Familia en misión
Queridos diocesanos:
Dios, que es Amor, nos regala constantemente con su gracia. A veces lo hace a través de personas generosas y de acontecimientos especiales, que son como una bocanada de aire fresco en el diario devenir de nuestra Iglesia diocesana. Hemos de mirarlos con ojos de fe para ser capaces descubrir la mano de Dios. Estas personas y estos acontecimientos no pueden pasar desapercibidos. Nos ayudan a cargar los pulmones con ese oxígeno puro que destilan. Son un signo claro de la presencia del Señor resucitado por la fuerza del Espíritu en medio de nosotros. Nos hacen mucho bien en medio del agobio del día a día y nos previenen ante la tentación del desaliento en momentos de especial dificultad y de tribulación en el seguimiento del Señor y en la vida y misión de nuestra Iglesia.
Me estoy refiriendo, entre otros, a la ordenación de seis nuevos diáconos en enero, al envío y la partida reciente de una familia joven a la misión en Ucrania y, cómo no, a la presencia entre nosotros de la Cruz de los Jóvenes y del Icono de María de las Jornadas Mundiales de la Juventud. Han sido verdaderos dones del Dios, que han enriquecido y rejuvenecido la vida de nuestra Iglesia.
Hace unos días teníamos la dicha de enviar a una familia joven a la misión en Ucrania. La familia integrada por David y María, de 26 y 24 años respectivamente, y sus tres hijos de corta edad –el más pequeño tiene tan solo cuatro meses- recibían con profunda alegría y emoción el envío a la misión de mis manos en una emotiva celebración en la iglesia parroquial de la Santo Tomás de Villanueva en Castellón. Ellos pertenecen a la joven quinta Comunidad del Camino Neocatecumenal de Santo Tomás; y allí estaba la su Comunidad para orar al Señor unidos a esta joven familia en un momento tan decisivo en su vida. No es la primera vez que envío a una familia joven a la misión. Y son varias ya las familias en misión de nuestra Iglesia diocesana en diversas partes del mundo. Algo es común a todos ellos: su alegría desbordante por el don recibido de la misión y su confianza plena en Dios en el camino emprendido.
Más de uno se preguntará qué es lo que ha movido a éste joven matrimonio, como en los otros casos, a dejarlo todo –trabajo, vivienda o familia- para acoger la llamada del Señor a la misión sin temor a las dificultades del idioma, de una tierra y cultura desconocidas o a la falta de unos ingresos seguros. Sólo hay una respuesta posible: su fe viva en Cristo Jesús, muerto y resucitado para la vida de la humanidad, y el encuentro con Jesucristo, que les ha transformado y ha dado pleno sentido a su vida: no sólo a cada unos de ellos, sino también a su matrimonio y a su familia.
El matrimonio de David y María es un fruto visible de la Jornada Mundial de la Juventud celebrada en Roma; allí se conocieron y encontraron; allí decidieron unir su vida en el Señor; y allí, a buen seguro, escucharon la llamada de Juan Pablo II: “Anunciad a todos que sólo en Cristo, muerto y resucitado, hay salvación y redención”.
Nuestra Iglesia diocesana da gracias a Dios por este don, que nos recuerda una vez más la razón de ser nuestra Iglesia: Ofrecer a todos a Jesucristo, el Camino, la Verdad, y la Vida. Tengámosles presentes en nuestra oración.
Con mi afecto y bendición,
+ Casimiro López Llorente
Obispo de Segorbe-Castellón
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