Consuelo del prójimo
Queridos diocesanos
Nuestra Iglesia Diocesana de Segorbe-Castellón cuenta con una rica y variada presencia de Institutos de vida consagrada: unos dedican su vida a la oración y la contemplación, y otros tienen como carisma la atención a mayores y enfermos, la asistencia a los necesitados, la educación de niños y jóvenes, la promoción humana de nuestras zonas rurales, el apoyo de la espiritualidad o el trabajo en las parroquias. Todos ellos son un gran don de Dios a nuestra Iglesia, a su vida y su misión, y un don inestimable a nuestra sociedad.
Uno de estos institutos, que cuenta con una amplia presencia entre nosotros, es el de las Hermanas de la Consolación, que desde el pasado mes de noviembre están celebrando el 150º Aniversario de su fundación, el 14 de noviembre de 1857. También el próximo año se cumplirán 150 años de su venida a nuestra Diócesis y de trabajo entregado en el campo de la enseñanza, de la atención a los enfermos y a los ancianos siguiendo la huellas de su fundadora, Santa Rosa Molas y Vallvé. Su carisma es trasmitir al prójimo el consuelo de Dios. De ahí viene también su nombre.
“Consolar al prójimo” fue y sigue siendo el carisma y el gran objetivo de la Congregación. La vida de Santa Rosa Molas y la de sus hijas se caracteriza por ser una vida sencilla y escondida, gastada y desgastada en la entrega diaria al prójimo, entroncada y alimentada en el misterio del amor de Dios, presente en la Eucaristía. Ellas beben en el manantial inagotable del Evangelio, que proclama al pobre, al necesitado, al hambriento, al abandonado y al que sufre, merecedor del cuidado prioritario, de la solicitud más tierna, del gesto exquisito de un corazón, que no sólo alivia, sino que comparte ese sufrimiento y lucha por evitar sus causas. Ellas comparten el dolor del prójimo por un motivo fundamental: saben bien que allí está Cristo doliente, que pide de todos el compromiso de una fe creadora, capaz de engendrar confianza donde no habría motivos humanos para ella.
Hoy como antaño vivimos tiempos en que la desesperanza y el sinsentido marcan muchas vidas, en que niños y jóvenes necesitan una verdadera educación integral, en que los ancianos reclaman cercanía, atención y cariño o en que los enfermos y sus familias buscan palabras y gestos de consuelo. Seguimos necesitando personas como las Hermanas de la Consolación que sepan inclinarse hacia el necesitado sin distinción, que sean testigos del amor que se olvida de sí mismo y se da a todos, para seguir el ejemplo de Cristo y ser artífices de esperanza. No se trata únicamente de dar algo, sino de darse a sí mismas en el amor para ser, como su santa Madre, auténticos instrumentos de la misericordia y la consolación de Dios. El hombre de hoy, que con frecuencia pierde el sentido último de su existencia, sigue necesitando el anuncio de la consolación, del amor y la misericordia de Dios.
Nuestra Iglesia diocesana se une al gozo y a la acción de gracias de las Hermanas de la Consolación en esta efeméride y pide a Dios para ellas el don de la fidelidad a su carisma y de nuevas vocaciones.
Con mi afecto y bendición,
+ Casimiro López Llorente
Obispo de Segorbe-Castellón
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