La Exaltación de la Santa Cruz
La tradición nos dice que alrededor del año 320, Santa Elena de Constantinopla, madre del emperador Constantino, encontró la Cruz en que fue crucificado Jesús. A raíz del hallazgo, ella y su hijo, el Emperador Constantino, hicieron construir en el sitio la Basílica del Santo Sepulcro, en donde se guardó la reliquia. Robada por el rey de Persia en el año 614 fue recuperada por el Emperador Heraclio en el 628, quien la trajo de vuelta a Jerusalén el 14 de septiembre de es mismo año. De ahí que la Fiesta de la Exaltación de la Cruz se celebre en este día.
Muchos se preguntan: ¿por qué exaltar la cruz, símbolo de tortura y muerte, cuando el cristianismo es un mensaje de amor? He ahí la “locura”, el “escándalo” de la cruz de que nos habla san Pablo (1 Cor 1,18). La contestación es sencilla, veneramos la Cruz de Cristo porque en ella Él quiso morir por nosotros, porque abrazándose a ella y muriendo en ella, en el acto de amor más sublime de la historia, derrotó la muerte liberándonos de ésta y del pecado. Así la Cruz se convirtió en el símbolo universal del amor, de la reconciliación y de la Vida.
Cristo en la Cruz es la manifestación suprema del amor de Dios hacia toda persona humana. “Tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Hijo único, para que no perezca ninguno de los que creen en él, sino que tengan vida eterna” (Jn 3, 15). En la Cruz, Cristo nos manifiesta el verdadero rostro de Dios. Dios es Amor infinito, compasivo y misericordioso. Por puro amor, Dios nos llama a la existencia, nos crea a su imagen y semejanza, y nos invita a participar de su misma vida. Dios no es un competidor del ser humano, de su deseo de libertad o de su anhelo de felicidad. Al contrario: Dios quiere que el hombre viva, que sea verdaderamente libre y feliz. Tal es su amor, que Dios ni tan siquiera abandona al ser humano, cuando en uso de su libertad rechaza su amor: Dios mismo, en su amor compasivo y misericordioso, sale a nuestro encuentro para darnos el abrazo del perdón y de la reconciliación. Dios envía a su mismo Hijo, para recuperarnos del mundo de las tinieblas, de la esclavitud del pecado, del odio y de la muerte.
La Cruz de Jesús es la palabra con la que Dios ha respondido al mal en el mundo. A veces nos parece que Dios no responde al mal y se queda en silencio. En realidad, Dios ha hablado y respondido; y su respuesta es la Cruz de Cristo. Una palabra que es amor, misericordia, perdón. Y es también Juicio. Dios nos juzga amándonos, Dios nos juzga amándonos: si recibo su amor me salvo, si lo rechazo me condeno. No por Él sino por mí mismo, porque Dios no condena sino que ama y salva.
La palabra de la Cruz es la respuesta de los cristianos al mal, al odio, a la guerra. Los cristianos hemos de responder al mal con el bien tomando sobre nosotros mismos la Cruz como Jesús, llevando en el corazón esta palabra de amor, de perdón y de reconciliación. Este es el camino también ante las terribles noticias procedentes de Irak, donde miles de personas, entre ellos muchos cristianos, son expulsados de sus hogares de una manera brutal y muchos son asesinados. Todo esto ofende gravemente a Dios y a la humanidad. Oremos, pues, a Dios por la paz. Y en nombre de Dios y de la dignidad de toda persona humana urjamos una solución política efectiva a nivel local e internacional para detener estos crímenes y restaurar el derecho, la convivencia y la paz.
Con mi afecto y bendición,
+ Casimiro López Llorente
Obispo de Segorbe-Castellón
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