Ante la renuncia de Benedicto XVI: respeto, gratitud y oración
Queridos diocesanos:
El pasado día once, festividad de Nuestra Señora de Lourdes, el Santo Padre Benedicto XVI anunciaba su renuncia al ministerio de Obispo de Roma, Sucesor de San Pedro. La renuncia la hará efectiva el próximo día 28 de febrero. Recibíamos la noticia con sorpresa porque no había indicios de la misma, con dolor porque perdíamos a un gran Papa, a un excepcional maestro en la fe, que tiene la sabiduría de hacer inteligibles las cosas más complicadas, y a un hombre de Dios cuya tarea ha sido llevar a Dios a los hombres y a los hombres a Dios; pero también acogíamos su sopesada y libre decisión con respeto porque, como él mismo dice en su declaración, ha llegado delante de Dios a la certeza de que, por la edad avanzada, no se ve con “fuerzas para ejercer adecuadamente el ministerio petrino”.
La renuncia es una nueva muestra de la coherencia y la humildad de Benedicto XVI. La noticia nos sorprendió pero no nos extrañó porque ya él mismo lo veía como una posibilidad en una entrevista de hace unos años. Para su renuncia no hay que buscar razones ocultas; tampoco se trata de una huida ante los peligros y problemas del momento. El Papa no es un pastor que huya en el peligro; nunca lo ha hecho, sino que siempre ha permanecido firme y ha afrontado las situaciones más difíciles desde la búsqueda de la verdad en la caridad con plena confianza en Dios y llevando hacia la solución cuestiones recibidas en herencia.
El mismo nos ha dado la razón de su renuncia: después de haber examinado reiteradamente su conciencia ante Dios ha llegado a la certeza de que no tenía fuerzas para seguir desempeñando el ministerio de Pedro. Ha reconocido que ya no podía con el encargo de su oficio y ha renunciado a él con plena libertad y con total claridad. El mismo nos dice que “para gobernar la barca de San Pedro y anunciar el Evangelio, es necesario también el vigor tanto del cuerpo como del espíritu, vigor que, en los últimos meses, ha disminuido en mí de tal forma que he de reconocer mi incapacidad para ejercer bien el ministerio que me fue confiado”.
Con su renuncia, Benedicto XVI nos ha ofrecido un ejemplo sin igual de humildad y de libertad, de valentía y de sentido de responsabilidad; es una nueva muestra de su amor a la Iglesia y a los hombres, así como de su fe y confianza plena en Dios. Al comienzo de su pontificado dijo que él era “un sencillo, humilde obrero de la viña del Señor”, cuyo “verdadero programa de gobierno no era hacer su voluntad.., sino ponerse, junto con toda la Iglesia, a la escucha de la palabra y de la voluntad del Señor, y dejarse conducir por Él, de tal modo que sea Él mismo quien conduzca a la Iglesia en esta hora de nuestra historia”. Es lo que ha hecho siempre en estos casi ocho años de pontificado y es lo que acaba de hacer con su renuncia: ha buscado la voluntad de Dios, se ha puesto a la escucha de la voluntad divina y se ha dejado conducir por Él.
Es la hora de dar gracias a Dios por el fecundo pontificado de Benedicto XVI y de expresarle al Papa nuestra más profunda gratitud. ¡Gracias Santo Padre de todo corazón! Que Dios le pague su amor, sus desvelos, sus trabajos, su fecundo magisterio y todos sus sufrimientos y sacrificios por la Iglesia. Y, como el Papa mismo ya nos ha indicado, pidamos a Dios que asista a su Iglesia, la ilumine y le conceda el Pastor universal conforme a su corazón, que le conduzca en esta encrucijada de la historia en la que Dios sigue presente y actúa.
Con mi afecto y bendición,
+Casimiro López Llorente
Obispo de Segorbe-Castellón
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