La Virgen del Carmen, Stella maris y patrona de la gente del mar
Queridos diocesanos:
El día dieciséis de julio celebramos la Fiesta de la Virgen del Carmen en muchas de nuestras parroquias. La gente del mar la honra como su Patrona. El origen de la devoción a la Virgen del Carmen está en el monte Carmelo, el monte sagrado que el profeta Elías convirtió en signo y refugio de la fidelidad al Dios único y en el lugar de encuentro entre Dios y su pueblo de Israel (1R 18,39). Como el profeta Elías, “abrasado de celo por el Dios vivo”, así también los ermitaños cristianos se recogieron durante las cruzadas en las grutas de aquel monte y formaron la familia religiosa del Carmelo. Recordando a María, la Orden del Carmelo se puso desde sus orígenes bajo su patrocinio e hizo del Monte Carmelo el signo del camino hacia Dios.
La tradición relaciona a María con la nube blanca divisada desde la cumbre del Carmelo cuando el profeta Elías suplicaba a Dios que pusiese fin a una larga sequía. Mientras Elías oraba a Dios por la lluvia, mandaba a su criado una y otra vez que subiera a la cumbre del monte. A la séptima vez le dice el criado: “Se divisa una nubecilla, pequeña como la palma de la mano de un hombre, la cual sube del mar… Y en brevísimo tiempo el cielo se cubrió de nubes con viento, y cayó una gran lluvia” (1 Re 18, 44). En esa nubecilla, semejante ‘a la palma de un hombre’ y cargada de lluvia, se reconoció la figura de la Virgen. Porque María por ser la Madre de Dios, es como la nube que nos da al Salvador, la Luz que nos guía en el mar de nuestra existencia.
María se convierte así en la “Stella maris”, la estrella que guía el rumbo de nuestra existencia por las difíciles aguas del mar de la vida. Como los marineros de antaño, que leían la posición de las estrellas para marcar su rumbo en el inmenso océano, así la Virgen María como estrella del mar nos guía por las aguas difíciles de la vida hacia el puerto seguro que es Cristo. María es la Madre de Dios; ella nos da, nos muestra y nos quiere llevar a su Hijo, el Hijo de Dios vivo. La Virgen del Carmen es camino privilegiado para nuestro encuentro con Cristo Jesús y también con el prójimo. La Virgen no deja de decirnos: “Haced lo que Él os diga” (Jn. 2,5). El verdadero cristiano se sabe llamado por Jesús, para contemplar en él la misericordia de Dios, para acogerla, experimentarla y dejarse transformar y llevar a todos la alegría del Evangelio. El Señor nos enseña y capacita para ser mensajeros de la Buena Noticia, la misericordia de Dios para todos, también en el mundo del mar.
En este día tenemos muy presentes a los hombres y mujeres del mar. Y les encomendamos en este Jubileo de la Misericordia a la Virgen del Carmen, para que de sus manos descubran en sus duros trabajos la alegría de la ternura de Dios. Nadie como María ha conocido la profundidad del misterio de Dios porque toda su vida estuvo plasmada por la presencia de la misericordia hecha carne y en su compañía podremos entrar seguros en el santuario de la misericordia de Dios y participar íntimamente del misterio de su amor. Pidamos para que los hombres y mujeres del mar experimenten en sus vidas el maravilloso don de la misericordia divina de la mano de su patrona, nuestra Señora la Virgen del Carmen.
Fue en el Monte de las Bienaventuranzas en Palestina, mirando al mar de Tiberíades, donde Jesús pronunció aquellas palabras: «Bienaventurados los misericordiosos». Estas palabras de Jesús han llegado hasta nosotros a través de sus primeros discípulos, muchos de ellos pescadores, que se dejaron transformar por la misericordia de Dios y se convirtieron en sus testigos. Hoy como ayer, la misericordia es el corazón del mensaje del Evangelio, es la vía que une a Dios y al hombre y que abre nuestro corazón a la esperanza de ser amados sin tener en cuenta el límite de nuestro pecado. La misericordia de Dios es la que da sentido a toda nuestra vida, y sana nuestros corazones heridos por tantos golpes. También la gente del mar sabe por experiencia propia que en las horas difíciles solo la misericordia de Dios y la protección de la Virgen del Carmen dan la verdadera paz.
Con mi afecto y bendición,
+Casimiro López Llorente
Obispo de Segorbe-Castellón