Gratitud, generosidad y entrega
Queridos diocesanos:
Es muy viva nuestra gratitud a Dios y muy profundo nuestro gozo por las ordenaciones de este fin de semana. Dios nos ha concedido el don de ocho nuevos sacerdotes y de un nuevo diácono. Si tuviera que resaltar tres notas en estos ordenados, me atrevería a resaltar su gratitud, su generosidad y su entrega. Como la Virgen María, todos han acogido con gratitud humilde la llamada amorosa del Señor al sacerdocio ordenado, le han respondido con generosidad y se han comprometido sin condiciones a entregarle su persona, su existencia y todas sus fuerzas en el ministerio ordenado al servicio de nuestra Iglesia diocesana.
También nuestros seminaristas habrán de ser educados en estas tres virtudes básicas para discernir y madurar su llamada al sacerdocio. Tres virtudes que siguen siendo válidas también para los que ya estamos ordenados en nuestra tarea continua de avivar, el carisma, el don, que está en nosotros, como nos recuerda San Pablo; tres virtudes que son aplicables en nuestro trabajo pastoral por las vocaciones al sacerdocio.
Acabo de nombrar nuevo Delegado Diocesano para la Pastoral Vocacional. Este sector de la pastoral de nuestra Iglesia diocesana necesita de un renovado impulso; así lo constatáis también muchos de vosotros. Pero esto no será posible sin la implicación real, no sólo verbal, de las parroquias y de sus responsables, los sacerdotes, así como del resto de las comunidades cristianas, de las familias, de los catequistas y de los profesores de religión. Dejemos a un lado las justificaciones fáciles, que buscan siempre la responsabilidad en otros o en las circunstancias adversas, y pongamos mano a la obra.
En la iniciación cristiana, en la educación y maduración de la fe de nuestros niños, adolescentes y jóvenes hemos de ayudarles a descubrir y acoger con gratitud, generosidad y entrega el don de la fe y de la nueva vida bautismal, para que sean discípulos y testigos. Pero también hemos de ayudarles sin miedos a descubrir y acoger con gratitud, generosidad y entrega la vocación concreta, por la que el Señor les llama a vivir su condición de discípulo. Y una de estas vocaciones posibles es la de ser sacerdotes.
Hemos experimentado una vez más que Dios sigue llamando al sacerdocio ordenado. Cuando las familias cristianas quieren el bien de sus hijos según Dios, y respetan su libertad, la de Dios y la de sus hijos; cuando hay comunidades vivas, generosas y orantes por las vocaciones, cuando hay sacerdotes y catequistas que proponen sin miedos el seguimiento del Señor, siguen brotando jóvenes agradecidos, generosos y entregados a la llamada de Dios al sacerdocio ordenado.
Con mi afecto y bendición,
+ Casimiro López Llorente
Obispo de Segorbe-Castellón
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