Al comienzo del Adviento
Queridos diocesanos:
Este domingo comenzamos el Adviento. El Adviento es el tiempo fuerte o especial que la Iglesia nos ofrece para prepararnos a la celebración del nacimiento de Jesús, el Hijo de Dios. Toda la vida de un cristiano debería ser como un adviento continuado; un tiempo de acogida permanente del Señor que viene a nosotros, a nuestras vidas, a nuestra historia, a nuestro mundo. El cristiano ha de vivir su existencia desde la esperanza de la venida en el presente y en el futuro del Señor Jesús, con una fe viva, hecha obras de amor, con verdadera hambre de Dios y con una presencia misionera en el mundo.
Una y otra vez constatamos la urgencia de una renovada evangelización de nuestra tierra para que el Dios, que nos nace en Belén, llegue a todos. Es ésta una tarea que corresponde a todos los cristianos, también a los fieles seglares. Cada uno debería sentirse interpelado; a nadie le es lícito permanecer ocioso.
Pero, para poder acometer esta tarea, todo cristiano necesita recuperar y vivir con alegría la vida nueva recibida en el Bautismo, así como la belleza de la propia vocación y misión, radicadas en el mismo. Necesitamos alimentar y fortalecer nuestra fe y vida cristiana, para reforzar así nuestra identidad católica y eclesial, y para vivir con audacia una presencia visible e incisiva en la sociedad siendo verdaderamente “levadura evangélica” y “sal y luz” del mundo.
Nos toca vivir en una situación social, política y cultural que intenta neutralizar la presencia cristiana en el mundo, confinando la fe a la esfera de la vida privada; una cultura que quiere hacer ‘invisibles’ y, a la vez, suplantar por otras cosas o personajes a Cristo y su venida a este mundo; se pretende quitar el sentido cristiano a la Navidad e imponer una navidad ‘laica’.
En el Adviento, los cristianos hemos de prepararnos para vivir la Navidad en su sentido propio: Dios nace, Dios viene a nosotros. Vivir el Adviento comporta vivir vigilantes desde la esperanza de la venida presente y futura del Señor Jesús. Poniendo nuestra mirada en el futuro nuestros ojos se vuelven hacia el presente para acoger y vivir en el día a día al Dios que viene a nosotros.
En nuestro peregrinaje por esta vida, la vigilancia y la esperanza son pilares imprescindibles de la vida cristiana, de nuestra Iglesia y de cada uno de sus fieles, que os invito a avivar en este tiempo de gracia del Adviento. La vigilancia nos ha de llevar a una conversión constante a Dios en Cristo Jesús, intensificando la vida de oración, la escucha de la Palabra de Dios, la participación en la Eucaristía y la acogida del amor misericordioso de Dios en el Sacramento de la Reconciliación; hemos de revisar el tono de nuestra caridad y compromiso cristianos. La esperanza en el triunfo definitivo de Cristo nos ayudará a fortalecer nuestra fe en la vida eterna y a no perder la paz ante las insidias de los poderes de este mundo.
Redescubramos en este tiempo de Adviento el encuentro personal con Jesucristo vivo. Sólo este encuentro con Cristo vivo da sentido último y definitivo a nuestra vida.
Con mi afecto y bendición,
+ Casimiro López Llorente
Obispo de Segorbe-Castellón
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