Tiempo de vacaciones
Queridos diocesanos:
En estos meses de verano son muchos los que disfrutarán de unas merecidas vacaciones. Muchas son, en efecto, las personas en edad estudiantil y laboral y con salud que pueden disfrutar de descanso en estos días. Unos saldrán hacia los lugares de turismo, de playa o de montaña, y otros vendrán a hacer turismo entre nosotros. No faltarán quienes regresarán a sus pueblos para encontrarse con sus raíces, con su familia y con los amigos de siempre; nuestros pueblos se duplican o triplican en estos días.
En este clima vacacional no olvidemos a quienes también entre nosotros no podrán gozar de vacaciones. Son aquellos que han de trabajar todo el año, los parados y sus familias, los enfermos, las familias con una economía de subsistencia, los pensionistas humildes…; son éstos tan sólo ejemplos de quienes no pueden experimentar esta división entre trabajo y vacación. En una cultura del bienestar y del consumo, influenciada por la industria del ocio y del pasatiempo, no podemos dejarnos llevar por el individualismo imperante y olvidar a quienes viven estas situaciones.
Lo propio de las vacaciones es descansar, poder realizar otro tipo de actividad y poder disponer de nuestro tiempo sin estar atados por el horario laboral y por las prisas del día a día. Se puede simplemente matar el tiempo o emplearlo bien, dejarlo pasar o, más bien, aprovecharlo y vivirlo de forma enriquecedora. Las vacaciones ofrecen sobre todo la posibilidad del descanso físico y psíquico; pero tenemos también mucho tiempo para la lectura reposada y formativa, para la reflexión sobre nosotros mismos y nuestra vida, para la convivencia y para el encuentro con la familia, con los amigos y con otras culturas. Durante el año, el horario laboral hace imposible a muchos esposos poder hablar con sosiego y a los padres poder dedicarse a sus hijos, dialogar con ellos y compartir sus preocupaciones y ayudarles en su crecimiento.
Los días de vacación ofrecen también más tiempo para compartir con el necesitado y más tiempo para dedicar a Dios y fortalecer nuestro espíritu. No olvidemos que en verano seguimos siendo cristianos. Dios no se toma vacaciones en su búsqueda amorosa del hombre. Las vacaciones pueden ser tiempo excepcional para dejarse hablar por Dios y fortalecer la vida espiritual. El verano nos ofrece una magnífica oportunidad para encontrarnos con Dios. En la playa, en la montaña, en la serranía, podemos descubrir la presencia de Dios y alabarle por haberla hecho tan hermosa. También en el ocio y en la diversión podemos y debemos vivir nuestra condición de cristiano, sin ponerla entre paréntesis, sin avergonzarnos de serlo. También en verano, el domingo sigue siendo el día del Señor y tenemos tiempo para participar en la Eucaristía dominical y hacerlo en familia. En los desplazamientos hemos saber conducir y conducirnos con prudencia para no peligrar la propia vida y evitar riesgos a la vida de los demás. Y en el ocio debemos vivir con limpieza de corazón no dejándonos llevar por el derroche, el egoísmo y el disfrute a toda costa.
No seamos egoístas y pensemos también en quienes no tienen vacaciones por razones laborales o económicas. La caridad con el necesitado tampoco toma vacaciones.
Con mi afecto y bendición,
+ Casimiro López Llorente
Obispo de Segorbe-Castellón
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