Mostrar la fe en público
Queridos diocesanos:
La cuaresma nos prepara a la celebración de la pasión, muerte y resurrección de Jesucristo en la Semana Santa. A lo largo de veinte siglos, generación tras generación, miles de bautizados al llegar estos días, confiesan y celebran en la liturgia y, a la vez, muestran en público que el Crucificado es el Resucitado. Así mismo experimentan y sienten con mayor fuerza que el auténtico sentido de la vida es Cristo Jesús, muerto por nuestros pecados y resucitado para que en Él tengamos vida eterna. Es ésta una fe que necesita ser mostrada también a los hombres y mujeres de hoy.
Nuestras Cofradías de Semana Santa son muestra de esta experiencia de fe y de la necesidad de ofrecerla a los demás. Ellas se ven llevadas a mostrar en la calle la fe confesada y celebrada en el templo; son conscientes de que la celebración de esa fe no puede quedar reducida al interior de nuestras iglesias. Gracias a las Cofradías, nuestras ciudades y pueblos se convierten en la Semana Santa en testigos privilegiados de su confesión pública de la fe y de la actualidad del acontecimiento redentor de Jesucristo.
A nadie se le oculta que vivimos “tiempos recios”, difíciles y apasionantes, para vivir, transmitir y confesar en público la fe cristiana con verdadera pasión. La secularización o la pérdida del sentido de Dios son una realidad innegable en muchos de nuestros contemporáneos; muchos son también los que ya ni tan siquiera han oído hablar de Dios, o que no conocen a Jesucristo, ni sus palabras y ni su obra redentora, fuente de vida y de salvación. No faltan, de otro lado, intentos de recluir lo religioso y, en especial, lo religioso-cristiano al ámbito de la conciencia o de los templos; o de excluir cualquier expresión visible de la fe cristiana de cualquier ámbito público.
Pero igualmente, como cristianos, sabemos que el hombre, también el hombre contemporáneo, tiene sed de infinito, tiene sed de Dios, tantas veces inconfesada. Es más: Muchas de las dificultades del hombre contemporáneo brotan del eclipse de Dios en sus vidas. Cuando en su horizonte se borra el rostro del Padre-Dios y se van erradicando sus huellas en el cotidiano existir, el hombre pasa a ser indiferente para el mismo hombre, se convierte en un desconocido y termina como enemigo. Jesucristo es la Palabra definitiva de Dios sobre sí mismo, sobre el ser humano y sobre el amor misericordioso de Dios hacia cada ser humano. En su pasión y muerte nos muestra su entrega total por amor a la humanidad, para recuperarnos el amor y la vida de Dios: así nos abre el camino del encuentro con el Padre-Dios y, en Él, con los hombres, nuestros hermanos.
De esta experiencia de fe y de la necesidad de mostrarla a los demás brotaron las cofradías, una raíz que han de mantener viva, pasando de la superficialidad a la profundidad de la fe. La celebración cristiana de estos días santos depende de la disposición interior de todos, especialmente de los cofrades. La Iglesia entera y las cofradías de Semana Santa hemos celebrarla desde la vivencia de la fe del Misterio, marcada por la reconciliación y el perdón, y por el sentido del compartir la fe y la vida con los demás. Para ello se precisa hacer silencio interior, en el que resuene el eco de la voz Dios y de los hombres necesitados; es el silencio que nos permite contemplar y acoger el Misterio de la pasión, muerte y resurrección del Señor Jesús.
Con mi afecto y bendición,
+ Casimiro López Llorente
Obispo de Segorbe-Castellón