lecturas domingo iii cuaresma 2018

1ª LECTURA

Éxodo (20,1-17):

En aquellos días, el Señor pronunció las siguientes palabras: «Yo soy el Señor, tu Dios, que te saqué de Egipto, de la esclavitud. No tendrás otros dioses frente a mí. No te harás ídolos, figura alguna de lo que hay arriba en el cielo, abajo en la tierra o en el agua debajo de la tierra.

No te postrarás ante ellos, ni les darás culto; porque yo, el Señor, tu Dios, soy un dios celoso: castigo el pecado de los padres en los hijos, nietos y bisnietos, cuando me aborrecen. Pero actúo con piedad por mil generaciones cuando me aman y guardan mis preceptos.

No pronunciarás el nombre del Señor, tu Dios, en falso. Porque no dejará el Señor impune a quien pronuncie su nombre en falso. Fíjate en el sábado para santificarlo.

Durante seis días trabaja y haz tus tareas, pero el día séptimo es un día de descanso, dedicado al Señor, tu Dios: no harás trabajo alguno, ni tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu esclavo, ni tu esclava, ni tu ganado, ni el forastero que viva en tus ciudades. Porque en seis días hizo el Señor el cielo, la tierra y el mar y lo que hay en ellos. Y el séptimo día descansó: por eso bendijo el Señor el sábado y lo santificó. Honra a tu padre y a tu madre: así prolongarás tus días en la tierra que el Señor, tu Dios, te va a dar. No matarás. No cometerás adulterio.

No robarás. No darás testimonio falso contra tu prójimo. No codiciarás los bienes de tu prójimo; no codiciarás la mujer de tu prójimo, ni su esclavo, ni su esclava, ni su buey, ni su asno, ni nada que sea de él.»

SALMO

Sal 18,8.9.10.11

R/. Señor, tú tienes palabras de vida eterna

La ley del Señor es perfecta
y es descanso del alma;
el precepto del Señor
es fiel e instruye al ignorante. R/.

Los mandatos del Señor son rectos
y alegran el corazón;
la norma del Señor es límpida
y da luz a los ojos. R/.

La voluntad del Señor
es pura y eternamente estable;
los mandamientos del Señor son verdaderos
y enteramente justos. R/.

Más preciosos que el oro,
más que el oro fino;
más dulces que la miel
de un panal que destila. R/.

2ª LECTURA

San Pablo a los Corintios (1,22-25):

Los judíos exigen signos, los griegos buscan sabiduría; pero nosotros predicamos a Cristo crucificado: escándalo para lo judíos, necedad para los gentiles; pero, para los llamados –judíos o griegos–, un Mesías que es fuerza de Dios y sabiduría de Dios. Pues lo necio de Dios es más sabio que los hombres; y lo débil de Dios es más fuerte que los hombres.

EVANGELIO

San Juan (2,13-25):

Se acercaba la Pascua de los judíos, y Jesús subió a Jerusalén. Y encontró en el templo a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas, y a los cambistas sentados; y, haciendo un azote de cordeles, los echó a todos del templo, ovejas y bueyes; y a los cambistas les esparció las monedas y les volcó las mesas; y a los que vendían palomas les dijo: «Quitad esto de aquí; no convirtáis en un mercado la casa de mi Padre.»

Sus discípulos se acordaron de lo que está escrito: «El celo de tu casa me devora.»

Entonces intervinieron los judíos y le preguntaron: «¿Qué signos nos muestras para obrar así?»

Jesús contestó: «Destruid este templo, y en tres días lo levantaré.»

Los judíos replicaron: «Cuarenta y seis años ha costado construir este templo, ¿y tú lo vas a levantar en tres días?»

Pero él hablaba del templo de su cuerpo. Y, cuando resucitó de entre los muertos, los discípulos se acordaron de que lo había dicho, y dieron fe a la Escritura y a la palabra que había dicho Jesús.

Mientras estaba en Jerusalén por las fiestas de Pascua, muchos creyeron en su nombre, viendo los signos que hacía; pero Jesús no se confiaba con ellos, porque los conocía a todos y no necesitaba el testimonio de nadie sobre un hombre, porque él sabía lo que hay dentro de cada hombre.

COMENTARIO

El pueblo de Israel tuvo que ser rescatado de la esclavitud en Egipto, porque sus propias fuerzas no fueron suficientes para librarse del poder del Faraón. Dios intervino magníficamente, obrando grandes prodigios, demostrándole a su pueblo que es un Padre poderoso y atento. Y en este contexto Dios le regala a Israel la tabla con los Diez Mandamientos. Es evidente que se trata de un Dios que no tiene ningún afán de dominio, sino todo lo contrario: desea que sus hijos vivan, abre puertas, deshace cadenas y promete una tierra. 

Los mandamientos son diez verdades sobre nosotros y sobre nuestra vida que Dios nos regala, ahorrándonos un trabajo no pequeño de prueba y error, y de tiempos y esfuerzos malgastados. Son palabra de Dios, que no puede engañarse ni engañarnos. De hecho, cuando no los observamos, descubrimos rápidamente que no se escondía detrás de la norma divina un mundo nuevo por descubrir que se nos negaba; es decir, no son una frontera que se nos pone en el camino hacia una vida mejor, sino que detrás del asalto al mandamiento, uno se descubre en un ‘cuarto a oscuras’. Pecar no hace la vida más bonita, porque cuando pecamos ‘volvemos’ a Egipto.

Han pasado miles de años desde ese momento clave entre Dios y su pueblo. Y Dios es como es: fiel a su pacto. Quiere ser Padre y dar vida. Y las cláusulas del pacto siguen siendo las mismas. Tanto que Jesús, con la infinita novedad que supuso, ni modificó el orden ni le hizo rebajas a la tabla, porque los mandamientos no son un capricho del Padre, sino indicaciones concretas para una vida humana tal y como Él la desea para nosotros. Salvando las distancias: tampoco Francisco, con toda la frescura de su pontificado, ha eliminado ninguno de los mandamientos, siguen siendo diez, aunque el aborto esté de moda, aunque la mentira quiera ser noticia, aunque hayamos tirado por la borda miles de años de inteligencia afectiva y la sexualidad ande manga por hombro. 

La Iglesia nos propone los Diez Mandamientos dentro el itinerario hacia la Pascua. Sirven a nuestra libertad, porque favorecen un ejercicio de la misma más cerca de la verdad y del bien. Podemos aprovechar la Cuaresma como tiempo para descubrirlos.

+ posts