Las Cofradías de Semana Santa
Queridos diocesanos:
Este fin de semana hemos celebrado el encuentro interdiocesano de las Cofradías de Semana Santa, que ha congregado a Cofradías de Valencia, Orihuela-Alicante y de Segorbe-Castellón. En breve, otras actividades seguirán en nuestra Diócesis a nivel local o diocesano, para ir preparando la próxima Semana Santa.
Las Cofradías, en general, y las de Semana Santa, en particular, representan una gran riqueza en nuestra Iglesia diocesana. Éstas últimas manifiestan la rica piedad popular de nuestro pueblo cristiano en torno a los misterios de la pasión, muerte y resurrección de nuestro Señor. Sin dejar de valorar todo lo mucho y bueno que estas Cofradías han aportado y siguen aportando a la vida y misión de la Iglesia, no es menos cierto que, si no se cuida con esmero esta realidad, se pueden producir desviaciones que oscurecen su razón de ser y su auténtica contribución a la vida espiritual de la comunidad eclesial, de forma particular de los fieles más sencillos.
No podemos olvidar que una Cofradía de Semana Santa es una asociación pública de fieles cristianos, que se unen para promover el culto en torno a un misterio de la pasión, muerte y resurrección del Señor. La promoción del culto lo hace en nombre de la Iglesia, por esta razón es una asociación pública. Los cofrades son y han de ser, antes de nada, fieles cristianos católicos. Es decir, no puede ser cofrade cualquiera, sino sólo los bautizados que están en plena comunión con la Iglesia católica. Si de todo cristiano se pide que sea creyente, discípulo y testigo en el seno de la comunión eclesial, con mayor razón se ha pedir de un cofrade que viva con fidelidad la fe y la moral de la Iglesia y participe activamente en su vida y misión. El ser cofrade no prescinde de la condición cristiana ni la anula, sino que la presupone y la debe favorecer.
La Cofradía a que pertenece el cofrade, participa de un modo especial en la vida y en la misión de la Iglesia. De aquí deriva esta mayor exigencia de fe y de vida cristiana, y de comunión con la Iglesia de los cofrades y, en especial, de sus directivos. Sin duda que hay muchos cofrades que se esfuerzan día a día por vivir esta doble condición de cristiano y de cofrade en su vida privada, familiar y profesional así como en la vida y misión de la comunidad eclesial. En otros muchos casos, sin embargo, no hay conciencia de esta realidad.
Por ello, las cofradías deberían ayudar a los hermanos a tener una fuerte experiencia de Dios y favorecer el encuentro personal con Cristo Jesús en la oración, la lectura, la escucha y la acogida de la Palabra de Dios, y la práctica religiosa y sacramental. Todas ellas deberían tener actividades de formación de los hermanos, según propone el plan pastoral diocesano. La formación, para vivir en cristiano como cofrade, no es una mera información de doctrina. Se trata de hacer realidad la unión entre la fe y la vida, mediante una formación humana y cristiana, que despierte a la responsabilidad eclesial y social, y que favorezca el crecimiento de su vida espiritual.
Prescindir de estas condiciones de pertenencia a una Cofradía o no cuidarlas debidamente así como prescindir del fin primario de toda Cofradía –la promoción del culto cristiano- supone negar o socavar progresivamente su razón de ser. Sin menospreciar la dimensión cultural, una Cofradía de Semana Santa no puede a ser una mera asociación cultural. Si las Cofradías quieren permanecer fieles a sí mismas, no pueden ni desvirtuar su identidad y misión específica, ni caer en la rutina.
Con mi afecto y bendición,
+ Casimiro López Llorente
Obispo de Segorbe-Castellón
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