lecturas jueves ii cuaresma 2018

1ª LECTURA

Jeremías:

Esto dice el Señor:

Esto dice el Señor:

«Maldito quien confía en el hombre, y busca el apoyo de las criaturas, apartando su corazón del Señor.

Será como cardo en la estepa, que nunca recibe la lluvia; habitará en un árido desierto, tierra salobre e inhóspita.

Bendito quien confía en el Señor y pone en el Señor su confianza.

Será un árbol plantado junto al agua, que alarga a la corriente sus raíces; no teme la llegada del estío, su follaje siempre está verde; en año de sequía no se inquieta, ni dejará por eso de dar fruto.

Nada hay más falso y enfermo que el corazón: ¿quién lo conoce?

Yo, el Señor, examino el corazón, sondeo el corazón de los hombres para pagar a cada cual su conducta según el fruto de sus acciones».

SALMO

Sal 1,1-2.3.4.6

R/Dichoso el hombre
que ha puesto su confianza en el Señor

V/. Dichoso el hombre
que no sigue el consejo de los impíos
ni entra por la senda de los pecadores,
ni se sienta en la reunión de los cínicos;
sino que su gozo es la ley del Señor,
y medita su ley día y noche. R/.

V/. Será como un árbol
plantado al borde de la acequia:
da fruto en su sazón
y no se marchitan sus hojas;
y cuanto emprende tiene buen fin. R/.

V/. No así los impíos, no así;
serán paja que arrebata el viento.
Porque el Señor protege el camino de los justos,
pero el camino de los impíos acaba mal. R/.

EVANGELIO

San Lucas:

En aquel tiempo, dijo Jesús a los fariseos:

«Había un hombre rico que se vestía de púrpura y de lino y banqueteaba cada día. Y un mendigo llamado Lázaro estaba echado en su portal, cubierto de llagas, y con ganas de saciarse de lo que caía de la mesa del rico.

Y hasta los perros venían y le lamían las llagas.

Sucedió que murió el mendigo, y fue llevado por los ángeles al seno de Abrahán.

Murió también el rico y fue enterrado. Y, estando en el infierno, en medio de los tormentos, levantó los ojos y vio de lejos a Abrahán, y a Lázaro en su seno, y gritando, dijo:

“Padre Abrahán, ten piedad de mí y manda a Lázaro que moje en agua la punta del dedo y me refresque la lengua, porque me torturan estas llamas”.

Pero Abrahán le dijo:

“Hijo, recuerda que recibiste tus bienes en tu vida, y Lázaro, a su vez, males: por eso ahora él es aquí consolado, mientras que tú eres atormentado.

Y, además, entre nosotros y vosotros se abre un abismo inmenso, para que los que quieran cruzar desde aquí hacia vosotros no puedan hacerlo, ni tampoco pasar de ahí hasta nosotros”.

Él dijo:

“Te ruego, entonces, padre, que le mandes a casa de mi padre, pues tengo cinco hermanos: que les dé testimonio de estas cosas, no sea que también ellos vengan a este lugar de tormento”.

Abrahán le dice:

“Tienen a Moisés y a los profetas: que los escuchen”.

Pero él le dijo:

“No, padre Abrahán. Pero si un muerto va a ellos, se arrepentirán”.

Abrahán le dijo:

“Si no escuchan a Moisés y a los profetas, no se convencerán ni aunque resucite un muerto”».

COMENTARIO

Un midrash hebreo relata lo siguiente: “Cuando Dios creó la paloma, ésta volvió al Creador lamentándose: ‘Señor del universo, hay un gato que me persigue constantemente y yo tengo que correr todo el día con mis patas tan pequeñas’. Entonces el Creador le dio dos alas. Pero, poco después, la paloma volvió a presentarse llorando ante el Creador: ‘Señor del universo, el gato sigue persiguiéndome y ahora, con estas alas encima, me resulta aún más difícil escapar de él. Son tan pesadas las alas que no pueden con ellas mis patas tan cortas y tan débiles’. El Creador sonrió y le dijo: ‘Yo no te he dado las alas para que tú las lleves encima, sino para que ellas te lleven a ti’.”

Fácilmente caemos en el engaño de pensar que somos nosotros quienes tenemos que sacarnos las castañas de fuego, creyendo que las alas son para cargar con ellas. Es por ello que el profeta Jeremías nos previene del peligro de la autosuficiencia: “Maldito el hombre que se fía del hombre, poniendo en la carne su confianza, mientras su corazón se aparta del Señor.”. Quien carga con el peso de su vida sobre sus cortas y débiles patas, acabará árido y seco: no dará fruto. Pero quien pone su confianza en el Señor, dejándose llevar por la gracia -las alas-, será “como un árbol plantado al borde de las aguas”.

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