En el 50º aniversario de nuestra Diócesis
Queridos diocesanos:
Este año dos mil diez se cumplen cincuenta años de la configuración del territorio de nuestra Diócesis de Segorbe-Castellón en 1960. Esta efeméride es una ocasión propicia, ante todo, para dar gracias a Dios por nuestra Iglesia diocesana; pero también para hacer memoria de su historia, para conocerla en su pasado y en su presente, y para seguir creciendo en nuestro sentido de pertenencia y en el amor a nuestra Iglesia Diocesana de Segorbe-Castellón. Recordando el pasado y mirando el presente, queremos afrontar el futuro con esperanza, alentados siempre por el Espíritu del Señor en nuestra misión evangelizadora.
Nuestra Iglesia diocesana o Diócesis no es un distrito administrativo ni un organismo de servicios, sino una comunidad de bautizados, una porción del Pueblo de Dios, que está extendido por todo el mundo. La Iglesia diocesana es un don de Dios para todos nosotros: en ella encontramos a Jesucristo y su salvación. La formamos los cristianos católicos, que vivimos en el territorio diocesano; ha sido convocada por Dios y está presidida y guiada en nombre de Cristo por el Obispo para llevar a cabo, entre todos, la misión que Cristo mismo nos ha confiado. En la Iglesia Diocesana se hace presente y actúa la única Iglesia de Jesucristo, aunque para ser verdadera Iglesia del Señor deba estar en comunión con la Iglesia de Roma y con el resto de las demás Iglesias diocesanas. Está muy bien que nos sintamos miembros de nuestra parroquia, que la amemos y que nos interesemos por ella; en la parroquia se concreta nuestra Iglesia, pero aislada de la Diócesis, la parroquia no es Iglesia. Nos lo recuerda la Eucaristía, en la que siempre se recuerda al Papa y al Obispo diocesano del lugar donde se celebra.
La Iglesia Diocesana la formamos todos y la hacemos ‘entre todos’. Su vida y su misión dependen del Señor y de todos nosotros. Cada uno tiene su lugar y su responsabilidad. Y todos la necesitamos para encontrarnos con Jesucristo, el Salvador, y para vivir el propio Bautismo, la propia vocación, los carismas y los dones que cada uno ha recibido. Cuantos la formamos estamos llamados a conocerla y amarla como a nuestra propia madre y familia, a incorporarnos efectivamente a ella y a participar en su vida, en su misión evangelizadora y en sus necesidades.
Este Aniversario es una ocasión de gracia para dejarnos fortalecer en nuestra conciencia misionera. Jesús nos envía a la misión: a anunciar a todos los hombres de todos los tiempos la Buena Nueva del amor misericordioso y redentor de Dios a los hombres, revelado por Cristo mediante sus palabras, su vida, su muerte y su resurreción. El mandato misionero de Jesús es siempre actual y hoy es urgente. Nuestra tierra es ya país de misión: crece el número de los que no conocen a Jesucristo; aumenta el número de bautizados para quienes Jesucristo y su Evangelio poco o nada significan en su vida; nuestra sociedad y nuestra cultura se configuran cada vez más al margen de la fe cristiana. Es hora de volver a hablar de Dios y de anunciar a Jesucristo sin complejos y sin miedos.
Antes de nada, es preciso que nos dejemos evangelizar, y que nuestras comunidades vivan y transmitan el misterio del amor misericordioso de Dios para ser signos de El para los hombres y mujeres de hoy. !Que la Virgen de la Cueva Santa y San Pascual Baylón nos acompañen y protejan!
Con mi afecto y bendición,
+ Casimiro López Llorente
Obispo de Segorbe-Castellón
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