El sacerdote, don de Dios para el mundo
Queridos diocesanos:
Un año más celebramos el Día del Seminario. El Papa, Benedicto XVI, nos ha dicho: “Sed conscientes del gran don que los sacerdotes son para la Iglesia y para el mundo; a través de su ministerio el Señor sigue salvando, se hace presente en nuestro mundo y santifica a los hombres”.
Cierto que en un mundo cerrado a Dios y centrado en el bienestar y disfrute material y en el prestigio social, es imposible descubrir que el sacerdote sea un don de Dios para el mundo. Tampoco es fácil descubrirlo para los cristianos y las familias cristianas, que estén tocados por esa mentalidad mundana. Las comunidades parroquiales, por su parte, aunque piden tener un buen sacerdote, no siempre lo valoran como un don de Dios necesario para toda comunidad cristiana, lo que les llevaría a valorar y querer más a su sacerdote y a promover en su seno las vocaciones. Pese a ello, hay que insistir con el Santo Padre en que el sacerdote, es un don de Dios para la Iglesia y para el mundo.
El sacerdocio es, antes de nada, un gran regalo de Dios para el propio sacerdote, que no lo es por méritos propios sino por pura gracia de Dios. El Señor Jesús es quien ha mirado con cariño a cada uno de sus sacerdotes, y los ha llamado, consagrado y confiado su misma misión, comprometiéndose a estar con ellos siempre para que puedan cumplir la sublime misión que Él les ha encargado. El propio sacerdote ha de vivirlo con gratitud y fidelidad crecientes. Por todo ello, el sacerdote ha de ser -ante todo y por entero- un hombre de Dios. Al responder a la llamada de Dios, el sacerdote deja de pertenecerse a sí mismo para ser de Dios y, desde Dios, servidor de su Iglesia y de la humanidad entera.
Sí, el sacerdote es un gran regalo para la Iglesia y para el mundo. A través de los sacerdotes, Cristo sigue salvando a los hombres. Los sacerdotes son enviados por el mismo Cristo para hacerle presente y para ofrecer a todos los hombres la salvación, la libertad, vida y felicidad verdaderas. Sólo a la luz del misterio de Dios, de su amor y de su irrevocable designio de salvación para todos, es posible comprender adecuadamente el sacerdocio católico en su verdad más profunda: ser don de Dios para la humanidad, prolongando en el tiempo el único Sacerdocio de Jesucristo.
No podemos dudar de que Cristo siga llamando hoy al sacerdocio a niños, adolescentes y jóvenes. Y a vosotros, queridos niños, adolescentes y jóvenes, me dirijo hoy: si escucháis en vuestro corazón la voz del Señor que os llama a ser sacerdotes, no os cerréis a su llamada y a su amor. Dejaos querer por Él y responded con toda vuestra generosidad como María o como el joven Samuel: Señor, aquí estoy, cuenta conmigo. El Seminario sigue siendo el medio para discernir y madurar la llamada del Señor. Por eso, mi buen amigo: si sientes la llamada amorosa de Jesús, toca a las puertas del Seminario, que es la casa de todos y el corazón de la Diócesis. Allí serás acogido bien en el Seminario en familia bien en el Seminario Menor, que pronto pondremos de nuevo en marcha, o bien en el Seminario Mayor. Los hombres y mujeres de hoy, tus mismos compañeros, te necesitan para encontrarse con Jesús y con su amor, que es el amor de Dios. ¿No crees, mi querido amigo, que merece la pena este proyecto? ¡Déjate a amar por Jesús, acoge y responde a su llamada!
Con mi afecto y bendición,
+Casimiro López Llorente
Obispo de Segorbe-Castellón
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