Las realidades carismáticas celebran la Vigilia de Pentecostés: “El Espíritu Santo nos lleva a la comunión y a la unidad”
Los grupos de oración y las comunidades de espiritualidad carismática presentes en la Diócesis de Segorbe-Castellón celebraron Pentecostés con una Vigilia, presidida por el Obispo en el Seminario Mater Dei.
D. Casimiro explicó lo que significa el Espíritu Santo y como sus siete dones nos ayudan, sosteniendo la vida del cristiano: sabiduría, inteligencia, consejo, fortaleza, ciencia, piedad y temor de Dios.
Necesitamos el Espíritu Santo, en nuestra vida y en nuestras comunidades, porque “por desgracia somos una Iglesia temerosa, desalentada, tenemos miedo a anunciar el Evangelio”, y por ello “necesitamos que derrame sobre cada uno de nosotros el don de la fortaleza, para superar nuestras debilidades, para que nuestra Iglesia diocesana se renueve y acoja el Espíritu” para salir con nuevo aliento a la misión.
El Espíritu nos lleva a la comunión y a la unidad, explicó, porque al dejarnos guiar por Él, nos impulsa a vivir la variedad en la comunión de la Iglesia, «hay diversidad de carismas, pero un mismo Espíritu», escribe el apóstol Pablo a los corintios, “y todos los carismas están al servicio del bien común de la Iglesia”.
Gracias al Espíritu “podemos dirigirnos a Dios llamándole Padre, porque somos sus hijos por el Bautismo; Él nos lleva a profesar una misma fe, a reconocer a Cristo Jesús: «nadie puede decir: «¡Jesús es Señor!», sino por el Espíritu Santo» (1 Cor. 12, 3); a reconocerle como el centro de nuestra fe”.
En la Vigilia, y con motivo de este Año Jubilar que estamos celebrando, D. Casimiro le pidió al Señor “que envíe su Espíritu y renueve nuestros corazones, nuestra condición de hijos e hijas de Dios, nuestra condición de discípulos del Señor, y sentirnos impulsados para salir a la misión”.
También “que nos ayude a la renovación en nuestra tarea pastoral, que centremos nuestra mirada en Aquel que es el centro de nuestra fe, en Cristo Jesús, muerto y resucitado para que todos tengan vida en abundancia por la fuerza del Espíritu”, y para “crecer en la santidad, en comunión con Dios y con los hermanos, a caminar hacia la plenitud de vida cristiana y a la perfección del amor”.
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