Preparando la Navidad
Queridos diocesanos:
El Adviento es un tiempo hermoso para prepararnos a celebrar cristianamente la Navidad. En la Navidad conmemoramos la ‘primera’ venida en la historia del Hijo de Dios en Belén: Él es el Mesías y Salvador. Por otra parte, en Adviento dirigimos nuestra atención hacía la ‘segunda’ venida de Jesucristo al final de los tiempos. Nuestra vida cristiana adquiere sentido a partir de estos dos momentos históricos: la Encarnación de Cristo, que nos salva, y la Parusía, su venida al final de los tiempos, que llevará su obra a total cumplimiento. El cristiano vigila y espera siempre la venida del Señor.
Nos preparamos a la Navidad sabiendo que el Señor y su Salvación están ya presentes en su Iglesia, y con la esperanza confiada de su venida definitiva. Ello ha de despertar en nosotros los cristianos actitudes de fe y vigilancia, de hambre o pobreza espiritual y de misión o presencia en el mundo. Si nos dejamos encontrar personalmente con Cristo, su Salvación llegará a tantas situaciones todavía necesitadas de ella.
Por la fe percibimos y conocemos al Señor, presente en los Sacramentos, en su Palabra, en el testimonio de muchos bautizados, en el prójimo, sobre todo, en el pobre, enfermo y necesitado y en tantos otros acontecimientos de la vida. Reavivar nuestra fe equivale a acoger al Señor presente entre nosotros. La vigilancia es no sólo defensa y lucha ante el mal que nos acecha; es también expectación confiada y gozosa de Dios, que nos ama, nos da vida, nos salva y nos libera de ese mal. En Adviento, El Señor pasa por nuestras vidas.
Adviento es por ello tiempo de conversión. Pero ¿cómo podemos buscar al Señor si no reconocemos que tenemos necesidad de Él? Nadie deseará ser liberado si no se siente oprimido. Pobreza espiritual es aquella actitud de sentirse necesitado de Aquél que es más fuerte que nosotros. Es la disposición para acoger todas y cada una de sus iniciativas.
El hombre de hoy busca ansiosamente la felicidad, la paz, la justicia y el amor. La secularización y el progreso técnico le tientan a vivir cerrado a Dios y buscar la felicidad fuera de Jesucristo. Pero cada vez se siente más lejos de la felicidad anhelada. Es en Jesucristo donde el hombre descubre su verdadera imagen, su verdadero destino y su pertenencia a un mundo nuevo que ha comenzado a edificarse en el presente. Cristo ha venido y viene para todos. Dejémonos encontrar por el Señor que viene.
Con mi afecto y bendición,
+ Casimiro López
Obispo de Segorbe-Castellón
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