Lectura y evangelio del miércoles de la VII semana del Tiempo Ordinario
LECTURA. Eclesiástico 2, 1-13
La sabiduría educa a sus hijos y se cuida de los que la buscan. El que ama, ama la vida, y los que madrugan por ella se llenarán de gozo. El que la adquiere heredará la gloria y dondequiera que vaya, el Señor lo bendecirá. Los que la sirven, sirven al Santo, y a los que la aman, los ama el Señor.
El que la escucha, juzgará a las naciones, y el que a ella se aplica, vivirá seguro. Si confía en ella, la recibirá en herencia, y sus descendientes la tendrán en posesión. Porque el principio lo lleva por caminos tortuosos y lo escrutará con cuidado; le infunde miedo y temblor, lo atormenta con su disciplina, hasta que pueda confiar en él, y lo pone a prueba con sus exigencias.
Pero luego vuelve a él por el camino recto, lo colma de alegría y le revela sus secretos, y lo enriquecerá de ciencia y de conocimiento recto. Si él se desvía a merced de su propia ruina.
Salmo: Sal 118, 165. 168. 171. 172. 174. 175.
R. Mucha paz tienen los que aman tu ley, Señor.
Mucha paz tienen los que aman tu ley, y nada los hace tropezar. R.
Guardo tus preceptos y tus mandatos y tú tienes presentes mis caminos. R.
De mis labios brota la alabanza, porque me enseñaste tus decretos. R.
Mi lengua canta tu promesa, porque todos tus preceptos son justos. R.
Ansío tu salvación, Señor; tu ley es mi delicia. R. Que mi alma viva para alabarte, que tus mandamientos me auxilien. R.
Aleluya Jn 14, 6bc
R. Aleluya, aleluya, aleluya
Yo soy el camino y la verdad y la vida – dice el Señor -; nadie va al Padre sino por mí. R.
EVANGELIO. Marcos 9,38-40
En aquel tiempo, Juan dijo a Jesús: «Maestro, hemos visto a uno que echaba demonios en tu nombre, y se lo hemos querido impedir, porque no viene con nosotros». Jesús respondió: «No se lo impidáis, porque quien hace un milagro en mi nombre no puede luego hablar mal de mí. El que no está contra nosotros está a favor nuestro».
COMENTARIO DE BENEDICTO XVI AL EVANGELIO DE HOY
Alguien que no era de los seguidores de Jesús había expulsado demonios en su Nombre. El apóstol
Juan, joven y celoso como era, quería impedirlo, pero Jesús no lo permite; es más, aprovecha la ocasión para enseñar a sus discípulos que Dios puede obrar cosas buenas y hasta prodigiosas incluso fuera de su círculo, y que se puede colaborar con la causa del reino de Dios de diversos modos, ofreciendo también un simple vaso de agua a un misionero (Mc 9, 41).
San Agustín escribe al respecto: «Como en la Iglesia católica se puede encontrar algo que no es católico, así fuera de la Iglesia puede haber algo de católico». Por ello, los miembros de la Iglesia no deben experimentar celos, sino alegrarse si alguien externo a la comunidad obra el bien en Nombre de Cristo, siempre que lo haga con recta intención y con respeto.
Incluso en el seno de la Iglesia misma puede suceder, a veces, que cueste esfuerzo valorar y apreciar, con espíritu de profunda comunión, las cosas buenas realizadas por las diversas realidades eclesiales. En cambio, todos y siempre debemos ser capaces de apreciarnos y estimarnos recíprocamente, alabando al Señor por la «fantasía» infinita con la que obra en la Iglesia y en el mundo.
Queridos amigos, por intercesión de María santísima, oremos a fin de que sepamos alegrarnos por cada gesto e iniciativa de bien, sin envidias y celos, y usar sabiamente los bienes terrenos en la continua búsqueda de los bienes eternos. (Del Ángelus del 30 de septiembre de 2012).