La libertad religiosa, camino para la paz
Queridos diocesanos:
En el primer día del año, la Iglesia nos invita a orar por la paz y a reflexionar sobre la misma, siguiendo el tradicional mensaje del Papa para la Jornada Mundial de la Paz. Benedicto XVI lo dedica este año a la libertad religiosa, camino para la paz. El Santo Padre nos regala una hermosa síntesis de la doctrina social de la Iglesia sobre la libertad religiosa y su estado en el mundo. Invito a todos a su lectura y reflexión,
En su mensaje, el Papa analiza la situación internacional en su conjunto y afirma amargamente que en algunas regiones del mundo “no es posible profesar y expresar libremente la propia religión”. En otras, en cambio, la intolerancia y la violencia se afirman mediante “formas más silenciosas y sofisticadas de prejuicio y de oposición hacia los creyentes y los símbolos religiosos”.
Benedicto XVI hace una afirmación incontestable: “Los cristianos son actualmente el grupo religioso que sufre el mayor número de persecuciones a causa de su fe”. Así ocurrió en Irak, donde un vil ataque contra la catedral siro-católica en Bagdad asesinó a dos sacerdotes y exterminó a unos cincuenta fieles; pero también ocurre en otros países asiáticos y africanos. En Europa, por su parte, numerosas fuerzas trabajan para renegar de su historia y de los símbolos religiosos de la mayoría de los ciudadanos. En unos casos, la persecución religiosa mata los cuerpos, u obliga a abandonar casa y tierras; en otros casos se van matando lentamente las almas; sometidos al hostigamiento, al ridículo o a las mofas, los cristianos se ven internamente limitados en la profesión de su fe en privado o en público. Todos conocemos casos en España, que avalan esta afirmación.
La libertad religiosa, afirma el Papa, está contenida dentro del mismo derecho a la vida, y es por tanto un derecho fundamental: toda persona es titular del derecho sagrado a una vida íntegra, también desde el punto de vista espiritual. La dignidad trascendente de la persona, es decir su capacidad de trascender su propia materialidad y buscar la verdad, ha de ser reconocida como un bien universal, indispensable para la construcción de una sociedad orientada a la realización y plenitud del hombre. Es más, la libertad religiosa, que está en el origen de la libertad moral, debe entenderse no sólo como ausencia de coacción, sino antes aún como capacidad de ordenar las propias opciones según la verdad y seguirlas en privado o en público. Por esto libertad y respeto son inseparables. También una libertad enemiga o indiferente con respecto a Dios termina por negarse a sí misma y no garantiza el pleno respeto del otro.
El relativismo moral no es la clave para una convivencia pacífica, sino, más bien, el origen de la división y negación de la dignidad de los seres humanos. Es inconcebible que los creyentes tengamos que suprimir nuestra fe para ser ciudadanos activos. Nunca debería ser necesario renegar de Dios para poder gozar de los propios derechos. Negar la libertad religiosa y oscurecer la dimensión pública de la religión genera una sociedad injusta y va en contra de la paz. Por su parte, el fundamentalismo y el laicismo son formas extremas de rechazo del pluralismo de la sociedad y de la sana laicidad del Estado.
Urge recuperar el derecho humano básico a la libertad religiosa en todas sus dimensiones: afirmativa y negativa, individual y social, privada y pública; urge buscar mediante el diálogo en la verdad su justo equilibrio en favor del bien común. Ni la imposición de las propias creencias o increencias, ni la dejación del Estado de su obligada sana laicidad son caminos para la paz.
Con mi afecto y bendición,
+ Casimiro López Llorente
Obispo de Segorbe-Castellón
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