Vencer la indiferencia para conquistar la paz
Hemos comenzado el nuevo año celebrando la Jornada mundial de oración por la paz, el día 1 de enero. En su tradicional mensaje para este día, el papa Francisco nos llama a Vencer la indiferencia y conquistar la paz.
A nadie se le escapa la falta de paz entre las personas, en las familias, en la sociedad, entre los pueblos de la tierra y con la creación. Las guerras, el terrorismo, la violencia, la intolerancia, las injusticias, los odios, la pobreza, el hambre, la incultura, el subdesarrollo y el deterioro de la naturaleza hacen más urgente, si cabe, la oración sincera y el compromiso efectivo por la paz. Ante la tentación de considerar la paz como una utopía inalcanzable, hay que afirmar que la paz es posible.
La paz es don de Dios, que hemos de pedir con insistencia, pero también tarea a construir con la implicación de todos. Pese a la situación actual de la humanidad y del mundo, el papa Francisco nos exhorta «a no perder la esperanza en la capacidad del hombre de superar el mal, con la gracia de Dios, y a no caer en la resignación y en la indiferencia». Hay razones para creer en la capacidad del ser humano para actuar solidariamente desde el reconocimiento de la propia interconexión e interdependencia, preocupándose por los miembros más frágiles y la protección del bien común. Tenemos una vocación común a la fraternidad universal y a la vida común. La dignidad y las relaciones interpersonales nos constituyen como seres humanos, queridos por Dios a su imagen y semejanza. Como creaturas dotadas de inalienable dignidad, nosotros existimos en relación con nuestros hermanos y hermanas, ante los que tenemos una responsabilidad. La indiferencia ante ellos y la creación contribuye a la falta de paz.
Por eso para conquistar la paz hemos de superar la indiferencia no sólo en el ámbito personal sino en su dimensión global. «La primera forma de indiferencia en la sociedad humana -nos dice Francisco- es la indiferencia ante Dios, de la cual brota también la indiferencia ante el prójimo y ante lo creado». Cuando el hombre prescinde de Dios, cree que no debe nada a nadie, excepto a sí mismo, y pretende tener sólo derechos frente a todos y a todo lo creado. La indiferencia ante el prójimo, por su parte, asume diferentes formas, como son: la indiferencia del bien informado, que conoce los dramas de la humanidad pero no se siente concernido ni comprometido ni siente compasión; o la indiferencia del que cierra los ojos para no ser molestado en su bienestar y comodidad por el grito de dolor de la humanidad que sufre. También la contaminación de las aguas y del aire, la explotación indiscriminada de los bosques, la destrucción del ambiente, son a menudo fruto de la indiferencia del hombre respecto a los demás, porque todo está relacionado. En estos y en otros casos, la indiferencia provoca sobre todo cerrazón y distanciamiento, y termina de este modo contribuyendo a la falta de paz con Dios, con el prójimo y con la creación.
Existe además la indiferencia globalizada en la esfera pública y social. «El olvido y la negación de Dios, que llevan al hombre a no reconocer alguna norma por encima de sí y a tomar solamente a sí mismo como norma, han producido crueldad y violencia sin medida. Cuando afecta al plano institucional, la indiferencia respecto al otro, a su dignidad, a sus derechos fundamentales y a su libertad, unida a una cultura orientada a la ganancia y al hedonismo, favorece, y a veces justifica, actuaciones y políticas que terminan por constituir amenazas a la paz. Esta indiferencia puede llegar también a justificar algunas políticas económicas deplorables, premonitoras de injusticias, divisiones y violencias, con vistas a conseguir el bienestar propio o el de la nación».
Para conquistar la paz, el papa Francisco nos llama en este Año Santo a pasar de la indiferencia a la misericordia mediante la conversión del corazón y a promover una cultura de la solidaridad y de la misericordia para vencer la indiferencia. !Que Dios nos ayude a progresar en este camino durante el nuevo año!. !Feliz Año a todos!
Con mi afecto y bendición,
X Casimiro López Llorente
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