Renovados por el sacramento de la Penitencia
Queridos diocesanos
El tiempo cuaresmal va llegando a su fin. Durante este tiempo fuerte del año litúrgico nos vamos disponiendo a la celebración de la Pascua: ella nos ofrece la salvación en el misterio de la muerte redentora de Jesucristo y de su resurrección gloriosa.
Durante la Cuaresma, la escucha atenta y meditada de la Palabra de Dios nos llama a la conversión y a dejarnos reconciliar por Dios y, en él, con los hermanos. El Papa Benedicto XVI en su Mensaje para la Cuaresma de este año nos ha recordado que “el periodo cuaresmal es el momento favorable para reconocer nuestra debilidad, acoger, con una sincera revisión de vida, la gracia renovadora del sacramento de la Penitencia y caminar con decisión hacia Cristo”. En el itinerario de la Cuaresma ocupa un lugar muy importante la celebración fructuosa del sacramento de la Penitencia. La reconciliación sacramental está en el corazón del Evangelio y de la misión de la Iglesia. Una buena práctica del sacramento de la Penitencia será signo de nuestra verdadera conversión cuaresmal, y, a la vez, de la renovación y vitalidad de nuestras vidas y de nuestras comunidades cristianas.
Soy consciente de que el sacramento de la Penitencia sufre una larga y grave crisis. Constatamos, en general, una disminución cuantitativa de la celebración de este sacramento, incluso entre los fieles laicos practicantes y comprometidos en nuestras parroquias así como entre los sacerdotes, religiosos y religiosas. Muchos jóvenes no lo celebran casi nunca. Son muchos los católicos que comulgan, pero no se confiesan. Y los que se confiesan parece que no tienen de qué acusarse. Muchas veces se ha perdido el sentido de pecado.
Para sentir la necesidad de acercarse al Sacramento, hemos de comenzar por reconocer con humildad nuestra condición de pecadores y admitir que pecamos; es decir, que fallamos al amor de Dios, cuando transgredimos por acción o por omisión los preceptos divinos. Todo pecado es, en el fondo, un acto de desconfianza hacia la bondad de Dios y de desobediencia a los caminos, que él nos propone para vivir en su amor. Nuestros pecados desvelan siempre la voluntad de preferirnos a nosotros mismos y posponer a Dios.
Un buen examen de conciencia nos lo mostrará y suscitará en nosotros la contrición o dolor de los pecados y el propósito de no volver a cometerlos por el amor que se tiene a Dios y que renace con el arrepentimiento. Todo ello nos llevará a la confesión de nuestros pecados para dejarnos abrazar por el amor misericordioso de Dios que nos perdona en la absolución y a cumplir la satisfacción por nuestros pecados.
En estos días, en las parroquias hay celebraciones especiales del sacramento de la Penitencia, que ha de celebrarse siempre según las normas y el ritual de la Iglesia. Acerquémonos a recibirlo con humildad. Redescubramos el valor y la belleza de este sacramento de la misericordia de Dios. Ojalá que comprendamos, con la mente y el corazón, el misterio de este sacramento, en el que experimentamos la alegría del encuentro con Dios. Él nos otorga su perdón mediante el sacerdote en la Iglesia, crea en nosotros un corazón y un espíritu nuevos: sólo así podremos celebrar con verdadero gozo la Semana Santa y la Pascua; y sólo así viviremos una existencia reconciliada con Dios, con nosotros mismos y con los demás, llegando a ser capaces de pedir perdón, perdonar y amar.
Con mi afecto y bendición,
+Casimiro López Llorente
Obispo de Segorbe-Castellón
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