Reavivar la esperanza
Queridos diocesanos:
En nuestro mundo y en nuestra Iglesia hay signos de obscurecimiento de la esperanza. El hombre actual está de vuelta de muchas grandes ilusiones y tiene miedo al futuro; se refugia en lo inmediato, creyendo encontrar así la felicidad.
Ahí están la crisis del ‘nosotros’ y la pérdida de solidaridad, el consumismo desenfrenado, la falta de confianza en el futuro y la crisis de la acogida de la vida humana, la cultura del placer y del esoterismo. Ahí están también las nuevas pobrezas y la crisis de la familia, fundada en el matrimonio.
Aunque no faltan signos de un despertar religioso, es preocupante la ‘silenciosa y tranquila apostasía de las masas’ de la fe cristiana y de la práctica eclesial. Avanza una cultura ‘de tejas abajo’, cerrada a Dios. También entre los cristianos hay una creciente indiferencia respecto de la vida eterna que es la que hace a la existencia mundana realmente digna de ser vivida.
El Adviento, que hoy comenzamos, nos prepara a la celebración de la Navidad, la primera venida del Hijo de Dios, el Salvador. A la vez, el Adviento dirige nuestra atención hacia la espera de la segunda venida de Cristo al final de los tiempos, cuando llevará a plenitud su obra de salvación. El y su Reino están presentes ya entre nosotros y vienen a nosotros en su Palabra y en sus Sacramentos, en los hombres y en los acontecimientos de cada día.
Jesucristo es el sí definitivo de Dios al ser humano y la esperanza más profunda de los hombres. En Cristo, Dios ha llevado a la humanidad a su única y verdadera plenitud. Por su venida en la humildad de nuestra carne, el Señor realizó el plan de salvación de Dios. En Él, Dios ha restablecido de un modo único y definitivo la comunión con toda la humanidad y con toda la creación. En Él, la humanidad y el cosmos encuentran su sentido y realización últimos; y son purificados y liberados para siempre de la muerte física, social, ética, espiritual y cósmica. Cristo nos guía a la plenitud de la verdad y de la vida, y nos emplaza a ser fieles ‘hasta que El vuelva’.
El Adviento es tiempo para reavivar la esperanza teologal. Es la esperanza que arraiga en el amor incondicional de Dios, que huye de los optimismos frívolos, que lleva al compromiso y tiende hacia la plenitud al final de los tiempos.
Con mi afecto y bendición,
+ Casimiro López
Obispo de Segorbe-Castellón
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