La Virgen de la Cueva Santa, nuestra patrona
Queridos diocesanos:
Nuestra Diócesis de Segorbe-Castellón celebra un año más la Fiesta de la Virgen de la Cueva Santa. Prontos a su llamada acudiremos la mañana del domingo, 11 de septiembre, a la Cueva Santa para mostrarle nuestro afecto sincero, más si cabe este año por el robo de su imagen y relicario de su santuario hace unos meses. Si este acto criminal nos duele en el alma y nos seguirá doliendo hasta que su imagen vuelva a ‘su casa’, a la Virgen de la Cueva Santa nunca nos la podrán robar de nuestro corazón. El mejor signo de ello será nuestra presencia numerosa en el Santuario el día de su Fiesta.
Bien sabemos que la Virgen de la Cueva Santa nos mira y nos acoge con verdadero amor de Madre: cada uno de nosotros, nuestras familias y nuestros pueblos, nuestras comunidades y grupos eclesiales, la Iglesia diocesana entera, estamos en su corazón; ella nos protege y cuida de nosotros como una verdadera y buena madre en nuestra vida personal, familiar y eclesial.
En su fiesta honramos a la Virgen de la Cueva Santa, sobre todo, por ser nuestra patrona: como un buen patrón ella nos guía en esta vida por el camino seguro para llevarnos a buen puerto: ella dirige y orienta nuestra mirada y nuestros pasos hacia su Hijo, el Hijo de Dios, el Salvador, el Camino, la Verdad y la Vida. Por ello, con una de la antífonas de la Misa cantamos con alegría a la María la Virgen, porque de ella nació el sol de justicia, Cristo nuestro Señor. Celebramos a María, porque ella es la Madre del Señor y, en Cristo y por Él, ella es también nuestra Madre. Ahí está la razón de esta fiesta, del patrocinio de María; este es el verdadero motivo de nuestra alegría, de nuestra devoción y de nuestro amor a la Virgen de la Cueva Santa. Dejémonos llevar por la Virgen al encuentro con su Hijo, Jesucristo, y, en Él, con los hermanos.
Este deseo es lo que nos debe mover a subir una y otra vez a la Cueva Santa. Al Santuario acudimos en los momentos de debilidad o de af1icción, pero también en los momentos de alegría o de alivio. María siempre nos ofrece, nos da y nos acerca a su Hijo como buena Madre. Ahora vivimos en el ‘destierro de la vida’, somos peregrinos hacia la plenitud en Dios en la vida eterna junto con María. Como rezamos en la Salve somos ‘los desterrados, hijos de Eva’. Toda nuestra vida cristiana es como una gran peregrinación hacía la casa del Padre; por medio de María se descubrimos cada día el amor incondicionado de Dios por toda criatura humana.
La Virgen de la Cueva Santa nos susurra las palabras de su Hijo para que seamos fieles a nuestra condición de cristianos, sobre todo en estos momentos difíciles para perseverar como verdaderos discípulos de su Cristo. María, la primera cristiana, nos lleva a Cristo, nos enseña a vivir fieles a nuestra fe y existencia cristiana en el seno de la Iglesia. La Virgen de la Cueva Santa es modelo para todos los fieles, porque nos mueve a imitarla en las actitudes fundamentales de la vida cristiana: actitud de fe, esperanza, caridad y obediencia.
Miremos con fe y devoción a la Virgen de la Cueva Santa, escuchemos sus palabras y contemplemos su vida: por su intercesión pidamos la gracia de seguir a Cristo con mayor fidelidad y el don de la perseverancia final.
Con mi afecto y bendición,
+ Casimiro López Llorente
Obispo de Segorbe-Castellón
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