Nuevos sacerdotes para nuestra Iglesia
Queridos diocesanos:
El próximo domingo, nuestra Iglesia diocesana contará, si Dios así lo quiere, con ocho nuevos sacerdotes. Y desde el sábado anterior con un nuevo diácono. Estas ordenaciones son un don de Dios, un motivo de gran alegría para toda nuestra Iglesia, y, sobre todo, para la acción de gracias a Dios por su benevolencia y grandeza para con nosotros. Una muestra más de que, en momentos de invierno vocacional, Dios nos sigue enriqueciendo con nuevos sacerdotes. Demos gracias a Dios.
El Buen Pastor ha llamado a estos jóvenes para que le entreguen su vida en el sacerdocio ordenado al servicio de nuestra Iglesia y de nuestras comunidades. En nuestra Iglesia Católica no importa el origen. Los sentimos y queremos como nuestros; son nuestros sacerdotes.
El Señor les ha escogido para colaborar de manera más directa con Él en la realización de su plan de salvación. En su nombre y representación serán maestros de la Palabra, ministros de los Sacramentos y guías de la comunidad. Como aquellos pescadores de Galilea, también estos jóvenes han encontrado a Jesús, se han dejado cautivar por su mirada y su voz, y han acogido su apremiante invitación: “Seguidme, os haré pescadores de hombres”. Jesús les ha invitado a estar con Él y a compartir su misión. La llamada se acoge y la misión se funda en una íntima y fiel comunión con el Señor, en la oración y en la Eucaristía. Esa intensa comunión favorece el florecimiento de generosas vocaciones para el servicio de la Iglesia: el corazón del creyente, lleno de amor divino, se ve empujado a dedicarse totalmente a la causa del Reino.
Es más. Quien vive en una comunidad eclesial centrada en su Señor, en su Palabra y en su Eucaristía, en una comunidad fraterna y concorde, corresponsable y misionera, atenta a su Señor y a las necesidades de los hombres, aprende con más facilidad a escuchar y discernir la llamada del Señor. El cuidado de las vocaciones exige una constante educación para escuchar la voz de Dios, como Elí lo hizo con el joven Samuel. La escucha dócil y la respuesta generosa sólo pueden darse en un clima de íntima comunión con Dios. Y esto ocurre ante todo en la oración; pero también en el clima de familias cristianas generosas y de comunidades cristianas, vivas y evangelizadoras, que oran y se preocupan por las vocaciones.
Con mi afecto y bendición,
+ Casimiro López Llorente
Obispo de Segorbe-Castellón
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