser protagonista”. Del mismo modo nosotras, “estamos aquí al servicio unas de otras, al servicio de la Iglesia y para orar por los sacerdotes”. “Aquí nos sentimos necesarias, útiles, y cumplimos con nuestra misión”. Además, ha querido pedir a los fieles “oración por todas las vocaciones, pero en especial a la vida consagrada”.
Con el lema “Generar esperanza”, la Iglesia celebra mañana, día 4 de junio, la solemnidad de la Santísima Trinidad, la Jornada Pro Orantibus, dedicada a todas las mujeres y hombres que un día decidieron entregarle su vida al Señor, sirviendo a la Iglesia en la dimensión contemplativa de la vida religiosa.
Para celebrar esta fiesta, esta mañana se han reunido las monjas contemplativas de las ocho comunidades de la Diócesis de Segorbe-Castellón junto a nuestro Obispo, D. Casimiro López Llorente. Lo han hecho en la Basílica de Nuestra Señora del Lledó, en Castellón, para celebrar juntas la Eucaristía, y ha concelebrado D. Joaquín Guillamón, Delegado diocesano para la Vida Consagrada y prior.
En la Diócesis de Segorbe-Castellón hay ocho comunidades:
– Las Agustinas de Benicàssim.
– Las Esclavas del Santísimo y de la Inmaculada de Castellón.
– Las Carmelitas Descalzas de Alquerías del Niño Perdido, de Castellón y de Caudiel.
– Las Clarisas de La Vall d´Uixó y de Vila-real.
– Y la Fraternidad Monástica de la Paz de Castellón.
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Celebración de la Eucaristía
En el inicio de la homilía, D. Casimiro ha recordado que estamos celebrando el Año Jubilar del Lledó para prepararnos al Centenario de su Coronación pontificia, “que tiene como objetivo crecer en amor a la Virgen para que, de sus manos, podamos encontrarnos con el Señor”, dejando que “Él avive en nosotros, en la vocación o carisma concreto, que por puro don y gracia hemos recibido, porque solo así se podrá general esperanza”. La única esperanza que no defrauda, decía, “es Dios manifestado en su Hijo, Cristo Jesús”.
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El Obispo ha destaco cuatro palabras de la Virgen que nos pueden ayudar: escuchar, creer, acoger y actuar. En primer lugar, “María es la mujer de la escucha”, ha explicado, porque “escucha la Palabra, escucha a Dios”. Ella “es la mujer que cree y se fía plenamente de Dios, acoge su voluntad y, fruto de ello, sale a la misión”, ha explicado, “saliendo a servir a Isabel, llevando al Señor en su seno”.
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Ha exhortado también a estar atentos a la voluntad de Dios, que “nos habla a través de los acontecimientos, incluso de los acontecimientos duros”, como pueden ser “la falta de vocaciones o el cierre de los monasterios”. También a través “de las personas con las que nos encontramos en el día a día”, o de la Palabra, “que nos interpela y siempre tiene algo que decirnos”.
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Sois “la lámpara encendida que presenta ante el Señor todas las necesidades de nuestra Iglesia, de nuestro mundo y de la sociedad”, les decía a las hermanas, “fiémonos de Dios, Él nunca nos abandona, sabe lo que quiere para cada uno de nosotros y para vuestros conventos”, ha exhortado, “acojamos su voluntad para llevarle a Él a los demás, con la forma de vida, siendo faros luminosos en este mundo necesitado de Dios y de esperanza”. “Sois indispensables para la Iglesia y para la sociedad”.
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Felicita a las monjas contemplativas de la Diócesis por la Jornada Pro Orantibus
Desde la Delegación diocesana para la Vida Consagrada, junto a la Vicaria de Pastoral, se ha animado a los fieles a agradecer la labor de las monjas contemplativas de la Diócesis, enviándoles un mensaje de agradecimiento por sus continuas oraciones en nuestro beneficio, porque, como dice Francisco, «con el silencio orante y el sacrificio escondido, sostienen maternalmente la vida de la Iglesia».
Muchos han sido los mensajes que han enviado los fieles, y no solo de agradecimiento, sino también de ánimo y de oración ante la escasez de vocaciones.
Los obispos de la Comisión Episcopal para la Vida Consagrada resaltan que en el “luminoso horizonte” de la vida contemplativa “está «generar esperanza». Un lema que pone el foco en la esperanza ante una realidad en la que “no es difícil encontrar motivos para la tristeza y la desazón: amanecemos cada día con noticias de violencia, injusticia, egoísmo, exclusión, pobreza y sinsentido”. También, a una escala más personal, “al mirar con sinceridad nuestro interior y el conjunto de nuestras relaciones, nos topamos con heridas y sinsabores que pueden ir sumiéndonos poco a poco en un desaliento paralizante”.
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Además, lamentan que “esta percepción amarga” parece haber contagiado incluso a los más jóvenes, “entre quienes también se detectan altas dosis de desmoralización y abatimiento, e incluso un preocupante aumento de suicidios”. A ellos, recuerdan, se dirige con frecuencia el papa Francisco para “instarlos vivamente a la esperanza”.
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Así lo hizo en su mensaje a los jóvenes cubanos en 2015: Invito a la esperanza, que «nos habla de una realidad que está enraizada en lo profundo del ser humano, independientemente de las circunstancias concretas y los condicionamientos históricos en que vive. Nos habla de una sed, de una aspiración, de un anhelo de plenitud, de vida lograda, de un querer tocar lo grande, lo que llena el corazón y eleva el espíritu hacia cosas grandes, como la verdad, la bondad y la belleza, la justicia y el amor”. […] La esperanza es audaz, sabe mirar más allá de la comodidad personal, de las pequeñas seguridades y compensaciones que estrechan el horizonte, para abrirse a grandes ideales que hacen la vida más bella y digna».
La vida contemplativa alienta nuestra esperanza
Estas palabras -recogidas años después en la encíclica Fratelli tutti– “pueden ayudarnos a reconocer, celebrar y orar por aquellos hermanos y hermanas que, abrazando la vida contemplativa, alientan nuestra esperanza y la requieren”. Ellos y ellas, matizan los obispos en su mensaje, “al renunciar al espíritu mundano y entregar radicalmente la vida «a querer tocar lo grande […], la verdad, la bondad y la belleza, la justicia y el amor», se convierten en parábola de la esperanza última para la Iglesia y para toda la humanidad”.
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En cada convento y monasterio “la esperanza que brota de la fe en la realidad última de Dios se hace carne cotidiana” al cultivar la oración y la celebración; la fraternidad y la reconciliación; la hospitalidad y la caridad; el trabajo y el descanso. Así, “cuantos caminamos tratando de dar respuesta a la sed de una vida lograda en medio de tantas desdichas agradecemos el testimonio de la vocación contemplativa, que se goza en buscar y esperar cada día al Señor que viene para que todos tengamos vida, y vida en abundancia; para que tengamos esperanza”.
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Los contemplativos “también lanzan su mirada al resto del pueblo de Dios, deseando recibir los dolores y las alegrías de este mundo para poder esperar por todos y con todos”. Por eso, en esta Jornada Pro Orantibus “no dejemos de acercarnos, si tenemos ocasión, a nuestros hermanos y hermanas contemplativos, con el fin de compartir entre todos los consuelos y las fatigas de los hombres y mujeres de esta tierra. Comprometámonos juntos en la misión de generar esperanza donde haga más falta, donde más urgente sea el anuncio del Señor resucitado. Y recemos también por ellos, para que puedan recibir el sostén de nuestra plegaria sincera ante Dios y se vean apoyados en su deseo de peregrinar sin desfallecer a la luz del rostro del Señor”.
Con el inicio del mes de mayo se renuevan las intenciones de oración que propone el Papa Francisco y la Conferencia Episcopal Española. El Papa dirige su intención por los movimientos y grupos eclesiales: “Oremos para que los movimientos y grupos eclesiales redescubran cada día su misión evangelizadora, poniendo sus propios carismas al servicio de las necesidades del mundo”.
«1. Quería estar aquí hoy, en primer lugar, para deciros gracias. Gracias por vuestra presencia como laicos y laicas, jóvenes y mayores, comprometidos en vivir y testimoniar el Evangelio en las realidades ordinarias de la vida, en vuestro trabajo, en tantos contextos diferentes —educativos, sociales, en la calle, en el terminal de los trenes; allí estabais todos vosotros—éste es el vasto campo de vuestro apostolado, es vuestra evangelización. Nosotros debemos entender que la evangelización es un mandato que viene del Bautismo; el Bautismo que nos hace sacerdotes juntos, en el sacerdocio de Cristo: el pueblo sacerdotal, ¿no? Y no hay que esperar a que venga el sacerdote, el cura a evangelizar, el misionero… Sí, lo hacen muy bien, pero quien ha sido bautizado tiene la tarea de evangelizar. Vosotros, con vuestros movimientos, habéis avivado esta tarea. Y está muy bien. Gracias.
En los últimos meses, habéis visto con vuestros propios ojos y tocado con vuestras manos el sufrimiento y la angustia de tantos hombres y mujeres a causa de la pandemia, sobre todo en los países más pobres, donde muchos de vosotros estáis presentes. Uno de vosotros me hablaba de esto. Tanta pobreza, miseria… Pienso en nosotros que aquí, en el Vaticano, nos quejamos cuando la comida no está en su punto, cuando hay gente que no tiene qué comer. Os doy las gracias porque no os habéis detenido: no habéis dejado de aportar vuestra solidaridad, vuestra ayuda, vuestro testimonio evangélico incluso en los meses más duros, cuando los contagios eran muy altos. A pesar de las restricciones debidas a las medidas de prevención necesarias, no os habéis rendido, al contrario, sé que muchos de vosotros multiplicasteis vuestro compromiso, adaptándoos a las situaciones concretas que se os presentaban y se os presentan, con esa creatividad que nace del amor, porque quien se siente amado por el Señor ama sin medida.
Este “sin medida” es lo que sale en estos momentos críticos. Y este “sin medida” también lo hemos visto en muchas monjas, en muchas consagradas, en muchos sacerdotes y en muchos obispos. Pienso en un obispo que acabó entubado por estar siempre con la gente. Ahora se está recuperando lentamente. Sois vosotros y todo el pueblo de Dios el que ha participado en esto y habéis estado ahí. Ninguno de vosotros ha dicho: “No, no puedo ir, porque mi fundador piensa de otra forma”. Así que, nada de fundador: aquí estaba la llamada del Evangelio y todos acudieron. Muchas gracias. Habéis sido testigos de «esa (bendita) pertenencia común de la que no podemos ni queremos evadirnos; esa pertenencia de hermanos» (Meditación en tiempo de pandemia, 27 de marzo de 2020). O somos hermanos o somos enemigos. “No, no, yo me separo: o hermanos o enemigos”. No hay término medio.
2. Como miembros de asociaciones de fieles, movimientos eclesiales internacionales y otras comunidades, tenéis una misión eclesial verdadera y propia. Buscáis con dedicación vivir y hacer fructificar aquellos carismas que el Espíritu Santo, a través de los fundadores, ha dado a todos los miembros de vuestras asociaciones, en beneficio de la Iglesia y de los muchos hombres y mujeres a los que os dedicáis en vuestro apostolado. Pienso especialmente en aquellos que, hallándose en las periferias existenciales de nuestras sociedades, experimentan en su carne el abandono y la soledad, y sufren por tantas necesidades materiales y pobreza moral y espiritual. Nos hará bien a todos recordar cada día no sólo la pobreza de los demás, sino también, y antes que nada, la nuestra.»
Por otra parte, la intención de oración de la Conferencia Episcopal Española, por la que también reza la Red Mundial de Oración del Papa, es “por los consagrados, para que, con el ejemplo y la intercesión de María, perseverando durante toda su vida en los consejos de pobreza, castidad y obediencia, sean dignos testigos y verdaderos servidores del Evangelio”.
Nuestro Obispo, D. Casimiro, en su carta del 29 de enero de 2022, nos decía lo siguiente: «Junto con toda la Iglesia, damos gracias a Dios por todas las personas consagradas, por sus dones y carismas: por las monjas y monjes de vida contemplativa, por los religiosos y religiosas de vida activa, y por las vírgenes y todas las personas consagradas que viven en el mundo. Todos ellos se han consagrado a Dios para seguir las huellas de Cristo obediente, pobre y casto, en el carisma propio de su orden o instituto, y entregar su vida al servicio de la vida y misión de la Iglesia para el bien de la humanidad».
«Pidamos a Dios por los consagrados para que sean fieles a su vocación y consagración, lo vivan con alegría y sean faros luminosos que nos remitan a Dios y a los hermanos. Roguemos también para que Dios siga suscitando vocaciones a la vida consagrada tan escasas en nuestra Iglesia diocesana.»
El Obispo de la Diócesis de Segorbe-Castellón, Mons. Casimiro López Llorente, presidió ayer la Misa de profesión de votos solemnes y toma de velo de la hermana Teresita de Jesús y de la Santa Faz, en el convento de Nuestra Señora de Gracia y San José de las Madres Carmelitas Descalzas de Caudiel.
Junto al Obispo concelebraron el párroco de San Juan Bautista de Caudiel, D. Eloy Villaescusa y el Cabildo Catedral, D. Federico Caudé, así como el Secretario, D. Ángel Cumbicos. Además, acompañaron a la hermana, vecinos y fieles del municipio, así como el alcalde.
Tras la proclamación de la Palabra, la homilía del Obispo puso de relieve la trayectoria vocacional de la hermana desde que sintió la primera llamada hasta la tarde de ayer en que se consagraba a Dios a través de la ceremonia de profesión de votos. D. Casimiro destacó cómo el Señor ha elegido a la hermana y la ha ido colmado de dones «acompañándote en las dificultades porque su misericordia y su bondad es manifiesta».
Recordó cómo, arropada por su familia, se formó en la fe cristina creciendo espiritualmente hasta sentir el deseo de ser monja carmelita. Puso de relieve que, habiendo tenido una primera experiencia que no le convenció demasiado, el Señor ha ido guiando sus pasos hasta llevarla al convento de Caudiel, lejos de su procedencia peruana, para dar un si definitivo al Señor: “aquí estoy señor para hacer tu voluntad” .
Como Pastor de la Iglesia de Segorbe-Castellón, le exhortó «a seguir confiando en el Señor, para que su amor siga creciendo en ti, y la bondad y la misericordia del Buen Pastor te acompañen todos los días de tu vida, culminando la historia de amor de Dios contigo en la vida consagrada».
Se refirió también al proceso vocacional como «hilo conductor que está sellado por el amor», más si cabe, «cuando ha estado fraguado en el ambiente familiar», dijo poniendo en valor el necesario acompañamiento de las familias.
En este sentido la exhortó a agradecer a sus padres, su abuela y su familia en general «la importante transmisión de la fe» a cuantos han guiado los pasos de la hermana carmelita, no olvidando que «la familia es el lugar donde se crece en la fe». Así dio gracias a Dios por tantas familias que, como la de la Hermana Teresita han acogido la vocación de sus hijos y han asumido la fe de acompañarles ese crecimiento de la vida cristiana.
En la celebración de ayer tarde, Sor Teresita del niño Jesús consagró su vida al Señor siendo bendecida por ÉL «para vivir de por vida entregada a Cristo Jesús en la obediencia, la castidad y en la pobreza, y en el camino espiritual que ha marcado nuestra Santa Madre, Santa Teresa». D. Casimiro la animó a dedicar su vida al Señor sabiendo que «como Buen Pastor, te ama, cuida de ti, sana tus heridas y sobre todo te da la vida, una vida en abundancia porque te ha concedido la gracia de responder a su llamada para vivir una vida gozosa con Él».
La profesión religiosa solemne expresa el acto de abrazar el estado religioso hasta la muerte mediante los votos de castidad, pobreza y obediencia, a imitación de Cristo, casto, pobre y obediente. Además, las Carmelitas Descalzas son religiosas de vida contemplativa, donde sus votos son perpetuos y solemnes, significando una entrega total a Dios.
Ante la crisis vocacional que presenciamos, también en la vida religiosa, la celebración de ayer fue un motivo de inmensa alegría y de esperanza para toda la Iglesia de Segorbe-Castellón, que celebra cómo una hermana responde con generosidad y con alegría a la llamada del Señor para hacer su voluntad, dispuesta a entregarle a Él su vida.
El Nuncio de S. S. el Papa en España ha pedido «compromiso» a los sacerdotes, «confianza en el Señor» a la Vida Consagrada, y «anunciar la alegría del Evangelio» a los laicos
El Nuncio de S.S. el Papa Francisco en España, Mons. Bernardito C. Auza ha presidido esta mañana, en la Iglesia del Seminario Diocesano Mater Dei, una Eucaristía que marca el inicio de su agenda en la Diócesis de Segorbe-Castellón durante este fin de semana.
La visita responde a la invitación de nuestro Obispo, Mons. Casimiro López, con motivo de la Clausura del Año Jubilar Diocesano que tendrá lugar mañana domingo en la S.I. Catedral Basílica de Segorbe.
La importancia de la visita radica, precisamente, en la necesidad de comunión de nuestra Iglesia Diocesana con la Iglesia Universal. La oportunidad de agradecer personalmente al máximo representante de las diócesis españolas, y del Papa en España, la concesión de este Año de Gracia, es motivo también para mostrarle que la Iglesia de Segorbe-Castellón, está en camino, como nos pide el Papa, y sale, con renovado espíritu, a cumplir con la tarea evangelizadora.
La jornada de hoy, coincidiendo con la octava de Pascua, se ha iniciado con la Eucaristía. Así, a través de la Palabra de Dios, y de la comunión en Cristo, los asistentes se han preparado para el encuentro que el Nuncio ha tenido posteriormente con los sacerdotes, religiosos, diáconos y seminaristas, así como con la Comisión del Año Jubilar Diocesano, y con los laicos a través de sus representantes en los diferentes Consejos Pastorales Parroquiales, incluyendo movimientos, asociaciones y diferentes realidades parroquiales.
La Eucaristía daba comienzo con las palabras de bienvenida y de agradecimiento de Mons. Casimiro López Llorente hacia el Nuncio de S.S. por el encuentro y a través de él con el Papa Francisco a quien representa en España y ante todas las Diócesis españolas con el fin de que «se fortalezcan los lazos de comunión de la Iglesia de Segorbe-Castellón con la Iglesia Universal a través del Santo Padre». El de hoy, ha dicho D. Casimiro, será un día de «acción de gracias al Señor a través de la Eucaristía que es la fuente, el centro y la cima hacia donde camina la Iglesia peregrina de Segorbe-Castellón y cada uno de los que formamos parte de ella».
«Id al mundo entero y proclamad el Evangelio»
Providencialmente la Palabra que se ha proclamado nos invitaba a todos, a través de San Marcos (16,9-15) a cumplir con la misión evangelizadora, y en esa misma Palabra ha basado su homilía Mons. Bernardito C. Auza en este sábado de la octava de Pascua. A través del Evangelio, el Nuncio Apostólico ha puesto de relieve «la Palabra que hoy dirige el Señor al colegio apostólico que pasan al colegio episcopal y también necesariamente a los colaboradores de los Obispos: los presbíteros».
Y lo ha hecho destacando la importancia del Seminario Diocesano Mater Dei como lugar de la celebración «por ser el espacio donde todo circula en torno a la tarea evangelizadora cuyo núcleo vital es la Eucaristía, de donde nace y se nutre la Iglesia». Así, se ha referido a la Eucaristía como «el principio y el fin de toda la acción de la Iglesia; el lugar donde se ilustra la mente, pero también se educa y se forma el corazón con la amistad y convivencia con Cristo».
El mensaje de Mons. Bernardito C. Auza se ha dirigido a los sacerdotes y seminaristas; a los representantes de los religiosos y religiosas, así como a la Vida Consagrada; y a la representación de los laicos presentes.
«Contad lo que hemos visto y oído«
En su mensaje a los sacerdotes y seminaristas, el Nuncio de S.S. se ha servido de la 1ª lectura (Hch. 4, 13-21) exhortándolos «a contar lo que hemos visto y oído, como advirtió Pedro, ante aquel Tribunal, inspirado por el Espíritu Santo, y en predicar la Divina Palabra sin disminuirla y darla tal como han recibido».
En este sentido ha invitado a los sacerdotes concelebrantes, a hacer del trato, de la intimidad y de familiaridad con la Palabra y con la vida del Señor, nuestra experiencia de vida cotidiana, porque sin la experiencia de Cristo es arriesgado entrar en un estado de vida que lo pide absolutamente todo». Se ha dirigido a ellos como «colaboradores esenciales del Obispo», invitándoles «a crecer en el amor a Cristo a través de la oración, de la práctica sacramental, la dirección espiritual y la convivencia sincera y fraterna, porque así también crece el interés por el conocimiento de la Iglesia Universal y Diocesana, y de todas sus necesidades y realidades».
En el contexto «de estos tiempos recios», ha agradecido el compromiso del Obispo y de los formadores en el acompañamiento y el camino de la formación hacia los seminaristas, animando a éstos a prepararse ante un futuro «que no es fácil». En este sentido ha recordado el mensaje de los Obispos en el Plan Pastoral 2021-2025 cuando se refieren a la sociedad actual como «una sociedad post-moderna líquida y voluble» que ha dejado atrás, aquella sociedad moderna «que buscaba la solidez en los grandes principios ideológicos y las grandes causas» en la que prima «la desconfianza en los vínculos humanos» que se deja llevar por «el individualismo y se caracteriza por relaciones efímeras en las que no se mantienen la lealtad ni el compromiso adquirido». Son tiempos líquidos, ha insistido, «en una sociedad líquida, donde el amor es líquido y el hombre es líquido porque solo quiere ser ciudadano del mundo sin ataduras ni en el amor, ni en la forma de vida». Y a este tipo de sociedad «ha de dirigirse nuestro compromiso en la formación», ha dicho.
Por ello, ha continuado, «los sacerdotes ordenados y quienes se preparan para el Ministerio sacerdotal deben de participar de la riqueza y la belleza del sacerdocio de Cristo, siendo conscientes que el sacerdocio ordenado es una llamada dentro de la llamada universal de un sacerdocio de todos los bautizados».
Se ha referido también a las enseñanzas de San Juan de Ávila como ejemplo de «predicar lo que recibía del Señor a través de la oración, desde el corazón; un hombre que escuchaba con la fe, miraba desde el amor, y predicaba con el corazón». Les ha exhortado a «permanecer generosos en el compromiso a su ministerio, testimoniando la misericordia de Dios en las tareas de cada día».
Mensaje del Papa Francisco
Depositar la confianza en el Señor
A las religiosas, religiosos y representantes de la Vida Consagrada que han participado en la Eucaristía, les ha alentado a depositar la confianza en el Señor. Ha puesto en valor la encomiable labor que realizan en beneficio de la Iglesia y de la sociedad en general en todas aquellas tareas y labores que realizan. Desde las diferentes congregaciones e institutos, ha dicho Mons. Bernardito C. Auza, «respondéis a la voz de la Iglesia que cuenta con vuestra entrega y vuestra fidelidad para asegurar el bien de la misma Iglesia y de las personas que se benefician de vuestra acción según vuestra vocación y carisma».
También ha recordado la próxima celebración de la 52ª Semana de la Vida Consagrada que se va a centrar en el déficit de esperanza en la Iglesia y en la sociedad, con el objetivo de dar respuesta a las muchas inquetudes manifestadas por los consagrados, ante la amenaza de extinción de algunos institutos de Vida Consagrada. En este sentido les ha agradecido «la insustituible labor» que realizan en la Iglesia de Segorbe-Castellón y, encomendado su tarea a la Virgen, les ha animado y alentado a mantener «el coraje para seguir adelante».
Es la hora de los laicos
También ha tenido palabras para los representantes del laicado de nuestra Diócesis: movimientos, asociaciones, apostolados y miembros de los Consejos parroquiales. Les agradecido, en nombre del Santo Padre, «su compromiso en la Diócesis colaborando y actuando con el compromiso de fe asumido en el Bautismo» así como por su participación en la convocatoria del Papa Francisco en el proceso sinodal.
Como miembros de la Iglesia, ha dicho, «los fieles laicos tenéis la vocación y la misión de anunciar el Evangelio en estos tiempos recios en que decae la fe y la práctica religiosa por parte de nuestros contemporáneos». En este sentido, les ha exhortado a «ser comunidades fuertes y comprometidas para emprender la Nueva Evangelización». Llevar el mensaje del Evangelio a la sociedad contemporánea «con nuevos métodos y nuevas formas en la vida comunitaria pero también entre quienes no practican la fe recibida en el Bautismo».
Por último, les ha recordado el mensaje del Papa Francisco durante el Congreso de Laicos celebrado en Madrid en 2020: «es la hora de hombres y mujeres comprometidos en todos los ámbitos, que con su modo de vivir son capaces de llevar la alegría del Evangelio allí donde estén».
Tras la Eucaristía, sacerdotes, religiosos, diáconos y seminaristas, y los laicos a través de sus representantes en los diferentes Consejos Pastorales Parroquiales, incluyendo movimientos, asociaciones y diferentes realidades parroquiales, han mantenido un encuentro con Mons. Bernardito Auza en el que han podido conocer los acentos, las dificultades y los anhelos que están en el corazón del Santo Padre, asumiéndolos como propios y seguir el camino marcado en este Año Jubilar como Iglesia peregrina que camina, en comunión con el Papa y con el Obispo, en la tarea evangelizadora de la Iglesia misionera del Señor.
También se ha proyectado un vídeo resumen del Año Jubilar Diocesano que ha producido la Delegación Diocesana de Medios de Comunicación y que, en palabras de D. Casimiro, refleja «cómo hemos vivido este Año de Gracia del Señor.
En el contexto de la celebración del Año Jubilar Diocesano con motivo del 775º Aniversario de la Creación de la Sede episcopal en Segorbe, las monjas contemplativas de la Diócesis de Segorbe-Castellón celebraron ayer un encuentro con el Obispo, D. Casimiro en el que se tuvo muy presente la Jornada Pro Orantibus que la Iglesia Católica celebra este domingo.
Así, una representación de las congregaciones de las Clarisas, Agustinas, Carmelitas y de la Fraternidad de la Paz, vivieron una jornada en la que obtuvieron la indulgencia plenaria y ganaron el Jubileo.
Dentro del programa que se organizó, en el que estuvieron acompañadas por el Delegado diocesano para la Vida Consagrada, D. Joaquín Guillamón, mantuvieron una reunión con D. Casimiro en la que pudieron departir animadamente sobre aspectos que les son comunes. Se les entregó la «Carta Pastoral» de nuestro Obispo así como el «Libro del Peregrino» que la Diócesis ha editado con motivo del Año Jubilar Diocesano.
La misma Catedral fue el escenario donde D. David Montolio, Dr. en Arte y miembro de la Delegación diocesana de Patrimonio, impartió la Conferencia Histórica que bajo el título «Segobricensis 775º Aniversario en el contexto del devenir histórico del Pueblo de Dios en la Diócesis de Segorbe-Castellón» se presentó como una oportunidad para hacer memoria agradecida del pasado favoreciendo la conversión personal y comunitaria, y asumir el compromiso misionero.
A partir de toda la documentación mostrada, referenciada y explicada, las monjas contemplativas de nuestra Diócesis pudieron comprobar el ser, el hacer y la misión de la Iglesia diocesana a lo largo de estos casi ocho siglos de historia. También, previo al peregrinaje hacia la Puerta Santa, visitaron el Museo Catedralicio y contemplaron, a través de las obras de arte, la esencia propia que conforma la Santa Iglesia Catedral Basílica como conjunto de un espacio de culto neoclásico.
La Eucaristía estuvo presidida por el Obispo, D. Casimiro, quien durante la homilía hizo referencia al objetivo de la peregrinación de las hermanas, que no es otro que «dejarnos purificarnos por el Señor para ser lo que estamos llamados a ser: signo e instrumento visible de la presencia de Dios en nuestro mundo», siendo ésta la razón de la Iglesia diocesana.
En este Año Jubilar, dijo D. Casimiro, «queremos dar gracias a Dios por esta historia de fe y de acción de Dios en nosotros porque nuestra Iglesia es, ante todo, un don de Dios». En este sentido, exhortó a vivir y sentir a nuestra Iglesia, «más allá del territorio, de la historia y de los cambios» que se han venido produciendo a lo largo de estos siglos, «somos el pueblo elegido de Dios para hacerle presente a Él, a su Misericordia y a su amor».
Este Año Jubilar, prosiguió, «nos llama a dejarnos convertir y evitar todo aquello que nos impide vivir la comunión con Dios y la comunión con ,los hermanos». Dejándonos renovar por el Espíritu del Señor, resaltó el Obispo, para que siendo dóciles a sus interpelaciones, nos vayamos dejando purificar alegrando los corazones».
En su predicación no fue ajeno a las dificultades que, en algunas circunstancias , como la falta de vocaciones «nos apagan y nos agobian, pero hay que vivir nuestra vocación de consagradas contemplativas, de sacerdotes y de cristianos para recuperar así la vida de nuestra Iglesia».
La fuente es «Cristo Jesús – dijo el Obispo – que nos une y nos reúne en torno a la mesa de la Eucaristía que nos lanza a la misión», haciendo así hincapié en el lema de este año jubilar «creciendo en la comunión para salir a la misión».
Esa misma es la encomienda que el mismo Jesús hizo a los Apóstoles y que ayer se recordó a través de la proclamación de la Palabra, en la que D. Casimiro puso el acento de su predicación y que no es ajena a la vida en los conventos pues la comunión lo es primero «con Dios, vuestro esposo, porque así es como se mantendrá viva la llama de la fe y de la gracia que el Señor insertó en cada uno de nosotros el día de nuestro Bautismo» y eso, prosiguió, «será la fuente de comunión entre las hermanas».
En este sentido, hizo alusión también a la dificultad que, en algunas ocasiones, supone la comunión fraterna día a día pero esa es la llamada del Señor para ser signos visibles de su presencia porque de lo contrario nos quedaríamos a medio camino. A partir de la intimidad con Dios desde la oración y la contemplación, las exhortó a «vivir la comunión desde la fraternidad con los demás porque la comunión es la expresión sincera de que estamos unidos a Cristo».
Nos debemos dejar purificar, convertir y renovar en nuestra vida y también en la tarea pastoral que cada uno tenemos porque como Iglesia, resaltó D. Casimiro, «no vivimos para nosotros mismos sabiendo que somos mediación, en colaboración con Jesucristo, para que la salvación y la renovación llegue a toda la humanidad».
La Eucaristía sirvió también para elevar petición por las vocación y «orar por los que oran» recordando así la Jornada Pro Orantibus que la Iglesia celebra mañana domingo.
Al finalizar también pudieron contemplar la Exposición Histórica «Germen y Diseño» que está ublicada en el interior de la Catedral Basílica de Segorbe y que incluye diversos elementos que han ido construyendo nuestra Diócesis. De esta forma pudieron ver y conocer la narración y el sentido de cómo la Palabra ha sido acogida, difundida y realizada a lo largo de la comunión diocesana durante siglos.
La Iglesia celebraba ayer la Presentación del Señor y la Jornada de la Vida Consagrada, en esta ocasión bajo el lema «Caminando juntos». Los consagrados se unen al camino sinodal que se inició en octubre de 2021. La Diócesis de Segorbe-Castellón festejó este día tan importante con una Eucaristía, que se celebró por la tarde en la Basílica de Nuestra Señora del Lledó, en Castellón.
Presidida por nuestro Obispo, D. Casimiro López Llorente, acudieron diferentes órdenes religiosas de la Diócesis, y todas juntas comenzaron la celebración con la procesión de las candelas. Además, concelebró D. Joaquín Guillamón, Delegado diocesano para la Vida Consagrada, D. Juan Gregorio Señor, D. Florencio Roselló y D. Ángel Cumbicos.
El Obispo, en la homilía quiso destacar dos palabras: encuentro y consagración. Partiendo del lema de esta Jornada explicó que los obispos de la Comisión Episcopal para la Vida Consagrada invitan en su mensaje “a caminar juntos desde la consagración, la escucha, la comunión y la misión”.
Destacó el valor que tiene el encuentro con el Señor. Se comienza a ser de verdad cristiano a través de un encuentro personal y transformador, “de un acontecimiento, del encuentro con una persona que cambia el corazón, que cambia el horizonte de nuestra vida, que le da sentido, que no es otro sino Cristo Jesús”. Además, tanto los bautizados, como los consagrados y los ordenados estamos llamados “a dejarnos encontrar por el Señor”, porque este encuentro “es algo que ha de cultivarse día a día, con la oración, en la Eucaristía, en el encuentro con los pobres y con los necesitados, con los enfermos, es ahí donde el Señor sale a nuestro encuentro para mantener viva la llama de la fe”, indicó.
En esta fiesta de las candelas recordamos que Jesús es presentado, ofrecido y consagrado al Padre, explicó D. Casimiro, “para que cumpla la misión para la cual el Padre le ha enviado a este mundo”. En este sentido, exhortó a todos a seguir el ejemplo de Jesucristo, que actuó “con una entrega total, desde la obediencia filial hasta el final, hasta la muerte”. “Todo cristiano está consagrado por su Bautismo – continuó – para que su vida sea una ofrenda al Padre”, “los consagrados para seguir a Jesús, pobre, casto y humilde, según el carisma de cada uno”. Todo ello desde la Reflexión Diocesana en el Proceso Sinodal y desde Año Jubilar que nos disponemos a celebrar, “poniendo siempre a Cristo Jesús en el centro de nuestra vida”.
Del 11 al 13 de febreroen el Desierto de las Palmas
Organizada por las Hermanas de la Sagrada Familia de Nazaret con el objetivo de contribuir al discernimiento vocacional de chicas mayores de 16 años. El título o lema de esta convocatoria: «Jesús está vivo y te te quiere viva», evidencia que no andamos solos en el camino de la vida. Dios nos acompaña, con paciencia y a la espera de que nos encontremos con Él.
La convocatoria afirma además que «Dios nos quiere felices» y, para cumplir su plan de amor con cada uno de nosotros, nos llama. Esta convivencia ayudará a las jóvenes y mujeres participantes a reconocer la voz íntima del Dios, abriéndonos a la ‘gracia’ que quiere derramar en nuestros corazones.
La ‘vocación» es precisamente responder a la llamada que Dios, con nombre propio, nos hace a cada uno de nosotros en un momento determinado de la vida para ser lo que estamos llamados a ser.
Lo decía recientemente nuestro Obispo con motivo de la celebración de hoy de la Jornada Mundial de la Vida Consagrada: «a Dios sólo se le puede encontrar en la escucha atenta y orante de su Palabra, siendo dóciles a la acción del Espíritu Santo». La vocación, en la mayoría de los casos puede ser formar una familia, pero también se puede dar la circunstancia de sentir algo más profundo. En esta convivencia, a través de charlas, meditaciones y la reflexión orante de la Palabra de Dios, las participantes podrán descubrir a qué están llamadas.
En la fiesta de las Candelas, el 2 de febrero, celebramos la presentación y consagración de Jesús a Dios-Padre en el templo de manos de María y José. Recordando este acontecimiento celebramos en este día la Jornada mundial de la vida consagrada. Junto con toda la Iglesia, damos gracias a Dios por todas las personas consagradas, por sus dones y carismas: por las monjas y monjes de vida contemplativa, por los religiosos y religiosas de vida activa, y por las vírgenes y todas las personas consagradas que viven en el mundo. Todos ellos se han consagrado a Dios para seguir las huellas de Cristo obediente, pobre y casto, en el carisma propio de su orden o instituto, y entregar su vida al servicio de la vida y misión de la Iglesia para el bien de la humanidad.
Recogiendo la llamada del papa Francisco a toda la Iglesia a caminar juntos, a vivir en modo sinodal, la Jornada de este año tiene como lema La vida consagrada, caminando juntos. La palabra caminar nos remite al mismo Jesús que se proclamó “camino, verdad y vida” (Jn 14, 6), recorrió el camino de subida a Jerusalén hasta la cruz (Lc 9, 51) y, una vez resucitado, y “se puso a caminar con ellos” , (Lc 24, 15), los discípulos de Emaús, que, desalentados y tristes, se alejaban de la comunidad; Jesús les explicó las Escrituras, que hablaban de Él, y lo reconocieron en la “fracción del pan”; este encuentro con Jesús les impulsó a volver a prisa a la comunidad de Jerusalén para anunciar con alegría a los Apóstoles su encuentro con Jesús resucitado. Como Jesús, nuestra Iglesia es una Iglesia peregrina que camina unida por los caminos de este mundo para llevar a todos la buena Noticia del Evangelio, que es Jesucristo mismo. El lema de este año es una invitación a todos los consagrados a caminar juntos con el resto del Pueblo de Dios en la consagración, la escucha, la comunión y la misión.
Caminar juntos como consagrados pide, en primer lugar, que sean conscientes de que su llamada a la vida consagrada es un don Dios, y la comparten la consagración con otros hermanos y hermanas. Esto les pide poner a Dios en el centro de su vida. A Él están consagrados y a Dios solo se le encuentra buscando su rostro día a día en la oración y en y en el rostro de los hermanos. El actual momento sinodal es un tiempo de gracia para que los consagrados fortalezcan su consagración; y es una oportunidad de encuentro con Dios y los hermanos.
A Dios sólo se le puede encontrar en la escucha atenta y orante de su Palabra, siendo dóciles a la acción del Espíritu Santo, y escuchando, a la vez, a los hermanos o hermanas de comunidad y alos hombres y mujeres de hoy con sus gozos y tristezas, con sus anhelos y decepciones. La verdadera escucha de los demás ha de ser paciente, humilde, recíproca, respetuosa y compasiva. Así los consagrados pueden encontrar los caminos para crecer y convertirse en testimonio interpelante en medio de la Iglesia y de la sociedad, que a veces cierran sus oídos a la voz de Dios y al grito de los más débiles.
Los consagrados están llamados a ser en la Iglesia y en el mundo “expertos en comunión”, testigos y artífices del “proyecto de comunión” que Dios tiene para toda la humanidad. Esta comunión es, en primer lugar, unión con Dios, al que han de amar sobre todas las cosas; y es comunión con los hermanos o hermanas de comunidad, siendo signo claro de verdadera fraternidad, así como con el resto de personas consagradas, con la Iglesia diocesana y con toda la humanidad, tan necesitada de superar odios y confrontaciones, y de restañar heridas y de curar llagas.
Y, finalmente, el lema de este año invita a todos los consagrados a caminar juntos con el resto del Pueblo de Dios en la misión, es decir a reforzar su corresponsabilidad y compromiso en la Iglesia diocesana aportando sus dones y carismas. Esto tiene muchas formas y ámbitos: la oración del claustro, la vida de las parroquias, los hospitales, los colegios, la atención a ancianos y necesitados o el encuentro a pie de calle. Así contribuyen a enriquecer la misión de nuestra Iglesia.
Siempre y en particular en esta Jornada damos gracias a Dios por la vida consagrada, un gran don de Dios a nuestra Iglesia y a la sociedad. Pidamos a Dios por los consagrados para que sean fieles a su vocación y consagración, lo vivan con alegría y sean faros luminosos que nos remitan a Dios y a los hermanos. Roguemos también para que Dios siga suscitando vocaciones a la vida consagrada tan escasas en nuestra Iglesia diocesana. En los últimos meses dos monasterios de clausura han tenido que cerrar por falta de vocaciones, y el resto de comunidades religiosas van envejeciendo y disminuyendo en número. Oremos a Dos: Los consagrados -mujeres y hombres- siguen siendo necesarios para la santidad, la vida y la misión de nuestra Iglesia diocesana.
Presidida por el Obispo de Segorbe-Castellón, D. Casimiro López Llorente, este lunes se celebraba una Eucaristía en el Monasterio de las Hermanas Clarisas de Onda, que lo fue de acción de gracias «por tantos dones que, a través de las hermanas clarisas y a lo largo de los siglos, ha recibido nuestra Diócesis», dijo el Obispo.
El prelado puso el acento en la búsqueda del rostro de Cristo que, a través de la vocación a la vida consagrada, las Hermanas Clarisas hallan en la oración. Y es que, tal como recordó D. Casimiro, mediante su oración «tenemos que dar gracias a Dios por los dones que el Señor ha derramado en cada uno de nosotros», y se mostró convencido de que, aunque aún no se conozcan, «también ha habido don de santidad, y eso es lo que mantienen viva nuestra Iglesia». Durante la homilía, nos exhortó a mantenernos firmes en la fe y a «caminar juntos haciendo presente a Dios en medio de todos nosotros». Invitó a los feligreses a elevar oración para que «el Señor nos siga enviando vocaciones», aunque no se refirió únicamente a la vocación a la vida consagrada, tan necesarias, sino también «a la vida familiar y matrimonial para que broten familias cristianas donde se viva y se transmita la fe, haciéndolo desde la lectura y la atenta escucha a la Palabra de Dios».
Cabe recordar que la Eucaristía celebrada lo fue también de despedida tras el cierre del Monasterio de las Hermanas Clarisas bajo la advocación de la Inmaculada Concepción, que llevaba presente en Onda, como recordó el Obispo, desde el s.XV. Ahora se trasladan al convento de Alcalá de Henares, con quienes se han fusionado.
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