Fiesta de San Pascual Baylón
Patrono de la Diócesis y de la Ciudad de Villarreal
Basílica de San Pascual, Villarreal – 17.05.2014
(Ecco 2, 7-13; Sal 33: 1 Cor 1, 26-31; Mt 11, 25-30)
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Mis queridos hermanos y hermanas en el Señor
- San Pascual Baylón, Patrono de Vila-real y de nuestra Diócesis de Segorbe-Castellón, nos reúne de nuevo para celebrar su memoria en el día de su fiesta con la celebración de la Eucaristía: el memorial de la Pascua del Señor, en que actualizamos su pasión, muerte y resurrección, fuente de vida, amor y salvación.
Nuestro santo Patrono como todos los Santos, hermanos, no pertenecen sin más al pasado. Los Santos no son mera historia o cultura; su recuerdo no puede quedar reducido a una ocasión para la fiesta, ajena a lo que ellos fueron, vivieron y significaron. Los Santos son siempre actuales y nos interpelan en el presente, al menos a los creyentes. Porque sus biografías reflejan modelos permanentes de vida para todos los bautizados; ellos vivieron su condición de bautizados, siguieron fielmente a Jesucristo y conformaron su vida al Evangelio. Los Santos fueron testigos cercanos y concretos de Jesucristo y de su Evangelio para el hombre de su tiempo y lo siguen siendo para el hombre de todos los tiempos. Los Santos nos muestran que es posible vivir la vocación cristiana a la perfección del amor, a la santidad. Son extraordinariamente humanos, precisamente porque surgen de la búsqueda de Dios y del seguimiento de Cristo. En ellos, el Señor Resucitado muestra en el corazón de la Iglesia y en medio del mundo, la extraordinaria fuerza de la Vida nueva, que brota de la resurrección del Señor; una Vida nueva que es capaz de renovar y transformar todo: la existencia de cada persona y de las familias, la misma realidad social y moral, la de los pueblos y naciones e, incluso, de toda la Creación.
Los Santos son las grandes figuras de los períodos más renovadores de la historia, en la Iglesia y en el mundo, y también de su entorno social y cultural. Su forma de ser, de estar y de actuar en la Iglesia y en el mundo no suele ser espectacular sino que, con frecuencia, pasa desapercibida. Son humildes y sencillos. Su alimento es la oración, la escucha de Dios y de su Palabra, la unión y la amistad con Cristo. En la entrega sencilla de sus vidas a Dios y a los hermanos cifran todos sus ideales personales.
- San Pascual Bailón, nuestro Patrono, es uno de estos Santos. El permanece siempre actual en nuestra historia, en la historia de Villarreal y en la de nuestra Iglesia diocesana. Al celebrar un año más la Fiesta de Pascual vienen a nuestra memoria su vida sencilla de pastor en su tierra de Villahermosa, donde nació en 1540, y de hermano lego más tarde, sobre todo aquí en Vila-real, donde murió en 1592.
Vienen a nuestro recuerdo también y sobre todo sus virtudes de humildad, de fe y de confianza en Dios, de su amor a la Eucaristía, manantial permanente del amor a Dios y de amor a los hermanos, en especial a los pobres, a los necesitados, a los mendigos. Y es que nuestros antepasados apreciaron –y nosotros apreciamos– la santidad de aquel humilde fraile, devoto de Dios y amigo de los hombres, por encima de cualquier otro mérito o título. Pascual nos muestra que se puede llegar a ser grande -con la grandeza inigualable de la perfección del amor, de la santidad- siendo humilde, naciendo de una familia humilde y en un pueblo sencillo, dedicándose a la tarea humilde de pastoreo de unos rebaños y después, como hermano lego, a las tareas humildes de la casa. Es la humildad la que brilla en su vida: todo un ejemplo y un mensaje para nosotros.
Sí, Pascual, fue un excepcional hombre de Dios y por ello un excepcional amigo y servidor de los hombres. Hombre profundamente religioso, amante de la Eucaristía y devoto de la Virgen, fue un lego generoso y sufrido, siempre paciente y alegremente dispuesto a cumplir con sus deberes conventuales, con bondad y con misericordia, con sentimientos de amor gratuito al prójimo, que se vertía sin límites en los más pobres.
Su humildad le condujo a vivir en la verdad de sí mismo; y esto sólo se descubre en Dios. A los humanos nos cuesta aceptar esta verdad: que somos criaturas de Dios, que cuanto somos y tenemos a Dios se lo debemos, que sin Dios nada podemos. Nos endiosamos y queremos ser como dios al margen de Dios. Y ahí comienza nuestro drama: comenzamos a vivir en la mentira, en la apariencia, en el egoísmo, en el uso de las personas para medrar y trepar.
Los Santos como Pascual nos sitúan en la verdad de todo ser humano: en la verdad de nuestra vida, de nuestro origen y de nuestro destino, que sólo está en Dios. Lo más grande de nuestra vida es que Dios nos ama, que Dios nos ha creado por amor y para el amor, que Dios es misericordioso, que no se cansa de esperar y de perdonar. El hombre se hace precisamente grande no cuando se cierra a Dios en esa falsa idea de una autonomía absoluta frente a todo y frente a todos, también frente a Dios. El hombre es y se hace grande cuando abre su corazón de par en par al amor de Dios en su vida. Dios, que es amor como nos dice San Juan (cf. 1 Jn 4,6), nos ama y nos llama participar de su amor: éste es el sentido de nuestra existencia. Dios no es un competidor de nuestra libertad, ni de nuestra felicidad. Dios nos ama. “En esto se manifestó el amor que Dios nos tiene: en que Dios envió al mundo a su Hijo único, para que vivamos por medio de él” (1 Jn 4, 8).
Pascual conoció a Dios acogiendo su amor, buscó imitar en todo a Jesucristo que, siendo Dios, se hizo hombre, humilde y pobre. Quien se acerca a Jesucristo, una de las virtudes que aprende es la humildad, la sencillez, como lo hizo Pascual. Es la fuente para conocer a Dios y su Amor, y para conocerse a sí mismo. “Yo te alabo Padre, dice Cristo en el Evangelio, porque has escondido los misterios de Dios a la sabios y entendidos, y se los has revelado a la gente sencilla”. Una vida humilde y sencilla como la de Pascual es el camino para abrirse a Dios en Cristo, para una vida lograda, plena y feliz, es el camino para el cielo, es el camino hacia la santidad, es el camino hacia la felicidad; es el camino que agrada a Dios y que aprovecha mucho a los hombres.
En la fe y amor a Jesucristo Resucitado, cultivado y alimentado diariamente por la oración y la piedad eucarística, se encuentra la raíz de ese amor vivido heroicamente de Pascual con su prójimo. Un amor practicado con especial esmero para con los que más lo necesitaban. Pascual es testigo de Dios y de su amor en la Iglesia y en el mundo: y lo es su testimonio vivo del amor de Dios en su entrega y servicio a los hermanos, a los pobres y a los más necesitados; un amor que él alimentó en su gran amor a la Eucaristía y en su profunda devoción a la Virgen.
- Nuestro mundo necesita santos como Pascual para crecer en humanidad y en fraternidad, en la justicia y en la verdad. Los necesita nuestra Iglesia diocesana para ser fecunda en la evangelización de tantos ciudadanos que o no han llegado al conocimiento primero de la fe en Jesucristo o no han permanecido en él. Nuestra Iglesia diocesana necesita santos para que se pueda mantener firme en la fe en Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo, que justifica y salva al hombre; firme en la esperanza de que la vida ha triunfado sobre el pecado y sobre la muerte en la resurrección de Jesucristo; y firme en la caridad, o lo que es lo mismo, en el testimonio efectivo de ese amor más grande del Redentor del hombre, que cura, sana y alivia todos sus males, los espirituales y temporales: ese es el amor capaz de transformar para el bien las conciencias de las personas y de la sociedad. Sin una honda conversión moral y espiritual al mandamiento divino del Amor, es poco menos que imposible salir de la crisis -crisis económica, social, laboral, familiar, cultural y ética, de una manera sólida y estable.
Sí, necesitamos a San Pascual, nuestro Patrono, como un modelo de santidad, de máxima actualidad, que precisa y reclama urgentemente la situación crítica por la que atraviesa nuestra sociedad envejecida y desesperanzada; una sociedad en la que en pocos años las muertes superarán a los nacimientos, una sociedad en la que en algunas zonas la causa mayor de muerte entre los jóvenes es el suicidio. Venerar a Pascual equivale a sentirse llamado a imitarle en su amor a Dios y al prójimo e invocarle como intercesor nuestro.
¡Que Él interceda para que los fieles católicos sepamos vivir, imitándole en su sencillez evangélica; que por intercesión se avive en nosotros la fe y la confianza en Dios, que se avive en nosotros el espíritu de oración y la participación en la Eucaristía, que haga de nosotros testigos del amor de Dios en el amor a los hermanos.
Y como él, pedimos la protección de la Virgen María: para que toda nuestra Iglesia diocesana en su grupos y comunidades sea fiel discípula del Señor y se convierta a la tarea urgente de la evangelización.
¡Que la Mare de Déu de Gracia, bendiga a todos los hijos e hijas de Vila-real: su salud física y espiritual, su bienestar y el de sus familias, y su futuro para que sea un futuro de esperanza gozosa apoyada en la vivencia creciente del poder del amor y de la gracia de Jesucristo Resucitado, Nuestro Señor y Salvador! Amén.
+ Casimiro López Llorente
Obispo de Segorbe-Castellón
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