Semana Santa
Queridos diocesanos:
Entre todas las semanas del año, la Semana Santa es la más importante para los cristianos. La llamamos ‘santa’ porque está santificada por los acontecimientos que conmemoramos en la liturgia. La Iglesia, al celebrar la pasión, muerte y resurrección de Cristo, se santifica y renueva a sí misma.
Debemos entrar en esta Semana con un espíritu de fe y de recogimiento interior. Durante la Semana Santa, los cristianos seguimos las huellas de nuestro Maestro. Las narraciones de la Pasión cobran nueva vida; es como si los hechos se repitieran efectivamente ante nuestros ojos. Todos los acontecimientos que conducen al arresto, al proceso y a la ejecución de Jesús son recordados y celebrados. Paso a paso, escena por escena, seguimos el camino que Jesús recorrió durante los últimos días de su vida mortal.
La liturgia de la Semana Santa surgió de la devoción de los primeros cristianos en Jerusalén, donde Jesús sufrió su pasión y muerte. Desde los albores de la cristiandad, Jerusalén fue meta de peregrinaciones; y los peregrinos, entonces como ahora, gustaban de visitar los lugares de la pasión: Getsemaní, el Pretorio, el Gólgota, el Santo Sepulcro. Entre los más interesantes documentos de los primeros tiempos destaca el Diario de viaje de la peregrina española Egeria. En él se contiene una descripción gráfica de la liturgia de los días de Pasión tal como se celebraba en Jerusalén alrededor del año 400 de nuestra era.
Tenemos mucho que aprender de la devoción de la Iglesia antigua. Es verdad que los cristianos de Jerusalén tenían la ventaja de estar más cerca del Señor en el tiempo y en el espacio; pero no por eso nuestra devoción ha de ser menor. Después de todo, nosotros participamos en los misterios de Cristo no mediante la imaginación o el sentimiento, sino sobre todo por la fe, la liturgia y las procesiones. En la liturgia, la Iglesia revive el misterio salvador de la Pasión, Muerte y Resurrección del Señor. Las procesiones son su expresión plástica, fruto de la religiosidad del pueblo cristiano.
Los acontecimientos que celebramos no pertenecen sin más a la historia pasada. La representación de las procesiones se hace realidad actual en la celebración litúrgica; en ella tienen su origen y a ella han de conducir para que no deriven en una historia muerta, anodina, pura manifestación externa. La procesión sin la celebración litúrgica quedaría incompleta; la proclamación y representación de la fe reclama la celebración participada.
También nosotros somos destinatarios de la historia de la Salvación que acontece en la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús, representada y celebrada en cada Semana Santa. Jesús Nazareno padece y muere por nuestros pecados y resucita para devolvernos la Vida de Dios, fuente y motor de vida y fraternidad, de justicia y de paz entre los hombres. Participemos en esta Semana Santa con fe viva y con fervor profundo. Pasemos del silencio exterior al recogimiento interior. Que la contemplación y la participación en los misterios de la Semana Santa aviven nuestra fe y vida cristiana.
Con mi afecto y bendición
+ Casimiro López Llorente
Obispo de Segorbe-Castellón
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