Tiempo de Cuaresma
Queridos Diocesanos:
Con la imposición de la ceniza el próximo miércoles comienza la Cuaresma. El tiempo cuaresmal nos renueva en la esperanza en Aquel que nos hace pasar de la muerte a la vida. Durante cuarenta días, Dios mismo a través de su Palabra proclamada en la liturgia de la Iglesia nos llama a la conversión de mente, de corazón y de vida al amor misericordioso de Dios y al amor comprometido con el prójimo. En estos días resuena con fuerza la llamada a la penitencia y a la reconciliación con Dios y con los hermanos, en especial en el sacramento de la Penitencia.
En este año jubilar paulino, en que la Iglesia universal contempla la figura de San Pablo, el Apóstol nos exhorta como a los cristianos de Corinto: “En nombre de Cristo os pedimos que os dejéis reconciliar con Dios” (2 Co 5, 20). Y también: “Mirad, ahora es tiempo favorable, ahora es el día de la salvación” (2 Co 6, 2). Contemplando la imagen de Cristo, que sufre y muere en la Cruz por amor a todos y cada uno de nosotros, dejemos que nuestros corazones se conviertan a Dios y al prójimo.
San Pablo experimentó el momento decisivo de su vida, su conversión, en el camino de Damasco, después de un periodo en que persiguió ‘con saña’ a la Iglesia y a los cristianos. Aquella experiencia hizo que su vida sufriera un viraje total, un cambio total de perspectiva, llegando a considerar ‘basura’ todo lo que hasta entonces constituía su máximo ideal. ¿Qué sucedió en aquel camino? No ocurrió otra cosa sino un encuentro personal de Saulo con Jesucristo, muerto y resucitado, que transformó todo su ser, su mente, su corazón y su vida.
El Papa Benedicto XVI ha escrito que se comienza a ser cristiano en el encuentro personal con Cristo; sólo seremos auténticos cristianos si hacemos experiencia personal de Cristo. Ciertamente que Cristo no se nos mostrará de esa forma irresistible y luminosa como a Pablo; pero también nosotros podemos encontramos con el mismo Cristo Vivo en la lectura de la Sagrada Escritura, en la oración, en la vida litúrgica de la Iglesia, y, sobre todo, en la Eucaristía, donde el Señor está verdaderamente presente, y nos espera. Sólo desde este encuentro con el Resucitado nos convertiremos realmente en cristianos, en discípulos y testigos de Cristo y su Evangelio.
Como ayuda a la conversión, la Iglesia nos exhorta en este tiempo al ejercicio de las prácticas cuaresmales del ayuno, la oración y la limosna. Las tres son inseparables y cada una ha llevar a las otras. Muchas veces las miramos con indiferencia y menosprecio, en especial la ley de la abstinencia y del ayuno. Y, sin embargo, siguen teniendo su sentido.
Al inicio de la cuaresma os recuerdo que los católicos mayores de catorce años y no enfermos estamos obligados a abstenernos de comer carne los viernes de cuaresma; y que los mayores de edad hasta cumplir los cincuenta y nueve años estamos obligados a ayunar –es decir, a hacer una sola comida al día, aunque se puede tomar algún alimento por la mañana y por la tarde- el Miércoles de ceniza y el día de Viernes Santo.
Para alanzar su fin penitencial y caritativo, el ayuno y la abstinencia deberán hacerse con verdadero espíritu y no por mero formalismo: sólo así nos llevarán a las obras de piedad y de caridad.
Con mi afecto y bendición,
+ Casimiro López Llorente
Obispo de Segorbe-Castellón
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