El Obispo, D. Casimiro, exhorta “a dejarnos renovar para vivir la comunión con Dios y entre nosotros” en la Solemnidad de la Inmaculada
La Catedral Basílica de Segorbe acogió ayer la celebración de la Inmaculada Concepción de la Santísima Virgen María, patrona de la ciudad episcopal. Fue presidida por nuestro Obispo, D. Casimiro, y solemnizada por la Capilla Musical bajo la dirección de D. David Montolío.
Cabe indicar que, tradicionalmente, en España, el color litúrgico azul-celeste está reservado para tan señalada solemnidad, es el color del Misterio de la Concepción Inmaculada.
En la homilía, D. Casimiro exhortó a bendecir a Dios “en este día en el que celebramos la concepción de la Virgen María, de la estrella de la mañana, la salud de los enfermos, el refugio de los pecadores”, ella es “la elegida para ser Madre de Dios y Madre nuestra”.
Este Misterio también “nos recuerda dos verdades fundamentales de la fe cristiana: el pecado original, por una parte, y la victoria del Señor sobre el pecado y la muerte, por otra”, indicó. En relación al pecado original, “hay muchos que no lo entienden, lo consideran como una fábula, algo de tiempos pasados, impropio del hombre moderno”, sin embargo, “todos vemos la existencia del mal y la tendencia del hombre al mal”, y como cristianos “debemos preguntarnos: ¿de dónde procede el mal?”. “La muerte entró en el mundo por envidia del diablo, que, rebelándose contra Dios, engañó también a los hombres”, explicó el Obispo.
Para devolvernos Dios a nuestra dignidad original “fue elegida la Virgen, amada, querida, agraciada para ser Madre del Redentor, Aquel que reordenase las cosas y restableciese lo roto por el pecado, la relación con Dios y con los hombres, la relación con uno mismo y con la creación”. Ella, elegida por pura gracia, “deja a Dios ser grande en su vida, y por eso se convierte en la más grande de la historia humana después del Señor”.
María es modelo de la Iglesia, y como ella, “todos estamos llamados a la santidad, a la perfección en el amor, acogiendo como ella la gracia de Dios día a día para que así nos dejemos renovar por el Señor”, también “en este tiempo en el que nos disponemos a celebrar un Año Jubilar diocesano”. Para ello, la Virgen “nos ofrece tres pistas, porque ella es la Mujer de la escucha, de la gracia y de la alegría esperanzada”.
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