Domund en el ‘Año Paulino’
Queridos diocesanos:
Nos disponemos a celebrar el Domund. Este día nos recuerda cada año que el mandato misionero de Jesús sigue siendo una prioridad para todos los bautizados. Todos estamos llamados a ser testigos, siervos y apóstoles de Cristo Jesús. Porque evangelizar constituye la dicha y la vocación propia de la Iglesia, su identidad más profunda.
En este ‘Año Paulino, tiempo de gracia y de recuerdo agradecido al gran Apóstol de los gentiles, la Iglesia nos propone a San Pablo como modelo de compromiso misionero. Pablo recibió la vocación de proclamar el Evangelio a los gentiles; el Señor le había anunciado: “Ve, porque yo te enviaré lejos, a los gentiles” (Hch 22, 21). En sus viajes apostólicos, en sus gozos y en sus penurias, con sus desvelos y sufrimientos, Pablo nos muestra un amor extremo a Jesucristo hasta entregar su vida a favor del Evangelio.
Se dedicó a llevar con su palabra y con su vida la fragancia del Evangelio a todos. Como embajador de Jesucristo lo hizo presente en sus numerosos viajes. El pudo exclamar: “Predicar el Evangelio no es para mí ningún motivo de gloria; es más bien un deber que me incumbe. Y ¡ay de mí si no predicara el Evangelio! (1 Cor 15,16).
Su experiencia es tan profunda y está tan impregnado de amor que no puede por menos que identificarse con Cristo y difundir en todas partes el olor de su conocimiento “pues nosotros somos para Dios el buen olor de Cristo” (2 Cor 2,14-15). Pablo realizó un servicio de amor total por el bien de los demás para que descubrieran la grandeza de creer en el Salvador de la humanidad. “Por mi parte, muy gustosamente gastaré y me desgastaré totalmente por vuestras almas” (2 Cor 13,15).
Pablo no se acomoda, ni se echa atrás ante la dificultad. Al contrario. En todo momento muestra un profundo ardor apostólico y una pasión misionera sin límites. El había comprendido que anunciar a Jesucristo es lo más importante. Su misión consiste en “anunciar el Evangelio allí donde el nombre de Cristo no era aún conocido” (Rom 15,20). Él mismo se siente “deudor de todos” (Rom 1,14), urgido por la caridad y sin otra razón de ser que la de anunciar el Evangelio, un misionero de por vida y con una entrega total. Es la pasión por Cristo y por el anuncio del Evangelio lo que le lleva a pasar por todas la penalidades.
Ha comprendido que la historia del género humano tendrá su plenitud en el momento que Dios “sea todo en todos” (1 Cor15, 28). Nadie está excluido del amor de Dios, de conocer a Jesucristo y a todos se le ha de anunciar puesto que los pueblos son merecedores de tal don, el de la fe en el Evangelio.
Este año dedicado a San Pablo, en el que en el Plan Diocesano de Pastoral nos hemos fijado trabajar por una Iglesia diocesana de comunión para la misión, debería ser un revulsivo para todos cuantos la formamos. Caigamos en la cuenta de que la misión es ley fundamental de todos. Pues todos estamos llamados a anunciar con gestos, palabras y hechos que Jesucristo es el único Salvador del género humano. La misión es nuestra razón de ser: una Iglesia viva es misionera y cuna de vocaciones misioneras.
Con mi afecto y bendición,
+ Casimiro López Llorente
Obispo de Segorbe-Castellón
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