Tiempo de Adviento
Este domingo comenzamos el Adviento. Es el tiempo fuerte o especial que la Iglesia nos ofrece para prepararnos a la celebración de la Navidad, del nacimiento de Jesús, el Hijo de Dios. Jesucristo es el sí definitivo de Dios al ser humano y la esperanza más profunda de los hombres. En Cristo, Dios ha llevado a la humanidad a su única y verdadera plenitud. Por su venida en la humildad de nuestra carne, el Señor realizó el plan de salvación de Dios. En Él, Dios ha restablecido de un modo único y definitivo la comunión con toda la humanidad y con toda la creación. En Él, la humanidad y el cosmos encuentran su sentido y realización últimos; y son purificados y liberados para siempre de la muerte física, social, ética, espiritual y cósmica. Cristo nos guía a la plenitud de la verdad y de la vida, y nos emplaza a ser fieles ‘hasta que Él vuelva’.
Toda la vida de un cristiano debería ser como un adviento continuado: un tiempo de acogida permanente del Señor que viene a nosotros, a nuestras vidas, a nuestra historia, a nuestro mundo. El cristiano cabal vive su existencia con la alegre esperanza de la venida del Señor Jesús en el presente y en el futuro; y lo hace con una fe viva y operante: una fe que se hace obras de amor entregado a Dios y al prójimo, con verdadera hambre de Dios y con verdadera pasión por el bien de cada ser humano, y con una presencia misionera en el mundo para que la buena Noticia llegue a todos, especialmente a los más pobres.
Una y otra vez constatamos la urgencia de una renovada evangelización de nuestra tierra para que la Buena Nueva del Hijo de Dios, que nos nace en Belén, llegue a todos. Es ésta una tarea que corresponde a todos los cristianos, también a los fieles seglares. Cada uno debería sentirse interpelado; a nadie le es lícito permanecer ocioso.
Para poder acometer esta tarea, todo cristiano necesita renovarse y vivir con alegría la vida nueva recibida en el Bautismo y la belleza de la propia vocación y misión bautismal. El papa Francisco nos invita «a cada cristiano, en cualquier lugar y situación en que se encuentre, a renovar ahora mismo su encuentro personal con Jesucristo»; «Él siempre puede, con su novedad, renovar nuestra vida y nuestra comunidad» (EG 3 y 11). Este encuentro purificará y fortalecerá nuestra fe y vida cristiana, reforzará nuestra condición de cristianos y miembros de la Iglesia y nos llevará a vivir con audacia nuestra presencia visible e incisiva en la sociedad siendo verdaderamente “levadura evangélica” y “sal y luz” en un contexto socio-cultural que intenta neutralizar la presencia de Dios y de Cristo en el mundo.
En nuestro peregrinaje por esta vida, la vigilancia y la esperanza son pilares imprescindibles de la vida cristiana, de nuestra Iglesia y de cada uno de sus fieles, que os invito a avivar en este tiempo de gracia del Adviento. La vigilancia nos ha de llevar a una conversión constante a Dios en Cristo Jesús, intensificando la vida de oración, la escucha de la Palabra de Dios, la participación en la Eucaristía y la acogida del amor misericordioso de Dios en el Sacramento de la Reconciliación; hemos de revisar el tono de nuestra caridad y compromiso cristianos. La esperanza en el triunfo definitivo de Cristo nos ayudará a fortalecer nuestra fe en la vida eterna y a no perder la paz ante las insidias de los poderes de este mundo. Renovemos nuestro encuentro con Jesucristo vivo, que da la verdadera alegría y el sentido último y definitivo a nuestra vida.
Con mi afecto y bendición,
+Casimiro López Llorente
Obispo de Segorbe-Castellón
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