Compartir la alegría de la fe
Queridos diocesanos:
Nuestra Iglesia diocesana se prepara para celebrar en el Auditorio de Castellón el segundo gran Encuentro diocesano, el día 23 de febrero. El primero lo celebramos hace dos años y giró en torno a la Eucaristía, núcleo de la acción pastoral aquel curso; también nos sirvió para preparar la inolvidable Jornada Mundial de la Juventud en Madrid. La experiencia gozosa de Iglesia diocesana de aquel primer encuentro en torno a la Eucaristía y al Obispo diocesano, que la preside en el nombre del Señor, fue tan intensa y tan hermosa que muchos pidieron celebrar este tipo de encuentros periódicamente.
Este vez, la ocasión nos la ofrece el Año de la fe, que estamos celebrando en toda la Iglesia. En su convocatoria, el Papa Benedicto XVI, nos exhorta, entre otras muchas cosas, a “redescubrir el camino de la fe para iluminar de manera cada vez más clara la alegría y el entusiasmo renovado del encuentro con Cristo” y así “redescubrir la alegría de creer y volver a encontrar el entusiasmo de comunicar la fe” (Porta fidei, 2, 7). Este es precisamente el principal objetivo de este encuentro diocesano: la celebración gozosa como Iglesia diocesana de nuestra fe en Cristo Jesús, el Hijo de Dios vivo, que nos ayude a redescubrir y profundizar la alegría de nuestra fe. La oración comunitaria, la reflexión, los testimonios de fe de algunos hermanos, la belleza de los cantos, la comida fraterna, el encuentro con otros fieles de las distintas partes de nuestra Diócesis y, sobre todo, la celebración de la Eucaristía, misterio de la fe, y su exposición y adoración permanente durante el encuentro serán momentos de gracia para compartir y fortalecer la alegría de ser creyentes, discípulos del Señor y miembros de su Iglesia. No faltará la posibilidad del reencuentro con el amor reconciliador de Dios en el sacramento de la Penitencia, fuente paz y de alegría interior.
San Pablo en su carta a los Filipenses nos invita también a la alegría: “Alegraos siempre en el Señor” (Fil 4,4). La verdadera alegría no es fruto del divertirse; es decir, desentenderse de las dificultades y los empeños de la vida y de sus responsabilidades. La verdadera alegría está vinculada a algo más profundo: al encuentro personal con Cristo presente en el seno de la comunidad de los creyentes, la Iglesia. Cierto que en la vida es importante encontrar tiempo para el reposo y la distensión; pero la alegría verdadera está ligada a la relación y comunión con Dios, al saberse en todo momento amado por Dios y en sus manos.
Quien ha encontrado a Cristo en la propia vida, experimenta en el corazón una serenidad y una alegría que nadie ni nada pueden quitar. San Agustín lo entendió muy bien; en su búsqueda de la verdad, de la paz, de la alegría, tras haber buscado en vano en múltiples cosas, concluye con la célebre frase: el corazón del hombre está inquieto, no encuentra serenidad y paz hasta que no reposa en Dios (cf. Confesiones, I,1,1). La verdadera alegría no es un simple estado de ánimo pasajero, ni algo que se puede lograr con el propio esfuerzo. La verdadera alegría es un don, que nace del encuentro con la persona viva de Jesucristo, de hacer a Dios espacio en nosotros y de la acogida dócil del Espíritu Santo que guía nuestra vida.
A todo ello nos ayudará este Encuentro diocesano. Todos estamos invitados y convocados: niños, adolescentes y jóvenes, adultos y mayores, seglares, religiosos y sacerdotes, matrimonios y familias cristianas. Para todos hay espacio. Os espero.
Con mi afecto y bendición,
+ Casimiro López Llorente
Obispo de Segorbe-Castellón
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