Conversión y fe en la Cuaresma
Queridos diocesanos:
“Convertíos y creed en el Evangelio” (Mc 1,15). Estas palabras de Jesús al inicio de su actividad pública son el leit-motiv del camino cuaresmal hacia la Pascua. La conversión pide un cambio de mentalidad: volver la mirada y el corazón a Dios, aceptar la lógica de la fe, vivir la adhesión amorosa y activa al designio de Dios.
Con frecuencia Dios es el gran ausente en nuestra existencia. Nos declaramos creyentes, pero ¿qué significa Dios en nuestro vivir cotidiano? La cuaresma es tiempo propicio para recuperar y acrecentar el sentido de Dios y la fe personal en El, la adhesión total de mente y corazón a Dios y a su Palabra. Debemos dejar que Dios ocupe el centro en nuestras vidas; en una palabra, dejar a Dios ser Dios.
El Santo Padre nos llama con insistencia a avivar y fortalecer nuestra fe en Dios mediante el encuentro personal con su Hijo Jesucristo y nuestra fe a Dios mediante la acogida y adhesión de mente y voluntad a su Palabra tal como nos llega en la tradición viva de la Iglesia. Fe en Dios y a Dios y conversión de mente, de corazón y de vida van íntimamente unidas. Sin adhesión personal a Dios, a su Hijo Jesucristo y a su Evangelio no se dará el necesario cambio de mente y de corazón, y la consiguiente conversión de nuestros caminos desviados. A la vez, el cambio moral será el signo de la veracidad y del grado de nuestra fe. Una fe sin obras es una fe muerta. Las obras que muestran que la fe es viva es el amor a Dios en el cumplimiento de sus mandamientos que lleva necesariamente al amor, a la caridad con el prójimo. Amor a Dios y amor al prójimo son inseparables.
El salmista nos exhorta: “escuchad hoy su voz” (Salmo 94, 8). Dios quiere ser nuestro guía para introducirnos en la tierra prometida de la vida con Él. Dios, que nos ha pensado desde siempre, nos indica el camino a recorrer para alcanzar nuestro verdadero ser, la verdadera libertad y la verdadera felicidad. Nuestra verdad más profunda es que estamos llamados a la vida de Dios; nuestra verdadera libertad es la liberación de todas las ataduras para hacer el bien; nuestra verdadera felicidad es gozar eternamente de la vida, amistad y contemplación de Dios.
Por amor, Dios nos muestra lo que hemos de hacer y lo que hemos de evitar para llegar a la Vida. Dios nos habla como a amigos a los que quiere introducir en la comunión de vida consigo y con lo demás. Quien escucha y acoge su voz, quien se reconcilia con Él, entrará en la amistad vivificante de Dios.
Jesús es la Palabra de Dios. El es el Buen Pastor que conduce a cada uno de nosotros a la plenitud de la vida. Él habla y sus discípulos, que lo conocen, escuchan su voz y lo siguen. A ellos les promete la vida, y vida en plenitud. Dios nos habla en Jesucristo al corazón, hemos de escuchar y obedecer su palabra. Es como si nos dejásemos guiar por Dios en Cristo, como niños que se abandonan en los brazos de la madre y se dejan llevar por ella. No endurezcamos el corazón. Escuchemos en esta Cuaresma la voz de Dios leyendo, meditando y viviendo el Evangelio. Volvamos nuestra mente y nuestro corazón a Dios para adquirir los mismos sentimientos de Cristo. Dejémonos reconciliar por Dios para poder celebrar con gozo la Pascua del Resucitado.
Con mi afecto y bendición,
+ Casimiro López Llorente,
Obispo de Segorbe-Castellón
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