Amor a los enfermos
Queridos diocesanos
En la fiesta de la Virgen de Lourdes, el 11 de febrero, toda la Iglesia celebra la Jornada Mundial del Enfermo. Es un día para renovar la cercanía, la solicitud y el afecto de toda la Iglesia hacia los enfermos. Como nos recuerda en Papa, Benedicto XVI, “en la acogida generosa y afectuosa de cada vida humana, sobre todo la débil y enferma, el cristiano expresa un aspecto importante de su testimonio evangélico siguiendo el ejemplo de Cristo, que se ha inclinado ante los sufrimientos materiales y espirituales del hombre para curarlos”.
Es admirable el ejemplo que nos dio Jesús. Siempre atendía a los enfermos. También y especialmente a los que habían quedado arrinconados por la sociedad. Como dice el Catecismo, “la compasión de Cristo hacia los enfermos y sus numerosas curaciones de dolientes de toda clase son un signo maravilloso de que Dios ha visitado a su pueblo y de que el Reino de Dios está muy cerca… Su compasión hacia todos los que sufren llega hasta identificarse con ellos: estuve enfermo y me visitasteis” (CaIC 1503). Es verdad que su curación quería llegar más hondo: él liberaba del pecado. Quería que el ciego buscara una luz más profunda que la de sus ojos, la luz de la fe; que la samaritana apeteciera un agua más saciante que la del pozo, el agua viva; o que el leproso agradeciera una liberación más total que la de su enfermedad, la del pecado. Por eso el encargo de no decirlo a nadie: para que no le siguieran solo por los milagros.
Pero Jesús no se olvidaba de la situación humana y curaba el cuerpo para preparar el ánimo a la aceptación del Reino y como signo de la salvación. Eso mismo es lo que él encargó que hicieran sus discípulos. “Sanad a los enfermos. La Iglesia ha recibido esta tarea del Señor e intenta realizarla tanto mediante los cuidados que proporciona a los enfermos como por la oración de intercesión con la que los acompaña” (CaIC 1509). “Su amor de predilección para con los enfermos no ha cesado, a lo largo de los siglos, de suscitar la atención muy particular de los cristianos hacia todos los que sufren en su cuerpo y en su alma. Esta atención dio origen a infatigables esfuerzos por aliviar a los que sufren” (CIC 1503).
La Iglesia quiere transmitir a todos, siguiendo el ejemplo de su Señor, la verdadera salud. Por eso facilita la participación en sacramentos como la Eucaristía, que restaura continuamente las fuerzas de los débiles; la Penitencia, que nos reconcilia con Dios y nos da la mejor armonía total; y la Unción de los enfermos, en la que la gracia del Espíritu da fuerzas para los momentos de la enfermedad. Pero no olvida a la vez acercarse con amable generosidad a los enfermos allí donde están, también a los más abandonados. Lo ha hecho a lo largo de toda la historia y lo sigue haciendo hoy para dar esperanza y atender a todos, por medio de sacerdotes, religiosos y seglares que han sentido de modo particular la vocación de trabajar para en el campo de la salud.
El amor a los enfermos y su atención no puede faltar nunca en la acción pastoral de nuestra Iglesia diocesana y de cada parroquia. Los enfermos han de ocupar un lugar prioritario en la oración, vida y misión de todas nuestras comunidades cristianas y de los cristianos, siguiendo el ejemplo de Cristo al modo del buen samaritano.
Con mi afecto y bendición,
+Casimiro López Llorente
Obispo de Segorbe-Castellón
Dejar un comentario
¿Quieres unirte a la conversación?Siéntete libre de contribuir!