Proteger la creación
Queridos diocesanos
Un año más, la organización católica ‘Manos Unidas’ celebra su campaña anual en su tradicional lucha contra el hambre en el mundo y en su compromiso por el desarrollo de los pueblos, especialmente de los más pobres. El lema de este año, “Contra el hambre, defiende la tierra”, quiere hacernos ver la relación íntima que existe entre el cuidado o, a la inversa, el deterioro del medio ambiente y el hambre en el mundo y con el desarrollo de los pueblos con el fin de comprometernos en el cuidado de la tierra. Así lucharemos también contra el hambre en el mundo.
La ‘crisis ecológica’ es algo innegable ante fenómenos como el cambio climático, la desertificación, el deterioro y la pérdida de productividad de amplias zonas agrícolas, la contaminación de los ríos y de los acuíferos, la pérdida de la biodiversidad, el aumento de sucesos naturales extremos, la deforestación de las áreas ecuatoriales y tropicales; o ante el fenómeno de las personas que deben abandonar su tierra por el deterioro del medio ambiente. Todos estos fenómenos tienen una repercusión profunda en el ejercicio de derechos humanos como el derecho a la vida, a la alimentación, a la salud y al desarrollo.
Benedicto XVI nos exhorta reiteradamente a proteger la creación. El auténtico desarrollo humano integral y el desarrollo de los pueblos peligran cuando se descuida o se abusa de la tierra y de los bienes naturales que Dios nos ha dado.
Ahora bien: la tierra, o lo que llamamos ‘naturaleza’, no es producto de una necesidad cualquiera, de un destino ciego o del azar; considerar así la tierra implica el riesgo de disminuir en las personas la conciencia de su responsabilidad. El universo entero es un don de Dios, fruto de su pensamiento y de su amor, en cuya cima ha situado al hombre y a la mujer, creados a imagen y semejanza del Creador para ‘llenar la tierra’ y ‘dominarla’ como ‘administradores’ de Dios mismo (cf. Gn 1,28). Este encargo original de Dios no es una simple concesión de autoridad, sino más bien una llamada a la responsabilidad de todos. Todo lo que existe pertenece a Dios, que lo ha confiado a los hombres, pero no para que dispongan arbitrariamente de ello, sino para que lo administren con responsabilidad.
Fue el pecado de Adán y Eva, del hombre y la mujer, que pretendieron ponerse en el lugar de Dios, lo que distorsionó el encargo divino de ‘dominar’ la tierra, de ‘cultivarla y guardarla’. El ser humano se deja llevar por el egoísmo y en su relación con la creación se comporta con harta frecuencia no como administrador sino como explotador.
Es indispensable que renovemos y reforcemos la alianza entre ser humano y medio ambiente que ha de ser reflejo del amor creador de Dios. Todos tenemos el deber de proteger la creación entera, de cultivar una ecología global, que abarca la protección del ambiente y tambiénla de la vida humana, comprendida la vida antes del nacimiento.
Es urgente promover una nueva solidaridad universal e intergeneracional inspirada en los valores de la caridad, la justicia y el bien común. Dios ha destinado la tierra y todo cuanto ella contiene para uso de todos los hombres y pueblos de todos los tiempos. Hemos de cambiar nuestras actitudes, conductas y modelos de consumo y propiciar un estilo de vida austero y sobrio, respetuoso con la creación y solidario con todos.
Con mi afecto y bendición,
+ Casimiro López Llorente
Obispo de Segorbe-Castellón
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