San Juan de Ávila, Doctor de la Iglesia
Queridos diocesanos:
El Papa Benedicto XVI proclamará a San Juan de Ávila Doctor de la Iglesia Universal el próximo 7 de octubre. Con motivo del Año de la fe es bueno “volver la mirada” hacia este Santo y gran evangelizador; ello nos ayudará a perseverar en la misma fe de la que él fue maestro y difusor incansable. San Juan de Ávila, patrono del clero secular español desde 1946, quizá no sea muy conocido. Por ello es preciso recordar quién es este santo español, resaltar la actualidad de su vida y de su mensaje así como señalar el significado de su proclamación como Doctor de la Iglesia Universal.
Juan de Ávila nació en el umbral del siglo XVI, (1499 ó 1500), en Almodóvar del Campo (Ciudad Real); allí creció y se educó en un ambiente cristiano. Más tarde estudió Leyes en la Universidad de Salamanca, y Artes y Teología en la de Alcalá. Ordenado sacerdote en 1526, celebró su primera Misa solemne en su pueblo natal y lo festejó invitando a los pobres a su mesa y repartiendo entre ellos su cuantiosa herencia. A punto de embarcar para irse a América, el Arzobispo de Sevilla le pidió que se quedase a ejercer el ministerio evangelizador en España. Juan de Ávila recorrió pueblos y ciudades de La Mancha, Extremadura y, sobre todo, de Andalucía, lo que le valió el título de ‘Apóstol de Andalucía’. Tras varios años en Granada pasó los últimos quince años de su vida en Córdoba. Murió en Montilla, el 10 de mayo de 1569. Allí se veneran sus reliquias en el Santuario que lleva su nombre.
San Juan de Ávila fue un enamorado de Dios y de la Eucaristía, fiel devoto de la Virgen, conocedor de los Padres, de los santos y de la teología y cultura de su tiempo, buen consejero y animador de las vocaciones sacerdotales, religiosas y laicales en el camino de la santidad. Vivió en comunión la amistad, la fraternidad sacerdotal y el trabajo apostólico. San Juan de Ávila fue y sigue siendo un referente de santidad para los sacerdotes: un sacerdote que encontró la fuente de su espiritualidad en el ejercicio de su ministerio, configurado con Cristo. Gozó del particular carisma de sabiduría, fruto del Espíritu Santo.
Desprendido, generoso y, sobre todo, enamorado de Dios, Juan de Ávila vivió desposeído de los bienes materiales, pero con el corazón lleno de fe y de entusiasmo evangelizador, dedicado por entero a la oración, al estudio, a la predicación y a la formación de los pastores del pueblo de Dios. Fe maestro y testigo de vida cristiana de muchos santos contemporáneos suyos. San Juan de Ávila fue un gran conocedor de la Sagrada Escritura, a la que siempre remitía y que, según se decía, se sabía de memoria. Y fue también un gran escritor. Entre sus muchos libros, sermones, pláticas y cartas, se encuentra el tratado de vida espiritual “Audi, filia”.
Al declararlo Doctor de la Iglesia Universal, la Iglesia reconoce que San Juan de Ávila ha estudiado y contemplado con singular clarividencia los misterios de la fe, que ha sido capaz de exponerlos de tal modo que les sirvan de guía a los fieles en su formación y en su vida espiritual, y que ha vivido de forma coherente con su enseñanza. Por todo ello, su vida y sus obras siguen vivas y de plena actualidad en este momento crucial en que nos apremia la urgencia de una nueva evangelización. Los verdaderos creyentes como él son siempre contemporáneos. Pidamos al Señor que el Doctor del amor de Dios nos ayude a acrecentar este amor y a fortalecer nuestra fe.
Con mi afecto y bendición,
+Casimiro López Llorente
Obispo de Segorbe-Castellón
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