Lecturas y comentario del Martes III del Tiempo Ordinario. San Francisco de Sales.
Hebreos 10, 1-10
Hermanos:
La Ley, que presenta sólo una sombra de los bienes futuros y no la realidad misma de las cosas, no puede nunca hacer perfectos a los que se acercan, pues lo hacen año tras año y ofrecen siempre los mismos sacrificios.
Si no fuera así, ¿no habrían dejado de ofrecerse, porque los ministros del culto, purificados de una vez para siempre, no tendrían ya ningún pecado sobre su conciencia? Pero, en realidad, con estos sacrificios se recuerdan, año tras año los pecados. Porque es imposible que la sangre de los toros y de los machos cabríos quite las pecados.
Por eso, al entrar él en en mundo dice:
«Tú no quisiste ni sacrificios ni ofrendas, pero me formaste un cuerpo; no aceptaste holocaustos ni víctimas expiatorias. Entonces yo dije: He aquí que vengo – pues así está escrito en el comienzo del libro acerca de mí – para hacer, ¡oh Dios! tu voluntad». Primero dice: «Tú no quisiste ni sacrificios ni ofrendas, ni holocaustos, ni víctimas expiatorias», que se ofrecen según la ley.
Después añade: «He aquí que vengo para hacer tu voluntad». Niega lo primero, para afirmar lo segundo.
Y conforme a esa voluntad todos quedamos santificados por la oblación de cuerpo de Jesucristo, hecha una vez para siempre.
Salmo: Sal 39, 2 y 4ab. 7-8a. 10. 11
R. Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad.
Yo esperaba con ansia al Señor; él se inclinó y escuchó mi grito.
Me puso en la boca un cántico nuevo, un himno a nuestro Dios. R.
Tú no quieres sacrificios ni ofrendas, y, en cambio, me abriste el oído;
no pides holocaustos ni sacrificios expiatorios, entonces yo digo: «Aquí estoy». R.
He proclamado tu justicia ante la gran asamblea;
no he cerrado los labios, Señor, tú lo sabes. R.
No me he guardado en el pecho tu justicia, he contado tu fidelidad y tu salvación,
no he negado tu misericordia y tu lealtad ante la gran asamblea. R.
EVANGELIO
Marcos 3, 31-35
En aquel tiempo, llegaron la madre de Jesús y sus hermanos y, desde fuera, lo mandaron llamar.
La gente que tenía sentada alrededor le dijo: «Mira, tu madre y tus hermanos y tus hermanas están fuera y te buscan». El les pregunta:
«¿Quienes son mi madre y mis hermanos?».
Y mirando a los que estaban sentados alrededor, dice:
«Estos son mi madre y mis hermanos. El que haga la voluntad de Dios, ese es mi hermano y mi hermana y mi madre».
COMENTARIO
Hoy la celebramos la memoria de San Francisco de Sales, obispo y doctor de la Iglesia: es la Jornada Mundial de Oración por las personas que trabajan en los medios de comunicación. Éstos tienen como misión la difusión de la verdad; conocemos bien la influencia que tienen los medios de comunicación hoy día, básicos para la relación entre las personas.
La Iglesia instituye este día de oración por estos profesionales por su bien y el de muchas personas que vivimos en esta sociedad “mediática”; son difusores de la verdad, y ésta va unida inseparablemente al bien. Comunicar, por tanto, la verdad para bien de los hombres.
Ésta es –de un modo análogo- la tarea de todos los cristianos: llamados a difundir la verdad con sus palabras para difundir el bien, todos somos “comunicadores” de pequeñas “noticias” a nuestro alrededor. Sin embargo, ante todo, los cristianos hemos sido llamados a difundir la Verdad, que es Cristo. Por ello, pidamos en este día especialmente por el Papa, los obispos, sacerdotes y catequistas llamados a transmitir la Verdad que ilumina y alegra el corazón del hombre.
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