Los abuelos, testigos de la vida y de la fe
Queridos diocesanos:
El día 26 de julio, festividad de San Joaquín y Santa Ana, padres de la Virgen María y abuelos de Jesús, se viene celebrando «El día de los abuelos». Hoy quiero tener un recuerdo muy especial para los abuelos. Y os invito a todos a hacer de este día una fiesta de agradecimiento y de amor sincero hacia nuestros abuelos para que se sientan de nuevo protagonistas en nuestra historia personal y familiar. Debería ser un día para una sincera acción de gracias porque ellos son para nosotros testigos de la vida y de la fe.
La primera gran aportación que realizan los abuelos en la vida de sus nietos es su inequívoco testimonio a favor de la vida. Los abuelos y abuelas simbolizáis el designio amoroso de Dios sobre la vida de cada hombre, su mirada providente y misericordiosa. Desde toda la eternidad, Dios ha pensado con amor en cada uno de sus hijos y ha dispuesto el camino de la historia personal para atraernos hacia Él. Abuelos y abuelas formáis parte del camino de vuestros hijos y nietos. Y éste es, a su vez, vuestro camino, un camino que recorréis con particular conciencia y emoción.
Es importante que los abuelos y abuelas puedan cumplir su misión en el seno de la familia, de la Iglesia y de la sociedad. Para ello hemos de evitar ignorarles; a veces nuestros abuelos quedan marginados y experimentan una gran soledad por el distanciamiento de hijos y nietos. Pero, por otro lado, hay que evitar que sean «más que abuelos», para no repetir en sus nietos todas las obligaciones que experimentaron con sus hijos; el trabajo de sus hijos, las dificultades de todo tipo en el seno familiar, la conflictividad conyugal o los horarios laborales incompatibles fuerzan a que los abuelos tengan que cubrir el vacío que experimentan sus nietos. Cuando la situación pasa de esporádica a habitual, los abuelos y abuelas se convierten casi en unos segundos padres, sobre cuyas espaldas recae el peso de la educación cotidiana de sus hijos.
El Beato Juan Pablo II, en su Carta a los ancianos de 1999, señalaba además que «la comunidad cristiana puede recibir mucho de la serena presencia de quienes son de edad avanzada. Pienso sobre todo, en la evangelización: su eficacia no depende principalmente de la eficiencia operativa. !En cuantas familias los nietos reciben de los abuelos la primera educación en la fe!». Sabemos que los padres son los primeros y originarios educadores de sus hijos, también en la fe; pero de hecho muchos padres no llevan a cabo su tarea educadora. Muchos niños, adolescentes y jóvenes son iniciados en la fe y educados en los valores cristianos gracias a sus abuelos. Vosotros, abuelos y abuelas, habéis sido quienes les habéis enseñado a rezar desde pequeños; los que les habéis hablado de Dios; quienes les habéis ofrecido una visión del mundo y del ser humano en la que Dios debe ocupar el centro y el protagonismo principal. Así, cuando los niños os han hecho preguntas sobre la creación, la existencia, etc. vuestra respuesta, totalmente sincera y convencida, ha nacido siempre de la mirada a Dios. De este modo, Dios ha comenzado a tener importancia y a ocupar un puesto relevante en la vida de esos niños que han tenido en vosotros, sus abuelos, los grandes maestros en el arte del despertar a la fe. Seguid haciéndolo; es una tarea impagable.
Pido para todos vosotros, abuelos y abuelas, el don del amor de Dios. Que cada día aprendáis mejor el lenguaje del amor que el Señor inspira en vuestras vidas y que es garantía de la felicidad sin ocaso que nos ha sido regalada.
Con mi afecto y bendición,
+Casimiro López Llorente
Obispo de Segorbe-Castellón
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