1ª LECTURA

Colosenses 3, 1-11

Hermanos:
Si habéis resucitado con Cristo, buscad los bienes de allá arriba, donde Cristo está sentado a la derecha de Dios; aspirad a los bienes de arriba, no a los de la tierra.
Porque habéis muerto, y vuestra vida está con Cristo escondida en Dios. Cuando aparezca Cristo, vida nuestra, entonces también vosotros apareceréis gloriosos, juntamente con él. En consecuencia, dad muerte a todo lo terreno que hay en vosotros: la fornicación, la impureza, la pasión, la codicia y la avaricia, que es una idolatría. Esto es lo que atrae la ira de Dios sobre los rebeldes.
Entre ellos andabais también vosotros, cuando vivíais de esa manera; ahora, en cambio, deshaceos también vosotros de todo eso: ira, coraje, maldad, calumnias y groserías, ¡fuera de vuestra boca!
¡No os mintáis unos a otros!: os habéis despojado del hombre viejo, con sus obras, y os habéis revestido de la nueva condición que, mediante el conocimiento, se va renovando a imagen de su Creador, donde no hay griego y judío, circunciso e incircunciso, bárbaros y escita, esclavo y libres, sino Cristo que lo es todo y en todos.

Salmo: Sal 144, 2-3. 10-11. 12-13ab
R. El Señor es bueno con todos.

Día tras día, te bendeciré
y alabaré tu nombre por siempre jamás.
Grande es el Señor, merece toda alabanza,
es incalculable su grandeza. R.
Que todas tus criaturas te den gracias, Señor,
que te bendigan tus fieles.
Que proclamen la gloria de tu reinado,
que hablen de tus hazañas. R.
Explicando tus hazañas a los hombres,
la gloria y majestad de tu reinado.
Tu reinado es un reinado perpetuo,
tu gobierno va de edad en edad. R.

Evangelio

Lucas 6, 20-26

En aquel tiempo, Jesús, levantando los ojos hacia sus discípulos, les decía:
«Bienaventurados los pobres, porque vuestro es el reino de Dios.
Bienaventurados los que ahora tenéis hambre, porque quedaréis saciados.
Bienaventurados los que ahora lloráis, porque reiréis.
Bienaventurados vosotros cuando os odien los hombres, y os excluyan, y os insulten, y proscriban vuestro nombre como infame, por causa del Hijo del hombre. Alegraos ese día y saltad de gozo, porque vuestra recompensa será grande en el cielo. Eso es lo que hacían vuestros padres con los profetas.
Pero, ¡ay de vosotros, los ricos, porque ya habéis recibido vuestro consuelo!.
¡Ay de vosotros, los que estáis saciados!, porque tendréis hambre!.
¡Ay de los que ahora reís, porque haréis duelo y lloraréis!.
¡Ay si todo el mundo habla bien de vosotros! Eso es lo que vuestros padres hacían con los falsos profetas».

COMENTARIO

La descripción el Apóstol no puede ser más desgarradora. ¿Qué acciones practicaron en otro tiempo los cristianos a los que se dirige la carta de San Pablo? “La fornicación, la impureza, las pasiones, la concupiscencia mala y la avaricia, que es una idolatría”. Y añade, a continuación, otro recital: “la ira, la indignación, la malicia, la blasfemia y la conversación deshonesta en vuestros labios”.

He de confesar que, lejos de entristecerme, estas descripciones que hace el Apóstol de algunos primeros cristianos me llenan de alegría y de esperanza. ¿Por qué? Porque Dios puede cambiar las cosas. San Pablo señala que esos primeros cristianos las practicaron “en otro tiempo”. No ahora. Ya no lo hacían cuando les escribe esta carta.

Antes de conocer a Jesucristo quizá deseaban dejar de hacer lo que hacían, luchaban… y no podían. Pero Cristo sí puede. La gracia y poder del Señor puede transformar hasta la persona que, según nuestros limitados criterios humanos, consideramos más “perdida”.

Incluso si, siendo ya cristianos, cometiésemos algunos de esos pecados, habría esperanza para nosotros. Dios nos puede perdonar, nos puede curar. Cristo puede hacerlo. De hecho, sólo Él puede. Si se lo permitimos, Él conseguirá que dejemos el pasado en el pasado y vivamos un nuevo presente.

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