Derecho a la salud de los más pobres
Queridos diocesanos:
En el mes de febrero, Manos Unidas llama cada año a nuestras conciencias y a nuestra generosidad en su trabajo por el desarrollo integral de las personas en los países más pobres. La Campaña de este año gira en torno a la salud bajo el lema: “La salud, derecho de todos. Actúa”. Su fin es ayudarnos a tomar conciencia del drama de las enfermedades del Sida, del paludismo y de la malaria, que siguen causando estragos en los países del Tercer Mundo.
Fiel a su concepción cristiana de la persona humana, Manos Unidas hace un llamamiento en pro del desarrollo integral de cada persona y del desarrollo solidario de la humanidad. En efecto, el desarrollo y la salud de las personas no pueden limitarse a las dimensiones física, mental y social, sino que incluyen necesariamente la dimensión trascendente del ser humano. La salud no puede quedar reducida al bienestar individual de la persona; la salud no es tan sólo el estado de completo bienestar físico, mental y social, con la necesaria ausencia de enfermedades. La idea de bienestar completo, que excluye la dimensión espiritual y trascendente de la persona, implica una concepción utópica y seudo-religiosa de la salud; la esperanza del hombre queda reducida a gozar de una vida humana completamente lograda dentro de este mundo. Los intentos de alcanzar la realización plena de la vida humana en y desde la inmanencia (la humanidad y su mundo, cerrado a Dios) han fracasado a lo largo de la historia. Porque el hombre está abierto a lo absolutamente absoluto. Sólo Dios puede colmar el deseo de felicidad infinita que busca todo ser humano.
Manos Unidas trabaja por la promoción de la salud y de las condiciones básicas de vida de las personas en el Tercer mundo, siguiendo el ejemplo de Jesucristo. Durante su vida en la tierra, Jesús se mostró siempre cercano al sufrimiento de los hombres. A Él acudían enfermos, tullidos, ciegos y leprosos, que vivían tantas veces en la marginación social. Él pasó por el mundo haciendo el bien y curando las enfermedades. Pero, para Jesús estas curaciones físicas son signos de una curación más profunda; son signos de la salvación que Dios nos da a través de Cristo, y que se expresa con las palabras de Jesús al leproso: “tu fe te ha salvado”. La más grave enfermedad del ser humano es vivir de espaldas a Dios, enrocarse en la propia autosuficiencia y dar la espalda al prójimo.
El ejemplo de Cristo ha de prologarse en la Iglesia. Ella sigue siendo sus manos para sus hermanos en todo el mundo, especialmente de los más pobres: “Lo que hicisteis con uno de estos, mis humildes hermanos, conmigo lo hicisteis” (Mt 25, 40). Por ello estamos llamados a actuar como el “buen samaritano”, a entrar en la enfermedad del “otro”, aunque estén lejos, a compartir sus penas y aliviar su sufrimiento. Los enfermos de Sida, paludismo o malaria, entre otras enfermedades, son seres humanos que no pierden su dignidad; nuestra compasión activa nos ha comprometer en la recuperación de su salud y en el desarrollo de todas sus capacidades. Todos estamos llamados a trabajar para que estas enfermedades queden erradicadas.
Ayudemos a Manos Unidas en su trabajo por combatir estas enfermedades y sus causas en el Tercer Mundo y en prolongar la misión de Cristo en la vida de la Iglesia.
Con mi afecto y bendición,
+Casimiro López Llorente
Obispo de Segorbe-Castellón
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