La cuaresma, tiempo de gracia y de salvación
Queridos diocesanos:
Con el antiguo rito de la imposición de la ceniza el pasado miércoles iniciábamos el tiempo de la Cuaresma. Es éste un tiempo de gracia y de salvación. “Ahora es el tiempo favorable, ahora es el día de la Salvación” (2 Cor 6,2). El tiempo cuaresmal es como una peregrinación que nos prepara a la celebración gozosa de la Pascua de Señor; por ello, es también como un camino hacia la cumbre santa de nuestra propia resurrección. La Palabra de Dios nos invita a ponernos en camino hacia la Pascua con una vida renovada, convertida y reconciliada. Este tiempo santo nos ofrece a todos los bautizados la oportunidad de renovar nuestro espíritu de fe, de avivar nuestro amor a Dios y a los hermanos, y de fortalecer nuestra coherencia de vida con el Evangelio.
El Profeta Joel nos dice: “Convertíos a mí de todo corazón” (2, 12). Convertirse es volver la mirada y el corazón a Dios con ánimo firme y sincero. Para convertirnos debemos escuchar la voz de Dios (Sal 94, 8). Él quiere ser nuestro guía hacia la tierra prometida. Él, que nos ha pensado desde siempre, nos indica el camino para alcanzar nuestro verdadero ser, nuestra plenitud y salvación. Con amor nos sugiere como a sus hijos y amigos lo que hemos de hacer y evitar. Él nos quiere llevar a la comunión de vida consigo. Quien escucha su voz entrará en la tierra prometida, en el gozo del Paraíso.
Dios no deja de hablarnos. En lo más íntimo de cada persona, en nuestra conciencia, resuena su voz. Cuando Dios nos habla al corazón, hemos de escuchar su palabra, acogerla y adherirnos plenamente a ella, obedecerla, adaptarnos a todo lo que nos dice, dejarnos guiar por Él como llevados de la mano. Nos podemos fiar de Dios al igual que un niño se abandona en los brazos de su madre y se deja llevar por ella. El cristiano es una persona guiada por el Espíritu Santo.
Por la dureza de nuestro corazón puede que opongamos resistencia a Dios, que nos cerremos a Él y a su voz. Con frecuencia nuestro corazón está contaminado por muchos ruidos ensordecedores: son las inclinaciones desordenadas que conducen al pecado, la mentalidad de un mundo que se opone al proyecto de Dios o la tentación del Maligno que pretende apartarnos de Dios. Es fácil también confundir las propias opiniones, los propios deseos con la voz de Dios en nosotros; es fácil caer en la arbitrariedad y en la subjetividad, apartándose de la verdad de la Palabra de Dios que nos llega a través de la Iglesia.
En este tiempo de Cuaresma debemos crear silencio en nuestro interior, acallar todo en nosotros para descubrir la voz de Dios, que es sutil, sabia y amorosa. Hay que afinar la sensibilidad sobrenatural para ser capaces de captar las sugerencias de la voz de Dios. Es necesario dejarse evangelizar en el trato frecuente con la Palabra de Dios -leyendo, meditando, viviendo el Evangelio-, de tal manera que adquiramos cada vez más una mentalidad evangélica. Aprenderemos a reconocer la voz de Dios dentro de nosotros en la medida que aprendamos a conocerla de los labios de Jesús, Palabra de Dios hecha hombre.
Con mi afecto y bendición,
+ Casimiro López Llorente
Obispo de Segorbe-Castellón
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